﴾45. In a sentimental mood﴿
Omnisciente
La luz es tenue en la habitación de YoonGi, pues las cortinas son de un rojo oscuro y de textura densa. El cielo nublado y lluvioso enriquece el ambiente, pues les provee de una sensación de intimidad y al lado del rumor de la lluvia golpeando contra el techo, torna todo mucho más erótico, sobreexcitando sus sentidos. Los jadeos de ambos son producto del roce cada vez más constante entre sus cuerpos, sus lenguas se enredan con necesidad, comunicando un deseo mutuo por poseerse hasta el más mínimo centímetro de su cuerpo. A pesar de la urgencia, tratan de mantener la paciencia para que el contacto dure tanto como sea posible, pues tienen todo el tiempo del mundo. No hay prisa, no hay límites, solo ellos dos en su mundo.
En consecuencia de las caricias cuerpo con cuerpo, el calor va en aumento, así que es hora de despojarse de sus prendas que quedaron mojadas por la lluvia hace breves minutos. Hace frío, pero el toque a piel desnuda aniquila el tiritar y lo sustituye por pequeños espasmos de placer cada vez que juguetean sobre el cuerpo ajeno con las yemas de los dedos, práctica que han disfrutado experimentar en las últimas semanas. YoonGi se posa sobre JiMin, este lo recibe gustoso con las piernas abiertas y lo apresa, balanceando un poco sus caderas con la intención de provocarse.
La forma de YoonGi para tocar a JiMin es única y paciente, como si se tratara de una delicada flor que adora cuidar. Sus besos lentos, dejando ir su aliento cálido en cada uno, especialmente cuando se acerca hacia esos pezones de chocolate que le encantan. Es momento de sacar su lengua para demostrarle a JiMin qué tanto lo adora y, a su vez, desea verlo retorcerse de amor al recibir ese húmedo y exquisito tacto. Por primera vez, JiMin emite unos sonidos dulces y agudos que ni siquiera él conocía de sí mismo. Aunque le apena, se deja llevar por las manos llenas de experiencia de YoonGi, se permite impregnarse de él, entregarse completamente, venciendo así todas sus represiones.
JiMin se da cuenta de lo mucho que ama ese descubrimiento reciente en el cuerpo de su novio, pues al rozar con sus dedos la espalda baja, YoonGi se estremece, expresando su placer con más apertura y libertad que antes. Reaccionan con gusto a las atenciones del otro, jadeando sus nombres mientras se besan y van subiendo el tono de sus caricias, haciéndose sentir deseados y amados. Especialmente es JiMin quien alcanza ese grado de enamoramiento donde su cuerpo y su mente están deseosos de volcarse por completo en la piel ajena, sin preguntar, sin despertar de ese dulce sueño.
— ¿Estás listo? —YoonGi rompe el contacto de sus labios, mirando a JiMin directo a los ojos.
—Sí, Yoon. Hazme el amor —contesta ruborizado y tímido, incitándolo a continuar cuando alza su cadera, intensificando el roce.
La sonrisa cómplice de ambos es la señal para lo que viene. YoonGi desliza su boca de los endurecidos pezones hasta el ombligo ajeno, el cosquilleo estremece a JiMin y gime de esa forma nueva y aguda que, aunque no parezca, enloquece al otro.
A base de besos y jugueteos con la lengua, YoonGi llega hasta el borde de la ropa interior. Lo desnuda con una lentitud desesperante y lo primero que admira es la punta de corazón de su adorable y pequeño pene, enrojecido por la urgencia de contacto. JiMin todavía no se acostumbra del todo a ese grado de exposición, incluso a oscuras, así que su primer reflejo es cerrar los ojos y permitir que YoonGi se sirva de su cuerpo como desee, pues confía ciegamente en él.
JiMin sabe cuál es el siguiente paso, pero le apena tomar una iniciativa sobre algo que nunca ha hecho con otra persona, solo en la intimidad de su propia habitación.
— ¿Estás nervioso? —Cuando JiMin abre los ojos, ve a un sonriente y burlón YoonGi que lo acorrala con su presencia dominante.
—Un... un poco —se da cuenta de que tiene la sábana apresada entre sus puños y está tan tenso como excitado.
—Relájate, termina de desvestirme —al notarlo nervioso, se recuesta al lado de JiMin para darle espacio y reducir la tensión.
Obediente, JiMin se sienta a su lado, mostrándose un tanto avergonzado de su desnudez. YoonGi, tan natural y confiado como siempre, lo mira y espera.
Desnudar a YoonGi es una tarea que se siente difícil y no puede evitar la torpeza de sus manos temblorosas. De forma involuntaria, se relame los labios al ver lo grande que es la erección de su novio. Mientras retira la ropa ajena y libera eso que tanto desea, la vergüenza que sintió al principio se reduce. Desde su lugar, YoonGi contempla esos delicados gestos nerviosos e inocentes. Se nota que está actuando como si temiera hacer algo mal.
—Ven aquí —ordena YoonGi cuando ya no quedan más prendas por retirar. Tira de él y, con poco esfuerzo, terminan sentados sobre sus rodillas, mirándose de arriba abajo, viviendo en carne propia la fragilidad que viene en consecuencia del deseo de consumar su intimidad.
—Bésame —YoonGi abre sus brazos y en breve su invitación es correspondida. No hay nada más dulce que esos labios, no hay nada más cálido que esas pequeñas manos obsesionadas por poblar su piel blanca de caricias, marcándolo suyo.
Unen tanto sus bocas como sus cuerpos, provocando el dulce roce de sus erecciones. Se envuelven con sus brazos completamente y comparten un calor único que no tiene comparación con alguna otra cosa que hayan experimentado. Se podría decir que ambos están sintiendo cosas muy diferentes a las que estaban acostumbrados, por obvias razones.
La danza entre sus lenguas se hace más profunda cuando JiMin empuja a YoonGi sobre la cama y se abre de piernas, posicionándose con valentía sobre el regazo ajeno. Ataca su boca y YoonGi de inmediato reacciona acariciándole su pequeña espalda con las puntas de los dedos. Obtiene al instante más de esos gemidos dulces que se ahogan en cada hambriento beso. En busca de más contacto, JiMin se balancea con cierta torpeza, logrando un ángulo en el que ambos penes generan un roce exquisito que enloquece a los dos. Para su sorpresa, YoonGi le hace competencia al gemir desesperadamente, llenando así la habitación con sinfonía de jadeos y pequeños gemidos que no cesan por un buen rato, hasta que se separan en busca de aire y con intenciones de continuar.
—YoonGi... Puedo... ¿Puedo... hacerte algo?
— ¿Qué cosa?
—Eh... Ya sabes, eso que me hiciste el sábado cuando volvimos de la feria, con tu... con tu boca —explica totalmente avergonzado.
— ¿Sexo oral? —Suelta YoonGi con diversión, aumentando todavía más la pena de JiMin.
—Sí, eso.
—Adelante, JiMinnie, soy todo tuyo.
Todo mío...
Decidido, pero tembloroso, JiMin comienza su trayecto hacia abajo, dejando pequeños besos en el camino y tocando el torso de su novio con las puntas de sus dedos. Al llegar sus manos a esas estrechas caderas, YoonGi se retuerce de gusto y expresa una risa placentera. Entonces, entiende el inmenso poder que posee sobre él. Lograr esas expresiones en una persona tan difícil de complacer como YoonGi solo le alienta a buscar más de eso. Justo ahí, sobre el hueso de la cadera donde identificó la zona erógena, deposita un beso y pasa su lengua, provocando que el de abajo le jale el cabello en respuesta del intenso cosquilleo.
—Se siente... rico, JiMin, hazlo otra vez —JiMin obedece y a la vez toma ese gran pene en sus manos, impresionado por lo suave y cálido que es. YoonGi reacciona, ahogado en un mar de sensaciones electrizantes provocadas por el pequeño inexperto.
La vergüenza por fin abandona a JiMin cuando logra ver lo bien que YoonGi la está pasando gracias a él, entonces se anima a masturbarlo poco a poco, mientras recorre con su lengua los alrededores de la zona púbica. Incluso se atreve a mirar de reojo para disfrutar de la dulce escena nunca antes vista: su alma gemela completamente vulnerable, disfrutando sin inhibiciones. Decide que ya es momento de proceder, desea tanto meterlo por completo en su boca, pero un pensamiento para nada sexy cruza su cabeza y no tiene opción, debe preguntar.
—Yoon... —interrumpe lo que estaba siendo un momento perfecto. YoonGi reacciona abriendo sus ojos de golpe ante el tono de preocupación de su novio.
— ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
—Sí, es solo que debo preguntarte algo.
—Dime.
— ¿Estás limpio?
— ¿A qué te refieres con eso?
—Ya sabes, que si no tienes alguna enfermedad que puedas contagiarme. Después de todo, voy a meterte en mi boca y en otro lado también.
—Ah, ya. No te preocupes, estoy limpio, ahora por favor chúpamela, ya no aguanto más tus provocaciones.
Como si nada hubiera pasado, YoonGi vuelve a su posición relajada de piernas abiertas, con los ojos cerrados, pensando que quizá su noviecito es un poco paranoico pero lo entiende. Después de todo, es un primerizo.
—Bien —convencido y confiado, vuelve a su labor, más excitado que antes por la forma tan despreocupada que YoonGi usó ese lenguaje sucio con él.
Suspira... respira hondo y por fin acerca sus regordetes labios al glande para llenarlo de besos. El sabor salado es percibido de inmediato y el jalón que siente en sus cabellos es señal de que causó algo maravilloso en YoonGi. Al levantar un poco su mirada, contempla a su exquisito novio de boca abierta y los ojos bien cerrados, disfrutando de los labios ajenos sobre su pene.
Respira hondo nuevamente y rodea la base con su mano, mientras que baja la otra para rodear su propia erección. Ver a YoonGi tan dispuesto le calienta demasiado, no tocarse en ese momento sería una ofensa a su belleza. Observa su precioso rostro excitado por última vez antes de cerrar sus ojos y abrir grande la boca, sintiendo la suavidad de la piel salada sobre su lengua. Los jadeos de YoonGi inundan sus sentidos, indicándole que está haciéndolo muy bien. Así que lo humedece un poco, tomándose su tiempo con la lengua para rodearlo tanto como puede, entonces se permite más profundidad. Cuando ya ha llegado a su tope y hay suficiente saliva, comienza la parte más divertida.
Tantos años de literatura erótica y curiosidad en internet por fin hacen efecto, pues lo primero que hace JiMin es apretar sus labios y bombear lentamente, regalándole a YoonGi una presión húmeda y deliciosa que lo obliga a maldecir y soltar un par de embestidas involuntarias contra esa boquita que ya perdió por completo la inocencia. A esas alturas, ha perdido el interés en tocarse a sí mismo, pues toda su atención ahora se centra en mantenerse equilibrado sobre sus brazos para darle a YoonGi una mamada perfecta. Y logra su objetivo, porque el cuerpo debajo de él tiembla y emite sonidos nuevos cada vez que lo lleva profundo y, al volver a la punta, abusa de su lengua haciendo presión y generando sonidos húmedos y obscenos.
—Ah... JiMinnie, lo haces tan bien, pero no puedo dejar que sigas —aún contra su voluntad, decide salir de ahí o le llenará la boca de semen a JiMin. No es así como quiere que eso termine.
Lo lleva hacia sus labios, besándolo con impaciencia porque ya no puede aguantar las ganas de enterrarse en él. JiMin también lo desea, pero le hubiera gustado disfrutar un poco más de esa verga en su boca. Después de todo, resultó ser bastante bueno para eso.
—Voltéate, Minnie. Cierra los ojos y relájate, yo me encargaré de todo —sin preguntar más, JiMin obedece. Se coloca de rodillas contra la cama y el rostro apoyado en una almohada.
Respira, JiMin, respira. Esto te va a gustar, estuviste preparándote para esto por mucho tiempo. Es tu momento. Solo dolerá un poco al principio, pero te gustará, te gustará...
Los labios de YoonGi sobre su espalda lo obligan a cesar sus pensamientos ansiosos. Y cuando los besos lentos se esparcen por sus hombros y el cuello, va perdiendo un poco la preocupación. El trato que recibe es nada más que amoroso, le hace sentir protegido y feliz. Cada beso lo acerca un poco más a la locura, ya no puede aguantar mucho tiempo. Como si el otro pudiera leer su mente, detiene los besos y se coloca detrás de él, acariciando su redondo trasero. YoonGi lo contempla con hambre, deleitado por lo perfecto que es incluso si no puede verlo a toda luz y color. Sus dedos exploran lento, acercándose a esa zona que desea llenar por completo.
—Eres muy sexy —la voz ronca enloquece a JiMin. Adora ese cumplido, quisiera escucharlo día y noche, pero el placer abrumador le impide pedir más de eso.
En respuesta, solo arquea su espalda y gime bajito, especialmente cuando sus nalgas son separadas y dejan a la vista su casta intimidad. El mayor se acerca lento, besando alrededor de la zona, dejando rastros de saliva aquí y allá, causando una racha de estremecimientos en ese precioso cuerpo.
Pero la reacción es abrupta e intensa cuando YoonGi decide estimularlo con la lengua. Nunca pensó que algo tan sucio pudiera sentirse tan bien. Aunque se siente un poco avergonzado, no quiere que pare. Logra percibir besos y lamidas, uno detrás del otro, estimulando toda la zona, casi como si quisiera penetrarlo con la lengua.
— ¡YoonGi! —Gime con fuerza, agudo. Solo puede abrazar con fuerza la almohada para evitar retorcerse por completo. La humedad en su ano se hace más sustanciosa a medida que YoonGi se sirve de él, casi como si disfrutara de verlo sufrir por ese placer tan intenso.
El calor de esa lengua lo abandona de un segundo a otro, lo cual es un poco decepcionante. Se queda esperando en la cama, jadeando contra la almohada como si hubiera tenido el mejor orgasmo de su vida, pero no está ni cerca de eyacular, todavía le falta una desesperante jornada.
YoonGi vuelve tras él, con el lubricante entre manos, listo para continuar. El frío líquido lo estremece de sorpresa, avisándole a su mente ansiosa que debe prepararse para lo que sigue.
—Voy a prepararte con mis dedos, debes avisarme si te duele —advierte YoonGi y recibe un asentimiento silencioso en respuesta. JiMin se acomoda recostando todo su pecho en la almohada, hallando una posición cómoda para pasar por eso. Está nervioso, pero tras ser estimulado de esa forma, ya no se siente tan preocupado por el dolor. Además, YoonGi jamás le haría daño.
De forma cuidadosa, YoonGi reparte el abundante lubricante hasta que lo siente suficiente. Introduce el primer dedo lentamente y percibe cómo JiMin se estremece y aprieta como un reflejo natural.
—Relájate, amor, respira hondo, exhala fuerte —obediente, JiMin toma una larga y profunda respiración, la cual tiene un efecto casi inmediato en esa presión alrededor del dedo de YoonGi.
Poco a poco, el interior apretado va cediendo lugar al dedo invasor, las respiraciones contribuyen a la lenta expansión. A pesar de que estuvo preocupado, JiMin lo comienza a disfrutar. No es para nada diferente a sus propios dedos o el mango de su cepillo de dientes, es una sensación familiar, así que decide avanzar.
—Puedes meter otro —YoonGi asiente y se asegura de humedecer suficiente sus dedos.
—No olvides decirme si te duele —advierte otra vez e integra el segundo dedo, abriéndose paso con mucho cuidado hasta quedar tan adentro como el primero. Esta vez, JiMin gime con más fuerza, pues la expansión es más de lo que esperaba, pero es capaz de disfrutarlo.
YoonGi juguetea en su interior, penetrándolo lento y tratando de abrirlo tanto como puede. Lo embiste y se deleita con lo que ve, tan obsceno su pequeño JiMin disfrutando de algo tan simple como un par de dedos. De solo pensarlo, le da risa y se calienta un poco más cada que ese culo hambriento se traga sus dedos hasta que los nudillos topan. Las deliciosas penetraciones rozan dentro una zona demasiado sensible, esa con la que YoonGi juguetea un poco hasta que el de abajo se desespera. Dos dedos ya no son suficientes.
— ¿Estás listo? —Pregunta al verlo tan desesperado.
—Sí, por favor, Yoon...
—Ya, ya, voy a atenderte como te mereces, niño calenturiento —se burla un poco, dejándolo vacío abruptamente.
JiMin sabe que el momento se acerca, ya no hay vuelta atrás, por fin tendrá eso que siempre ha deseado. Así que vuelve a adoptar su posición cómoda sobre la almohada, con sus piernas tan abiertas como puede.
Por su parte, YoonGi toma el lubricante y vierte una amable cantidad en su mano, la esparce por toda su erección y la alinea contra JiMin. Sin embargo, este decide cambiar de posición en el último instante. Sin avisar, se voltea para acostarse sobre la almohada, quedando frente a su novio con las piernas bien abiertas, sonriéndole un poco nervioso.
—Quiero verte, prefiero así —extiende sus brazos hacia YoonGi, quien responde acercándose y le planta un pequeño beso en la frente.
El contacto visual y las sonrisas permanecen entre ambos mientras YoonGi toma su pene bien lubricado y busca acomodarse en medio de esas voluminosas piernas.
—Hazlo —pide en un susurro contra el oído ajeno, rodea las caderas del otro con sus piernas para animarlo a entrar. YoonGi se siente halagado y conmovido por ese gesto, tan inocente y a la vez demasiado erótico.
Lento, YoonGi se frota contra el ano lubricado, preparándose para lo que se siente como el momento más hermoso de su vida. Sin embargo, al entrar tan solo el glande, nota en JiMin el rostro de incomodidad inmediata. El ardor de la expansión tan repentina es inminente.
— ¿Te duele mucho? —Se queda completamente inmóvil, alerta.
—Un poco, pero sigue, me acostumbraré.
YoonGi reanuda la penetración, esta vez siendo más lento y paciente. Se siente en la puta gloria con tan solo esa mínima parte de él dentro de JiMin, es mucho mejor de lo que esperaba. Sin embargo, su chico está sufriendo y no encuentra la manera de soportar el dolor. Pareciera que gime de placer, pero su boca está apretada en una línea para resguardar dentro todo sonido de incomodidad que pudiese salir.
YoonGi se hunde hasta la mitad, y es ahí cuando las lágrimas de JiMin se ven correr por sus sienes, no puede soportarlo más. Entonces, el escenario de erotismo y amor se cae a pedazos.
—No puedo, no puedo, por favor...
—Lo siento —alarmado, YoonGi se retira de inmediato. JiMin suelta un suspiro de alivio apenas se siente vacío, pero la vergüenza lo inunda nuevamente al sentir que lo echó a perder.
—Perdón —apenado, se cubre con la almohada todo lo que puede y oculta su rostro levemente mojado por las lágrimas.
—Hey, tranquilo, no pasa nada —en absoluta calma, lo rodea en un abrazo comprensivo, pero JiMin se encuentra inconsolable.
— ¡Lo arruiné! ¡Lo siento! —Solloza bajo sus manos, cada vez más húmedas de llanto.
—Shh, tranquilo. No pasa nada. Es normal, la primera vez siempre duele, aunque creo que debí prepararte un poco más, creo que dos dedos no son suficientes.
Tímidamente se descubre la cara y enfrenta a YoonGi, encontrándose con la sorpresa de que este lo mira sonriente y comprensivo. Un beso generoso es plantado en sus labios, entonces puede deshacerse de la almohada para refugiarse en el pecho ajeno.
—Perdóname —repite, no puede comprender palabras racionales, solo sentirse avergonzado.
—No pasa nada, lo podemos intentar otro día.
¿Otro día? ¿Y cuándo será eso? ¿En una semana, dos, o tal vez un mes? No. De inmediato, la sensación de impotencia le hace doler el ego de una forma que jamás experimentó. ¿Cómo es posible que no pueda soportar un poco de dolor para obtener el placer que siempre deseó? Se siente tan idiota, pero a la vez motivado por demostrarle algo a YoonGi: no está de novio con un cobarde, sino con alguien que vive en carne propia el significado del amor. Después de todo, ¿qué es un poquito de dolor si después tendrá toneladas de felicidad?
No. Tiene que ser hoy.
—Intentémoslo de nuevo, por favor —responde decidido, no más lágrimas.
— ¿Estás seguro? No quiero lastimarte.
—Sí, vamos a intentarlo otra vez. Quiero hacerlo, es nuestro momento. Tal vez puedas prepararme un poquito más con tus dedos y luego soportaré lo demás.
—Bien, pero si vuelve a dolerte, lo siento pero tendremos que dejarlo para otro día. No voy a arriesgarte a un desgarre o algo.
Entiende, solo se preocupa por ti, Park, deja de ser un terco.
—Está bien —tras limpiar sus lágrimas, vuelve a sonreír.
Extraño. A YoonGi siempre le ha parecido fascinante y un poco raro ese cambio de humor tan repentino que caracteriza a JiMin.
—Probemos algo, ponte arriba, así podrás controlar mejor el movimiento.
Entusiasmado, obedece. Se da cuenta de que estar arriba es emocionante y agradable. Las erecciones de ambos, que habían quedado en el olvido por el momento de dolor, se reavivan al momento que JiMin se balancea sobre su novio, despertando otra vez la excitación de ambos. YoonGi se da cuenta de lo bien que esas caderas se mueven sobre él, ahora siente celos de ese ridículo unicornio al que le permitió recibir la primera montada de JiMin.
Gracias al lubricante, el balanceo es mucho más placentero para ambos. El dolor que sintió antes se ha desvanecido, reemplazado ahora por la necesidad de más. Y cuando YoonGi se toma la libertad de masturbarlo mientras el otro se balancea sobre él, pierde la cabeza.
Mientras lo bombea con su mano, lleva la otra hacia su ano, palpando para asegurarse de que todavía haya suficiente lubricante. Entonces mete dos dedos lentamente, notando que entran con facilidad y no hay indicios de dolor en el rostro de JiMin. Al contrario, está con los ojos cerrados, disfrutando y manoseando sus pezones con poses y gestos dignos de unas fotografías eróticas.
Al notarlo más relajado, deja que un tercer dedo entre en escena, lento. JiMin detiene el balanceo de su trasero para permitir aquello, entonces su cara de placer se lo dice todo a YoonGi. La posición es perfecta, así que lo embiste delicado con esos tres benditos dedos que le hacen ver estrellas cada vez que se entierran profundamente, alcanzando su próstata. Llega un momento en que JiMin ya no puede más, la excitación ha vuelto a su cuerpo más intensamente que la primera vez y está seguro de lo que quiere.
—Voy a hacerlo, saldrá bien, ya estoy listo —dice entre jadeos y la sonrisa cómplice va y viene.
—Más te vale, porque se me pondrán las bolas azules si no me dejas llegar —burlón, le alcanza el lubricante a un avergonzado JiMin de mejillas ruborizadas.
— ¿Cómo es que tienes esto? —Señala el lubricante, mientras vierte una cantidad generosa sobre el pene de YoonGi, masturbándolo lento en el proceso.
—Digamos que ya presentía esto.
— ¿Lo planeaste? —Sonríe, molestando un poco a su novio al pasar el dedo pulgar por la punta del pene, provocando otra vez esa agradable vista de un YoonGi excitado y desesperado.
—No es como que tú no lo hubieras planeado también, te estuviste insinuando todo el tiempo como una gata en celo, yo solo fui precavido —en respuesta, azota ligeramente una de sus nalgas, generando un ambiente de coqueteo.
— ¡Oye! Tú tienes la culpa por ser tan lindo. No me calentarías tanto si no te la pasaras siendo tan... tan tú.
—Bueno, asumiré la responsabilidad si metes esa verga en tu culo, niño salmón. ¿Qué más quieres de mí?
—Qué tal si... me azotas un poquito más —se agacha, alineando sus labios con los ajenos.
El vaivén de sus lenguas reinicia la urgencia de ambos por poseerse hasta las últimas consecuencias. YoonGi responde, nalgueando hasta hacer temblar el trasero de ese chico que, decidido, baja con gusto hasta emparejar cuidadosamente sus intimidades. Al encontrar el punto correcto, se permite introducirlo mientras respira hondo.
Aunque el ardor está presente, la posición le ayuda a mantener un mayor control, además los dedos de YoonGi fueron de gran ayuda. Y cuando su cuerpo se siente listo, es momento de dejarlo entrar por completo. La reacción de ambos es inmediata, pues en cuanto las nalgas de JiMin topan en la cadera ajena, suspiran de gusto y permanecen inmóviles por un instante.
—Qué bien te sientes, Minnie —suspira contra su cuello y se aferra a él en un abrazo bien correspondido.
Permanecen en silencio, besándose con paciencia y amor, hasta que la adaptación le permite a JiMin tomar valentía para continuar, porque se siente demasiado bien esa presión en su interior y desea más. Eso que tanto estuvo buscando, al fin lo tiene y no piensa arruinarlo de nuevo.
— ¿Estás bien?
—Sí, solo me estoy preparando para moverme.
— ¿Puedes hacerlo?
—Sí, solo no dejes de besarme.
YoonGi lo complace al instante, llenándolo de besos que, a su vez, le dan a JiMin el impulso para moverse lentamente. El ángulo es perfecto, da en el lugar correcto, por eso es que sus caderas empiezan con un ritmo muy lento, casi imperceptible, hasta que se da cuenta de que la abundante humedad le permite resbalar con facilidad, arriba y abajo, adentro y afuera.
—Eso, lo estás haciendo muy bien —aprueba YoonGi entre los besos, apretándole las nalgas, cómo las adora, cómo le fascina llenarse a dos manos de ese culo que ahora lo rodea, lo aprieta y le hace tocar el cielo.
Y eso que JiMin siempre deseó, ahora lo tiene en su totalidad. Aprobación, amor, adoración y una verga dentro de él, llenándolo deliciosamente de principio a fin. Por eso es que responde a ese halago con más movimiento. Al fin, su interior está completamente amoldado al tamaño de YoonGi, es capaz de moverse con más libertad, mientras besa con hambre a su novio, sirviéndose a dos manos de su cuerpo y disfrutando de las capacidades del propio.
Pero llega un momento en que ya no puede estar agachado, necesita más. De pronto, un instinto lo domina, algo que jamás había sentido, ni en sus momentos más salvajes de masturbación continua. YoonGi ha abierto la caja de pandora, ha liberado esas represiones sexuales, ya solo puede dejarse dominar por ese instinto.
Erguido, se sostiene del pecho de su novio, observándolo desde arriba mientras acomoda sus piernas para dejarse caer una y otra vez sobre él, como si deseara romperle la cadera. En momentos danza en círculos sobre él, buscando ese punto delicioso en su interior, a veces hace chapotear ese lubricante entre sus pieles y gime alto, dándole a YoonGi el mejor espectáculo de su vida. Y claro que está maravillado de lo que tiene sobre él, una versión de JiMin que jamás creyó conocer pero que adora.
El ritmo que toman es casi urgente, se miran con deseo y disfrutan de los sonidos húmedos que sus cuerpos emiten.
—Es tu turno —JiMin para de pronto. A pesar de desear tener un orgasmo en esa posición y llegar al final, una necesidad cliché y romántica surge entre todo ese salvajismo que de pronto adoptó.
— ¿Qué? —YoonGi no comprende, está aturdido y lo único que quiere es ver a JiMin escurrir semen.
—Te quiero sobre mí, quiero que terminemos así —su semblante, que antes rayaba en la lascivia, ahora es el del JiMin adorable e inocente de siempre. ¿Cómo logra pasar de un estado a otro con esa facilidad?
Y YoonGi no puede negarse, porque claro que desea estamparse contra él y verlo rogar por más. Así que ruedan en la cama, con JiMin colocando su cadera sobre la almohada con ayuda de su novio. Abre bien sus piernas y sonríe mientras el otro le llena de lubricante otra vez.
— ¿Listo?
—Sí, hazme el amor, Yoon —responde en voz baja y apresa a YoonGi entre sus piernas.
Es atrapado en un hambriento beso, pero no solo la lengua de YoonGi lo invade a profundidad. Ahora es más fácil deslizarse hasta adentro, provocando con solo una embestida que JiMin pierda el aliento. Ahí. Justo ahí quería ser tocado y JiMin sabe bien que esa posición es perfecta para lo que desea.
—Mmmh, mucho mejor, no te detengas —jadea, mordiendo a continuación los labios de YoonGi y apretándolo más contra sí.
Por primera vez, YoonGi siente una gratificación que jamás experimentó en la cama. El moverse con libertad, desprovisto de la ropa molesta, con alguien hermoso debajo de él pidiéndole más. No podría pedir algo mejor, por eso está dispuesto a complacer a su chico.
Se aferra a él, penetrándolo a profundidad poco a poco. Se mantiene alerta a las reacciones de JiMin, asegurándose de que lo esté disfrutando. Entonces, al ver solo señales de placer, se permite acelerar, recibiendo solo gemidos y ligeros rasguños en su espalda. Adora eso. Manos amorosas marcando su espalda desnuda.
El calor está por hacerlos explotar, JiMin lo presiente por la presión en su abdomen y la repentina sensación de querer orinar, pero sabe que es solo su orgasmo aproximándose. YoonGi también se siente cerca, errático al besar, azotándose con fuerza contra ese hermoso culo redondo.
—Hazlo... hazlo adentro —pide JiMin, como si leyera la mente de su pareja que está por reventar. Él mismo está igual, por lo que se masturba casi con torpeza, buscando alcanzar juntos el clímax.
Otra vez, sus deseos son complacidos. YoonGi se atesta tanto como puede hasta que, finalmente, una última estocada le provoca una ola de placer abrumador. Gruñe de gusto en consecuencia, se aferra a JiMin en un beso torpe.
La sensación del orgasmo ajeno dentro de su cuerpo sorprende a JiMin. Esos espasmos agradables dentro de su interior no son nada más que el amor de su vida derramándose hasta quedar derrotado.
Y él, en consecuencia, solo tiene que jalar unas pocas veces más para alcanzar su límite. Tener un orgasmo con YoonGi dentro de él no podría ser más perfecto. La presión interna maximiza toda sensación antes experimentada, provocándole lagrimear de gusto.
Terminan unidos en un abrazo húmedo de sudor y fluidos, respirando uno en el cuello del otro, esperando a que sus respiraciones se calmen. La ventana está empañada por el calor humano, la lluvia desató su intensidad mientras ellos hacían el amor, como si el cielo mismo acompañara el ritmo de sus cuerpos extasiados, hasta quedar rendidos, reducidos a una llovizna.
Finalmente, YoonGi se retira, ambos maniobran con el edredón debajo de ellos y se acurrucan para evitar el frío.
—Ven aquí —ordena YoonGi, ofreciendo un abrazo frente a frente. JiMin accede con gusto, amoldándose al cuerpo de su novio y tomando su pecho como refugio de su aliento.
Exhaustos, sudados y satisfechos, se toman un momento de calma, como si en el mundo solo existieran ellos dos.
—Siento pegajoso ahí abajo —JiMin rompe el silencio, riendo con algo de pena.
—Ahorita te limpias, no te muevas de aquí —aprieta el pequeño cuerpo contra él, besando su frente. Lo que necesita YoonGi ahora es silencio para asimilar todo lo sucedido, pero su lindo novio hiperactivo no parece ser capaz de mantenerse callado.
— ¿YoonGi?
— ¿Qué pasa?
—Te amo —y planta un beso sobre el pecho sudado de YoonGi, sonriendo como si hubiera cometido una travesura. Eso le salió directo de su corazón, pero de inmediato siente que quizá fue muy rápido, tal vez no sea correspondido, tal vez...
—Yo también te amo, Minnie.
Contra todo pronóstico, YoonGi responde exactamente como JiMin siempre lo soñó en sus más locas fantasías. Si su sonrisa fuese un faro, ya habría iluminado toda la maldita habitación.
Una palabra más arruinaría el momento, por eso decide quedarse callado para disfrutar de lo que acaba de pasar. Su momento perfecto se hizo realidad, después de tanto tiempo de espera y a pesar de las dificultades, lo logró. El destino movió sus piezas y ahora está en el lugar correcto: desnudo, enredado con la persona que amará para toda la vida.
Con ese dulce pensamiento, va cerrando sus ojos, besando el pecho de su novio, acariciando su espalda, hasta que la respiración profunda del otro lo arrulla.
El sueño después del orgasmo los ha tomado prisioneros y no hay forma de negarse, pues la posición es demasiado cómoda y sus cuerpos encajan a la perfección. No podrían sentirse mejor en este momento.
Qué importa la escuela, qué importan los regaños, las llamadas y las tareas, pues si están juntos, todo lo demás carece de valor.
La dulce siesta es interrumpida casi con violencia. No saben cuántas horas durmieron, pero a juzgar por sus rostros de molestia, no fueron suficientes.
YoonGi es el primero en reaccionar cuando alguien enciende la luz y los sorprende.
— ¡¿Cuántas veces te he dicho que toques primero?!
— ¡Si toqué! Creí que estarías dormido.
— ¡Pues sí lo estaba! Sal de aquí.
—Ya, cálmate, no armes un escándalo, ya despertaste a tu novio con esos gritos.
—Claro que sí armaré un escándalo, eres un impertinente. ¿Qué hora es? No se supone que llegaras tan temprano.
—YoonGi, son las ocho de la noche.
—Mierda.
—Vístanse para cenar —es todo lo que puede responder antes de irse, pues la risa le gana y hasta desearía tomar una fotografía del momento, pero sabe que sería invadir mucho la privacidad de YoonGi.
Después de todo, no puede meterse de esa manera en la vida de su hijo.
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