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02.

Mientras corría, una sonrisa se pintaba en su rostro y su pecho estaba hinchado de emoción por sentir a cortas lejanías aquella tan ansiada libertad.

Sostuvo su cámara para evitar el daño del rebote y aunque deseaba seguir fotografiando el hermoso lugar en el que estaba, se contuvo para no hacerlo. Pero entonces, antes de que se diera cuenta sintió como lo que había debajo de su pie izquierdo se rompió.

No era la primera vez que le pasaba lo de caerse en alguna montaña porque generalmente eran caminos demasiado difíciles, pero esa vez fue diferente. Por algún motivo no pudo recuperar el equilibrio aunque lo intentó.

— ¡No, no, no! —gritó mientras sentía su cuerpo dirigirse al suelo.

Pensó que la situación acabaría allí, pero desafortunadamente estaba al filo de la montaña y en cuanto perdió el equilibrio y su pesó cayó con fuerza contra el inestable terreno, el trozo de suelo se desmoronó debajo suyo.

Todo lo que pudo sentir fue el hiriente corte de que las pequeñas piedras hacían en su espalda y en sus brazos mientras resbalaba de espaldas. Pero de un momento a otro dio una fuerte vuelta sobre si mismo que lo hizo quedar boca abajo.

A pesar del ardor de sus brazos, sus manos luchaban por agarrarse de algo y detenerse porque sabía que pese a estar cayendo por el filo de la montaña, podría encontrarse con una caída demasiado alta y no sabía si saldría vivo de algo así. Y desafortunadamente su suposición fue cierta.

En un momento dado cuerpo que aún era arrastrado por la fuerza de gravedad, dejó de sentir suelo debajo de él y sus piernas comenzaron a colgar, pero afortunadamente sus fuertes brazos se aferraron al suelo, sosteniéndose con toda la fuerza que podía y solo así pudo detener aquella aparatosa caída.

No sabía en qué momento había comenzado a llorar, pero en cuanto levantó su mirada hacia arriba pudo ver el rastro que su cuerpo había dejado a través de varios metros desde el lugar donde estaba, todo el filo de la montaña parecía tener piedras pequeñas resbaladizas, por eso no había podido detenerse antes.

Mientras sus brazos temblaban por el enorme esfuerzo que estaba poniendo para sostener su propio peso agarrado de un terreno tan inestable, decidió que en vez de intentar subir y volver a resbalarse, iba a pedir ayuda.

Su hermano y su cuñado debían estar cerca, entonces llenó de aire sus pulmones lo mejor que pudo y se contuvo de mirar para abajo.

— ¡Kihyun! —gritó con fuerza en medio de su llanto deseando ser escuchado— ¡Shownu! ¡Ayuda!

Sollozó sintiendo su cuerpo entero arder, pero no había respuesta, era como si no pudieran escucharlo.

— ¡Ayuda! —volvió a gritar con tanta fuerza que lastimó su garganta— Por favor... —sollozó.

De nuevo no hubo respuesta y estaba cansandose de estar colgando, siendo sostenido apenas por sus dedos y antebrazos. Su piel ardía tanto que parecía quemar y por sí su situación no fuera suficientemente mala, el sol seguía ocultándose con rapidez.

Y entonces lo más desafortunado sucedió. Su cuerpo herido no lo soportó más y cedió ante la gravedad y se dejó caer de un altura que aprecio eterna para él.

Algunos de sus huesos crujieron en el impacto y continuó cayendo, siendo arrastrado por la fuerza de gravedad hacia un sitio boscoso que parecía inexplorado. Claro que él no tuvo tiempo de fijarse en esos detalles. Todo lo que podía apreciar era su cuerpo rodar mientras escuchaba sus propios gritos.

Ni siquiera podía pensar en algo más que no fuera el hecho de estar vivo después de aquella caída, aunque era muy probable que su fortuna cambiara en segundos.

Cualquier intento por detenerse era nulo, así que a esas alturas ya no lo intentaba.

Pero se detuvo.

No de la manera que lo hubiera querido, pero al final acabó por detenerse cuando su cuerpo entero chocó con ímpetu contra algo demasiado duro. Quizá una roca o un árbol.

No sabía.

Con el impacto, sus ojos automáticamente se cegaron y en sus oídos sólo podía escuchar un agudo pitido que amenazaba con romper sus tímpanos. No podía moverse pero estaba seguro de que estaba sangrando hasta por los oídos. Escuchaba sus propios quejidos y aunque sus ojos empezaron a recuperar la visión paulatinamente, el resto de su cuerpo no quería reaccionar.

Entonces supo que quizá iba a morir desangrado en medio de una zona boscosa. Probablemente lo encontrarían mucho tiempo después, descompuesto y Kihyun iba a llorar por él sintiéndose culpable.

No quería que su hermano menor se sintiera culpable. Nadie debía serlo en realidad aunque no podía parar de pensar en que aquello le había ocurrido en un fatídico castigo del karma por intentar romper las barreras de su vida.

Sus ojos se nublaron, esta vez por las lágrimas y mientras miraba la bonita luna llena empezó a perder la consciencia, deseando con todas sus fuerzas revertir el tiempo y en vez de capturar el atardecer, poder capturar aquella bonita noche con una copa de champagne a su lado.

Perdió la noción del tiempo, su visión se cegaba de vez en cuando, otras veces era su consciencia la que lo abandonaba y volvía intermitentemente, como una luz que se encendía y se apagaba involuntariamente, como una lámpara a punto de dar su última función.

Entonces, en medio de aquel vaivén de su memoria escuchó un sonido. Algo leve. En otra ocasión notó que el cielo ya había vuelto a estar claro, como si estuviera amaneciendo. Pero no estaba seguro de nada porque incluso había olvidado hasta su propio nombre.

Su memoria volvió a perderse y a volver, como si y fuera una costumbre pero esta vez cuando abrió los ojos su corazón dio un vuelco al encontrarse con unos bonitos ojos marrones mirándolo fijamente. Aquella cara angelical parecía estar preocupada y a juzgar porque estaba acostado a su lado, podría jurar que había estado cuidando de él. Aunque eso no quitó la extraña sensación de su estómago, aquella le indicaba que tenía miedo y que estaba indefenso.

— ¿Me escuchas? —susurró con una voz ronca mientras seguía viéndolo fijamente— ¿estas consciente ahora? —el asustado Wonho provocó un sonido en respuesta sin ser capaz ni de mover su cabeza— Hola...

— ¿Quién eres? —preguntó con un hilo de voz— ¿Estoy muerto?

Una bonita sonrisa se pintó en los labios del pálido muchacho.

— No, no estas muerto... Es bueno que estés vivo... —susurró— solo estas... Perdido.

¿Perdido?

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