13. STAY
Rindou se estiró, bostezo y escuchó sus huesos crugir por el movimiento.
Había dormido apenas tres horas, después de regresar a las cuatro de la madrugada de su aventura nocturna con Sanzu. No recordaba como había logrado entrar tan sigilosamente a su casa, aunque estaba seguro que aún cuando hubiera entrado tirando cosas y riéndose como lunático, Ran apenas si lo notaría.
Eran las siete de la mañana, lo que significaba que su hermano aún no salia del departamento, pero estaba muriendo de hambre como para soportar otra hora encerrado en su habitación.
Corrió a la cocina, como un niño pequeño escabulléndose para hacer una travesura, tomó el cereal, el bote de leche, una cuchara y un tazón para después regresar de la misma forma a su cuarto.
Puso todo sobre su escritorio, prendió la televisión en el canal de las caricaturas y se sintió particularmente emocionado al notar que la caja de cereal era nueva y tenía una colección de juguetes diferentes.
Con una ilusión casi infantil abrió la caja y vacío su contenido en el plató hasta que el juguete cayó sobre el montón de hojuelas. Tomó lo que parecía ser la figura de la mascota del cereal (el tigre) vestido adorablemente con un suéter otoñal.
Parpadeó un par de veces. Miró el calendario en la pared de su habitación y se percató con pesar que estaban en pleno otoño, con octubre iniciando y el clima cálido pero seco protagonizando los días.
— Bueno, no es como si lo pudiera evitar —murmuro, viendo el cereal que repentinamente ya no lucia tan apetecible—. Feliz casi cumpleaños, Rindou.
— Tenemos que hablar —dijo Takeomi, interceptándolo en las escaleras del hotel.
— Oh, por supuesto que si. Debes subirme el sueldo, acabo de pelearme con dos versiones de Regina George jubiladas en la recepción, una más insoportable que la otra, merezco al menos un bono por el riesgo.
— No te subiré el sueldo y no es sobre eso de lo que quiero hablar contigo.
Sanzu comenzó a dar argumentos sobre porque era "el mejor de los mejores empleados" en el hotel mientras terminaba de firmar unos papeles y los dejaba sobre el mostrador de la recepción para después caminar junto a su hermano a su oficina.
— ...y tomando en cuenta lo anterior, podría defender este lugar solamente con una espada, dos canguros y un paquete de galletas; ¿donde encontrarás otro empleado que pueda hacer eso?
— No te subiré el sueldo, Haruchiyo.
— Al menos lo intente —se rindió, tomando asiento en el sofá de la oficina— ¿De qué querías hablar, entonces?
— Sobre Rindou.
— ¿Le darás su propia habitación por ser cliente frecuente?
— No, pero ya mande a hacer su certificado de constancia.
— Seguro le gustará si le agregas un Paw Patrol. Es un mocoso con gustos exigentes.
— Y hablando sobre gustos, ¿como es que ustedes dos terminaron juntos?
— ¿A que te refieres con "juntos"?
— A lo que sea que haya entre ustedes.
— Entre nosotros no hay nada.
— No los voy a juzgar, solo tengo curiosidad de cómo fue que terminaron así.
— No hay nada que juzgar, en serio; el ratón y yo solo nos soportamos mutuamente, salimos de vez en cuando y nos conocemos un poco, es todo.
— Solo son amigos.
— Si, algo así.
— Lastima, Wakasa se la pasó hablando toda la noche de la bonita pareja que hacían.
— ¡No! no, no, no, no, no; el mocoso y yo no somos parejas y no intentes insinuarlo.
— Yo no estoy insinuando nada, solo te digo lo que otros creen.
— Wakasa está enamorado, se va a casar con el hombre que le gusta desde los dieciséis ¡es obvio que ve cupidos por todos lados! Eso no significa que Rindou y yo tengamos algo... digo, el niño es lindo, y tiene a un montón de bastardos a sus pies, pero eso no significa que me guste.
— ¿En serio?
— ¡Por supuesto! Además, le gusta Toy Story ¿Sabes el fracaso de relación que tendríamos?
— ¿Toy Story?
— ¡Si! Y prefiere comprar un aburrido shampoo de avellanas antes que el de minions ¡pero en vez de comprar un maldito cereal decente elige el más diabético y colorido de todo el mercado! ¿Quien lo entiende? Además, es un pequeño delincuente, no deberías confiar en el, tiene cara de cachorro pero es todo un peligro para la humanidad ¡y no sabe hacer panqueques! ¿Quién no sabe hacer panqueques en estos tiempos? ¡Ah, y se sabe todas las canciones de One Direction pero solo las tararea porque cuando las canta se le olvida la letra! Y odia el frío, lo cual es ilógico porque siempre se la pasa quejándose del calor, ¡ah, pero-!
— Alto ahí, alto ahí —lo detuvo Takeomi, mareado por toda la información— ¿seguro que no estas ni un poquito interesado en Rindou?
— ¡No! Solo son datos generales que todo el mundo conoce.
— ¿Shampoo de avellanas? ¿One Direction?
— ¡Pregúntale y confírmalo!
— Haru, a lo que quiero llegar es que no está mal si comienzas a sentí algo por alguien, solo te pido que te tomes tu tiempo y si necesitas hablar con alguien lo hagas.
— ¿Crees que voy a volver a recaer en mi adicción solo porque podría gustarme un mocoso?
— No, no trato de decir eso; solo necesito recordarte que no hay un ritmo establecido para vivir la vida. Tu adicción quedó atrás, todo lo que esta pasando en tu vida ahora es tu presente, incluyendo Rindou y One Direction; y las decisiones que tomes serán tu futuro, así que piensa eso antes de hacer alguna estupidez de la que puedas arrepentirte.
Sanzu escuchó sus palabras, fingiendo no tomarle mucha importancia pero guardándolas bien en su interior. Le gustaba vivir el presente sin pensar en el futuro, pero tal vez, como lo había sugerido su hermano, ya era hora de pensar más haya y procurar un mejor desenlace para su vida.
— Gracias por el consejo, lo tendré en cuenta —dijo, poniéndose de pie y caminando a la salida.
— ¿A donde vas?
— No lo se, a hacer una estupidez para arrepentirme.
Rindou tarareó nights changes, fulminando a Sanzu con la mirada cuando lo escuchó reír en el asiento del piloto.
Hace alrededor de una hora se había aparecido en su casa para sugerirle salir a comer juntos algo de comida basura y pasar el rato juntos, debido a que ninguno de los dos parecía tener nada más interesante que hacer. Rindou había aceptado sin mucho esfuerzo, sabiendo que si se quedaba en su departamento, el día sería realmente aburrido.
Ahora Haruchiyo manejaba sin ningún rumbo definido, riendo cada vez que el rubio le arrojaba una papa frita por burlarse de él.
— Para aquí, tengo hambre —le dijo, tan caprichoso como siempre.
— Espera un poco, mandón, faltan diez minutos para llegar a tu casa.
— Y el estacionamiento del muelle está justo ahí, así que para y comamos.
Sanzu se debatió internamente si obedecerlo o ignorarlo solo para hacerlo enojar y pelear el resto del camino, pero su estómago hambriento parecía querer evitar la segunda opción por lo cual se detuvo en el semi vacío estacionamiento del muelle.
Rindou pareció complacido; comenzó a sacar todo de la bolsa de McDonals y separar sus pedidos, golpéanos la mano del mayor cuando intentó robarle un nugget.
— ¿Tu sugar no te enseñó a compartir?
— ¿Tu hermano no te enseñó a ser paciente?
— No, regáñalo.
Rindou rodó los ojos y le entregó su hamburguesa, intentando acomodar todo en el auto sin accidentes de por medio.
Comenzaron a comer en silencio, con las canciones reproduciéndose en volumen bajo en la radio y unas cuantas personas paseando por el muelle delante de ellos.
— Hoy hable con Takeomi —dijo de repente el mayor, rompiendo el silencio pero aún con la vista al frente— Le dije que no compraste el shampoo de los minions.
— ¿Hablas con tu hermano sobre mis compras? —se burló, también con la vista al frente.
— No siempre.
Ambos rieron bajito, guardando silencio otro par de minutos antes de continuar la conversación.
— Me dijo un par de idioteces sobre el futuro y... bueno, en realidad me dijo muchas idioteces sobre muchas cosas.
— El futuro es un asco.
— Si, lo es... pero eso no es lo que me dejó pensando en esa conversación.
— ¿Entonces que fue?
Otra vez todo quedó en silencio por un minuto, antes de que Sanzu soltara la pregunta que ninguno de los dos se esperaba.
— ¿Que pensarías si te dijera que estoy enamorado de ti?
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