♡ ‹ around my scars.
A veces MiYeon podía ser demasiado... Inquieta. A ella no le gustaba permanecer en el mismo lugar o la misma situación por mucho tiempo. MiYeon pasaba su vida siendo una visitante.
Y quizás por eso resultaba ser también muy desconfiada.
MiYeon creció en su país, Corea. Tuvo una infancia difícil sin embargo. Con una madre ausente y un padre adicto al juego... MiYeon simplemente vivió cosas que no debería a tan temprana edad. Así que cuando era mayor, MiYeon comenzó a trabajar después de dejar la escuela. Era flacucha, sin cualidades, sin experiencias positivas. Pero era una gran artista.
MiYeon dibujaba. Pintaba. Había encontrado pasión. Una pasión que llamó su primer amor. Vender cuadros de una cualquiera no le traía el dinero suficiente, así que soñaba. MiYeon soñaba encontrar la paz en la pasión.
Una chica apareció en su vida de repente.
Minnie era menor que ella. Pero se parecían. Minnie tenía un pasado doloroso y le gustaba dibujar. Minnie hacía grafitis en los callejones, y un día MiYeon la encontró. Sonrió por el dibujo tan extraño que Minnie hacía y dijo:
—Tenemos puntos de vista muy diferentes a lo que es un buen arte.
Mientras MiYeon usaba lienzos de tela, Minnie usaba paredes. Y con el tiempo se volvieron inseparables.
Juntas caminando llegaron a pasar a un lado de un local de tatuajes. MiYeon observó al hombre que se veía por la ventana de cristal, estaba dibujando un dragón en la pierna de una mujer.
Una idea pasó por ambas cabezas.
Meses después, Minnie y MiYeon tenían su licencia y estaban listas para tatuar. Probaron primero en sus pieles. Minnie le tatuó una paleta de colores. MiYeon tatuó una lata de pintura.
Pero como dije, MiYeon era inquieta.
—¿No sueñas con algo más?
Minnie, quien estaba prestando atención al televisor, escuchó y la miró.
—¿Sueños?
MiYeon tenía la cabeza apoyada en sus brazos, recostada en el suelo frío de cerámica. ¿Tenían muebles? Por supuesto, ganaban buen dinero.
—No lo sé —suspiró—. Cuando dejaste tu casa, ¿Qué buscabas en realidad?
—Algo que comer después de tres días. —contestó vagamente. Mas después de un silencio de unos minutos, entendió que su amiga estaba pensativa. Así que dejó el televisor apagado y volvió a hablar—. Cuando era niña, los sueños que tenía estaban rotos. Mi familia nunca me permitió soñar, ni siquiera querían que sonriera.
MiYeon estaba atenta mirándola a los ojos desde su posición.
—Así que crecí sin soñar. No tengo metas, MiYeon. No sé qué más pedir porque siempre tuve poco —Minnie resopló—. Pero tú eres diferente a mí en ese sentido. Yo apenas conseguía para comer y pintaba las paredes, tú tenías... Ideas. Te las arreglas, siempre sabes qué hacer y buscas respuestas.
‹‹No, no sé soñar, MiYeon, pero reconozco a los soñadores. Y tú eres una... Estrella, ¿Sabes? Eres brillante y estás a demasiada distancia del mundo, brillas tú sola aunque hayan millones haciendo lo mismo››.
Si tan solo Minnie no hubiera enfermado días después de eso... Si tan solo a MiYeon se le hubiera dado la oportunidad de despedirse, tal vez las cosas serían diferentes.
MiYeon compró un boleto de avión. Terminó en Taiwan. Rápidamente encontró un local que amó su trabajo, así que comenzó una nueva vida. Después de todo, Corea ya no tenía nada que le importara.
MiYeon se hizo muchos tatuajes. Tenía el cuello cubierto, una manga de colores, las piernas repletas de garabatos. Incluso tenía una estrella debajo del ojo izquierdo. Era pequeña, casi inexistente. Pero enorme para ella.
Resultaba que MiYeon era atractiva. Fue contratada como modelo de marcas de emprendedores en la ciudad, le estaba yendo muy bien. Ganaba la vida tatuando y posaba para fotos de ropa algunas veces.
Pero ni los tatuajes ni la ropa podían cubrir la realidad.
A veces se miraba al espejo antes de bañarse y se quedaba quieta en su lugar. Marcas que no tenían tinta en sus brazos. Marcas que no la hacían feliz. Marcas que le recordaban que seguía siendo solo ella.
Al primer corte, MiYeon sabía que Minnie la hubiera detenido. Sabía que Minnie hubiera hecho hasta lo imposible por reemplazar ese dolor. Pero Minnie ya no estaba, ¿Qué importaba?
En un día normal de trabajo, SoYeon, la recepcionista que casualmente también era Coreana, le dijo que tenía una clienta para ella. Era habitual que Yuqi, la novia de SoYeon, la tatuara. Mas era su día libre y al parecer a esta clienta le había gustado el trabajo de MiYeon.
MiYeon aceptó, le indicó que esperara unos minutos en lo que se acomodaba y luego entrara. Sacó unos guantes negros, preparó su cuaderno de diseños, limpió la silla y luego asintió a SoYeon para que pase.
MiYeon recuerda la primera vez que vio a Shuhua. Porque, ¿Cómo olvidar a una chica de cabello rubio, ojos enormes, lunar cerca de la boca y sonrisa maravillosa? Fue como planeado. Como si todo lo que había vivido la llevara a ella.
Shuhua le indicó dónde quería el tatuaje, le dio ideas, incluso tomó el lapiz y dibujó ella misma algo que no sabía cómo explicarlo. MiYeon la tatuó una hora y media en la espalda. No vio su rostro en todo ese tiempo, pero su sonrisa no se borraba de ella.
—Eres brillante —dijo Shuhua después de ver el trabajo terminado—. Una estrella. —se tocó debajo del ojo, haciendo alusión al tatuaje que MiYeon tenía.
—En realidad esta estrella no es por mí.
—¿Ah, no? ¿Quieres contarme? —MiYeon pensó, y esa duda hizo que Shuhua asintiera—. Demasiado personal, lo entiendo.
—No es... Mmh. No suelo hablar de esas cosas y no tengo muchos amigos, así que no me abro fácilmente.
Shuhua tomó su chaqueta, de ella sacó una libreta y anotó algo ahí, después se la entregó.
—Puedo ser tu amiga, tu amante, una extraña que tatuaste, un hombro en donde llorar. Elige tú qué quieres que sea.
MiYeon no la llamó inmediatamente. Sino, después de dos semanas.
Shuhua era muy contraria a MiYeon. Sonreía mucho, tenía ropa colorida, era risueña. MiYeon solía estar seria, usaba ropa negra, era realista. De alguna manera eso funcionaba para las dos.
MiYeon habló de su pasado por primera vez después de cuatro meses saliendo con Shuhua. Si, es real lo desconfiada que era. Pero la rubia era comprensiva. Su vida no era trágica como MiYeon, tenía sus altos y bajos. Ella lo llamó "lo normal" si tomas en cuenta que estás siendo lesbiana en un país homofóbico y en una familia conservadora. Aunque a Shuhua no le importaba mucho.
Y un año después, se besaron por primera vez. Pero la razón también las llevó a sus primeras lágrimas con la otra.
MiYeon estaba sola en su departamento. No esperaba a nadie, nunca lo hizo. Había discutido con Shuhua horas antes, a este punto ni siquiera recordaba por qué. Solo estaba muy molesta y creyó que Shuhua no volvería a verla. Y la soledad la golpeó.
Minnie fue su acompañante de vida. Claro que tenía una novia, se llamaba SooJin. Oh, Minnie amaba a SooJin, mucho. MiYeon les tatuó un par de gatitos a las dos, riendo y pensando que estaban locas. Pero así era el amor.
Amor que MiYeon creyó que ya no existía para ella. Es decir, su familia ya ni siquiera la recordaba, no tenía amistades verdaderas y fuertes, no le debía nada a nadie, no tenía a Shuhua. Entonces, sentada en la sala, MiYeon pensó que ya había vivido lo suficiente.
Sus cortes sangraban, dolían. MiYeon se recostó en la bañera con agua tibia, esperando el final en lo que ella pensó, era paz.
Pero la puerta se abrió y un aroma conocido a fresas se metió en su nariz. MiYeon abrió los ojos justo a tiempo.
—¿MiYeonnie? ¿Estás aquí? Escucha, lamento lo que pasó hoy, no debí gritar y creo que las dos dijimos cosas que no-...
Había parado en seco cuando la vio en la bañera roja. MiYeon lloró y Shuhua la siguió después. Ambas llorando, a Shuhua no le importó nada más, se acercó y la abrazó aún si estaba fría, mojada y con manchas de sangre. La vida de MiYeon valía más que eso.
—¿Por qué, amor?
Acarició su rostro con una mano temblorosa, ya había marcado a emergencias y dijeron que estaban en camino.
MiYeon la miró con ojos cansados.
—Me apagué. —explicó simplemente—. Las estrellas se apagan, Shu. Las estrellas que vemos ya no existen, el universo está repleto de estrellas que ya han muerto. Yo ya exploté, la estrella que viste ya no existe.
—Las estrellas que vemos están apagadas porque están a millones de años luz de distancia. Tú estás entre mis brazos y sigues brillando, así que no, no te haz apagado, amor.
MiYeon alzó su mano rojiza, tenía poca fuerza, pero alcanzó a tocar la mejilla de Shuhua. Luego, simplemente la besó. Así de sencillo, MiYeon había encontrado otra pasión; amar a Shuhua.
MiYeon no murió porque Shuhua la salvó. Al menos, ese día lo hizo.
Pasaron los días, hasta que luego de unos meses Shuhua vivía con ella. Se aseguraba de preparar el desayuno, juntas limpiaban el departamento, MiYeon hacía el almuerzo y la cena era hora de cocinar las dos.
MiYeon amaba esa rutina. Por primera vez, no quiso cambiarla. Estaba cómoda.
Pero el dolor no desaparece tan fácil. Hay que darle tiempo, dedicación, ser paciente y constante. Y MiYeon tenía poco de eso y muchas heridas.
Shuhua era una chica feliz, MiYeon estaba tristemente enamorada.
Entonces Shuhua dibujó estrellas en las cicatrices de MiYeon. Besaba cada dibujo hasta terminar con uno en sus labios.
—Mi boca no está herida. —rió MiYeon.
—Es lo más cercano a besar tu corazón. Y tengo poderes mágicos, mis besos sanan.
—¿De verdad? ¿A cuántas heridas has besado para saber eso?
—No necesito muchas pruebas. Mi amor te curará, mis besos son la dosis perfecta para tratar la tristeza.
—Soy feliz cuando me besas. —confesó MiYeon.
—Entonces funciona. —guiñó y se acercó a besarla otra vez.
MiYeon pensaba que no siempre iban a funcionar. Shuhua decía que confiara en ella.
Y tal parece ser, la chica de tatuajes acertó primero.
¡Gracias por leer!
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