06. STAY
Rindou no puede creer que lo esté considerando.
Ni siquiera puede creer que no esté levantando una demanda al bastardo como venganza por echarle una cereza al suéter.
Y tampoco puede creer que lo está considerando un día antes.
Ni siquiera esperó a que la noche cayera para entrar en conflicto consigo mismo y decidir si ir o no al desayuno propuesto.
No, apenas una hora después de salir de la cafetería comenzó a considerar realmente la opción de ir.
Y no solo eso, al parecer su subconsciente ya había tomado una decisión, porque ahora tenia medio cuerpo sumergido en el armario en busca de algo de ropa decente.
— ¿Que ropa usas para desayunar? ¿Hay algún atuendo en específico? —se preguntó a sí mismo, viendo con duda dos perchas con distintas prendas colgadas.
Su apariencia en el bar y el hotel de noche eran muy distintas a su apariencia en un día normal. En su vida cotidiana no había ropa brillante, atrevida, escotada o provocadora, solo camisas y buzos oversize que lo hacían sentir cómodo junto con sus confiables gafas de marco redondo.
Se sentía lindo con uno y cómodo con el otro, no le molestaba tener dos personalidades contradictorias entre sí, pero tampoco sabía como llegar a un nivel neutro.
El Blinding Hotel tenía una apariencia elegante y cara, y aunque había dormido muchas noches en sus bonitas habitaciones, nunca había pisado el restaurante y tampoco había ido más allá como para estudiar el tipo de personas que recurrían el lugar por más de una noche. Estaba seguro que sin sus acompañantes habituales, se sentiría muy fuera de lugar.
Pero siendo sinceros, su vida se basaba en eso, sentirse fuera de lugar siempre.
Tenía esa maldita necesidad de ser la sombra de alguien más para sentirse seguro.
Y justo ahora, buscando algo decente que ponerse al otro día, se daba cuenta -o recordaba- la pena que daba su vida. Y solo pensarlo le deprimía más.
— Para que lo intentó....
Se tiro a la cama y se intentó ahogar con la almohada, pensando a la vez en alguna excusa para librarse de aquel plan.
¿Cuando fue que un desayuno se convirtió en su peor enemigo?
— Lo hice.
— ¿Eh?
— Lo hice. Fui con Rindou, le pedí disculpas y hablé con él, ¡y como bono extra! Lo invité a desayunar mañana.
Takeomi parpadeo incrédulo, como si su mascota hámster de repente comenzara a hablar.
¿En serio Haruchiyo había hecho todo eso sin que nadie saliera herido?
— No sacrificaste a nadie, ¿verdad?
— ¡Por supuesto que no! Todo fue legal, bruto.
— Más te vale, Haruchiyo. Si vuelves a ser arrestado pienso dejarte una semana completa.
— Bueno, ahora que lo pienso, no me molestaría, hice buenos amigos.
— Olvídalo, es imposible razonar contigo.
— Como sea, tu hotel estuvo a punto de quemarse mientras no estabas, tuve que venir a arreglar todo porque el súper responsable dueño estaba perdido en alguna parte del mundo.
— Solo fui a visitar a unos amigos; yo también tengo una vida, por si no recuerdas.
— ¿En serio? Pensé que los ancianos millonarios como tú solo administraban sus aburridos negocios y luego usaban toda la tarde para limpiar sus dentaduras de oro.
— Que chistoso, Haruchiyo —dijo con sarcasmo, rodando los ojos—. Pero aunque no lo creas, a estas alturas, parece que yo tengo más vida social que tú.
— ¡Claro que no, anciano!
— ¿Ah, no? Dime, ¿qué haces a parte de tomar botes de pastillas y acosar a Rindou?
Sanzu abrió la boca indignado y llevó una mano a su pecho con dramatismo, haciendo que Takeomi riera un poco.
— ¡En primera! Lo de las pastillas ya está controlado, ahora solo tomó dosis controladas —el hombre rodó los ojos—; y en segunda, yo no acoso a Rindou; todos malinterpretaron la situación.
— Lo acusaste de prostitución, conseguiste los registros de sus hospedajes y los seguiste hasta su casa, ¿no es acoso?
— ¡No!
— Bueno, señor no-acosador, debido a que Rindou es la única persona con la que te e visto convivir en los últimos veinte años, espero que esta invitación a desayunar no sea una trampa para dejarlo en otra mala situación.
— ¿Me crees capaz de hacer eso?
— Sanzu...
— ¡No lo haré, lo juro! Solo me interesó algo que me contó, nada más.
— Bien, porque si algo sale mal yo mismo levantaré cargos contra ti.
— ¡Eres un pésimo hermano Takeomi!
— ¿En serio? Pues vete a llorar al Mustang que te regale en navidad.
— ¿Ah si? Pues pon tu aburrida pluma en el porta lápices de macarrones que te hice cuando tenía siete años.
— ¡Tenias doce!
— ¡La intención es lo que cuenta!
Y con aquella ultima frase, salió de la oficina de su hermano azotando fuertemente la puerta y llevándose la mirada confundía del personal del hotel.
Trabajar ahí aveces se volvía muy divertido.
Rindou no recuerda la última vez que corrió tan rápido.
Apenas cinco segundos atrás estaba sentado en su cama, revisando las tendencias de Twitter y riendo de los malos chistes que se encontraba.
Hasta que escucho el timbre sonar.
Y no sólo eso.
Como si fuera un mal presentimiento, o como si el mundo intentará evitar una catástrofe; sin siquiera abrir la puerta supo de quien se trataba.
Brinco de su cama y salió de su habitación tan rápido como un rayo, estando frente a la puerta en menos de un minuto.
— ¿Qué haces aquí?
— ¡Pequeño ratón, ho-!
— ¡Guarda silencio! —le grito en un susurró, viendo hacia el interior de la casa y comprobando que su hermano no estuviera cerca.
Ran seguía en casa; por alguna razón que desconocía no había salido a la misma hora de siempre, pero eso no importaba ahora, lo que importaba era llevar a Haruchiyo al otro lado del planeta donde no se pudiera encontrar con su hermano.
— ¿Qué te sucede? ¿Está todo bien ahí adentro?
— No, así que vete —intento cerrar la puerta pero el brazo del mayor se lo impidió.
— No me puedo ir si esta pasando algo malo.
— No sucede nada malo —se apresuró a corregir, intentando cerrar la puerta nuevamente y fallando otra vez— ¡Por favor, Sanzu!
— Dime que esta pasando.
— Mi hermano esta aquí y no me puede ver ni a mi ni a ti, así que largo.
— ¿No te puede ver a ti?
— Larga historia, te la cuento luego. Adiós.
— No, aun me debes una historia y un desayuno. —dio un paso más hacia el interior del departamento y sonrió cuando Rindou miró hacia ambos lados como un ratón asustado— Te vine a buscar porque no llegaste a nuestra cita, pero si prefieres que le pida permiso a tu hermano...
— ¡No! No, no lo hagas —puso ambas manos en el pecho ajeno, impidiéndole seguir caminando—. Iré contigo, solo... Solo guarda silencio y dame un minuto para cambiarme.
— ¿Qué tiene de malo tu ropa?
— ¡Todo! Solo dame un minuto
— ¿Y eso no hará más probable que tu hermano nos encuentre aquí?
Rindou hizo una mueca por lo estúpidamente verdaderas que eran sus palabras. Volvió a mirar al pasillo donde se encontraban las habitaciones y luego al hombre que parecía estar burlándose de él.
— Bien, tu ganas.
— ¿Ves como no era tan difícil?
— Sal de aquí, idiota.
Empujó al mayor hasta la salida, tomó sus zapatos, se calzo y salió el mismo para suspirar inmediatamente después de cerrar la puerta.
— Entonces... ¿Crees que un desayuno sea suficiente para que me cuentes todo lo que me debes de contar o te vengo a buscar también mañana?
Rindou lo fulmino con la mirada y Haruchiyo sonrió.
Nada podía salir bien cuando estaban juntos.
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