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09. STAY

— ¡Idiota, me asustaste! —grito Rindou, recogiendo las prendas que se cayeron de la caja cuando se la lanzó a Sanzu a la cara— ¿que haces aquí?

— Bueno, iba pasando por aquí y creí que sería buena idea pasar a saludar, pero al parecer tu manera de recibir invitados es muy cuestionable.

— ¿Me estás acosando de nuevo?

— Ya te lo dije, solo iba de paso —chasqueo la lengua, tomando la tapa de la caja y viendo el nombre en la tarjeta— ¿Quién es el?

— Nadie que te importe.

— ¿Es tu sugar?

— No.

— Parece tu sugar.

— Deja de joder con eso. Solo es un sujeto que me envió un obsequio.

— Porque quiere ser tu sugar.

— Estoy dispuesto a golpearte de nuevo.

— Vamos, solo estoy jugando; además ¿que necesitaría enviarte un hombre para que aceptes ser su baby?

Rindou se dejó caer en el sofá suspirando pesadamente.

— En este momento, la despensa.

— ¿Es algún tipo de auto deportivo?

— No, es un tipo de bolsa con leche, cereal, sopa, agua, shampoo y un montón de cosas que necesita la casa pero aún no he comprado.

— Mm... que lastima, yo hubiera pedido un auto deportivo.

El rubio lo miró mal pero Haruchiyo lo ignoró mientras veía curioso el resto del departamento.

— Supongo que si no me has corrido de tu casa es porque estás solo ¿no? 

— ¿Debería decirle eso a mi antiguo acosador?

— Deberías decírselo al sujeto que amablemente te acompañara a hacer la despensa.

— ¿Qué? ¿Por qué tu me acompañarías?

— Porque eres muy pequeño para salir solo, pequeño ratón —Rindou lo miró con una ceja enarcada— y porque no quiero que Takeomi se entere que choque su auto.

— ¡¿Chocaste su auto?!

Vamos, un error lo comete cualquiera; no le prestemos demasiada atención, mejor vayamos por tus compras, muero por ver que shampoo usas para engatusar a tus víctimas.

El Haitani suspiro, preguntándose internamente que había hecho para merecer aquel tormento.

— ¿No tienes algo más interesante que hacer? ¿Una novia, tal vez?

— Nop, no tengo ningún novio que mantener por ahora, ¿por qué? ¿Estás interesado?

— ¡Por supuesto que no, idiota! —bufo, parándose del sofá y caminando a su habitación— Me iré a cambiar, espérame aquí.

— ¿Puedo ver?

— ¡No, acosador!

Haruchiyo hizo una mueca al ver el paquete de masa preparada de galletas y lo sacó del carrito para volverlo a poner en la repisa; la señora que sostenía el carrito lo miró mal y se fue refunfuñando por los pasillos.

— ¡Deja de invadir las compras de los demás! —lo regañó Rindou.

— ¿Qué esperabas? Las tuyas son aburridas.

— Son productos básicos, no se supone que sean divertidos.

— Claro que si —se acercó al carrito que el menor empujaba y tomó lo primero que su mano tocó— ¿Shampoo de avellanas? ¡Había uno de los minions justo a lado, eso si hubiera sido divertido!

— ¿Te lavarías el cabello con un shampoo de los minions?

— No lo se, porque no lo compraste y no podré averiguarlo.

El Haitani bufo y le arrebató el producto para volverlo a meter en la canasta; apenas llevaba media lista y ya se arrepentía de llevar a ese idiota consigo.

— ¿Qué se supone qué haces?

— Llevo harina y pasta, ¿no lo ves?

— Lo que veo es que has ignorado por completo la harina de Hot cakes.

— No la necesito, no sé hacerlos.

— ¡Por Dios, ratón, todos saben hacer panqueques! Es como un instinto con el que nacemos, solo hay que seguir las indicaciones de la caja.

— Pues debo de tener un defecto de fábrica, porque jamás he podido hacerlos.

— Eso no es posible —frunció el ceño y tomó un par de cajas para echarlas al carrito.

— ¿Qué haces?

— Salvando tu triste existencia. No te dejare ir por el mundo sin saber hacer Hot Cakes, ¿que pensara tu sugar de ti?

— Nada, porque no existe, ahora regresa eso.

— No, lo he tomado personal y no podré dormir si se que no sabes hacer Hot cakes —tomó otro par de cosas de las repisas y la tiro a la canasta— Deberé enseñarte para tener la conciencia tranquila, no soy un monstruo.

— ¿Hablas en serio? ¡Deja de jugar!

— ¿Me crees capaz de jugar con algo tan serio como los panqueques? ¡Dios, Rindou, respeta un poco!

El menor rodó los ojos y giró con el carrito al lado contrario, dejando a Sanzu discutiendo solo mientras una señora lo veía confundida.

Caminó por los pasillos buscando los productos que le faltaban, recordando mentalmente su lista improvisada y vigilando que Haruchiyo no se metiera en problemas con pobres ancianas que solo buscaban comprar galletas para sus nietos.

— Ese café sabe horrible; te acusare con tu hermano si lo compras— le dijo una voz que le hizo voltear de inmediato— Hola, pequeño Haitani.

— ¡Izana! —sonrió, viendo al chico albino regresarle una sonrisa amable.

— ¿Qué haces aquí?

— Hago las compras de la semana, nada interesante.

— ¿Y pensabas llevar ese café? Porque en serio es horrible.

— No, solo estaba viendo la marca de-

— ¡Oye, pequeño Simba! ¿Eres alérgico a la nuez? —preguntó Haruchiyo apareciendo a su lado, notando inmediatamente la mirada de "aléjate" de parte de Rindou y los ojos curiosos del extraño con el que conversaba— ¿Quién es el? ¿Es tu sug-?

— ¡No! —lo interrumpió, cubriéndole la boca rápidamente. Lo último que quería era que el albino escuchara las tonterías de ese loco— Digo... ¿por qué no vas a buscar el cereal?

— ¿El del conejo?

— No, el otro.

— ¿El del elefante?

— No, el otro.

— ¿El del hipopótamo?

— ¡El otro!

— ¡Comes diez cereales diferentes con diez animales diferentes! ¿quisieras especificar un poco más?

— ¡El del maldito tigre, ve a buscar el cereal de maldito tigre!

— Ah, si, ese... —Haruchiyo volvió a mirar con desconfianza al desconocido y después se volvió a perder por los pasillos escuchando a Rindou suspirar antes de alejarse lo suficiente.

— Perdón por eso —se disculpó, viendo como Izana reía bajito por la infantil escena.

— ¿Quién es tu amigo? —preguntó, viendo por donde se había ido el teñido—Creo haberlo visto antes, pero nunca tan bien acompañado.

— Es Sanzu, nadie importante.

— ¿En serio?

— Si, solo un... amigo, ya sabes.

Izana lo miró con una ceja enarcada y luego volvió a reír cuando Rindou desvió la mirada como un niño pequeño siendo interrogado. Le divertía mucho ese niño y la completa contradicción que era a comparación de su hermano.

— Está bien, te creo. —despeinó su cabello y retomó su camino por el pasillo— Supongo que nos veremos luego Rin, salúdame a tu nuevo "amigo"

— ¿Eh? Ah, si, claro...

— ¡Adios!

Se despidió con un gesto de mano vago y Rindou hizo lo mismo, sin apartar la mirada de él hasta que se perdió entre los pasillos.

— Ese tipo tiene cara de psicopata antagonista de un buen anime de pelea.

Rindou se sobresaltó por la repentina voz de Sanzu. A veces parecía un fantasma que podía aparecer en cualquier lugar del mundo cuando se le daba la gana.

— ¿Era tu sugar?

— ¡Por supuesto que no, tonto! —tomó el café, lo hecho al carrito y siguió caminando— Es un amigo de mi hermano.

— Ah, si, ese misterioso hermano tuyo con una reputación de mierda, si, lo recuerdo.

— Como sea, eso no importa, solo fue un encuentro imprevisto —miró todos los productos en la canasta y luego miró al mayor— ¿como sabes que cereales como?

— Tenias todas las cajas en la cocina —se encogió de hombros—. Te gusta ordenarlas por colores.

— Ah, si, muy obvio... ¿conseguiste el cereal del tigre?

— ¡Si, encontré tres! —mostró las cajas en sus manos— Este tiene falda, este es azul y este se lo quite a una señora.

Rindou tomó la última caja y la echo a la canasta antes de seguir su camino.

Comenzaba a acostumbrarse a ese torbellino con pies.

— Recuérdame ponerte correa la próxima vez que salgamos.

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