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26. Margaret Woodgate

Narra John

Habían pasado ya ese par de días que el médico de Paul me pidió para dejarlo salir del estado de confusión en el que estaba. Después de esa plática con Margaret en la cafetería me había quedado con una sonrisa y un alivio enorme. Ella fue uno de los pensamientos más recurrentes en mi cabeza estos dos días, me había hecho sentir mejor, tenía meses de no platicar con alguien que no fuera Paul o Julian, aunque no me quejaba de ello, todo lo que necesito en esta vida es Paul, y mi hijo...es alguien tan noble. Me arrepiento tanto de todo el dolor que le he causado, quizá es una especie de karma, y por eso ahora estoy a punto de perder a McCartney.

Bajé del auto y suspiré de alivio. Las probabilidades de que Johnny Lennon muera en un accidente automovilístico son de un 98%. Estoy fuera del hospital sano y salvo gracias a ese 2% restante.

—Pediré un taxi la próxima vez—Murmuré para mi mismo mientras azotaba la puerta del carro.

Crucé el hospital para llegar al cuarto en el que Paul estaba, busqué al doctor con la mirada.

—Doctor Parker...

—Señor Lennon.—Estrechó mi mano sin saber cuanto lo maldecía por decirme señor tantas veces.

—¿Puedo entrar?—Parker asintió y abrió la puerta.

Paul estaba ahí, sentado en la cama, mirando el piso, tan blanco como todo lo demás.

—Los dejo solos.—Dijo el médico antes de salir, Paul levantó la mirada, y sus ojos avellana se clavaron mí.

—¿John? ¿Qué haces aquí?

Mi respiración se cortó por instantes. De verdad creía que todo estaba como meses antes del accidente. Hagamos un intento. Me acerqué a él.

—¿Cómo que qué hago aquí? He estado aquí el último mes y medio, cuidándote—pasé lentamente la mano por su mejilla, la alejó a la misma velocidad.

—No entiendo nada, ¿dónde está Yoko?

Abrí la boca para contestarle, pero el sonido de la puerta abriéndose me detuvo.

—¡Papá!—exclamó una voz aguda para luego correr a Paul.

Giré la cabeza para encontrame a Linda con James de la mano, y Stella de la otra. Suspiré desganado.

—¡Princesa!—Paul la abrazó con entusiasmo y cuidado para no lastimar más las costillas que estaban terminando de sanar en su interior.

Mary soltó a su papá y Paul instantáneamente miró a Linda. Sus ojos se iluminaron al verla, a ella y a su futuro bebé. Algo se rompió en mi interior al darme cuenta de que ese brillo no era para mí, era para ella, todo lo que había recuperado se había ido en un momento, y con una sola mirada.

Tragué saliva y decidí ocupar algo de mi dignidad. Salí de la habitación, pude oír como Linda me llamaba, la ignoré y cerré la puerta detrás de mí.

En cuanto puse un pie en el pasillo sentí el impulso de ir a buscar a Margaret, pero una mano en mi hombro me detuvo.

—John, no te vayas.—me pidió Linda, suspiré y me situé frente a ella.

—¿Qué puedo hacer?—levanté los hombros—Él ya no me necesita.—la rubia bufó.

—Deja de decir estupideces, John.—me miraba con el ceño fruncido, aparentemente molesta.

—No son estupideces, ¿no notaste cómo te mira?

—John, no sé si recuerdas que yo estaba casada con él y eso no te importó. Ahora resulta que vas a irte por una mirada.

—No es sólo una mirada. Ahg, lo conoces, sabes que significan ese tipo de cosas.

—Es sólo una confusión...

—Parker ya debió explicarte, ¡no me recuerda!

—Claro que te recuerda...—titubeó antes de continuar.—lo que no recuerda es lo que pasó en los últimos meses.—suspiró.

Tomó mi brazo y me llevó a la sala de espera para luego sentarnos en un sillón mullido.

—Debes saber cómo hiciste para enamorarlo hace 15 años. Paul es el mismo, tú eres el mismo, más maduros, sí, pero los mismos.—alejó la vista de mí—Por mí no debes preocuparte, sé que Paul no me pertenece más. Él...está destinado a permanecer contigo, no hay nada más que decir.

Abracé a Linda, al principio pareció confundida, luego me devolvió el abrazo.

—John—dijo una voz a penas familiar, me separé de Linda para observar a la doctora Woodgate frente a nosotros.

—Margaret...—sonreí.—Es un gusto volver a verte.

—Igualmente, John.—miró a Linda—Linda...Eastman—dudó qué apellido mencionar—Una extraordinaria fotógrafa. Mucho gusto.—Linda le agradeció y estrechó su mano, su sonrisa no era nada cálida, había algo de falsedad en ella, cosa que en Linda me extraña muchísimo. La soltó.—Fue...un gusto verlos, pero debo irme.—los dos asentimos y ella se marchó.

—Ni siquiera a mí me ves así —le dije mirándola con curiosidad, ella mantenía los ojos al frente.

—Hay algo en esa mujer, algo que está mal—murmuró.

La tacharía de loca si no supiera la intuición que tiene, si en algo se parecía a mi ex-esposa era en eso. Tal vez debería alejarme de Woodgate antes de que algo malo suceda.

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