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26. STAY

— Disculpe, ¿tiene globos de One Direction?

La empleada del lugar los miró confundida, el rubio se sonrojo por la pregunta y arrastró a su compañero lejos de la encargada, disculpándose con ella y perdiéndose por un pasillo de decoraciones infantiles.

— Vámonos de aquí, Haru, ni siquiera se como planear una fiesta de cumpleaños.

— ¿Nunca has tenido una?

— No, jamás.

— ¿Entonces como lo celebras?

El menor se encogió de hombros, casi avergonzado de lo patético que sonaba, —Desde que Ran me comenzó a ignorar lo pasó solo. Antes el dejaba un pastel pequeño en el refrigerador con una nota deseándome feliz cumpleaños; a la mañana siguiente cuando despertaba encontraba un regalo en la puerta de mi habitación y algunos dulces que comía cuando era niño, pero Ran jamás estaba, ni siquiera para poder agradecerle.

— Eso es una mierda.

— No tanto, al menos se esfuerza en hacer lo que mis padres nunca hicieron.

— ¿Tus padres nunca te celebraron un cumpleaños?

— No, preferían gastar el dinero en alcohol y televisión por cable.

— Y supongo que no los extrañas.

— No recuerdo mucho de ellos. —admitió— Ran decía que eran una basura de personas que solo estaban en nuestras vidas para hacernos infelices. Vivir con ellos no era lindo, pero el orfanato tampoco era mejor; la comida siempre faltaba, los empleados abusaba de sus víctimas favoritas cada semana y los dueños nos usaban para dar lástima y pedir caridad. No hubiera sobrevivido ni un día sin Ran a mi lado; puede sonar como una verdadera mierda de hermano, pero evitar que alguien me tocará durante cinco años lo deja en una mejor posición contra otros.

— Si, supongo que ser un idiota con buenas acciones pero mala ejecución le da puntos extras —tiro un paquete de platos de dinosaurios al carrito, mientras Rindou lo sacaba y lo volvía a poner en su lugar— Oh, perdón, ¿querías los platos de minions?

— ¿Vas en serio con lo de la fiesta?

— Nunca he hablado tan en serio; tan solo piénsalo, si logran hablar y aclarar sus problemas, tal vez las cosas mejoren, tal vez dejes de lucir como un deprimente ratón fuera de su madriguera.

— Que lindo... —murmuró con sarcasmo, rodando los ojos.

— Vamos, elige una temática y apurémonos aquí, aún tenemos más cosas que comprar. —se adelantó con el carrito para tomar un paquete de globos y Rindou se quedó atrás de él, rendido a poder hacerlo cambiar de opinión— ¿En que pasillo estaban los globos de Ladybug?

— ¡No harás una fiesta de Ladybug!

Sus manos temblaron cuando terminó de pegar el letrero de "Happy Birthday" en lo alto de la pared, sus ojos viajaron al resto del departamento para comprobar que todo estuviera en su lugar, desde los globos, las cortinas de tiras brillantes y el resto de pequeñas decoraciones, todo en negro y morado porque según Sanzu "quedaba bien con el" y porque era lo único que había logrado conseguir sin ningún dibujo animado de por medio.

Habían pasado dos días planeando ese suceso, su mente había maquilado diez mil discursos y cosas que debería de decirle a Ran cuando llegara el momento. No había visto a su hermano y tampoco tenía noticias de él desde la boda, pero confiaba en el plan de Sanzu y en que pudieran arreglar sus diferencias de una vez por todas.

La mañana de su cumpleaños se despertó con un montón de mensajes de Shinichiro, Wakasa, Inupi, Takeomi y Haru, todos felicitándolo por un año más de vida y deseándole un feliz día, con excepción de Sanzu quien agregó en su mensaje "eres un ratón viejo, por favor no te quedes calvo" al final.

Después, había salido a desayunar a McDonals con el Akashi menor, demasiado nervioso como para pasar más tiempo de lo necesario en su casa pero no para no reírse cuando Haruchiyo clavó un encendedor en su hamburguesa porque se le había olvidado las velitas y los fósforos.

El resto del día fue perder el tiempo con el mismo hombre, yendo de un lugar a otro sin ningún plan en particular. Takeomi le entregó su regalo cuando hicieron una parada rápida en el hotel; una linda chaqueta, un perfume de apariencia cara y un oso de peluche de Winnie Phoo porque frente a sus ojos seguía siendo un niño; después de agradecerle y molestar a Haru con que su hermano lo quería más a él, siguieron su recorrido, con Rindou ahora abrazando a Phoo y el disco de One Direction en el reproductor, porque según Sanzu "era una ocasión especial"

Después de hacer otra parada para comer, porque se la habían pasado afuera por más de lo esperado,  Haruchiyo decidió que ya era hora de llevarlo de nuevo a su casa para que comenzara con la decoración y esperara a que su hermano llegara, aún cuando apenas fueran las siete de la tarde y seguramente Ran aparecería hasta media noche o más.

— ¿Estas nervioso?

— Si, un poco...

— Todo saldrá bien, estoy seguro —le despeino el cabello y le sonrió, intentando tranquilizarlo un poco.

Así había llegado a ese momento, eran las ocho cuarenta de la noche y había terminado al fin con la decoración; sabía que Ran no llegaría hasta las próximas horas, así que comenzó a jugar un videojuego para centrar su atención en algo y olvidar un poco los nervios, contestando entre partidas los mensajes que Sanzu le enviaba de ánimos y bromas.

"Guárdame pastel, mocoso" le había enviado

"No quiero" le había contestado, y casi muere en el videojuego por leer su respuesta

"Maldito ratón malcriado, me comprare mi propio pastel y no te daré ni un pedazo"
"Y será más bonito que el tuyo"
"Tendrá un Paw Patrol y todo eso"
"No, dos Paw Patrols"
"El rojo y la grúa"

Rindou rió, dejando completamente de lado el mando de la consola, "Esos son de cars, idiota", respondió.

"¿En serio?"
"Carajo, ya se porque Senju lloro cuando me toco organizarle su fiesta de diez años"
"Ya decía que era muy raro que quisiera una grúa en su cumpleaños"

El menor no pudo evitar deshacerse en carcajadas, siguiendo la conversación por casi una hora más hasta que recibió una nota de voz de un Sanzu demasiado agitado donde le explicaba que lo llamaría luego porque Takeomi lo buscaba por "tal vez, perder a un niño" sin darle más explicaciones y mandándole un stiker de un gato llorando. 

Después de ese descanso siguió jugando, aburriéndose a los pocos minutos y cambiando el videojuego por una película.

El tiempo pasó rápidamente, entre un par de películas y nerviosas miradas al reloj de la pared y a la decoración del lugar, comprobando cada cierto tiempo que todo siguiera en orden.

Cuando por fin las doce de la noche llegaron, sacó el pastel que había comprado esa tarde de la cocina y lo colocó en la mesa de la sala, enterró diecinueve velitas en el glaseado y dejó los fósforos a un lado.

Esperó nerviosamente sentado en el sillón, sintiendo su pierna derecha temblar bajo un tic nervioso, como si su tatuaje sintiera la ansiedad de su dueño y solo la mitad de sus cuerpo reaccionará ante ella.

Quizo correr por un cigarro para ahogar la presión en el tabaco, pero se resistió a la idea y siguió esperando, respirando profundo y enumerando las cosas a su alrededor para evitar pensar en lo que pasaría y en las manecillas del reloj moviéndose cada vez más lento por sobre los números.

Espero y espero, y cuando escucho afuera del departamento unas cuantas pisadas lejanas, se apresuró a prender las velitas, quemándose un poco en el proceso pero sintiendo su cuerpo remplazar el dolor por los inmensos nervios.

Miró hipnotizado el fuego de las velas y luego se mordió la lengua por la ansiedad, casi lastimándose en el proceso pero soltándola a tiempo.

Y casi como si el destino quisiera burlarse de él, las pisadas pasado de largo y logró escuchar la voz de su vecino saludar a su hija en el departamento cercano.

Suspiro y se maldijo, sintiéndose tonto y patético, —Pareces un niño esperando a Santa Claus —se burló él mismo, perdiéndose nuevamente en el brillo de las velitas.

Trato de concentrarse en los ruidos afuera del departamento, intentando captar hasta el más mínimo suspiro, y a la vez ignorar el estresante tic tac de las manecillas del reloj.

Pero entre el sepulcral silencio, el arrullador carmín del fuego y las horas pasando, no logró más que quedarse dormido, con su pastel de cumpleaños esperando pacientemente y el peluche de Winnie Phoo haciéndole compañía fielmente.

No sabe cuánto tiempo durmió, pero volvió a soñar con el orfanato; otra vez estaba  escapando según las indicaciones de Ran y las viejas ventanas y paredes lo volvían a mirar con burla; cuando su sueño volvió a acabar, se despertó desorientado y sobresaltado, solo para percatarse de que las velas de su pastel se habían derretido por completo sobre el glaseado.

Su celular marcaba las tres de la madrugada y el frío le clavaba los huesos y el alma, las decoraciones parecían más tristes que antes y los globos parecían burlarse.

Quizo echarse a llorar.

Había sido una mala idea. Había sido estupido pensar que le seguía importando a Ran o siquiera que recordaría que ese día era su cumpleaños.

Fue un idiota al creer que era lo suficientemente valioso como para ganarse su atención.

"¿Cómo te fue?" Le había preguntado Sanzu hace una hora por mensaje.

"¿Sigues despierto?" Le pregunto de regreso, incapaz de contestar con la verdad.

Pero claro que Haruchiyo sabría entender el verdadero motivo de su desvío; claro que lo conocería tan bien como para saber que algo había salido mal; por supuesto que si había una persona que sabía leerlo sin usar palabras, ese era el mismo hombre que lo acompañaba en sus días malos.

"Estoy en tu casa en cinco"

Rindou tembló y abrazó más sus rodillas; la temperatura era de apenas diez grados, pero para alguien tan friolento como el, podía jurar que el mundo se estaba congelando a su alrededor.

Había sido mala idea esperar a Sanzu afuera del edificio sentado en las frías escaleras con la luna haciéndole compañía; sin embargo, le era más reconfortante que estar dentro de su departamento con todas esas decoraciones que ahora le parecían asfixiantes y deprimentes.

Suspiro nuevamente y se encogió más bajo su propio suéter, esperando obtener un poco de calor o al menos congelarse lo suficiente para que su corazón dejara de bombear sangre y por ende dejara de doler.

Pero nuevamente, Haruchiyo Akashi llegó a frustra sus planes.

— Aunque soy amante del frío, te dejare pedir como deseo de cumpleaños que el calentamiento global triunfe y los polos se derritan. Puedes ser un mocoso egoísta en tu cumpleaños, ¿sabías? —le dijo Sanzu, y Rindou no supo si sorprenderse por su repentina aparición o por la vela de cumpleaños encendida sobre el pequeño pastelito glaseado que llevaba en la mano.

El mayor tomó asiento a su lado y puso el pastelito frente a él. Rindou notó que llevaba una caja llena de cupcakes decorados de Toy Story, y se mordió el labio para no reír al ver que uno de los Woodys tenía la cara de Zayn Malik pegada encima.

— ¿Quieres apagar la vela?

— A decir verdad, no quiero ver una vela de cumpleaños en los siguientes diez años.

— Supongo que tu exclusiva fiesta no salió muy bien, ¿cierto?

— No... —bajo la mirada, sintiendo otra vez las ganas de llorar y el dolor dominar su pecho— Ran no llegó.

— Jamás tuve que darte esa idea, lo siento Rin, no tuve que ilusionarte ni hacerte pasar un mal-

— No te disculpes —lo interrumpió, dejando caer su cabeza en el hombro contrario y sonriendo débilmente, aún cuando una lágrima comenzaba a recorrer su mejilla— No fue tu culpa... jamás podría ser tu culpa.

— No debí-

— Haru... estás aquí —recalcó, como si no fuera obvio— Aunque sean las tres de la madrugada, aunque haga un frío del carajo y aunque me tuviste que soportar toda la tarde, estás aquí... sigues aquí. Después de cinco años de pasar mi cumpleaños solo, por fin estás aquí.

Sanzu volteó a verlo y casi tembló cuando se percató de que Rindou ya lo miraba. Con los ojitos cristalinos, con una sonrisa tímida pero feliz y con un cumpleaños roto doliéndole en las pupilas, lo miraba con cariño y gratitud.

Y por un minuto quizo ser egoísta y rogarle al universo que Rindou Haitani solo lo mirara así a él.

— No me iré hasta que me supliques que me aleje —le aseguro, besando castamente su sien y acercándole nuevamente el cupcake— o hasta que me pongas una orden de restricción, lo cual, considerando nuestro historial, no sería realmente raro.

El rubio rió, limpiándose las lágrimas y regresando la mirada al fuego sobre la vela.

Las calles nocturnas parecían repentinamente más cálidas de lo normal.

— Vamos, Rin, pide tu deseo.

— ¿Que podría pedir?

— Algo que realmente quieras. Lo que sea, es tu día, ratón.

Rindou miró la luz.

¿Qué era lo que deseaba?

¿Una familia feliz?

¿Una historia diferente?

¿Un destino más colorido?

Realmente jamás lo había pensado, pero no quería desperdiciar su deseo de cumpleaños con una petición imposible, con algo que jamás se cumpliría ni cambiaría como una familia perfecta o un pasado menos doloroso.

No.

Si iba a pedir un deseo de cumpleaños sería uno completamente posible.

Es más, él se encargaría de hacerlo realidad.

Mandaría al carajo al destino, los milagros y la magia y escribiría con su propia letra el desenlace de esa noche.

— ¿Listo?

— Si...

Cerró los ojos, mentalizo su deseo y luego tomó la mano que sostenía el pastelito.

Y luego la apartó.

Separo el pastel a una distancia considerable y con su mano libre tomó la mejilla del mayor y unió sus labios.

Pudo sentir a Sanzu tensarse y sorprenderse apenas unos segundos, antes de reaccionar, inclinarse y reclamar su boca como suya por breves minutos

Un beso lleno de cariño, nostalgia, anhelo y dolor. Un rose que intentaba exponer todo lo que sus corazones guardaban y dejaba en claro lo que ambos pensaban.

Estás aquí. En verdad estás aquí.

Rindou intentó separase, avergonzado por su acción y con intenciones de disculparse, pero Sanzu no lo permitió, atrayéndolo otra vez hacia sí y dejándole claro entre besos y suspiros que estaba bien... que cualquier cosa que ese mocoso malcriado le ofreciera, para el, estaba bien.

La brisa fría viajó por las calles nocturnas, movió las hojas de los árboles y apagó la luz de la vela. Y con el temblor de su cuerpo cuando Sanzu tomó su mejilla y acarició la piel con su pulgar, su deseo de cumpleaños se dio por cumplido.

Y no fue necesario que le rogara para que se quedara.

Porque Haruchiyo no tenía intenciones de irse.

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