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11. STAY

Sanzu guarda su teléfono y Takeomi lo mira como si le hubiera nacido un tercer ojo justo en medio de la frente.

Ver a su hermano socializar era como ver a un dinosaurio descender de los cielos. Imposible e impactante.

— ¿En serio irás?

— Si, ¿por qué no?

— Bueno... es raro en ti querer salir por voluntad propia.

— Ya no me quedan más excusas para evitar las fiestas de Wakasa; además, me cae muy bien, con el fume hierba por primera vez.

— ¿Qué? Ese hijo de puta me dijo que había sido con Benkei.

— Upsi —rió, viendo la hora en el reloj de la sala— ¿Tu también irás, verdad?

— Si, solo envió estos archivos a la recepción y me voy.

— Bien, te veré haya, tengo que pasar por algo antes.

— ¿Por algo?

— Si, tengo un Paw Patrol esperándome en la calle doce.

— ¿Estás drogado?

— ¡Adios hermano!

Sanzu ignoró las preguntas soltadas al aire por el mayor, mientras salía del penthouse donde vivía y presionaba el último botón del ascensor para llegar al estacionamiento.

Tomó su auto y manejó hasta la casa de Rindou, tarareando las canciones que se reproducían en la radio y reflexionando como carajos había terminado -inconscientemente- invitando al mocoso a una fiesta después de darle una clase de reproducción humana no aprobada por ninguna institución estudiantil.

La historia parecía absurda por sí sola, pero siempre le gustó hacer cosas fuera de lo común y terminar en resultados peligrosamente mortales.

Y algo le decía que Rindou Haitani era un peligro que pocos se atrevían a tomar.

— Mierda niño ¿no has escuchado hablar sobre el cambio climático? —le preguntó, viéndolo esperando en las escaleras de su edificio— ¿Qué haces afuera? ¡Te congelarás!

— Me aburrí adentro —contestó sin tomarle demasiada importancia.

Sanzu no pudo evitar recorrerlo con la mirada; no porque fuera algún tipo de pervertidor, sino porque el maldito mocoso era un iman para los ojos y el alma humana.

Camisa blanca de mangas obispo, pantalón negro pegado como una segunda piel y tacones blancos que amenazaban con robarse la atención de media fiesta.

A las chicas siempre se les veía bien los tacones; al novio de Hajime se les veía más que bien... pero a ese maldito ratón...

Definitivamente el niño no tenía ningún tipo de belleza que envidiar; estaba seguro que la misma Afrodita estaba celosa de él.

— ¿Y tus lentes?

— No los llevó, no quiero que les pase nada.

— ¿Como se supone que te llamé Ratón miope si no llevas lentes? ¡Nadie entenderá el chiste!

— Correré el riesgo.

Sanzu hizo un puchero y Rindou rodó los ojos.

— Está bien, los llevaré a la próxima.

— ¿Entonces habrá próxima?

— ¡Sabes a lo que me refiero!

— ¿A que estas perdidamente enamorado de mi?

— ¡Oh, ya quisieras, idiota!

— Vamos, Rin, es inevitable, no lo niegues.

— Estoy a punto de llamar al vecino que te acuso de acoso la vez anterior.

— ¡Era broma, era broma!

Sanzu levantó ambas manos en señal de paz y Rindou sonrió victorioso. El mayor le hizo una seña con la cabeza hacia el auto y fingió no ver al vecino del rubio caminar por la acera cercana.

— ¿Nos vamos? Las abejitas nos esperan.

— Eso sonó muy mal.

— Lo se.

Ambos sonrieron por el absurdo chiste y caminaron al auto, comenzando oficialmente su aventura nocturna. 

Luces, música, alcohol y un montón de desconocidos ya los esperaban en la fiesta para cuando llegaron.

Ninguno lo sintió como su ambiente, pero tomaron el suficiente valor para entrar y fingir que no tenían problema en convivir con una multitud de personas jóvenes y ebrias.

— ¿Quieres algo de tomar?

— No gracias.

— ¿Ahora me dirás que no bebes?

— No en fiestas.

— Adivinare, ¿solo bebes en bares de mala muerte con tus prospectos a sugar?

— Si, así mismo

Sanzu sonrió al notar que Rindou no se ofendió con su comentario, aún cuando esa no fuera la intención le agradaba que el mocoso supiera tomarse a la ligera ciertos aspectos.

— Me gusta tu tatuaje —admitió, después de que sus ojos viajarán por milésima vez a la línea negra que se escapaba del escote de la camisa por sobre su clavícula. Había notado algunas veces que aquel patrón de líneas le recorría el brazo derecho, desde el hombro hasta por encima de la muñeca, pero nunca se había detenido a pensar mucho en el.

— Oh, gracias... es más grande pero supongo que jamás lo has visto completo.

— ¿Me lo enseñarás? —preguntó burlón y Rindou, agradeciendo que las luces no dejaran ver su sonrojo por la insinuación, le golpeó el hombro y desvió la mirada.

— No, acosador.

— Solo bromeó; créeme, jamás me metería con un mocoso que le gusta Toy Story.

— ¿Esos son tus estándares?

— Es el más importante.

— Tonto.

— Gruñón.

Afortunadamente para todos los presentes la pelea no escaló más allá; antes de que Rindou pudiera regresarle el insulto una persona llegó hasta ellos saludando al mayor de los dos.

— ¡Haru, que bueno que viniste!

— Se me acabaron las excusas para ignorarte —confesó, causando una risa en el albino.

— Veo que vienes muy bien acompañado, ¿podrías presentarnos?

— Calma tus hormonas, Imaushi, recuerdas que te vas a casar.

— Tranquilo, Shini no es celoso —le guiño el ojo y el menor rodó los ojos divertido.

— Rindou, te presentó a Wakasa Imaushi, amigo de mi hermano y actual idiota comprometido; Waka, te presento a mi ratón personal, Rindou Haitani, fan de Ladybug y del cereal con diabetes.

— Un gusto, lamento que tengas que aguantar a este idiota.

— El gusto es mío, lo mismo digo.

— ¡Hey, no conspiren contra mi!

Wakasa lo ignoró y le dedicó una mirada cómplice al rubio, invitándolo a seguirle el juego, — ¿Por qué no vienes conmigo? Te presentaré a un par de personas más interesantes.

— Me gusta la idea, ¿tu prometido no es celoso?

— El sabe compartir sus cosas.

La mirada incrédula y ofendida de Haruchiyo viajaba de uno a otro; frunciendo el ceño y tomando del brazo a Rindou para que no pudiera dar ni un paso.

— ¡Búscate tu propio mocoso Imaushi, yo aparte a este!

— Oh, Haru, ¿Takeomi no tenía enseñó a ser compartido?

— No, regáñalo.

Wakasa rió divertido y supuso que no era el momento para pelear; le guiño el ojo a Rindou y les extendió a ambos los vasos con licor que llevaba en las manos.

— En ese caso, iré a buscar al "mal hermano"; disfruten la fiesta chicos, no se excedan con el alcohol y si hay algún problema avísenme. Haru, no seas un idiota.

— ¡Oye!

— Fue lindo conocerte, Rin, si te aburres de este bastardo avísame.

— Lo haré, gracias.

— ¡Wakasa, cabrón!

— ¡Adiós!

El mayor se perdió entre la multitud y Sanzu bufó antes de tomar de un solo trago toda su bebida, para luego repetir con voz chillona las palabras de su amigo.

— ¿Quién se cree? ¡Él es el que se comporta como un idiota!

— Supéralo, solo te estaba molestando.

— ¡Y tú te pones de su lado! ¿Qué falta?

— Pues...

— ¡Haruchiyo!

— Oh, mierda.

Rindou se mordió el labio para no reír cuando vio a Takeomi acercarse enojado a su hermano.

— ¡Hola, hermano mayor!

— ¿Por qué mierda no me dijiste que chocaste el auto?

— Oh, si, sobre eso, fue... ¿la gravedad?

— Tendrás que pagar la factura de la reparación.

— ¡Solo fue un rasguño!

— Cada centavo, Haruchiyo.

— ¡Bien, lo haré!

Cuando el Akashi menor se cruzó de brazos refunfuñando Rindou no pudo evitar reír por su actitud de niño regañado, ganándose por fin la mirada sorprendida de Takeomi.

— ¿Rindou?

— ¡Hola, Take!

— ¿Ustedes vinieron juntos? —ambos asintieron— ¿y nadie está muerto?

— Hemos aprendido a convivir sin accidentes de por medio.

— Oh, eso es bueno... creo. Honestamente no me lo esperaba.

— Pues no esperes demasiado, porque nuestra amistad está a punto de terminar.

— ¿En serio? ¿Por qué?

— Porqué el mocoso prefiere a Wakasa antes que a mi; además, su apellido empieza con H y le gusta Toy Story, razones suficientes para ponerlo en la lista negra.

— ¡Tu querías ver Shrek y no sabes declarar impuestos!

— ¡Eso último no tiene nada que ver!

— ¿En serio? Porque que mi apellido empieza con H tampoco es relevante.

— Si lo es, porque la H es fea.

— ¡Es una letra!

— ¡Una letra fea!

Takeomi respiro profundo, tomó el vaso de la mano de Rindou y sin siquiera preguntar que era lo que contenía se lo bebió todo.

Necesitaba estar ebrio para aguantar a esos dos.

Y la noche apenas empezaba.

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