03.
En el momento en que sus ojos se volvieron a cruzarse con aquella mirada de color marrón, su cerebro literalmente hizo corto circuito y no supo que reacción tener ante eso. Así que balbuceó, intentó gritar y también intentó salir corriendo al mismo tiempo. Pero lastimosamente solo la primera le salió bien, pues el resto de su cuerpo estaba lo suficientemente adolorido como para frenar cualquier acción que quisiera tener, incluso una leve.
Contrario a lo que deseaba, tuvo que mantener la calma y respirar con más lentitud porque sino, sabía que podía morir en cualquier momento. No sabía hasta qué grado estaba herido.
Durante los momentos en los que él intentaba procesar la situación, seguía teniendo aquella fija mirada sobre él, como si no quisiera perderse ningún detalle acerca de lo que él hiciera. Entonces fue cuando se calmó que decidió prestar atención a su alrededor.
Estaba en la montaña aún, precisamente en el mismo sitio donde había caído del acantilado; en medio de una zona boscosa extrañamente acogedora, todo parecía normal hasta que vio específicamente en el lugar que se encontraban ambos. Parecía que estaban acostados sobre una cama de flores, que fueron manchadas de sangre que seguramente era suya, pero el resto seguía intacto y con su color natural.
Soltó un largo suspiro y luego volvió a dirigir su mirada hacia aquella persona intrigante que se mantenía en silencio.
— ¿Estas mejor ahora? —preguntó en un susurro, marcando una leve sonrisa que por alguna razón le transmitió tranquilidad.
Aunque no estaba confiado en lo absoluto.
— En realidad no. —admitió— quiero irme a casa ahora mismo.
El famoso nudo apareció en su garganta y a su mente vinieron borrosos y vagos recuerdos de los deseos que había tenido antes de caer en ese lugar, pero aunque odiara admitirlo, sí estaba perdido.
No recordaba su casa, no recordaba su dirección, el nombre del hotel o como había llegado ahí, e incluso no recordaba su nombre. Todo en su cabeza parecía pequeños fragmentos de alguna película de la cual fue protagonista pero que no lograba recordar.
Las tibias lágrimas comenzaron a empapar su rostro ante la confusión y el dolor, no sabía qué hacer o qué decir, no sabía nada. Pero en ese momento notó que aquella mirada que hasta el momento se había mantenido fija en él, se entristecía.
— No llores... —suplicó con un hilo de voz— por favor no llores, estarás bien.
Sabía que aquellas palabras intentaban ser de consuelo, pero en su situación fueron más bien el detonante para que su llanto se desbordara aún más.
— Quiero irme a casa... —sollozó— Duele...
La triste mirada lo seguía observando con toda la impotencia del mundo, como si deseara hacerlo y no podía.
— Todo estará bien, debes calmarte... —susurró— ya vendrá alguien a buscarte.
Wonho sollozó y asintió intentando calmarse y buscar consuelo en aquellas palabras dichas por un extraño.
— ¿Quien eres? —sollozó devolviendo su mirada a él— ¿Por qué estas aquí? —preguntó casi con rabia como si aquel extraño tuviera la culpa de todo— ¡¿Por qué no me ayudas?!
Su garganta dolió después de aquel grito al igual que su cabeza, que parecía querer explotar.
Se obligó a sí mismo a cerrar los ojos y a contener la respiración un par de segundos para intentar reducir el fuerte dolor que le había provocado la tensión del momento, su preocupación y sus lágrimas.
— Yo... —escuchó a su lado— Si te dije que estas perdido es porque yo también lo estoy... —culminó provocando que Wonho abriera los ojos y lo viera, sintiendo culpa por como le había hablado— no puedo moverme de aquí. ¿Acaso quieres que te deje solo en este lugar? —cuestionó con tristeza— si alguien me encuentra y a ti no, tú podrías morir. —afirmó— elegí quedarme contigo.
No sabía cómo tomarse aquellas palabras. Era estúpido arriesgar su propia vida por un desconocido y quizá morir de hambre los dos, pero de alguna manera le agradecía porque pese a todo lo malo que estaba ocurriendo, era bueno tener a alguien con quien poder hablar.
— No vas a dañarme... —lo miró temeroso— ¿verdad?
El delgado le sonrió levemente y negó.
— No... —susurró— cuidaré de ti.
Wonho sollozó con muy poca fuerza debido a que su llanto ya estaba cesando.
— ¿Como sé que puedo confiar en ti? —preguntó con sinceridad— sé que no puedo hacer nada en contra de tu elección, pero necesito una respuesta...
El delgado miró al cielo y soltó un largo suspiro ante la atenta mirada de Wonho.
— No lo sé. —respondió con sinceridad y volvió a mirarlo a él con aquella penetrante mirada que sentía que leía el alma— sólo sé que tú sabes que no puedo hacerte daño. ¿Esa es una buena respuesta?
Wonho se quedó pensativo por varios segundos mirándolo fijamente y se dio cuenta que aquel extraño tenía razón. En el fondo, él sabía que no le haría daño y que si quisiera hacérselo, se lo habría hecho en medio de su inconsciencia. Pero por mucho que quisiera sentirse tranquilo, no podía, porque aquello no cambiaba nada de su situación actual más que alargar su esperanza de vida un poco más.
Quizá horas o quizá días. No lo sabía.
No era fácil incluso el hecho de pensar en que estaba en medio del bosque. Cualquier cosa podría pasar. Un derrumbamiento, un árbol cayendole encima, una tormenta de la cual no podría resguardarse, un animal salvaje, desangrarse, alguna infección en sus heridas, e incluso morir de hambre. Cualquiera era una opción viable de muerte, pero quería pensar en que todo saldría bien.
Quería pero no podía.
Antes de que pudiera darse cuenta, sus lágrimas ya habían empapado sus mejillas nuevamente y el dolor de cabeza volvía a hacer su intensa aparición creando que su llanto se intensificara y que aquello se convirtiera en un ciclo.
Movió su brazo con mucha dificultad hasta que fue capaz de levantarlo. Habían muchos moretones en él que gracias a su blancura se notaban muy bien.
Mientras seguía llorando y sumergido en el dolor, llevó su mano hacia su cabeza, precisamente al sitio donde sentía más dolor y palpó con sus dedos una herida que pese a no ser grande, era dolorosa y seguramente necesitaba algunos puntos.
— No la toques... —susurró el delgado a su lado— puedes empeorarlo más.
Wonho lo vio y asintió abrazándose a si mismo con sus propios brazos. Estaba sintiendo el inmenso vacío en su pecho, no por el hecho de estar solo y herido en un lugar así, sino porque aunque estuviera en medio de mucha gente seguiría sintiéndose igual, solo que ahora no era autosuficiente incluso para levantarse de ahí y ponerse de pie.
— ¿Tienes frío? —preguntó la voz a su lado y él negó levemente deseando tener las energías suficientes para explicarle a aquel extraño que su frío no era externo. Que el lugar donde tenía frío era en el corazón y necesitaba algo que... — ¿Quieres un abrazo?
Eso. Necesitaba eso.
Sabía que podía ser muy extraño, pero a esas alturas no le importaba verse vulnerable y necesitado de amor. Quería y necesitaba un abrazo urgentemente y el ofrecimiento de aquel extraño era todo lo que tenía.
Entonces en medio de aquella cama de flores blancas y azules, sus cuerpos que no estaban tan lejos, se unieron en un abrazo que podía significar más que un mundo para Wonho.
En aquel momento ese abrazo era lo único real que tenía, lo único que sabía de sí mismo y del extraño. Lo único a lo que podía llamar consuelo.
Cerró los ojos abrazando aquel delgado cuerpo como si todo fuera una pesadilla y al despertar se encontraría con aquella misma persona, en otras circunstancias y de otra manera. Así que mientras caía de nuevo en la inconsciencia gracias a que su cuerpo no daba para más, supo que aquella era la única muestra de cariño real que había tenido de alguien más que no fuera su familia en los últimos años.
Se sentía bien.
Se sentía real.
Se sentía como su hogar.
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