La primera vez que lo vi, yo apenas tenía cinco años, y me sentía todo un hombrecito, sin tener en cuenta que todavía era incapaz de amarra me los zapatos. Aún necesitaba ayuda de mi madre, y me daban miedo las arañas, cosa que era simplemente irracional para otros, pero no para mí, yo les tenía pavor, y ni siquiera podía verlas.

Pero ese no era el asunto, aquel chico, apenas dos años mayor que yo; se había mudado a finales de la primavera, y el verano recién podía notarse, su casa estaba a unos metros a lado de la mía.

Nunca supe mucho de él, ni a lo que sus padres se dedicaban durante los primeros cuatro años, todos los vecinos mantenían su distancia, como si tuvieran miedo.

Yo, en cambio tenía curiosidad, aquellas personas no parecían ser malas realmente, parecían amigables y Yoongi, como por causalidad escuché que se llamaba, hacia que mi estómago se retorciera de forma abrupta, mi madre solía decir que era por los bichos, años más tarde me enteré de que nada de eso era verdad.

Y que tal vez, era debido a algo que aún era ajeno para mi. El me gustaba, no como los chocolates, pero verlo sonreír me daba paz, hacia que un solo gesto significará mucho en mi vida: por que el era lindo, y jamás me gustó que sufriera, quería cuidarlo, como a uno de mis tesoros mas importantes.

Sorbi un fresco trago de la acidez de mi limonada, su dulzor me hizo dilatar las papilas gustativas. Mis ojos se expandieron en sorpresa, mientras los suyos hermosamente azules me miraban desde el pórtico; los rayos solares hacían que sus cabellos se notarán incluso más rubios de lo que ya eran.

— Hey, Jimin ¿Verdad?

Preguntó y yo me encogí sobre el asiento, su voz había resultado ser una mezcla rasposa, pero me gustaba.

— Lindo nombre, lo escuché de tu madre. Es la primera vez que hablamos, desde que mi familia y yo recidimos en este lugar. ¿Cómo te encuentras?

— M-muy bien, gracias.

Trate de controlar mi voz para que está no sonará como si estuviesen ahorcadome, después de eso ambos nos reunimos en el jardín. Era extraño como repentinamente parecíamos congeniar, teníamos ideas parecidas y nos gustaban las mismas cosas.

Le serví un vaso de limonada con todos los hielos que pudiese querer y reímos durante toda la tarde,   claro; hasta que el sol se escondió, entonces tuvo que irse a casa para preparar la cena o si no su madre lo mataría.

Rece toda la noche para que ambos volviéramos a tomar jugo en mi jardín, al día siguiente y al siguiente: solo que eso nunca sucedió, de haberlo sabido jamás hubiese dejado que se fuera.

Sus padres lo habían echado como a un animal, sin siquiera justificarse, además de golpearlo.

— ¡Maldito homosexual!

— Jehun, cálmate, los vecinos van a escucharnos.

— Pues que se enteren, que sepan la clase de monstruo que es. Ahora ¡lárgate!, y no vuelvas.

Sus pequeños ojitos me miraron tristes, aquel día. Aquellos orbes azules que tanto amaba habían perdido su color, manchandolo con innumerables gotas rojas en su rostro.

Lo habían juzgado solo por ser quién era, y me pareció totalmente injusto. Tal vez por que era igual a el, a diferencia de que mis padres si me habían apoyado.

Y me importaba un comino la sociedad; Entonces se marchó, las luces de las calles comenzaban a iluminar su camino, que para ese instante aún era incierto.

En mi corazón, deseé que lejos de aquí, encontrará un buen lugar. Tal vez con alguien de su familia, que si lo aceptará.

Entonces iría por el, lo encontraría y por fin seríamos felices; donde nada ni nadie iba a juzgarnos, era una promesa.

¿Pero cuánto podría durar aquella promesa?, de la que sólo el era conocedor.

— Nube —