15. STAY
— Escucha esto, Rindou Haitani, no pienso repetir esta pregunta dos veces y de tu respuesta depende nuestra amistad... Si las princesas de Disney tuvieran que tomar el puesto de los vengadores, ¿como sería el nuevo equipo?
Rindou suspiro, decepcionado de sí mismo.
— No puedo creer que por un minuto confié en que preguntarías algo más inteligente. —echo otra uva a su boca y pensó en su respuesta— Definitivamente Mulán sería la líder.
— ¿Capitán Americe?
— ¿Capitán América era su líder?
— ¿No lo sabias?
— No, todo lo que se de superhéroes lo aprendí de Ladybug.
Haruchiyo rió y dejó los panqueques en el plato; aún seguía sin entender como todos sus intentos por enseñarle al niño a cocinar terminaban con él cocinándole al mocoso, pero no podía quejarse demasiado.
— ¿Escuchaste sobre el festival del muelle?
— ¿Irá Ladybug? Porque si no, entonces no entiendo que tiene que ver con la conversación.
— Solo me acordé —rodó los ojos— Además, pensé que irías. A los niños les gusta los festivales.
— Solo tengo dos años menos que tú.
— Dos años y medio, exactamente; además, estabas discutiendo por Ladybug hace dos minutos... y le estás dibujando una carita a tu panqueque.
— ¡Eso no significa nada! —se quejó, aunque seguía decorando su comida con el chocolate líquido.
— Como sea, ¿piensas ir o no?
— Ir solo es aburrido.
— Oh, ¿acaso es una insinuación, pequeño ratón?
— Por supuesto que no, tonto, solo digo que es deprimente aparecerte completamente solo en un lugar donde todos van acompañados.
— ¿Sigue siendo una insinuación?
Rindou le aventó una uva y Sanzu rió.
— Le dire a mi hermano que estás pretendiéndome, pequeño Rindou, y te aviso de una vez que no soy un hombre fácil.
— Idiota.
— Dejando de lado tu cursi intento de conquistarme, podríamos ir juntos al festival, si quieres. Hace mucho que no voy a uno y después de ir al supermercado juntos y husmear en tus compras, creo que no sería tan raro.
— ¿Seguro? ¿No tienes cosas importantes del trabajo que hacer?
— Takeomi me dará el día cuando le diga que seré tu niñera; la excusa siempre funciona.
— ¡No me uses como excusa!
— Demasiado tarde.
— Sanzu.
Una mueca se dibujó en su rostro, pico la masa amorfa con el tenedor y luego suspiro.
Su tercer intento por hacer un hot cakes decentes había terminado en fracaso como todos los anteriores; seguía sin entender como aún siguiendo las instrucciones y haciendo todo lo que Haru le había aconsejado seguía fallando en la elaboración.
Tal vez en su vida pasada se peleó con el gran Dios Panqueque y lo maldijo por toda la eternidad.
Si, eso debía de ser, no podía haber otra razón.
— ¡Ya regrese! —gritó Sanzu, quien había ido a la tienda cercana a comprar dulces y frituras para ser obligado por Rindou a ver alguna mala serie de Disney Channel.
El rubio terminó de limpiar la harina que había caído de la bolsa, dejó el paño en la mesada a un lado de la estufa y después de lavarse las manos se fue a reunir con el mayor.
— ¿Sigues intentando con los panqueques?
— Sigo fallando con los panqueques —corrigió—, pero ya encontré la razón del porqué no puedo cocinarlos bien.
— ¿Porqué un dios te maldijo en tu vida anterior?
— No... —desvió la mirada, cambiando rápidamente de tema— ¿Que has traído?
— Frituras, sodas, chocolates y esas feas gomitas ácidas que te gustan —tomó un paquete y se lo arrojó— ¿Son las que compraste la otra anoche, no? —preguntó, refiriéndose a la noche de la fiesta.
Rindou estaba consciente de que Haruchiyo tenía una buena resistencia al alcohol, pero incluso a el, con cinco tragos encima, se le haría difícil registrar el nombre y sabor de un producto aleatorio que solo vio una sola vez en toda la noche.
Sintió sus mejillas calentarse por aquel detalle que parecía tan pequeño pero removía cosas muy grandes, y luego sintió su sonrojo crecer cuando se percató de que cuando estaba con aquel hombre, se sentía como el centro de su atención, siempre siendo escuchado, siempre siendo complacido, siempre siendo aceptado como el desastre que era; aún cuando sus conversaciones terminaran en riñas infantiles, siempre tenían una razón para volver a empezar.
— Si, gracias...
— Ah, también hay un jugo de uva, no se si te guste, pero lo compre porque tiene la imagen del pajarraco de Plaza Sésamo.
— No deberías de desperdiciar tu dinero así...
— ¿Bromeas? No es ningún desperdicio; además, ¿te gusta Plaza Sésamo, no?... ¿No?
— Si, pero-
— Oye ¿está saliendo humo de la cocina?
Rindou giró rápidamente hacia donde Sanzu señalaba, sorprendiéndose al encontrar una nube de humo negro flotar por la cocina; rápidamente ambos corrieron a ver lo que sucedía, encontrándose con un pequeño incendio que consumía lentamente los objetos cercanos a la estufa.
Haruchiyo se apresuró a apagar las llamas, evitando que el fuego se propagara más allá y el accidente pasara a mayores. Rindou se percató casi de inmediato que no había apagado bien una de las parrillas y posiblemente el pañuelo que usó para limpiar todo había tenido suficiente contacto con la hornilla eléctrica como para incendiarse y esparcir el fuego con los objetos a su alrededor.
Para cuando se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos culpándose por el accidente, un par de vecinos tocaban la puerta de su departamento asustados por el humo.
— Rin, oye, ¿estás bien? ¿te hiciste daño?
— No, yo... ¡mierda, fue mi culpa! no apague bien la estufa, tuve que revisar otra vez.
— Tranquilo, no pasó a mayores, preocúpate por calmar a tus vecinos y asegurarles que nada malo paso.
— ¿Mis vecinos...? ¡Mierda, los vecinos!
— Solo sal y diles que hubo un accidente pero nada grave sucedió.
— No, no entiendes —comenzó a buscar su celular por todos lados— Seguramente ya le avisaron a la recepción del edificio.
— Pero no pasó a mayores.
— Si, pero mi hermano estará aquí en menos de diez minutos. Tienes que irte.
— ¿Qué?
Rindou lo ignoró, abrió la puerta e intercambió un par de palabras con una de sus vecinas, antes de volver con el mayor y arrástralo hacia la recepción.
— ¿Quieres que me vaya cuando tu casa se acaba de casi quemar?
— Estaré bien.
— Pues justo ahora pareces más alterado por la presencia de tu hermano que por el incendio que hubo en tu cocina.
— ¡Porque Ran me asusta más que un jodido incendio!
— ¿Y pretendes que me vaya después de oír eso?
— Haru, en serio gracias por todo, literalmente estaría carbonizado sin tu ayuda, pero hablaremos más tarde de esto ¿si? Prometo compensártelo, pero ahora necesito que salgas de aquí.
Akashi lo miró desconfiado, dudando si hacerle caso o discutir para hacerlo cambiar de opinión, pero al notar que el niño no soportaría ni una gota más de estrés, suspiro y aceptó.
— Bien, saldré de aquí, pero me debes una plática, Rindou Haitani.
— Si, lo juro.
Al llegar a la recepción un montón de vecinos interceptaron al menor, mientras el mayor se dirigía a la salida y se perdía de su vista.
Rindou le aseguró a todos que solo había sido un descuido y que nada había pasado a mayores, les aseguro que el fuego ya estaba extinto y que no tocó la estructura de su departamento; además de sonreírle amable a todas esas madres preocupadas que llamaban a gritos una ambulancia para que lo revisaran y las tranquilizaba diciéndole que no le había sucedido nada.
Sin embargo, toda su amabilidad se fue al carajo cuando apenas unos minutos después de que la bola de vecinos se dispersara vio una figura muy conocida entrar al edifico.
Ran intercambio un par de palabras con el recepcionista, quién seguramente le había avisado del incidente como dueño del departamento, y después de que el hombre le hubiera dado los detalles más importantes, caminó hacia su hermano.
Rindou tembló. Estar cerca de Ran siempre lo hacía sentir como un vulnerable niño pequeño; podía jurar que ninguno de los hombres con los que había estado, aún cuando fueran mayores que el, habían igualado la sensación de estar bajo los imponentes ojos de su hermano mayor.
— ¿Me puedes explicar qué sucedió?
Algo dentro de su pecho se oprimió, no supo si era porque esas eran las primeras palabras que le dirigía en casi un mes o porque iban acompañadas de un tono serio y casi brusco.
— Fue un accidente en la cocina... lo siento.
— ¿Un "accidente"? Rindou, compre una estufa eléctrica justamente por esto, para evitar "accidentes", para que no te pusieras en riesgo y no te lastimarás; un jodido incendio pudo haberte matado, ¿estás consciente del riesgo en el que estuviste? ¿Acaso eres-...? No puedes-... —cortó sus propias oraciones y suspiro pesado, como si se estuviera reprimiendo a sí mismo para no levantar la voz o soltar algo demasiado hiriente.
Rindou ni siquiera se atrevió a levantar la mirada, prefería mil veces quedarse encerrado en ese incendio que ver a los ojos a su hermano.
A veces, los ojos de Ran, aún siendo completamente idénticos a los suyos, le eran totalmente desconocidos.
— ¿Cómo estas? ¿Te hiciste daño? ¿Necesitas ir al médico? —le preguntó, después de organizar sus ideas y dejar el regañó de lado.
— No... estoy bien.
El mayor lo repaso con la mirada, confirmando por sí mismo su respuesta, después, sin decir ni una palabra más se dirigió al elevador, seguramente a revisar el departamento y los daños.
Y Rindou, como un niño pequeño, se quiso a echar a llorar por lo frío que se sentía lo que antes era su lugar seguro.
No podía entender como pasaron de ser confidentes inseparables a necesitar de un incendio para hablarse.
Rindou podría contarle todo lo que había pasado en su día a su hermano, pero dudaba que Ran lo quisiera escuchar; mientras Rindou apenas si sabía lo que pasaba en la vida de Ran. Lo único que le reconfortaba era saber que al menos regresaba vivo por las noches.
Sintió la soledad y la culpa calarle los huesos y se sintió perdido en esa pequeña recepción. Quería escapar y ahogarse en alguna sustancia que lo hiciera olvidarse de esa horrible sensación.
Pero estaba solo. No había ningún lugar en el mundo para el.
No podía ir al bar de siempre porque aún era de día, no podía subir a su departamento porque ahí estaría su hermano y no podía ir a otro lugar porque simplemente no tenía a donde ir.
No tenía un lugar seguro. Nadie quería a alguien tan impuro.
Excepto...
El sonido de un claxon llamó su atención... y la de todos los presentes. Rápidamente, al darse cuenta de que se trataba del auto de Sanzu, corrió hacia él para hacerlo callar su desorden.
— ¿Qué crees qué haces?
— Olvide mi celular en tu departamento.
— Te dije que te fueras.
— No, me dijiste "sal de aquí" y técnicamente estoy afuera.
— Pero-
— Nada de excusas, sube rápido o vuelvo a tocar el claxon.
— ¿Subir? ¿Para qué ?
— Para irnos, obviamente.
— No yo no- —se cubrió los oídos cuando Haruchiyo volvió a tocar el claxon, llamando nuevamente la atención de media manzana— ¡Deja de hacer eso!
— ¡Entonces sube al auto!
— Aunque lo hiciera, ¿a donde iríamos?
— No lo se, a cualquier lugar menos a este.
— ¿Por qué?
— Porque estar aquí te nubla. Te llevare a un lugar donde no bajes la cabeza como un cachorro lastimado, así no es Rindou Haitani.
— Tal vez no conoces al verdadero Rindou Haitani.
— ¿Seguro? —llevó la mano al claxon y el rubio lo detuvo.
— Está bien, está bien, iré contigo.
— Gran decisión, sube.
Rindou rodeó el auto y tomó el asiento del copiloto, mientras Haruchiyo comenzaba a manejar alejándose cada vez más de su edificio.
Tal vez si tenía un lugar seguro, después de todo.
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