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𝑶𝒓 𝑻𝒉𝒆 𝑺𝒕𝒂𝒓𝒔...

—Kook.

—¿Pasa algo, TaeTae?

—Hay muchas estrellas esta noche, ¿no crees?

A como logra desenterrar del empolvado baúl de sus recuerdos, esa fue la noche detonante donde Jeon JungKook pudo percatarse de un pormenor bastante trascendental que provocaría mareas y tormentas más allá de su sentir sosiego y cotidianidad.

Se había enamorado... y, no intencionalmente, de su mejor amigo.

«¿Qué importa si las hay? Igual todas se ven opacadas con el irreal brillo de tus ojos.»

Tras ese pensamiento, al cual le prosiguieron bastantes similares que le generaron un vacío inquietante el resto de la noche, entendió que estaba totalmente perdido en ese bosque de incertidumbre y de lo desconocido, caminando sin un rumbo concreto que lo transportó hasta los confines de lo caótico de sus sentimientos, logrando además descabalar el uso de su razón.

—Supongo —balbuceó, más perdido en el simple barrer de pestañeo por encima de los ojos claros del menor sobre el viento que en centrar todo el torbellino de sus emociones hasta reducirlo a algo menos destructivo que los alaridos internos exigiéndole abrazar ese grácil cuerpo y aprisionarlo contra el suyo para nunca perder ese natural aroma que, hasta ese momento, no sabía cuánto podía enloquecerlo.

—Mmm, es extraño, ¿no lo crees? Que, precisamente hoy, el cielo parezca más... brillante, más embelesador diría yo.

—¿Embelesador? —preguntó un algo de diversión, disipando una fracción de su neblina interna. TaeHyung, tal vez hasta esa tarde, había sido un chico lleno de dudas y peligrosa inocencia. Era, efectivamente, demasiado joven para ver la maldad detrás de los rostros sonrientes y las corrientes turbulentas de las situaciones. Sin embargo, al parecer una colosal tempestad fue suficiente para que la percepción de TaeHyung se enfocara ya no sólo en las palabras, promesas o sonrisas; sino en los recuerdos y el valor más allá de lo material, y esto lo había notado en su nueva personalidad culta de ver por afuera de su mundo hacía algunas lunas llenas atrás. Algo que a JungKook le aterró demasiado conocer el trasfondo y lo que significaría a posterior—. ¿Quién eres y qué le has hecho a mi TaeTae?

—Oh, ¡vamos, Kook! —dijo, mostrando esa linda sonrisa completa y simétrica que todavía logra sacarlo de órbita hasta transportarlo a una nueva galaxia de plena felicidad—. Sólo crecí.

—Mmm, no lo creo. Para mí sigues siendo mi pequeño, adorable y lindo bebito digno de cuidar.

—Basta —dijo entre las risas provocadas en sus costillas y sobre el tacto de su brazos, aquellos que siempre estaban siendo sostenidos de una manera tan afine y delicada que lo hacían sentir mil explosiones internas que, además, lo volvían loco—. ¿Entonces? —preguntó en cuanto recobró la cordura. Aunque es un decir, porque con JungKook cerca eso era casi imposible de lograr.

—Ah… no tengo idea, y no creo en nada místico que lo haga parecer una coincidencia si eso quieres que diga.

—Yo tampoco, sólo decía que es extraño.

«Tú eres extraño... Y eso me encanta.»

—¿Qué crees que signifique esa? —cuestionó TaeHyung al cabo de unos minutos donde se dejaron abrazar por el silencio acogedor de la velada. Aquel joven que apenas vivía sus quince inviernos de flores moradas con lienzo suave blanco señaló algún punto del inmenso anochecer presente desde ese viejo puente de piedra donde ambos se encontraban una y otra vez que necesitaran un poco de alivio del mundo real que los esperaba regreso a casa; casi siempre con sus manos entrelazadas inocentemente y apenas, años después, JungKook cae en cuenta de las verdaderas emociones evocadas tras esos pequeños momentos que sabían a gloria.

—¿Cuál de todas? —inquirió JungKook—. No sé si no lo has notado, TaeTae, pero el cielo está lleno de ellas.

—Esa que está más apartada. —El repentino tacto de sus manos juntas lo ayudó a encontrar el objetivo del pequeño curioso, provocando desconcierto en JungKook por la notoria cercanía de sus rostros, donde pudo distinguir cada una de sus estrellas y pequeñas pecas cósmicas que constantemente hacían de su rostro una verdadera alucinación estando en vida—. Tan apartada y pequeña como olvidada del resto —susurró suave, y JungKook no pudo evitar posar su vista en esos labios carmín.

—N-no lo sé Tae... —replicó a pesar de siempre querer darle una —aunque en ocasiones vana— respuesta, apartándose y esforzándose en encubrir sutilmente su acto de TaeHyung—. ¿Deberían tener significado?

—Todas las cosas del universo tienen un significado, JungKookie, solo debemos de ser lo suficientemente valientes para darles uno o para encontrarlo sin tener miedo de conocer una nueva verdad o realidad... ¿Cuál crees que sea el suyo?

—Ya te lo dije: no tengo ni la menor idea.

¿Por qué TaeHyung siempre tuvo que ser tan curioso? Nunca importó realmente llevarle cuatro años de diferencia, cada que él externó sus pensamientos dudosos o de los que quería una respuesta concreta lo dejaba sin palabras, siendo su temor cuánto podría haber en esa pequeña cabecita que, hasta cierto punto, todavía lo intimida y —temía además— que un día sus preguntas fuesen demasiado para su compresión o para su corazón.

Y, con la ataraxia de la noche misma, ese temor se hizo una realidad.

—Kookie...

—¿Si? —dijo, ambos sumidos en esa confabulación tan especial que los unía. Una confidencialidad única que nada más ellos conocieron a través del portal de sus almas unidas en una misma línea de asombro y maravillas.

—Sería posible que... No, olvídalo.

—Oh, vamos Osito, sabes que puedes confiar en mí.

Osito… TaeHyung amaba ser llamado así. Mejor dicho, sólo le agradaba si era del mismo JungKook quien provenía aquel lindo mote que lograba colorear sus mejillas con furor. Y es probable que a partir de esos comportamientos fue que surgió la tergiversación de sus sentimientos hacia alguien que solamente está destinado a ser fraternal para su vida. Pero, en esa bella inocencia que poseía, él no pudo percibirlo antes para poder evitarlo.

—¿Realmente puedo? —cuestionó serio. Todo en su vida estaba siendo un caos: lo que era seguro ya no estaba, las promesas que esperaba nunca llegarían junto a un amor que él poseería hasta el día de sus días. Lo que podía o no hacer ya no era un hecho, y eso revolvió todo el rumbo de su percepción.

—Claro que sí.

Y, a pesar de ello, JungKook todavía lograba recobrar un ápice llama vivaz de esperanza interna que almacenó como un tesoro mismo que se mantuvo por años con el aparecer de aquella amplia sonrisa que se sentía como una cálida bienvenida a su hogar.

—¿Crees que mis padres estén en alguna de esas estrellas? —murmuró para evitar ser escuchado, pero inconscientemente quería serlo, porque así se sentiría menos como un cachorro solitario en ese mundo gigantesco.

Y así fue como el sensible corazón de JungKook se cristalizó en mil fragmentos. Un casi adulto lleno de amor por un chiquillo curioso que lo trajo vuelto loco en sobre manera e inexplicable durante tantos años que el revuelo de sus emociones, en vez apagarse con el hielo de la distancia, se aviva con cada día que pasa en su compañía. Y, cuando lejos se encontraban, lo añoraba tanto que dolía de una manera que no le hería, más bien lo motivaba a despertar cada día con la esperanza de poder encontrarse nuevamente con Kim TaeHyung.

A pesar de todo, de todos los buenos pensamientos que él le provocó cientos de veces en momentos de soledad y desesperanza, llegó a sentirse mal y a recriminarse de no ser lo suficiente bueno para proteger a TaeHyung de poder no encontrarse tanto con aquellas horribles tempestades de la vida. De permitir que un tiempo esa distancia fuera un problema para ellos y, consecuentemente, la incrustación en el alma de sus sentimientos por fin fuera un obstáculo para seguir viviendo.

Y, por mucho que un día las cosas entre ellos se puedan resolver, o hacer más ameno para tener un ápice de la relación que alguna vez mantuvieron, JungKook jamás se perdonará por ello.

—Quisiera poder responder a eso Tae... pero lamentablemente no puedo. ¿Por qué siempre estás buscándole un por qué a las cosas? Me dejas ver como tu tonto Hyung que no puede responder —preguntó con gracia, en su afán de desviar el tema de los padres de TaeHyung. Todos estaban muy dolidos desde el accidente, de alguna manera es como un pequeño mundo se hubiera acabado. En cierta forma eso es lo que ocurrió, y es lógico pensar que él más afectado por encima de cualquiera fue ese chico de ojos color avellana vacíos.

Verlo triste es el punto principal dentro de su lista de cosas que nunca deseó para TaeHyung y que a tan temprana edad no pudo evitar que viviera. No obstante, odia más no haber podido quitar esa expresión de sosiego de su rostro que lo opacó por completo durante meses. Odiaba y odia aun simplemente no haber sido el soporte que en realidad TaeHyung necesitó para poder mantenerse y, en cambio, ser una carga más para su inestabilidad emocional que seguramente se esparcía con el resto de basura espacial de su mente.

—Lo lamento, Kook, no quería hacerte sentir tonto, es sólo que... me gusta... es mi manera de saber más de esta extraña vida. —dijo, con una media sonrisa adornando esos labios que lo pusieron tan nerviosos—. Sé que puede parecer raro, pero sabes que no puedes caer más en el fondo cuando eso te parece una simple nimiedad contra aquello que desconocemos, que logra llamar más tu atención que lo nombrado como normal. —JungKook lo miró con una mezcla entre diversión y preocupación. TaeHyung, tan tierno como pequeño, era el ser más curioso e indescriptible con el que se hubiera encontrado, y siempre le preocupó que un día se encontrara con algo que no pudiera manejar.

—Me gustaría ser una estrella —mencionó mientras se hacía ilusiones de un hecho que jamás sucedería, con una sonrisa llena de nostalgia—. Seguro y la vida allá afuera es menos doloroso y más impresionante que aquí en la Tierra.

«Pero sabes que no puedes caer más en el fondo cuando eso te parece una simple nimiedad.»

Años atrás no lo hubiera imaginado, nunca estuvo en sus planes (entonces tal vez esa es la magia detrás de la serendipitia), pero encontrarse con esa bella alma, con la Luna siendo la mayor testigo de su infantil amistad y lazo que daba a ser inquebrantable, fue la mejor de las coincidencias de su vida que la transformó por completo.

Después de todo, por eso era su pequeño mejor amigo, por más que actualmente deseé ser distinto.

—¿Quieres saber qué significa para mí esa estrella, Tae?

—Te escucho.

JungKook logra recordar que se lo pensó unos segundos, tomándose su tiempo para hacer de el momento más melodramático por alguna razón. Tal vez era la edad o la euforia de sus sentimientos haciéndose presente, pero no está seguro. De lo que sí está seguro es que a él no le importaban en lo más mínimo las estrellas esa noche, ni el cielo oscuro abrazado el planeta, ni lo que sea que estuviera más allá de su mundo y de su compresión. ¿Cómo podía haberle importado algo tan trillado y confuso como eso cuando estaba seguro de tener al más perfecto y hermoso ser del universo a su lado, con sus ojitos brillosos y emocionados por algo tan insignificante como el significado espiritual de algo a millones de años luz? Exacto, sólo alguien tan excepcional como TaeHyung lo haría.

Ese es el principal motivo por el que el corazón de JungKook se enciende en un mundo de fuegos artificiales en recordar cada ocasión que compartieron juntos, porque en realidad no hay otra forma de describir aquella explosiones que surgieron debido a su pequeño TaeHyung, pero en ese entonces le aterraba averiguar lo que aquello significaba.

Mejor dicho, le aterró tanto aceptarlo que terminó alejándolo de su lado.

—¿Sabes qué, TaeTae? Para mí, esa es la estrella más afortunada de todo el cosmos existente.

—Pff. ¿Qué dices? Podría estar muerta y no lo sabríamos, eso no tiene sentido, Kookie.

—Muerta o no, tuvo la mayor de las suertes al llamar tu valiosa atención. —El apenas perceptible reír de TaeHyung se detuvo tras la seriedad de aquellas palabras atisbando sus sentimientos, con la confusión llegando a las puertas de su mente—. Ahora mismo cualquiera desearía ser esa estrella y tener la dicha de tu completa atención y un espacio en tu pensamiento...

El calor en las mejillas de TaeHyung subió tan rápido procesó las palabras de su amigo. Que JungKook le hablara así tan de repente y con tanta naturalidad lo ponía demasiado nervioso la mayoría de las ocasiones y no entendía el por qué. Lejos de eso, llegó a justificar el actuar de su amigo con que sólo lo decía para despejar su mente de lo horrible que estaba siendo su vida.

Todos trataba de hacerlo sentir mejor, como el resto de personas que sentían lástima del pequeño niño ahora huérfano; pero eso jamás nadie lo logró, no con el dolor que apretó cada noche su pecho, y con el sentir de soledad que dejaron sus padres tras su partida.

—Los extraño —dijo con el nudo formándose en el inicio de su garganta—. Los extraño demasiado, JungKook.

—Lo sé, pequeño, lo sé.

—Ahora, más que antes, tengo miedo de estar solo de nuevo.

—No estarás nunca solo Tae... Yo estaré contigo siempre.

Su corazón se aceleró emocionado en demasía. Estar por siempre con JungKook... era algo que soñaba y quería, un TaeHyung inestable de quince años en serio lo quería más que la vida misma, aunque fuese algo contradictorio (porque para TaeHyung, en ese entonces nada tuvo sentido). Lo que ignoraba triunfalmente era la manera en que su corazón realmente deseaba con el trasfondo de sus palabras.

—¿Lo dices en serio?

—Jamás he hablado tan en serio en mi vida. Puede que el mundo de vueltas hasta un final incierto, puede que las olas del mar un día se desboquen por la Tierra, inclusive todo podría detenerse y aun así te elegiré por encima de cualquier cosa. Te quiero mucho, Tae, y eso ni el universo lo podrá cambiar.

Cuando se percató de lo acuoso de sus orbes, y de un brillo particular que los hizo resaltar, JungKook no pudo haber estado más seguro de que sus palabras serían una realidad: él las haría realidad a toca costa.

—Y yo a ti, Kookie.

Esa noche por fin se atrevió a tomar entre sus manos nuevamente con las de TaeHyung, pero detrás de esa acción con emociones diferentes, incitándolo a llevarlo de regreso a casa, donde ambos pudieran encontrar un hogar juntos. No obstante, antes de que pudieran dar siquiera un paso, TaeHyung sólo dio un último suspiro al cielo, sin rechazar el tacto cálido e ideal de su amigo.

—Feliz primer año en el cielo, papis. —Con la última lágrima silenciosa cayendo por su mejilla, regresó a la cueva de sus penas, no sin antes encontrar un nuevo refugio en el cual sentirse protegido... en los cálidos brazos de JungKook.

Y por más que ambos regresan a esa noche donde todo cambió para ellos de maneras tan distintas y dolorosas, llegan a la misma conclusión de que sólo quieren volverse a esos días donde fueron plenamente felices el uno con el otro… sin ningún tipo de obstáculo. O, tan siquiera, antes de que ellos mismos fueran el impedimento hacia donde siempre estuvo su mayor felicidad: hacía ellos en un mismo destino.

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