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﴾7. Ultimátum﴿


Omnisciente

—No permitiré que te vayas y te pierdas de nuevo. Ya son tres veces en este día que te veo perdido, al parecer estoy destinado a salvarte de cometer estupideces.

     Destino... ¡Maldito seas, Min Yo-qué-sé!

     Esa palabra que Min Yo-qué-sé se atrevió a pronunciar en presencia de JiMin, logró alterar al pequeño cabeza de zanahoria. Ya habíamos hablado de lo importante que era el destino para nuestro chico. Pero, por los siete infiernos, el pobre ni siquiera sabía si el patán de Min era homosexual y ya estaba empezando a preguntarse si el destino estaba enviándole señales nuevamente. ¿Tan desesperado estaba por encontrar al 'indicado' que era capaz de ver señales donde no las había? ¿Había entendido incorrectamente entonces el beso con JungKook? Pero, ¿y qué pasaría entonces cuando saliera con él?

     JungKook y JiMin agendaron su primera cita para el martes, lo cual complicaba un montón todas esas explicaciones que JiMin intentaba formular en su cabeza, mientras caminaba por las calles del centro de Seúl, al lado de YoonGi, sin poder recordar su nombre todavía y con un extraño sentimiento ambiguo entre apreciarlo y odiarlo.

—Bien, dame la dirección para poder llevarte a tu casa —le pidió YoonGi al aún shockeado JiMin. Estaban al borde de la zona comercial, dirigiéndose al estacionamiento.

     JiMin abrió su pequeña libreta de unicornios, situó la página donde estaba escrita su dirección y se la dio a YoonGi, quien ni siquiera prestó atención a lo que decía por estar enfocado reaccionando a otra cosa:

— ¡Escribes como niña, Park! —Se burló descaradamente.

     "Como niña". Odiaba esa expresión, muchas veces en su adolescencia tuvo que lidiar con ese juicio que otros emitían sobre él, desde la forma de caminar, moverse, desde su rostro hasta la forma de su cuerpo. YoonGi solo era uno más que señalaba, así que cayó de su gracia otra vez. Su reacción fue un rubor en su cara y un silencio incómodo.

— ¿Sí reconoces la ubicación?

—Claro que sí, conozco cada rincón de esta ciudad, podría llegar hasta con los ojos cerrados —presumido, pensó JiMin—. A propósito, ¿no eres de aquí, cierto?

—No, ¿cómo sabes eso?

     Pregunta estúpida, a JiMin se le nublaba el juicio y no se había dado cuenta de que era muy obvio.

—Nadie se pierde en su propia ciudad, niño estúpido, y mucho menos a tu edad.

—No tienes por qué tratarme así —permaneció cabizbajo, jugueteando con los bordes de su uniforme azul.

— ¿Y de dónde eres, niño estúpido? —Preguntó haciendo énfasis en la última palabra para molestar al chico, pero JiMin solo se tragó las ganas de darle un golpe, pues su cabeza estaba tratando de descifrar por qué continuaba ahí si le disgustaba tanto la forma de ser de YoonGi.

—De Busan.

—Hermosas playas, ¿no es así?

—En verdad no me gusta mucho el mar, prefiero lugares como Seúl.

     Luego de la breve charla, llegaron al estacionamiento. Min tenía un viejo Derby blanco de modelo 2001, bien cuidado a pesar de lo viejo que era. YoonGi le abrió la puerta de forma caballerosa a JiMin, lo cual fue sorprendente, pues era un gesto que contrastaba su comportamiento de imbécil prejuicioso. Aunque no estuviera tan convencido, subió al asiento del copiloto y el otro se instaló frente al volante. Ambos se pusieron los cinturones de seguridad y YoonGi revisó algunas cosas en su celular antes de echar a andar el auto y tomar el camino.

— ¿Qué música escuchas, Park? —JiMin venía pensando en silencio, rumiando como siempre, la voz del conductor lo trajo de vuelta a la realidad.

—Ahm...

—Bien, pondré lo que yo quiera, ya que eres muy lento para contestar.

     JiMin se tensó sobre su asiento, tomando los costados de este con fuerza y apretando sus brazos, manteniéndolos rectos y macizos, como si temiera ser arrancado de él. Estaba confundido y rogaba porque Min no intentara establecer una conversación. Solo asintió y la música comenzó a sonar.

     Se trataba de algo en inglés, sonidos muy diferentes a los que JiMin estaba acostumbrado. Un hombre de voz suave y casi triste comenzó a cantar, de fondo sonaba un melancólico piano. El hombre de la canción solo podía transmitirle a JiMin sentimientos oscuros, a pesar de que no podía comprender la letra. Lo único que pudo entender con su inglés básico fue el siguiente fragmento:

     If I show you my dark side, will you stil hold me tonight?

     If I open my heart to you and show you my weak side, what would you do?

     Después del fragmento que JiMin logró entender, se escuchó un bello solo de guitarra que le erizó la piel. Él no acostumbraba escuchar música de ese tipo, él era más de sonidos alegres y letras que entendía. Esto era diferente... y descubrió que le gustaba. Curioso por saber de quién o quiénes se trataba, JiMin preguntó a Min por la canción.

—Se llama The Final Cut, es de mi banda favorita, Pink Floyd.

— ¿Pink qué? —JiMin definitivamente no sabía que algo con ese nombre existía sobre la tierra.

— ¿De verdad no los conoces, enano? Vaya que te falta cultivarte en cuanto a música. Ellos son clásicos, todo el mundo sabe de ellos.

—Bueno, perdón por no conocerlos no es lo que suelo escuchar, pero me agradó la canción.

— ¿Entonces qué música escuchas?

—Pues... cosas más alegres. Ya sabes, música en nuestro idioma... ¿Has escuchado a Twice?

— ¡Ugh! Además de letra de niña, tienes los gustos de una. ¿Eres gay, JiMin?

—Yo... yo... —JiMin se ruborizó y se sintió humillado. Este chico Min comenzaba a adquirir un descarado poder sobre él, tanto como para hacerlo sentir mal tan solo con voltearlo a ver. Incluso se podría decir que JiMin se sentía avergonzado de ser él mismo, de expresarse, incluso de hablar, porque parecía que cada vez que lo hacía, era motivo para que el otro se burlara.

—Ya, ya —le interrumpió YoonGi—. Me da igual, son tus gustos. Solo quería molestarte.

—Sí soy gay, pero no tiene nada qué ver con mis gustos musicales ni con mi letra —JiMin no supo por qué soltó esa información de la nada, inmediatamente se arrepintió, pero estaba tan enfadado por sus estúpidos prejuicios, tenía que hacer algo para defenderse.

     Ante esto, YoonGi frenó casi a media calle, causando que alguien atrás sonara alto su claxon. Volteó a ver a JiMin con los ojos bien abiertos, pero sin cambiar la forma neutra de su boca, esta era una sola línea recta, rígida y rosada sobre una cara pálida. Después de recibir un par de maldiciones por los otros conductores que lo iban rodeando, siguió conduciendo sin mirar al copiloto.

— ¿Pasa algo? —Balbuceó JiMin, temeroso de que YoonGi lo echara de su auto o peor, que lo agrediera. Bien sabía que a veces la gente homofóbica se iba a los extremos, al grado de golpear, insultar e incluso agredir sexualmente.

—Nada en absoluto —YoonGi torció una sonrisa maliciosa hacia JiMin—. Ya lo sospechaba, solo quería comprobarlo.

—¿Y entonces qué? ¿Vas a bajarme del auto a medio camino porque eres homofóbico?

—Para nada, amiguito. A mí, tanto como a ti, me encanta la verga.

     JiMin no pudo contenerse: soltó una carcajada nerviosa y estruendosa que hizo YoonGi entrecerrar los ojos y hacerle pensar que JiMin era un "virgen" inmaduro.

— ¿Hablas en serio? —JiMin se obligó a callarse, pues la cara de YoonGi era intimidante, como si nada en la vida lo hiciera reír.

—Sí, solo que yo soy más varonil que tú, por lo que veo. Seguro eres el pasivo.

     Esas palabras provocaron que JiMin se sonrojara mucho. Solamente hablaba sobre esas cosas con NamJoon y todavía no tenía la confianza suficiente como para hablar de eso con Jin y HoSeok.

—Ehm... este... yo...

A la izquierda se encuentra su destino.

     Gracias al cielo, un sonido interrumpió el ambiente incómodo; la voz de una mujer se escuchó desde el teléfono de YoonGi, quien había programado el GPS para que lo guiara hasta la casa de JiMin. De esta forma, se delató y quedó un poco en ridículo frente a su pasajero.

— ¿No que conocías cada rincón de la ciudad, hyung, y que podías llegar hasta con los ojos cerrados? —JiMin sonrió victorioso al ver que el tal Min no era tan habilidoso como presumía.

—Ya, ya. Sal de mi auto antes de que me arrepienta y te secuestre.

     JiMin, ya más relajado y feliz, le dio las gracias, abrió la puerta y salió del viejo Derby. Acto seguido, YoonGi subió descaradamente el volumen de su música a un nivel ensordecedor, sonaba una canción muy ruidosa y algo molesta. Tras provocarle a JiMin un enorme susto, YoonGi rió burlón y tomó su propio rumbo, dejando así al chico perdido frente a su casa.

     Miró su reloj: eran las cinco de la tarde. Dedujo que SeokJin ya estaba en casa, entonces le invadió un enorme miedo a ser regañado, porque seguro preocupó a todo el mundo al llegar tarde a casa y además no contestar su teléfono...

     Mierda... ¡Su teléfono seguía apagado! Seguro que al encenderlo le esperaba la peor regañada de su vida. Se obligó a entrar, rogando porque a SeokJin se le hubiera atravesado algo importante y estuviera fuera de casa, pero no fue así.

— ¡Park JiMin! —en efecto, SeokJin estaba sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y los brazos también, tenía un semblante tenebroso, como si fuera a destriparlo con la mirada. Al ver a JiMin entrar, saltó del sillón donde se encontraba viendo un drama—. ¿Me puedes explicar por qué apagaste el teléfono? ¿Por qué llegas a estas horas y por qué no traes mochila?

     Mierda, la mochila. Estúpido JiMin, la olvidaste en el auto de Min Yo-qué-sé.

—Jin hyung, lo siento —JiMin de inmediato soltó las lágrimas, se tiró en el sillón y se cubrió la cara con las manos. No estaba fingiendo para evitar un regaño como solía hacerlo cuando era niño, de verdad estaba llorando, la preocupación lo estaba consumiendo.

     La tensión y el estrés que sintió en las últimas horas lo hizo colapsar y necesitaba desesperadamente un abrazo. Había pasado la peor experiencia que puede sentir un foráneo: perderse, no traer dinero y no conocer a nadie. Rogaba porque su amigo lo consolara, pero rogaba aún más que su padre comprendiera.

— ¡JiMinnie! —SeokJin de inmediato reaccionó al llanto, se reprochó por haberlo regañado.

     Con mucho cuidado, lo levantó de su posición penosa y lo abrazó justo como lo hacen las madres: acariciando su cabello y sosteniendo su espalda con la otra mano, meciéndolo lentamente.

— ¿Qué te pasó? Perdóname por gritarte, pero me tenías preocupado.

—Jin —sollozó un colapsado JiMin—. Yo... —el llanto le ganó y abrazó fuerte a su amigo, enterrando su rostro en el pecho de este, mojando su camiseta rosa y sollozando fuertemente. La escena era lamentable.

—Shh, tranquilo, bebé. Desahógate y cuando termines podrás contarme.

     Luego de un par de minutos, ya cuando JiMin había terminado de vaciar sus lágrimas y desterrado de su cuerpo todo el estrés acumulado, tomó aire y soltó su penosa anécdota:

—Perdóname por esto. Mi teléfono se quedó sin batería, olvidé cargarlo anoche. También olvidé mi cartera y no tenía dinero para el taxi, tampoco me sabía sus números para llamar por teléfono público. Me subí a un bus que iba al centro, pero me perdí, por suerte encontré un chico de la escuela que me reconoció y me trajo a casa. Mi mochila... ¡Mierda! ¡La olvidé en su estúpido auto! ¡Lo siento, lo siento, lo siento!

—Bien, bien, tranquilo. ¿Eso fue todo lo que pasó?

—Sí, te lo juro, eso fue todo —clamó entre lloriqueos— Me fue de la mierda hoy, perdóname por no reportarme, no fue mi culpa todo lo que pasó.

—De mí no es de quien tienes que preocuparte, JiMin. Tu padre estuvo llamándome durante una hora completa. No contesté porque no conocí el número, pero cuando lo hice, el hombre al otro lado sonaba como si quisiera matarte.

— ¡Mierda y más mierda! ¡Me lleva la chingada! —El pulso de JiMin se aceleró y se le dificultaba respirar. Le lloverían regaños como bombas, de eso estaba seguro. Comenzó a patalear con furia el suelo y a jalarse el cabello deslavado.

—Hey —SeokJin le tomó las manos y se las retiró del cabello para evitar que se lastimara— tranquilo, te vas a quedar calvo a este paso. Toma mi teléfono y cuéntale a tu padre el terrible día que tuviste. No llames desde el tuyo, porque seguro te irá peor.

—Gracias —intentó respirar hondo para calmarse.

—Anda, sube a tu cuarto y llama. Déjame seguir viendo mi drama. Si necesitas apoyo moral, aquí estaré.

— ¡No! —Gritó aterrorizado—. ¡Déjame llamar aquí contigo! Seguro papá va a regañarme horrible y me voy a desmoronar. ¡Me querrá de vuelta en Busan después de esto!

—Shh... ¡JiMin! —Le reprendió con fuerza—. Deja de gritar como paranoico y llama ahora mismo. Mientras más te tardes, peor te irá.

JiMin, aterrorizado y sudando, asintió tristemente, resignado a que le iría de la mierda cuando su padre contestara el teléfono. Desbloqueó el celular y vio el historial de llamadas: 50 llamadas perdidas de "Sr. Park". Mierda.

     La última vez que su padre había hecho tantas llamadas al mismo número, fue un día que JiMin se quedó platicando con NamJoon por veinte minutos después de la escuela. Y solo habían sido 40 llamadas en esa ocasión.

     Al primer tono, contestó la voz más furiosa que había escuchado nunca.

¡Kim SeokJin! ¿Qué razones me das de JiMin?

     Trágame tierra y escúpeme en otra dimensión, pensó.

—Ho... Hola papá, soy Ji...

¡¿Dónde carajos estabas, Park?! ¿Acaso crees que sale barato tenerte viviendo lejos de casa? ¿Cómo es posible que ya andes de libertino desde el primer día de clases? ¡Mañana mismo te regresas a Busan! ¡Sabía que cometí un error al dejarte ir!

—Pe... pero, papá... déjame explicarte, por favor —las lágrimas comenzaban a brotar nuevamente de sus ojos. Ahora sí lo había perdido todo y ni siquiera pudo disfrutarlo. Este definitivamente había sido el peor día de su vida. Jamás lloró tanto en un solo día. Jamás.

¿Qué excusa me vas a poner? —La voz de su padre era tenebrosa y amenazante—. ¿Que tu celular se apagó y no pudiste llegar a casa temprano? ¿Me tomas por pendejo? Seguro te fuiste por ahí a despilfarrar mi dinero, a beber o a drogarte. ¡Mañana te quiero de vuelta!

     La voz del hombre debió atravesar la bocina, porque SeokJin volteó muy apenado a ver la escena tan triste que se estaba formando: JiMin desmoronándose, casi al borde del desmayo. En ese momento, y para la salvación de todos, HoSeok llegó a la casa. Estaba a punto de gritar un potente "¡Hola!", pero se detuvo al ver la escena: JiMin llorando al teléfono y SeokJin con cara de preocupación.

     SeokJin le hizo señas para que no hiciera ruido y lo guio hasta a cocina. Ahí se encargaron de idear un plan para salvar al pobre JiMin de las garras de su padre. Tenían que ayudarlo o lo perderían para siempre. Ellos ya tenían presente que el padre del menor era estricto, pero nunca lo habían visto actuar hasta este momento. De verdad era algo grave.

     Mientras tanto, en la sala, JiMin seguía llorando mientras recibía mil y un insultos de su padre. Libertino, desobediente, rebelde... ¿Cómo se atrevía a acusarlo de ir a consumir sustancias, si él jamás tuvo esos comportamientos riesgosos? Eran puras paranoias exageradas de su padre, pero aun así eran las palabras más hirientes que JiMin había escuchado en su vida, más que por el significado del diccionario, por la persona de quien venían. Eran como balas, bombas atómicas, enfermedades mortales.

Haz tus maletas, jovencito, mañana iré por ti —dijo el señor Park, luego de finalizar con el regaño más apocalíptico que le había dado a su hijo.

     JiMin, escurriendo en lágrimas y con la vista hacia abajo, estaba por colgar cuando HoSeok le arrebató el teléfono.

— ¡Señor Park! ¿Está ahí? —La voz de HoSeok era armoniosa y feliz.

¿Quién habla?

—Es HoSeok, el otro roomie de JiMin. Quería explicarle la razón por la que JiMin llegó tarde a casa.

¿Estás bromeando acaso? ¿Quieres cubrirle sus mentiras al libertino?

—No, no, señor. Sucede que fui por él a la escuela y lo llevé conmigo a hacer la compra de la despensa semanal. Su teléfono sí estaba descargado y yo olvidé el mío en casa. No creímos que se fuera a molestar tanto, señor Park. Solo fuimos a comprar la comida.

Y si eso es cierto, ¿Por qué SeokJin no me lo dijo desde la primera llamada? ¿Me estás mintiendo para cubrir al enano libertino?

— ¡No, señor Park! —HoSeok casi entró en pánico, pero rápidamente dio con una respuesta ante esa acusación: —SeokJin no lo sabía, teníamos planeado ir todos mañana, pero recién me pagaron hoy en el trabajo y decidí adelantar la compra, además Jin hyung estaba en el trabajo a esa hora. Solo me organicé mal, créannos, señor Park, JiMin es un buen chico, no es ningún libertino...

Ah, ya veo... —la voz del padre de pronto sonó más tranquila.

— ¿Podría disculparme por eso? Le prometo que no volverá a pasar, cuidaré siempre traer mi teléfono y JiMin se asegurará de traer batería siempre.

Bien, pásame a mi hijo —dijo con voz cortante.

     HoSeok hizo caso y le dio el teléfono a JiMin, haciéndole un gesto con la mano para que se calmara y le ofreció una cálida sonrisa. HoSeok era como un ángel bondadoso que todo lo arreglaba con su sonrisa, de verdad le transmitió a JiMin un poco de paz.

— ¿Padre?

Escúchame bien —empezó a elevar la voz—, esta es la última vez que voy a tolerar tu comportamiento rebelde. Solamente porque estabas con HoSeok lo dejaré pasar, pero será la última vez que te llamo y no me contestas, ¿entendido?

—Sí, padre —en su constipado rostro, una sonrisa de alivio comenzaba a nacer.

Y una última cosa —agregó su padre antes de colgar—, el hecho de que estés en otra ciudad, no quiere decir que puedes hacer lo que te de tu maldita gana. Sigo siendo tu padre y tienes que respetarme. Te envié a estudiar y a ser alguien en la vida, no a comportarte como tu amigo NamJoon.

—Sí, padre, lo entiendo —y el hombre cortó la llamada.

     De pronto, todo alrededor empezó a dar vueltas y la oscuridad absorbió a JiMin como si su cerebro se hubiera desconectado de la nada.


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