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28. STAY

Rindou dejo su peluche de Winnie Phoo sobre el sofá e inmediatamente después escucho el gruñido de Haruchiyo, quien no tardo en cubrir al muñeco con su saco y poner sobre su cadáver asfixiado al peluche de Yoda que él le había regalado en el auto.

— ¡Haru!

— ¿Qué? ¡el que yo te regalé es más bonito!

— Ambos me gustan.

— No es cierto, deshazte del oso obeso.

— Es Phoo.

— Tienes a un maestro Jedi justo enfrente, ¿para que quieres un oso con arterias tapadas y diabetes tipo tres?

— ¡No seas grosero! —lo regaño, sacando su peluche de debajo del saco y abrazándolo cariñosamente, como si fuera un bebe escuchando la pelea de sus disfuncionales padres— Ademas, yo nunca he visto Star Wars.

— Fingiré que no escuche eso, porque saber que te gusta Toy Story ya te quita demasiados puntos.

Rindou lo miro con el ceño fruncido y le aventó un cojín a la cara, — No me califiques, idiota.

— Muy explosivo, cinco puntos menos.

— ¡Sanzu!

— Esta bien, esta bien —levanto ambas manos en señal de paz— sin puntuación.

El rubio asintió y siguió observando el departamento.

Haruchiyo le había propuesto pasar su -ya pasado- cumpleaños lejos de la entrada fría de su hogar y refugiarse en un lugar más cálido para hacer algo más divertido; lo que Rindou no esperaba era que lo llevara a su hogar hogar; el departamento donde vivía y no la habitación del Blinding Hotel que usaba en los días pesados.

— ¿Me trajiste aquí porque es mi cumpleaños? —le pregunto en forma de broma cuando el auto se detuvo frente al edifico alto, aun sonrojado por el frio y el recuerdo de sus labios colapsando.

— Te traje aquí porque eres tu.

Y por supuesto que aquello no ayudo para su estado.

Ahora estaban ambos en la sala, con la calefacción calentando sus cuerpos y la masa de panqueques preparándose en la cocina, mientras Sanzu intentaba esconder el Winnie Phoo que Takeomi le había regalado al menor en algún cajón.

— Comienzo a creer que eres adicto a estas cosas —le dijo, mezclando los ingredientes en el trasto.

— Es tu culpa, tu me convertiste en lo que soy.

— Mmm...puedo interpretar esa frase de tantas formas...

— Panqueques, tonto, estoy hablando de panqueques.

— Las reglas de cumpleaños dicen que debo creerte, así que lo hare; aunque si me lo preguntas...

— ¡Deja de malinterpretar mis palabras y saca mi Phoo del refrigerador!

— Mierda, jure que no te darías cuenta.

Rindou rodo los ojos y bajo de la barra para caminar al refrigerador y sacar su peluche.

— No es justo que me haya esforzado tanto en conseguirte regalos geniales para ti y Takeomi me ganara con un oso diabético, ¡Tengo un cartón de Harry Stiles tamaño real en mi habitación! ¿qué se supone que haga yo con eso?

— Esto no es una competencia, Haru, en verdad me gusto mucho lo que me regalaron ambos, fue un-... espera, ¿qué tienes un qué?

— Te compre varias cosas por si no te guastaban los pastelitos de Toy Story... ¿no viste el suéter de Paw Patrols en el auto?

— Si, pero pensé que era parte de algún gusto exótico ultra secreto que tenias —admitió.

— ¡Era para ti!

— No me tenias que comprar nada.

— Yo quería comprarte algo.

— Bien, pues regresa todo a las tiendas — camino decidido a la barra donde antes se encontraba sentado y tomo su peluche de Yoda, abrazándolo— Me quedare con este, y solo con este.

— Ni siquiera has visto Star Wars.

— La veré —aseguro— En serio que si.

— ¿Por qué?

— Porque me compraste algo que te gusta a ti pensando que me podría gustar a mi, y eso es muy lindo, así que veré Star wars y conservare a mi Yota.

— Yoda.

— Si, ese.

Sanzu sonrió feliz, porque estar con Rindou Haitani se sentía así, "feliz"

Y mierda lo mucho que le gustaba al destino restregarle en la cara lo jodidamente enamorado que estaba de ese mocoso, porque cada vez que lo miraba a los ojos no dudaba ni un poco en que su vida y su muerte, empezaban y acababan en las pupilas de ese ratón. 

Y se volvía a sentir feliz.

— ¿Quién te dio permiso a ti de ser tan lindo?

— Mi hermano mayor.

— Deberé hablar con ese bastardo.

Ran tomo asiento en la oficina de Takeomi, esperando que el mayor dejara de hablar de lo irresponsable que eran "los niños de ahora" y como su hermana menor lo hacia recibir llamadas de su internado cada semana por escaparse en las noches a los edificios abandonados o hacer peleas clandestinas.

No le molestaba escuchar el parloteo del hombre, de hecho, estaba seguro que de haberse presentado en otra situación, le hubiera contado la vez que Rindou se perdió en la noche por seguir a un gato callejero y termino acurrucado en un bar lleno de motociclistas tatuados dormido debajo de sus chaquetas de cuero.

Pero no estaban ahí para platicar; al menos no de sus desventuras infantiles.

— Aun así el problema con la lagartija fue el más pequeño de todos, ni siquiera se compara con las peleas en las que se metía Haruchiyo a su edad — sirvió dos vasos de algún licor y le extendió uno—   ¿pero tu no vienes a escuchar eso, verdad?

— Ambos sabemos que no.

Takeomi suspiro, sentándose en el asiento frente a el, — En verdad no esta aqui, por si lo dudabas; salio hace una hora y no ha llegado.

—  Lo se, se llevo a mi hermano con el; el dilema es adivinar ¿donde?

—  Tengo un par de lugares en mente, pero no se que tan seguro es decírtelos.

  — ¿Piensas que lo golpearé?

— ¿Lo harás?

—  Si, probablemente.

—  Realmente eso no me importa —admitió, más tranquilo de lo que debería—, conozco a Sanzu y se que no es problema para el. Lo que me preocupa realmente es lo que pase con Rindou después de verte actuar como un animal y herir a alguien que el quiere.

— Dime ¿por qué los Akashi piensan que conocen más a mi hermano menor mejor que yo?

—  No lo se, un mal habito, tal vez —se encogió de hombros—Senju se lo quería llevar a su internado para presumirlo.

— ¿Y como es que ustedes terminaron conectados? ¿Como conociste a Rindou?

Takeomi miró hacia otro lado, pensando mentalmente su respuesta. No era idiota y sabía claramente la información que tenía que omitir, pero con tan solo ver los ojos de aquel hombre, sabía que era una serpiente acostumbrada al veneno; alguien difícil de engañar, un animal acostumbrado a la sinceridad.

— Sanzu y el peleaban todo el tiempo, —confesó, al menos una parte de la verdad sin mucho contexto por detrás— de hecho, estoy igual de sorprendido que tú de que esos dos salgan.

— Bien, ¿y según tu "mal habito" que hará Rin después de verme "actuar como un animal"?

—  Lo harás elegir — respondió con simpleza, como si fuera algo obvio que Ran no pudiera ver— Tú o Haru; su propio hermano que ya ni siquiera reconoce o el chico del que esta enamorado.

— Rindou no esta enamorado, es un adolescente, todos los adolescentes creen estarlo.

— Si, recuerdo que tenia dos amigos adolescentes que juraban estar enamorados y todos apostábamos por cuanto duraría su fantasía hormonal antes de que terminarán; tal vez tu también los conozcas, se casaron la semana pasada.

— ¿Qué insinúas?

—  Nada, Haitani, solo que estas perdiendo el tiempo. No puedes aislar a tu hermano en una burbuja de cristal y decirle que eso es lo que se merece, porque algún día llegara un idiota inmaduro a romper la burbuja y enseñarle que el amor no duele; no como tu le has enseñado.

Takeomi supo que sus palabras estaban haciendo efecto cuando vio un destello opaco cruzar por las pupilas amatistas del contrario.

No sabia si era ira, nostalgia, vergüenza o tristeza; pero sabía que ese mismo destello lo había visto alguna vez en sus propios ojos.

Cuando se convirtió en el tutor legal y oficial de dos albinos pequeños y se encerraba en el baño para que sus hermanos no lo escucharan llorar en los días malos.

— Eres un niño Ran, le has dado tu vida a tu hermano y sientes que debes seguir haciéndolo porque es la única vida que conoces; pero justo ahora lo único que tienes que hacer es actuar como un adulto y hablar con Rindou, ambos se lo deben. Debes de detener tu propia autodestrucción, Haitani.

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