2. Mujeres
Narra Paul
La respiración pacifica de Linda al dormir llenaba la habitación. Era una fría noche en Nueva York, un hermoso otoño de 1980 que mi esposa decidió pasar en su ciudad natal. Habíamos comprado una casa aquí hace algunos años, nos era bastante útil en las giras, además, queríamos estar siempre cerca de nuestros hijos, un hotel por una gran extensión de tiempo no era la mejor opción.
Pasaban los segundos, se iban junto con la noche, y seguía sin poder encontrar el sueño. Algo me inquietaba, era una sensación bastante extraña, y me incomodaba tanto que estaba dispuesto a irrumpir el descanso de mi mujer y decirle lo que sucedía para que me ayudara a solucionar el problema. Sé que ella lo haría, tiene ese poder femenino que arregla todo lo que necesita ser arreglado.
Mientras pensaba en Linda no pude evitar recordar la letra de Woman, y con ella la imborrable presencia de su autor en mi cabeza.
La piel se me erizó al recordar sus ojos, su cabello maltratado y esa última sonrisa que me regaló hace ya 5 años.
Me levanté de la cama intentando no despertar a Linda y bajé a prepararme una taza con café. En cuanto terminé, salí de la cocina con la taza en la mano para dirigirme a un pequeño estudio que había instalado en casa. Dejé por un momento la taza en un escritorio y me dediqué a buscar Double Fantasy entre todos los vinilos que tenía.
Necesitaba oír la voz de John.
Tomé la taza con café, encontrándolo tibio. Me senté en un sofá y me hundí en él, sintiendo como lo que pensé que me relajaría me provocaba un hueco en el estómago aún más grande.
Debo admitirlo, desde su retiro, no había escuchado las letras ni la voz de John, se me había olvidado su manera de expresar tantas cosas en una sola canción. Y así llegamos a Woman. Tantas cosas expresadas, podía asegurar que Yoko, Julia y Mimí estaban impresas en ella.
Nunca he odiado a la japonesa, simplemente no me agrada, aunque debemos reconocer una cosa; ella no tuvo toda la culpa.
John simplemente se enamoró, y él no es un estúpido, la mujer debe tener algo bueno.
Pero dentro de todo esto sólo hay una cosa que me duele:
La ama más a ella de lo que me amó a mi.
Error tras error, eso es lo que hemos cometido estos últimos 12 años. Quizá si hubiera tenido el valor de acompañarme a decir la verdad a todo el mundo, ahora estaríamos juntos, pero no tuvo la osadía suficiente para decir lo que en realidad somos.
El teléfono suena y me saca del trance en el que estoy sumido. Limpio un par de lágrimas que se escaparon de mis ojos sin que yo lo notara y me levanto a contestar.
-Paul... John...- Es Ringo, y está llorando del otro lado de la línea.
-¿Qué sucede?-intentaba mantener la calma, aunque la preocupación y un gran dolor me llenaron al oír el nombre de John de los labios de Ringo en ese estado.
-L-le dispararon, Paul-soltó el ojiazul.
♦♦♦
Realicé mi viaje al hospital lo más rápido que pude y con Linda a mi lado.
La rubia se empeñó en ir conmigo, y honestamente no sabía si molestarme o agradecerle tal gesto.
Apreté su mano en cuanto ví a Yoko frente a mí con los ojos llorosos, jamás me imaginé verla así.
Me acerqué hasta la mujer con miedo, no tenia la menor idea de que decirle, pero creo que la pregunta que salió de mis labios fue la adecuada.
-¿John está bien?-asintió con la cabeza.
-Ya está en la cárcel-mustió Yoko refiriéndose al maldito que le disparó.
Un médico salió de la habitación que teníamos enfrente. Se acerco rápido a Ono y le susurró algo al oído. Ese murmullo la hizo sonreír ligeramente. Me miró y se borró la mueca de felicidad de su rostro.
-John despertó.-espetó y se encaminó a la puerta con el número 796. Mi desesperación provocó una corriente eléctrica a través de mi espalda.
-¡Espera!-Levanté la voz soltando la mano de Linda, haciendo que Yoko se detuviera y volviera la vista a mi.-Quiero verlo.-pareció más una súplica que una petición.
-Tal vez él no quiera verte a ti.-me quedé inmóvil en el lugar en el que estaba parado y observe a la diminuta mujer entrar al cuarto. Linda se acercó y volvió a tomar mi mano, pero increíblemente su fortaleza no llegaba a mi como siempre lo hacía. Lo que Yoko había dicho me hería brutalmente, porque quizás era verdad.
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