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El significado adverso de su llanto, se reducía a una pequeña porción de culpa. Jimin jamás había podido proteger a Yoongi, ni siquiera cuando eran niños, el miedo de no ser aceptado por el rubio siempre le atormentaba.
Por que era diferente, por que le gustaban los niños y no las niñas. Sintió que de alguna forma, podría ser rechazado por la única persona a parte de sus progenitores, que no era capaz de verlo como si estuviera loco.
En un mundo en donde las cosas eran diferentes y las personas no lo aceptaban, pero para si mismo, el mundo era todo menos acogedor.
A diferencia de Yoongi, el había tenido a dos padres maravillosos para apoyarlo, cosa por la que estaba agradecido.
— Quieres un vaso de agua, ¿jugo? Pídeme lo que quieras.
— Estoy bien.
Aseguró, guardandose para si mismo el miedo, había estado muy cerca de recibir una gran paliza.
Su padre, Dios ni siquiera podía seguir llamadolo de esa forma, no a alguien que a pesar de haber sido una figura paterna desde que tenía memoria, lo había golpeado y abandonado a su suerte.
Si Yoongi era un monstruo, entonces ¿Qué era Jisung?. Seguramente nada que el ni ningún otro ser humano podría descifrar, solo persistía una especie de odio profundo. La dulce mirada de un padre bondadoso, no era algo para describir a esa persona.
Muchas veces durante la noche se preguntó por qué lo odiaba tanto, siempre había sido un buen hijo; con excelentes notas y una conducta intachable, su único pecado consistía en amar.
Cual era el derecho para castigarlo entonces, por qué lo había condenado a la humillación del abandono. Yoongi no era un animal, no era una roca que se patea y no siente nada.
Cada golpe, cada palabra putrida saliendo aceleradamente se había instalando dentro de su corazón para no irse nunca.
— Hey, Yoongi Hyung.
Jimin tocó el hombro del rubio, entregándole un vaso con té caliente. Había estado tan distraído en sus pensamientos, como para olvidar que no estaba solo.
— G-gracias.
Sus mejillas se tornaron de un tierno color carmín, aquel chico frente suyo, de cabellos chocolate y ojos soñadores era el mismo Jimin que había conocido. Cualquiera lo notaria, sintió una inmensas ganas de lanzarse para abrazarlo y mantenerlo así por siempre.
— Terminé, espero que no te haya dolido mucho.
Examinó el hematoma sobre su cachete, acompañada de unos cuantos moretones sobre sus brazos, había estado furioso, maldiciendo al señor Min.
Como se atrevía siquiera a poner un dedo sobre el rubio, a su propio hijo como si no fuese nada, como si fuese una basura.
— No te preocupes Jim, estoy bien.
Aclaro, sorbiendo uno que otro trago de la bebida. Ahora más calmado el blanquecino, suspiro tristemente.
Recibiendo unas palmaditas por parte de Jimin, ambos se miraron como si no hubiese nada más en aquel sitio.
Pero era díficil, así que el primero en recorrer su mira fue Yoongi, con un tono rojizo sobre sus mejillas.
Trato de ocultarlo, pero su piel era demasiado pálida.
— Aún te acuerdas de mí Hyung...
No podía describir el palpitar de su pecho, estaba sumamente feliz de que aún lo recordara, su estado de ánimo se contagio hacía Yoongi, la taza de té fue abandonada sobre el mesón mientras asentía.
— Claro que sí, tu también lo haces. Desde que éramos pequeños me di cuenta de lo amble que eras.
Y lindo, quiso decir. Pero no era una ocasión para decir esas cosas, ni siquiera tenía conocimiento de cuáles eran los gustos de su menor en cuanto a mujeres y hombres se refiere.
Pero respectivamente de lo que pesará, eso no era primordial. Al menos no lo odiaba como el resto del mundo, Jimin era único y tenía un corazón de oro.
— Hyung, tu también eres una buena persona. Eres muy amable.
Jimin seguía sin poder asimilar que una persona tan maravillosa como Yoongi, tuviese que pasar por cosas tan horribles como las que había vivido.
— Gracias Jimin, me doy cuenta de que ya no eres un niño. Haz crecido mucho estos dos años — Sonrió cálidamente.
— Y tú, ¿Haz vivido bien?
Yoongi sintió ganas de llorar ese mismo instante y un par de lágrimas desalojaron de sus ojos asintiendo con euforia y una especie de emoción que Jimin no supo descifrar.
— Vivo con mi tía en el centro de Seúl, ella... Ella me trata bien.
Con cariño, algo que sus padres jamás le darían. Ellos lo odiaba por ser homosexual.
Pero su tía NaHeon era diferente, lo acepto su casa, le dio comida y un hogar donde poder vivir, sin contar que pagaba su universidad.
Era como la madre que nunca había tenido y por esa misma razón la quería. Juntos descubrieron lo maravilloso de tener alguien a quien amar, una mujer solitaria y un adolescente incomprendido.
— Nube —
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