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9. No Puedes Ocultarte Toda la Vida

Narra Paul.

15 de Enero de 1981

Las gotas de lluvia golpeaban el cristal que protegía la ventana de mi habitación y la de Linda. Miraba el césped del jardín cada vez más húmedo mientras mi esposa leía acostada en la cama El Fantasma de Canterville en un libro de cuentos.
El agua junto con las pequeñas risas que Linda soltaba gracias a la lectura eran los únicos ruidos presentes, James seguramente estaba durmiendo y mis amadas hijas no hacían sonido alguno.

Ya ha pasado más de un mes desde la última vez que vi a John, lo último que supe de él es que en algunos días saldrá del hospital.

Me sentía bastante mal por no haber ido a visitarlo en navidad ni en año nuevo, aunque mi sentimiento de culpa se apaciguaba cuando recordaba que para John no era tan importante la navidad como lo era para los creyentes, y bueno, en año nuevo estuve en casa festejando el quinceavo cumpleaños de Heather.

Linda y yo no hemos vuelto a tocar el tema de mi relación con Lennon, pero yo sé que en el fondo entiende que mi decisión de quedarme en Nueva York por un tiempo más fue en gran parte influenciada por el castaño.
Tenía unas increíbles ganas de verlo, quería tomar el auto e ir directo al hospital a pedirle perdón por haberme ido de la manera en que lo hice.
Me imaginé haciéndolo con este clima y reí por lo bajo al verme a mí mismo ser tan teatral.

Retiré la vista del cristal que lucía encantador gracias a la lluvia y la fijé en Linda. Me levanté de la silla de madera en la que estaba y me acomodé en la cama, ella cerró el libro y se sentó a mi lado.

-¿Qué tienes cariño?-acarició mi mejilla-No has pronunciado ni una sola palabra desde el desayuno, y tampoco te has mostrado animado.

-Sólo estoy cansado, Lily, tal vez me hace falta dormir.

-A mí no puedes engañarme, Paul. Dime-retiró la mano de mi mejilla y la bajó para sostener mi mano-, ¿Por qué no puedes dejar de pensar en John? No me dijiste nada el día que llegaste de verlo en el hospital.

-Ese día demostré lo débil que soy. Prácticamente salí huyendo después de que...-Callé unos momentos.-de que me dijera que me ama, "todavía"-marqué las comillas con los dedos.

-¿Lo dudas?-frunció el ceño.

-Después de una de nuestras frecuentes peleas, yo le pedí que siguiéramos con nuestra relación, Lin, pero él ya estaba con Yoko. Obviamente John se negó, no sabía como pudo seguir con su vida como si no hubiera pasado nada entre nosotros dos, su mirada me dolía, era tan duro conmigo, me veía como si fuera un total desconocido para él, le entregué todo, y se fue, él me dijo que lo hacía por mi bien, pero no puedo concebir que algo que me provocó tanto dolor pueda ser por mi bienestar. Yo lo esperé por algún tiempo, esperé que regresara a mí, pero eso nunca sucedió.

Linda me miraba con atención y me transmitía un poco de lástima, le dio un apretón a mi mano y en ese momento me di cuenta de que mis ojos estaba llenos de lágrimas.

-Entonces llegaste tú. En esos días tan oscuros, donde creía que ya no había ninguna razón para levantarse de la cama y vivir, te recordaba, recordaba tu mirada y tus lindas palabras. Por eso ahora estoy aquí.-Linda me regaló una encantadora sonrisa y y limpió una lágrima con su dedo pulgar.

-Debes hablar con él, Paul, no puedes ocultarte toda la vida.

Me dio un corto beso en los labios y se levantó para salir por la puerta.
Volteé hacia la ventana y me di cuenta de que la gris tarde que antes nos cubría se había transformado en una con un sol asomándose tímidamente por entre las nubes cada vez más blancas. Puede ser que Linda se haya dado cuenta antes que yo y quisiera aprovechar tan maravilloso espectáculo natural para hacer algunas fotografías.

No puedes ocultarte toda la vida. Esas palabras resonaban en mi cabeza.

Me acerqué lentamente al espejo que estaba en nuestra habitación y miré mi reflejo en él. El cabello que hace algunos meses me decidí ir a cortar era como cuando los chicos y yo estábamos aún unidos, pero irremediablemente no me veía igual. Mi rostro había madurado, y escasas canas colorearon mi cabello haciéndome lucir muchísimo más varonil que en mi época de Beatle en 1967, y a pesar del tiempo y los cambios físicos -que a Linda le fascinaban-aquel chico de clase baja que vivía con su padre en Liverpool y por alguna razón tuvo éxito, sigue latente en mí, y con él las ganas de soñar, de vivir, de amar a quien corresponde, de ser libre y dejar de ocultarse.

-¡Paul!-gritó Linda desde el piso de abajo, irrumpiendo mis pensamientos y el silencio de la casa.

Bajé corriendo hasta encontrarme con ella frente al televisor, Heather y Mary también bajaron al oír el grito de su madre, se veían asustadas. Me acerqué un poco más a Linda y pude ver mejor la imagen de la televisión, era John, quien extrañamente apareció sin Yoko a su lado. Estaba sentado en una silla de ruedas detrás de una gran cantidad de micrófonos sostenidos por periodistas. Intenté crear un contexto y supuse que Lennon había ofrecido una conferencia de prensa.

No pude escuchar la pregunta de un hombre de cabellera negra, pero afortunada- ¿o desafortunadamente?- pude oír la respuesta.

-Así es, señor- pronunció John con un semblante seguro-Hace algunos años tuve una relación sentimental con Paul McCartney.

Abrí los ojos de par en par y un escalofrío recorrió mi espalda, sentí la mano de mi esposa pasar sobre mis hombros, giré la cabeza para mirar fugazmente a mis hijas quienes inevitablemente habían escuchado las declaraciones de mi ex-compañero de grupo. Los ojos hazel de Mary estaban llenos de lágrimas, y Heather me miraba con el entrecejo fruncido.

Vaya que la tarde sería muy larga.

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