❄Тридцать два❄
Capítulo 32. Morado como la amatista.
Cielo azul grisáceo, rachas de aire desapacible y frío, el sol lechoso y blando con sus débiles rayos alcanzaba a penetrar las escasas nubes del cielo, el aire que se exhala se consume en humo y se dispersa hasta desaparecer en mil direcciones, era tan frío el ambiente por las mañanas que ni el terso y grueso abrigo que poseían en ese momento era suficiente.
Rostro frío, por el intenso roce del gélido viento rozando sus pieles, helando cada centímetro de ella, dejando inmóvil el ceño fruncido en sus rostros, la sombra de aquel edificio que contemplaban sólo ocultaba esos tibios rayos que calentaban con el paso de los segundos, bloqueaba el calor pero no era lo que ambos buscaban, su mirada estaba puesta dónde importaba, en el imponente edificio.
-¿Y cómo entrarás? - la voz de la chica no se tardó en hacerse presente, llamando la atención de su compañero. - Hay más seguridad de la que esperaba, de seguro es por el alboroto de tu novia. - susurró cercana a él, molestando levemente al chico.
Soltó lo que podría contarse como su décimo suspiro en la mañana, tan pesado como los anteriores, buscando liberar su frustración.
- No es mi novia, pero lo será. - afirmó con seguridad, sonriendo mientras veía una ventana en especial. - La seguridad de afuera no es gran problema comparada con la de adentro, entrar es sólo el comienzo, si hacemos algo mal, desataremos el infierno dentro.
- Sólo da la orden y ejecutaremos el plan, no hay que esperar a que el reloj marque las 6 exactas, ¿sabes? - no movió su rostro pero su mirada recorrió hasta el chico, viendo como su mano temblaba hasta llegar a sus bolsillos.
- Necesito escoger bien, ninguno de los que han entrado se ven débiles, mi presa aún está lejos de llegar.
- Sólo tienes que robar un pase de identificación de alguien cualquiera, no necesita ser rubio como tú. ¿Qué tiene de especial escogerlo? - cubrió su llamativo pelo rosado con la capucha de la sudadera debajo de su abrigo. - El tiempo avanza y el avión no se hará esperar.
Él rodó sus ojos en molestia, no recordaba que trabajar con ella fuera tan difícil y exasperante. Pero sus ojos abandonaron la acción al ver a la mejor presa paseando tranquilamente por la vereda. Cabellos rubios como el maíz, tez blanca como la nieve, alto como él, bata rodeando su cuerpo como los demás que caminaban frente a él, bien parecido cómo él.
Ahí está. -era lo que su sonrisa al verlo tan igual - Justo a tiempo.
- ¿Ves? La paciencia es la clave para todo. - dejó de apoyarse en el auto negro en el que llegó, y caminó sonriente y seguro a lo que serían unos pasos adelante de su objetivo.
Su sonrisa aparentaba ser de una persona adorando la mañana o recordando el rostro de alguien o se veía que había disfrutado ya su desayuno pero, nada es lo que parece, era una sonrisa de satisfacción pues la espera había acabado y ya podía sentir la piel de _________ sustituyendo el liso material que sus dedos acariciaban.
Su buen parecido no podía evitar hacer que más de una mujer le mirara, aquella sonrisa juguetona terminaba de robar su atención, su mirada determinada era encantadora pero penetrante como una bala. Caminando se veía deslumbrante y seguro, el vapor que salía de esos mismos labios, la ropa que vestía que le hacía ver aún más elegante y de alguna manera, más apuesto. La vista quitaba el aliento.
Vaya que las apariencias engañanan.
Pero ese era un punto a su favor y ver cómo no levantaba la más mínima sospecha y que todo el que pasara por ahí, le mirara, sólo ampliaba su sonrisa. La máscara que ocultaba y disfrazaba su verdadero ser, era perfecta, eclipsaba bien su personalidad tan ruin y enfermiza por la imagen más pulcra y radiante.
Y así se acercó lo suficiente a su objetivo, tanto que el sonido de sus pasos llegaron al otro chico, que no reaccionó de momento y siguió su camino sin tomarle importancia, lástima que no había nadie que le dijera que huyera cuanto antes, antes de que la mirada de aquel hombre marcara su destino, bueno, quién se imaginaría que aquello pasaría, pero resulta que el mundo tiene todo tipo de sorpresas.
Un paso, dos pasos, cuatro pasos más bastaron para que llegara al lado de su víctima, aquella que le emocionaba con el simple factor sorpresa que el mismo aportaba, estando a su lado ya no tuvo que apurar el paso, pero tampoco espero a caminar a su lado, ya que le haría pagar el retardo en su plan.
Lo tomó por sorpresa cuando el rubio pasó su brazo por los hombros y miró que no le era conocido.
- ¡Amigo! ¡Cuánto tiempo sin vernos! - la voz del extraño sólo terminó de despertarlo y fruncir el ceño en duda, no tenía ni idea de quién era aquel sujeto.
-Disculpe, yo... - murmuró el otro rubio, en clara confusión cómo cualquiera, su voz baja sólo llegó a los oídos del hombre extraño.
"No es posible que conozca a ésta persona, siempre recuerdo a una persona cuando la conozco, y a él.... Nunca lo había visto" - pensó en ése momento aquel sujeto, que pena que hizo caso omiso a la clara advertencia de peligro.
El extraño apretó de inmediato su agarre, haciéndolo dolor callar e intercambiar sus ganas de hablar por la necesidad de soltar un quejido, y aquella sonrisa, de pronto desapareció y le mostró una mirada que sólo deseaba la muerte. Acercó su rostro a su oído y sintió como algo se recargaba en su costado.
- Escucha bien, seguirás la corriente si quieres vivir. - susurró el chico de ojos amatista, con la seriedad que de verdad lo caracteriza. - Y soy un hombre de palabra, así que camina.
Si sólo hubiera obedecido. Al menos todo.
Tras las palabras del hombre, el miedo empezó a invadir su cuerpo, como si esas palabras fueran agujas e inyectaran una creciente dosis de temor en todo su ser, su aliento se escapó sin remedio, su corazón empezó a latir desenfrenadamente tan sólo con pensar que la persona a su lado sería capaz de matarlo, los escalofríos en su espalda ahora se esparcieron por toda su anatomía, haciéndolo temblar. Sudor frío recorría su helada piel, y con el temor, pareció intensificar el frío en su cuerpo. El pánico se habia apoderado de él y lo hizo reaccionar cuando el hombre volvió a presionar en su costado, sabiendo que si atesoraba su vida, sólo tenía que obedecer, era la primera vez que lo asaltaban así que no podía hacer nada más que pedir ayuda pero el objetivo amenazaba con perforarlo.
- Ahora camina hacia la puerta del personal autorizado. Y si pides ayuda... - el acento extranjero en su hablar decía que no era ruso en su totalidad. - Te mataré. - tal vez fueron sus palabras o la siniestra sonrisa que se volvió a posar en su rostro, pero eso terminó de aterrorizarlo por completo.
Obediente por su vida, desvío su camino de la puerta principal y pasó de ella, a paso rápido se dirigió derecho hasta toparse con las escaleras que bajaban de la entrada principal, ahí la rodeaba un pequeño parque para descansar, giró a la izquierda y detrás la fila de arbustos decorativos se encontraban otras escaleras que si bajabas se podía ver la puerta de la morgue, que hizo tragar en seco, siguió derecho hasta toparse con la puerta que sólo era acceso para personal autorizado.
- A-aquí es. - el miedo en sus huesos le hacía temblar, tanto que al hablar tartamudeo. A su costado había un sensor de seguridad y un extintor. - Ya te traje aquí así que me puedo ir. - sólo tenía que presionar el botón y atinar un buen golpe con el extintor al extraño y todo habría acabado.
A veces, es mejor obedecer hasta el final, uno nunca sabe, tal vez pruebes un poco de su piedad y te deje ir.
Sólo que si vas a intentar escapar, debes pensar que hacer, tus impulsos te pueden condenar, o al menos... Si tienes un plan... Recuerda seguir tus pasos.
La suerte de Rubén no estaba de su lado, no hoy.
Movió rápido su cuerpo, lo giró y torció lo más rápido que pudo, estiró su mano para agarrar el objeto, con sus pocas fuerzas retiró el pesado objeto de dónde colgaba y se separó en la misma velocidad del hombre, y sonrió para sí mismo, si le daba a la cabeza, todo habría acabado.
Sostuvo lo mejor que pudo el pesado objeto y sin esperar siquiera a respirar, lo balanceo hasta la cabeza del sujeto, los lentes que llevaba lo cegaron por un momento, tan sólo un segundo, pero aunque atino su agresivo golpe a la cabeza, su asaltante ya había esquivando su movimiento y otros más.
Al último movimiento, con sus manos tomó sin temor el objeto en movimiento y en el instante de tenerlo en sus manos, tiró de él hacia abajo, haciendo que el otro chico se agachara pues aún sostenía el extintor, Rubén pensó que le despojaría de su arma así que se aferró más a ella.
Gran error.
Con la fuerza que fue jalado, el hombre golpeó con la punta de su codo directo en la columna del enfermero, con tanta fuerza que lo hizo soltar por completo su arma improvisada. Al momento de encorvarse por el abundante dolor en su espalda quiso gritar, pero él no le dio tiempo. Tiró de su cabello para enderezar su figura y con la misma fuerza aterradora, el otro chico estampó su cabeza contra el muro al lado de la puerta, se estrelló tan fuerte que no reaccionó al impacto de inmediato, lo que llegó a sus oídos fue el sonido de su rostro impactar contra la pared, el sonido de lo que probablemente sea su nariz rota, y no sólo el golpe llegó a la nariz sino también hasta se frente, recibiendo fuerte el impacto.
Al principio sintió adormecerse y luego todo el dolor y dolor llegó a sus sentidos, su mejilla dolía, su vista borrosa veía un rastro de sangre en la pared y sentía sus fosas nasales arder, pero apenas sintió el dolor, volvió a ser impactado con más fuerza, hasta golpear con agresividad en sus ojos.
El chico rubio sonreía al ver lo débil que había sido su presa, pero separó su mano del cabello del contrario y tomó la parte trasera de su cuello, mientras estaba frente a frente, ver la sangre chorrear de su nariz le hacía sonreír, pero quería manchar sus atuendos así que lo volvió a inclinar hacia abajo, como una reverencia, y sin dejar reaccionar al chico, le proporcionó una patada en su parte baja con tal fuerza que parecía desquitar toda su ira con el pobre chico. Volvió a golpear con su rodilla su torso, más arriba, por sus cosillas, una, dos, tres veces, hasta que escuchó el melodioso quejido de su víctima con el delicado pero inconfundible sonido de que había logrado quebrar algo en su interior.
Mientras el chico quedaba aturdido por repentinos golpes, y mareado, su visión borrosa y dolor punzante, el chico de ojos violeta tomó jadeante de emoción el extintor que se suponía debía impactarlo, lo tomó sin esfuerzo y balanceó su brazo hasta impactar contra la cien del contrario, con tanta intensidad que no sólo lo noqueó, por su basta experiencia en peleas, sabía que el golpe de gracia lo había matado.
El sonido del material duro impactar con su cabeza de seguro había llamado la atención, pero nadie fue a ver que pasaba, seguramente se confundiría con una puerta siendo azotada además que todos en el turno matutino tenían prisa por entrar.
El chico respiraba agitado, no tenía pensado matarlo, no tendría la necesidad de hacerlo si sólo habría la puerta y le prestaba su identificación además de dejarlo ir sin decir ni una palabra, no tenía planeado matar a nadie a primera hora. ¿Tan difícil era obedecer?
Tomó la tarjeta de identificación para abrir la puerta y arrastrar el cuerpo, por suerte no se manchó demasiado el atuendo. Y también no había cámaras afuera. Su compañera resultaba ser muy precavida.
Intercambió rápido de ropas con el chico que resultaba llamarse Rubén Mimbrera, un enfermero aparentemente nuevo. El traje le quedaba un poco ajustado por la parte de arriba, tal vez era porque era más musculoso que el dueño original.
Sé colocó un cubre bocas y salió de aquel lugar en dirección al piso tercero.
Tomó su teléfono y le envió un mensaje de texto a su compañera que de segura ha de estar impaciente esperando noticias de él.
- Entré.
Tuve un problema así que tuve que deshacerme de él, no verán el cuerpo en unas horas pero tendrás que sacarme.
El ascensor paró en el segundo piso, dejando entrar a una señora y otra enfermera, que casualmente se dirigía al tercer piso mientras que la anciana se dirigía al cuarto piso.
El rumbo fue en silencio, esperando que la enfermera no se vuelva a topar con él.
...........
-¿Rubén Mimbrera? No, no es su sector, debería dirigirse a Gastroenterología. - indicó la doctora a cargo del piso.
- Verá, Marco llegará más tarde y me pidió atender rápidamente a su paciente, sólo el chequeo inicial. - suplicó el joven, esperando haber adivinado el nombre del chico, pues había olvidado su nombre.
La mirada de la mujer bajo sus lentes escaneaba su rostro con semblante de duda hasta que suspiró y le dio las indicaciones del cuarto donde se encontraba la paciente _________ Alejandrovna Ledvedeva.
Era una habitación con ventana así que estaba algo alejada de los elevadores pero vería si podrían usar las escaleras de emergencia. Y antes de entrar al cuarto, recibió un mensaje.
-No puedo creer que a pesar que te resolví el camino tengas esos contratiempos, distraére al personal de urgencias del primer piso, te esperará el auto así que sal rápido.
Al leer ésto, entró rápido a la habitación, viendo que Ledvedeva aún no despertaba así que sacó la jeringa con el líquido que contenía anestesia para el sujeto pero así sería más fácil llevársela.
Se aproximó hacia el suero que le suministraban y cuando la aguja estaba apunto de perforar el tuvo, vio como una mano llena de tubos incrustados en las muñecas lo detenía.
-¿Quién eres y qué estás haciendo? - habló la chica, en el momento que sus manos lo tocaron se sentía derretir en su tacto, suave y cálido dándole un sentimiento que lo arrolló como si fuera un río. Cómo añoraba tenerlo por siempre.
- Marco no pudo venir así que le inducire el nuevo medicamento, le haré el chequeo rutinario y me iré. - sujetó su muñeca y le indicó que se volviera a acostar, aunque la mirada de la chica nunca lo abandonó así que lo puso más nervioso.
- Yo te conozco, ¿no es así? - dijo ella aún mirándolo con detenimiento.
- Em... Claro que no, soy nuevo. Estoy en Gastroenterología. - decía mientras intentaba insertar la aguja.
-¡Ya recuerdo! - gritó emocionada la chica, provocando que detuviera sus movimientos en seco. - ¡Ryu! ¡Sí, eres Hikari Ryu! El chico del restaurante, el del dibujo.
No era momento ni circunstancia pero escuchar que ella lo recordaba y oír su nombre tan melifluo por parte de ella lo hacía sonrojar, le aceleraba el corazón recordar aquel suave y lindo momento que compartieron juntos bajo el quiosco, recordar como su mirada nostálgica cambió cuando le mostró un dibujo que la deleitó, la lluvia no solía traerle cosas buenas pero en ese encuentro él terminó por caer a sus pies.
- P-pero ¿Porqué t-tienes aquí un nombre d-diferente? - miró de nuevo cómo intentaba poner aquella aguja que contenía a saber que clase de líquido tenía adentro, aquel pequeño detalle era muy confuso.
¿Qué rayos está pasando?
-Eh, no..... Emmm... Verás, yo.... Fue un error, ¡Sí!, un error, eso fue. - de pronto con la pregunta se puso más nervioso, de un momento a otro empezaron a temblar sus manos. - Anotaron mal mi nombre y...
-¿Porqué trabajas aquí? ¿En España? - la chica lo interrumpió nuevamente con más preguntas.
Más allá de la puerta, ignoranando la voz de la chica, se escuchaban pasos acelerados, eran personas corriendo y eso le hizo sudar frío. Por lo que recordó tenía que al menos inyectar el suero y apresurarse cuanto antes, antes que lleguen a la puerta, tenía que esconderse. El pánico lo abrumaba.
-¡Oye! ¡Oye! ¡¿Qué está pasando?! ¿Qué haces aquí? - las palabras de la chica mezcladas con los pasos sólo eran más presión sobre sus hombros, tal vez todos se habían dado cuenta.
"El suero tardará en dar efecto en unos cinco minutos, cuando lo que tengo es sólo segundos contados con la palma de la mano"
-¡Ryu! ¿Qué está pasando? ¿Porqué tiemblas? Quiero una...
No había más tiempo para pensar, tenía que actuar rápido si no quería ser atrapado y no poder estar con ella un poco más, así que tomó la última alternativa que sería su segundo plan, tomó un paño húmedo en cloroformo y la velocidad que poseía como instinto actuó por si sola, y en un parpadeo presionó el pañuelo contra la boca y nariz de la chica, sin dejarla hablar.
- Sólo tenías que callarte, si te hubieras quedado callada no me hubieras obligado a ésto, perdón. - susurró en el oído de la chica, mientras le abrazaba por detrás impidiendo que escape.
Presionaba con fuerza en su nariz y boca, impidiendo que el aire entre a sus pulmones, sus brazos aprisionaban los bruscos movimientos de su amor mientras esta luchaba para liberarse y atrapar el aire que perdía, tonta era ella al inhalar desesperadamente por su nariz, el aroma lo debía de decir todo pero por la desesperación no podía pensar antes de actuar, aspiraba el cloroformo como si su vida dependiera de ello, sus golpes eran más débiles y torpes, él podía sentir a través de la tela como ella intentaba aguantar la respiración y no inhalar pero necesitaba retomar el aliento o se asfixiaria, su garganta empezaba a doler y el color de su rostro pasó de ser blanco a rojo para terminar más pálida y morada, enterraba como podía sus uñas en las manos y brazos en el chico que hacía pasar por dulce, su necesidad sobrepasó su pensamiento de supervivencia y terminó por inhalar el aroma del pañuelo hasta que empezó a debilitarse y su nariz picaba, su cabeza daba millones de vueltas y quería vomitar hasta su alma, pero sintió tanto cansancio que cerró sus ojos y cayó rendida.
Se había desmayado.
El chico rubio se levantó a toda prisa a la puerta para escuchar los pasos de las personas pero para su sorpresa los pasos no se detenían en su puerta sino que continuaban andando por todo el pasillo, hombres y mujeres hablando igual de apurados, mencionando algo sobre una emergencia en la sección de emergencias.
- ¿Falta de personal? ¿Acaso fue un accidente o algo así? - así entre otros murmullos se alcanzaban a percibir detrás de aquella puerta.
La distracción ya estaba hecha.
Guardó su inyección y se apresuró a tomar en brazos a la chica, desconectar la con cuidado y levantarla sobre sus brazos, apoyando su espalda en su brazo derecho y sus muslos sobre su izquierda. Como una princesa.
Con esfuerzo se dirigió hacia la puerta y giró la perilla, abriendo con cuidado la puerta lo suficiente para permitirle sacar su cabeza y cerciorarse que nadie lo viera salir con la paciente.
Besó su frente y corrió a las escaleras de emergencia cuidando de no golpear a _________ con algún otro objeto.
- Ya pronto saldremos de aquí, y vendrás conmigo.
Decir que tenía que bajar dos pisos enteros con una persona en brazos era agotador no detendría al chico japonés de huir con ella en ése instante, no ahora que estaba tan cerca.
En el último piso, la escalera terminaba justo a lado de la sala de espera de urgencias, dónde todo estaba lleno hasta desbordarse, pero con suerte también terminaban cerca de la salida y entrada. Sólo había una persona resguardando la entrada aunque a los pocos segundos llegó alguien en camilla, cubierto en sudor y la piel tan roja y negra que podría decirse que se había perdido dentro de un horrible incendio.
Sin más aprovechó esa abertura y salió sin que fuese notado hasta el mismo carro que lo dejó hace unas horas, se había estacionado cual rayo frente a la entrada de Emergencias.
Se abrió la puerta mostrando a una chica de pelo largo y rosado frunciendo el ceño dejando en claro su enfado.
- Me lo agradeceras después Ryu, ahora entra al auto.
*****
Hey,¿Cómo pudieron olvidar a Ryu? No lo puse por relleno, él tiene un propósito en ésta historia, no como Rubén, lol, aún recuerdo que le puse así porque un tal Rubén me empujó en la combi que iba, ahora desahogue mis ganas de matarlo :)
Hola otra vez. Emm lamento mucho haber tardado en actualizar pero he escrito tres veces el capítulo pero ningún borrador me convencía hasta ahora.
También entré en modo fangirl y me puse a leer pendientes y ver animes, series, películas y doramas que tenía que ver.
¡Tengo un nuevo husbando! Es de la serie en Netflix, Meteor Garden, que por cierto se las recomiendo bastante, y no, no es Daoming Si, es ¡Huaze Lei! Más bien quedé enamorada, amo a Darren Chen, bueno, Hong Guan.
Es tan tierno y hermoso, guapo, inteligente y ¡sabe tocar el violín y piano!
Gracias a la serie me volví adicta a la canción de fondo de Si. River, ¡Run me like river!
Escribí el capítulo mientras la escuchaba.
Además de que les recomiendo bastante leer un Webtoon llamado I love Yoo.
¡Es hermoso!
Tal vez sea cosa mía pero siempre me enamoran los personajes secundarios, y sí, también amo a Yeong Gi.
¡Son hermosos!
En fin, les deseo un buen día, noche, tarde, cuando sea y también un buen regreso a clases.
Yo aún no he entrado pero disfrutare hasta el último día.
No olviden votar si les gustó, me encanta leer sus comentarios, y gracias por esos 15k.
Además he actualizado la descripción, espero que les guste y describa mejor la historia
Hasta el próximo capítulo.
Danielle.
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