¿Alguna vez han sentido aquella sensación de tener algo nuevo entre tus manos y temer en romperlo?

Cómo si de porcelana se tratase, tan delicada que uno mismo teme tocarla, quebrarla en pedazos pequeños y inservibles.

Bueno, algo así me sucedió.

En realidad, describir en que aspecto fue aún se me dificulta. Tal vez no soy capaz de entenderlo al cien por ciento o tal vez no lo sé, no ahora. No es un sentimiento cálido, me aterra por dentro seguir sintiéndolo, como si le gustará estar dentro de mí y no quisiese salir de mi mente.

Dude mucho en escribir de nuevo, no tenía la valentía suficiente y me queda mucha que recuperar. Cuando tocó este icono, en el preciso momento en que las letras empiezan a cobrar un sentido, todo empieza a girar como una ruleta. Me mareó tanto, la confusión empieza a dominarme y el miedo me vuelve a perseguir.

Lanzó el celular a algún lugar y vuelvo a la realidad. No me siento tan vulnerable, ya no es frío.

Es sorprendente cuanto estoy escribiendo aquí, sin sentir que me arde la garganta y los pelos se me erizan.

200 palabras cuentan como un comienzo.

¿Verdad?

—Andrea.