29. STAY
Rindou se estiró cual gato sobre el colchón, abrazando la almohada debajo de él y restregando perezosamente la mejilla contra la sabana blanca, esperando que al menos una parte del rico aroma que estaba impregnado en ella se quedara también en el.
— Me robaré tu perfume —le dijo a Sanzu, al verlo entrar a la habitación recientemente bañado y cambiado.
— ¿Es un comentario o una advertencia?
— Es más como una amenaza.
— Que lindo, ¿todas las mañanas te despiertas con instintos cleptómanos?
— Solo cuando duermo en tu departamento.
Haruchiyo sonrió y terminó de atarse la corbata, acercándose y besando sus sien de manera cálida y casi cariñosa, como una rutina que haría un viejo matrimonio de ancianos casados.
— Bueno, avísame cuando vayas a desayunar para esconder las vajilla cara.
— No tienes una vajilla cara, tus platos son de Sonic.
— Estaban en descuento.
Rindou sonrió y se incorporó en la cama, estirándose nuevamente y escuchando su huesos crujir por el esfuerzo. Había dormido apenas unas tres horas, pero sentía que tenía energías para unos tres años.
— ¿Me prestas tu baño?
— ¿Te lo robaras?
— Posiblemente.
— Adelante, es un honor ser asaltado por usted, señor ratón.
El rubio rió; pasó al lado del mayor golpeándole el hombro juguetónamente y se encerró en el baño de la habitación.
— ¡No tardes o me comeré tu parte del desayuno!
Rindou rió por la advertencia pero igual la ignoro, comenzando con su rutina de aseo improvisada.
No había pasado mucho anoche, a parte de ser un dúo de idiotas que no sabían como convivir después de un beso sin parecer un par de cachorros torpes y enamorados.
Habían comido panqueques, visto Barbie escuela de princesas -porque Haruchiyo tenía toda la colección gracias a su hermana menor- y un documental sobre ovnis y cosas raras del espacio.
Al final Rindou no aguanto más despierto y se quedo dormido, mientras Sanzu tomaba la habitación de invitados para no despertarlo ni moverlo.
Esa había sido su noche. Una noche que sonaba tan contradictoria al recuerdo de él esperando a que su hermano mayor llegara para celebrar un cumpleaños que fue olvidado.
Y se sentía extraño reconocer que todos sus recuerdos con Haruchiyo eran estúpidamente contradictorios y felices a comparación de su vida normal.
Todo con él se sentía feliz. Hasta la más pequeña de las tonterías.
Tal vez por eso siempre se quedaba con él.
Tal vez por eso siempre lo elegía.
— Tal vez por eso me enamoré... —murmuró, sonrojándose de tan solo pensar en decírselo directamente.
Rindou miró su reloj y gruñó, mientras la lluvia golpeaba la fachada del centro comercial y las nubes se oscurecían más a su alrededor
No le había prestado atención al pronóstico del clima en la mañana por besuquearse con Haruchiyo y desayunar aburridas tostadas de mermelada porque el hombre había decidido ponerlo en abstinencia de hot cakes, y ahora estaba atrapado intentando refugiarse de la lluvia para no mojarse ni arruinar los productos que había comprado y se mantenían guardados inútilmente en una simple bolsa de papel.
— Esto no puede empeorar... —murmuró, dándose cuenta que no tenía señal en el celular.
— ¿Es este el momento donde un auto pasa y te moja? Porque si es así debería alejarme—le dijo una voz a sus espaldas.
Pudo reconocer inmediatamente al hombre de traje que lo miraba con una sonrisa, aquel que le dio clases antidrogas en el bar y casi se pelea con Haruchiyo en el hotel.
— Hola de nuevo, escurridizo ratón.
— Hola de nuevo —le regresó el saludo, sin sentirse realmente incómodo por su presencia,— que casualidad encontrarnos aquí.
— Lo mismo pienso, ¿te quedaste atrapado contra la lluvia?
— Si, algo así...
— ¿Quieres que te lleve? Mi auto está en él estacionamiento.
— No quiero molestar, gracias.
— Ninguna molestia, niño. Vamos, no querrás enfermarte.
— En serio, estoy bien aquí, solo tengo que-
— No aceptaré un no como respuesta. Se un buen mocoso y obedece a tus mayores.
Rindou no pudo objetar nada más sin que el hombre le siguiera insistiendo, así terminó siguiéndolo hasta el piso subterráneo de la plaza comercial, siendo guiado por el mayor hasta un auto negro aparcado en una esquina.
— Y dime, ¿como van las cosas? No te he vuelto a ver otra vez en el bar.
— Oh, cierto... —concordó, dándose cuenta por primera vez que sus visitas al bar y sus aventuras nocturnas en el hotel habían pasado a segundo plano desde hace un buen tiempo—, creo que las cosas cambiaron más rápido de lo que esperaba.
— ¿Tu vida a cambiado?
— Si, demasiado.
— ¿Y eso es algo bueno o malo?
— Mmm... bueno, definitivamente.
El hombre sonrió sin apartar la mirada de la carretera. Desde la primera vez que conoció a aquel mocoso vio en él un aura incomparable, en aquel momento necesitada de atención y desbordando una falsa seguridad y madurez que claramente no poseía; pero ahora... ahora el niño que estaba en el asiento del copiloto era alguien más relajado y libre; alguien que había aprendido que la vida no tenía que doler y que se había comenzado a encontrar consigo mismo otra vez, con aquella parte que se perdía cada vez más en los tragos baratos del bar y las habitaciones costosas del hotel.
— Conociste a alguien especial, ¿verdad?
— ¿Eh?
— Cambiaste mucho, ya no eres ese desastre que frecuentaba la vida nocturna.
— Tal vez cambie de horario —bromeó, sabiendo que no importará cuanto lo intentará, ese hombre sabría identificar un ratón enamorado en cualquier lado.
— O tal vez cambiaste de prioridades —Rindou sonrió, porque "prioridades" sonaba lindo.
Convertirse en la prioridad de Sanzu y viceversa sonaba lindo...
— ¿Es ese idiota del hotel?
— Tal vez...
— Bastardo afortunado —sonrió— logro envenenar a la serpiente.
— No le des tanto crédito, se lo deje fácil.
— ¿En serio?
— Si... bueno, lo metí a prisión una vez y en nuestra primera cita casi vomita su alma, pero pudo haber sido peor.
— Ahora no se si alegrarme por no ser el elegido o compadecerme por el pobre hombre.
— Un poco de ambas, tal vez. Si no hubiera elegido a ese idiota, no hubiera aprendido todo lo que me hizo ver y definitivamente no seria una buena pareja ni mucho menos una buena persona.
— Debe de ser alguien muy sabio.
— Odia la letra H y cree que "Hakuna Matata" es un verdadero mantra de vida.
— ¿Como terminaste ahí, ratón?
— Ni yo lo se.
Ambos sonrieron, acercándose cada vez más a su destino.
— Bueno, no puede ser alguien muy listo, pero si es lo suficientemente tonto como para esperarte bajo la lluvia.
— ¿Eh?
Rindou observo a través del parabrisas mojado una silueta a lo lejos destacando por el color de su cabello. Sanzu lo esperaba afuera de su edifico jugando con un gato callejero como si el cielo no se le estuviera cayendo encima en un diluvio.
— ¿En serio contra eso competí?
— Contra eso perdiste.
—A decir verdad, comienzo a creer que ni siquiera estuve en el juego.
— Yo también...
El auto se detuvo y el hombre le dedico una ultima sonrisa.
— Hemos llegado a su destino, ratón escapista.
— Gracias por traerme, fue bueno volver a encontrarnos.
— Si, me gusto conocer a esta nueva versión tuya.
— ¿Aun sin los tragos encima?
— Créeme, eres más bonito así.
El rubio no pudo evitar sonrojarse y el mayor soltó una risita divertida, comparándolo con un cachorro avergonzado por un simple halago.
Se acerco y dejo un beso en su mejilla, sin ninguna intención más allá que despedirse de el, tal vez por ese día o por toda la vida. Quien sabe.
— Fue un gusto ser tu conocido de una noche, Rindou Haitani, espero disfrutes tu Hakuna Matata.
— Lo intentare... muchas gracias.
Rindou se despidió del hombre y bajo del auto, corriendo bajo la lluvia hasta encontrarse con Haruchiyo y su nuevo amigo felino.
— ¿Qué haces aquí?
— Primero se saluda, ratón maleducado, ¿acaso tus padres no te enseñaron modales?
— Soy huérfano.
— Mierda si es cierto.
El menor rio y se arrodillo para acariciar al gato, ya igual de mojado que Sanzu.
— ¿Con quien venias?
— Con un conocido, me lo encontré en el centro comercial y se ofreció a traerme.
— Un conocido, ¿eh?
— ¿Estas dudando?
— No, solo estoy esperando a que me confieses que me engañas con Zayn Malik para llamarle a Takeomi y presumirle.
— No te estoy engañando con nadie, tonto —se quejo, incorporándose nuevamente— para eso primero deberíamos de estar saliendo.
— ¿Y no lo estamos?
— No lo se, deberíamos hablarlo.
— Con gusto —acepto, mirando un punto detrás de Rindou, afilando su mirada casi al instante—, pero creo que deberíamos dejarlo para después, ahora tienes cosas más importantes que hacer.
El menor giro a ver el mismo punto y distingio a Ran parado enfrente de la puerta de su edificio, y si no fuera porque Sanzu también lo veia, Rindou podria haber jurado que la lluvia le causo fiebre inmediata y estaba alucinando.
— Creo que te esta esperando.
— Si...
— Intenta hablar con el. Necesitas hacerlo —acaricio sus cabellos mojados intentando infundirle una inexistente tranquilidad— Volveré mañana ¿si?
— Si... si, si, esta bien.
— Y tú, amigo —cargo al gato entre sus brazos— tu vienes conmigo; te llamare Garfield.
—¿Por qué Garfield?
— Porque es naranja.
— Haruchiyo, el gato es blanco.
— Carajo ¿me estas diciendo que soy daltónico? ¿no fuiste morado todo este tiempo?
Rindou sonrió y le agradeció silenciosamente el intento por alivianar su tensión. Acaricio por ultima vez la cabeza de Garfield y beso la mejilla del hombre, despidiéndose en un murmullo y escuchando sus susurros de apoyo.
Se dio la vuelta y camino hasta la silueta que no se había movido ni un paso desde que la miro.
Ran lo observo directamente, dos ojos iguales a los suyos calándole el alma más que la propia lluvia que lo ahogaba.
Se movió unos pasos a la derecha y le hizo un pequeño ademan con la cabeza, señalándole la puerta del edifico, invitándolo a pasar.
— Vamos adentro, tenemos que hablar.
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