iii
"Steve," fue la primera palabra que los labios de Bucky mencionaron aquel día, junto a un gruñido. Había abierto los ojos y el sol de media tarde había impactado con fuerza contra sus pupilas. Su garganta estaba seca, intentó levantar la cabeza, pero ésta le pesaba el triple que de costumbre. Se pasó una mano por la frente, tratando de estabilizar su cuerpo, el cual parecía estar sufriendo un tsunami por dentro que pronto erupcionaría como un volcán. Estaba en su habitación, podía ver el resto de edificios de Brooklyn desde su ventana, como siempre, pero estaba solo, la cama que se encontraba a su lado estaba vacía. "¿Steve?," repitió.
"Estoy aquí," escuchó y alzó la vista para encontrar al otro muchacho en el marco de la puerta con un vaso de agua.
Su pequeño y escuálido amigo estaba vestido con ropa de calle. Eso preocupó a Bucky. Estaba seguro de que Steve había salido fuera aprovechando que él estaba dormido. Maldijo por lo bajo. No le gustaba nada la idea de que Steve saliera a la calle en pleno mes de diciembre, y menos en un año en que las bajas temperaturas estaban batiendo récords. Se acercó a la cama y le ofreció el vaso a Bucky.
"Tendría que ser yo quién estuviera cuidando de ti, no al revés," dijo el mayor al incorporarse. No estaba seguro si beber agua le asentaría el estómago. Estaba empezando a notar el mal sabor en su garganta.
"Cuanto antes te lo bebas antes tendré que dejar de cuidar de ti."
Bucky había salido a un bar la noche anterior junto a Steve. Era algo que apenas podían permitirse pero, de vez en cuando, se daban el lujo. Bucky recordaba vagamente haber bebido cerveza tras cerveza, mientras Steve aún seguía con la primera. También recordaba bailar con chicas... unas cuantas. Y la intensa mirada de Steve desde la barra.
"Gracias," susurró Bucky, comenzando a beber.
Steve era más delgado y tenía más problemas que los chicos de su edad, por eso Bucky estaba tan pendiente de él, siempre preocupado por su salud. Esa era una de las razones por las que habían movido su cama a la habitación de Bucky. A veces se levantaba en medio de la noche debido a un ataque de tos o el asma le dificultaba la respiración. En noches así, Bucky se levantaba corriendo a por un vaso de agua y se lo llevaba a su amigo, junto al inhalador. Para cuando pasaba el peligro, el corazón del moreno se encontraba a mil pulsaciones por minuto y se le hacía imposible volver a la cama tranquilo. Dormía mejor si escuchaba la profunda respiración de Steve a su lado.
Bucky también procuraba constantemente que su amigo comiera bien, aunque eso supusiera sacrificar su propia comida para dársela a Steve. Su cuerpo podía soportar no estar bien nutrido durante un par de días, pero el de Steve no, y ya había pasado por dos gripes en el último año. Cada vez que Steve enfermaba, Bucky pensaba que sería la última vez, pero su pequeño amigo era más fuerte de lo que aparentaba y nunca se daba por vencido.
"No tienes que tratarme como a un niño, Buck. Sé cuidar de mí mismo," dijo Steve después de un rato, con ese tono de molestia que Bucky en ocasiones encontraba gracioso. Steve podría parecer apacible pero tenía un gran carácter, sobre todo cuando alguien hacía algo que no le gustaba.
"Lo sé." El moreno sujetó el vaso de agua con cuidado para que no se derramara mientras se sentaba, apoyando su espalda en la pared. Sentía como si un camión se hubiera caído sobre él.
"Además, en unas semanas estarás en la Inglaterra, en la guerra. No podrás cuidarme desde allí." Bucky notó la incomodidad con la que lo decía.
"Por eso quiero hacerlo bien estos últimos días, para asegurarme de que te dejo en buenas condiciones," reconoció. "Y para que cuando vuelva, sigas aquí, en buena forma. Estoy por pedirle a la señora Williams que te riegue mientras estoy fuera, para que no te marchites."
"Eres un imbécil," exclamó Steve, y una sonrisa se esbozó en su rostro. Bucky sonrió también, complacido por haber hecho sonreír a Steve. Su amigo sonreía muy poco pero cuando lo hacía, era como si el sol se instalara en la habitación.
"¡Soy Sargento, de la Unidad 107! Un respeto, por favor, señor Rogers."
Steve comenzó a respirar de una forma más calmada al ver que Bucky había recobrado su consciencia y sabía quién era. Solo había dicho su nombre, pero Steve se sentía más feliz en ese momento que en todos los pasados meses juntos.
"¿Sargento Barnes?" Murmuró Akaizu, comprobando que esta vez sí fuera él. Bucky abrió la boca para hablar, sin dejar de mirar a Steve.
"Hace tiempo que dejé de ser sargento."
"Me gustaría discrepar," mencionó Steve, manteniendo el contacto visual. Había echado de menos la tranquilidad de sus ojos, la extraña sensación de sentirse en casa cada vez que los miraba. El hogar siempre había sido un lugar, una ciudad, pero Steve se sentía en casa cada vez que estaba con Bucky. El color de sus ojos era como un medio de transporte que le trasladaba a su Brooklyn natal. "Una vez que eres Sargento, nadie puede quitarte el título."
Bucky hizo un gesto extraño con los labios, lo que Steve reconocía como el equivalente a una sonrisa. Bucky no sonreía mucho hoy en día, pero cuando lo hacía, su sonrisa irradiaba luz, y Steve se sentía orgulloso cada vez que era capaz de hacerle sonreír.
"¿Nos reconoce?" Preguntó T'Challa, protegiendo a Wanda a su lado. Bucky apartó la mirada de Steve y les miró uno a uno, con seriedad.
"Sí, Alteza... Wanda, Doctor." Fue nombrándoles uno a uno hasta que la expresión del rey se suavizó, al igual que la de Akaizu.
"Supongo que eso quiere decir que la señorita Maximoff ha hecho un trabajo excelente." Akaizu miró a Wanda con orgullo, lo cual enterneció a Steve. Sabía el apoyo que necesitaba la chica en esos momentos. Meses atrás, antes de la guerra, había estado reevaluándose a sí misma, tratando de descubrir quién era. Escuchar cómo la felicitaban por haber hecho algo bien, reconfortaría mucho a la muchacha.
Antes de que nadie pudiera hacer nada, Steve se adelantó y comenzó a desatar a Bucky, incapaz de contenerse más. Ansiaba el contacto físico con su mejor amigo. El moreno no le quitaba la vista de encima mientras era liberado. Sin nada que le sujetara, el cuerpo de Bucky cayó hacia delante. Las fuertes manos de Steve frenaron su caída, agarrándole con fuerza a la vez que delicadeza. Bucky sintió las manos de Steve en la curvatura de su espalda, a la altura de su cintura y sus ojos encontraron los del rubio. El capitán rozó la piel de Bucky y descubrió lo fría que estaba. Bucky no era un niño indefenso pero Steve quería cuidar de él y darle todos los tratamientos que necesitara, como el soldado había hecho una vez con él, en los años 40. Depositó a Bucky con cuidado en el suelo, Akaizu y T'Challa le esperaban a su lado, impacientes por hablar con él. Él se apoyó en el hombro de Steve, buscando estabilidad y fijó su atención en los otros dos hombres.
"Bienvenido, sargento Barnes." El doctor Akaizu le trataba con un gran respeto, algo que Bucky sentía que no se merecía.
"¿Cuánto tiempo ha pasado?," preguntó, buscando de nuevo los ojos de Steve.
"Tres meses," respondió el rubio.
Bucky frunció el ceño y miró a todos de arriba a abajo, comprobando que no habían envejecido. Antes de meterse en la cápsula pensó que, cuando despertara, habrían pasado muchos más meses... incluso años, no unos simples tres meses. "¿Por qué me habéis descriogenizado?" Todas las preguntas se las hacía expresamente a Steve, como si él fuera la única persona en la que confiara.
"Stark está aquí." Steve sintió en su hombro cómo Bucky se tensaba, temiéndose lo peor. "Quiere hablar contigo," explicó el capitán, tratando de que no se sintiera incómodo. Bucky volvió a esbozar una sonrisa, pero esta vez Steve sabía que no era por felicidad, era totalmente sarcástica.
"¿Estás seguro de que no ha venido a matarme?"
Steve se mantuvo en silencio. Sabía que Tony estaba resentido, herido, lo había pasado muy mal, pero no habría hablado de esa forma con él si quisiera hacer daño a Bucky. Steve sabía lo inteligente que era Tony pero, cuando el empresario quería algo, no se andaba con rodeos, iba directamente al grano. Si hubiera querido matar a Bucky, habría traído a todo el ejército y este lugar se encontraría en guerra en este mismo instante.
Sin embargo, aunque pensara eso, Steve decidió no contestar. No había tenido tiempo de hablar con Tony a solas desde que había llegado. Todo había pasado muy rápido, y había estado más pendiente de despertar a Bucky que de las intenciones del multimillonario.
"Será mejor que se cambie de ropa y venga con nosotros, Sargento Barnes," comentó T'Challa, señalando las toallas y el montón de ropa limpia que habían traído.
"No," le interrumpió Steve. "No puede recibir a nadie en este estado," miró duramente al rey. "Necesita descansar."
"Estoy seguro de que el Sargento Barnes puede soportar una simple charla," dijo el doctor.
Steve apretó su agarre en la cintura de su amigo, sin saber exactamente por qué. Fue un acto reflejo para protegerle. La cabellera rubia del capitán se giró para encarar al médico. "He dicho que no."
A veces la voz de Steve sonaba tan seria e intimidante que un escalofrío recorría la espalda de Bucky, recordándole que éste era un Steve mucho más desafiante y peligroso que el que un día conoció, a pesar de que no se acordaba mucho de cómo era Steve antes. No tenía un recuerdo claro de esa persona, pero recordaba sensaciones: piel suave, bordes cortantes, zonas huesudas, dulce olor a gel de baño, bienestar, confianza, vida. Era por esas sensaciones que Bucky confiaba tanto en Steve. Todas ellas formaban el recuerdo de una persona que fue muy importante para él, la más importante, y por eso se entregó a su cuerpo al ver que el capitán le apretaba con fuerza hacia él.
T'Challa y el doctor Akaizu se miraron mutuamente y supieron que no podían llevar la contraria a Steve. Sabían lo que él podía hacer por el sargento, y era mejor no ofenderle en ese aspecto. Ambos se retiraron, llevándose a Wanda consigo. "Que no haya nadie por los alrededores," pidió Steve. Las paredes eran cristales y no quería que Bucky viera a alguien y se sintiera incómodo. Quería estar a solas con él. T'Challa asintió y, al salir, vio cómo se llevaba el walkie-talkie a la boca para dar la orden.
Los dos amigos se quedaron solos, sus cuerpos aún seguían enlazados. Bucky se retiró ligeramente y Steve le dejó ir. Tan solo se alejó un par de pasos, lo suficiente para dejar que el aire corriera entre los dos soldados. Steve tomó las toallas y le pasó una a Bucky mientras él se acercaba para retirarle pequeños trozos de hielo del pelo. El chico miró de forma extraña la toalla que le habían dado y después fijó sus ojos en Steve. "¿Puedo darme una ducha?"
Steve se detuvo. No había pensado en eso. El ansia en las facciones de Bucky le hizo sopesar sus opciones. Nadie les había dicho que se quedaran en esa sala expresamente. Nadie les había dado órdenes, en realidad, por lo que Steve usaría eso como excusa en caso de que les riñeran.
El equipo de los vengadores que se encontraba allí tenía mucha libertad para hacer lo que quisieran, pero a T'Challa le gustaba tener las cosas bajo control, y no podían hacer lo que les diera la gana. Había ciertas normas y prohibiciones. Steve no sabía si caminar con un ex asesino profesional por las instalaciones estaba entre ellas. Pero tampoco se iba a parar a preguntar.
"Claro."
El capitán cogió las toallas y la ropa con una mano y con la otra guió a Bucky hasta la puerta. Sabía que había duchas en algún lugar del edificio pero no estaba dispuesto a dejar a Bucky en un lugar donde pudiera verle cualquiera, así que decidió llevarle al cuarto de baño de su propia habitación.
Steve mantenía su mano alrededor del hombro de Bucky, sujetándole con firmeza a su lado. El sargento no lo recordaría, pero ese había sido un gesto muy común en él cuando eran adolescentes. Entonces Bucky había sido más alto que Steve, y solía pasar su abrazo alrededor del cuello del rubio, protegiéndole de cualquier peligro, un gesto que gritaba amenazante al mundo que si alguien se metía con su escuálido amigo, se las vería con él. Ahora era el turno de Steve de devolverle todo ese cariño a Bucky. Ahora sería él el que cuidaría del moreno de los depredadores del mundo que trataran de hacerle daño.
Y no lo hacía porque sintiera que se lo debía, sino porque Bucky siempre le recordaría quién era, siempre le llevaría de regreso a Brooklyn.
"¿Cómo te sientes?," preguntó Steve, en un suave susurro.
"Estoy bien," respondió Bucky, con su una voz áspera pero serena.
"Claro... Se me olvidaba ahora que eres un súper soldado," sonrió. Steve aún no se acostumbraba al cambio que había sufrido su amigo. A pesar de su brazo de metal y de que su pelo estaba más largo, él seguía viendo al chico que conocía desde la infancia.
"Ese eres tú. Yo solo soy un espía asesino."
Steve se detuvo en seco, por lo que Bucky también. Cada vez que su amigo hablaba de sí mismo de esa forma tan dura, el capitán sentía como si su corazón se convirtiera en un árbol y un rayo lo partiera por la mitad, drenándolo de vida. En su mirada se podía aventurar que el moreno confiaba en el rubio, de alguna forma, pero había cosas que Steve aún no tenía claras, y sabía que Bucky tampoco.
"¿Qué recuerdas?," preguntó.
Bucky se quedó callado. Un velo de decepción cubrió su rostro antes de que Steve pudiera hacerse ilusiones. "No más de lo que recordaba antes de la criogenización."
Steve se quedó mirándole, entristecido, desgarrado por dentro. Cada vez que hablaban del tema era como si se desprendiera una parte de su cuerpo, recordando cuándo Bucky cayó del tren al vacío. Era como perderle una y otra vez, porque nada dolía más que alguien, a quién adorabas, no se acordara de todo lo que habíais vivido juntos.
"Pero sé que eres Steve."
Y tal vez Steve no lo supiera, pero para Bucky eso lo significaba todo. Steve era la representación de un sentimiento, de un todo, y puede que no se acordara de todos los detalles, pero recordaba el resultado final. Algo tan profundo que no sabía describirlo con palabras; tan solo con una. Steve.
Aunque puede que para Steve, el que recordara su nombre, también significara algo importante, porque le estaba mirando cómo si tuviera un cielo lleno de estrellas en sus ojos.
Steve había pasado mucho tiempo sin poder admirarlos, muchos años, y nunca se cansaría de hacerlo. Eran diferentes a los suyos. Los de Steve eran azules con pizquitas verdes alrededor de las pupilas, en cambio, los de Bucky eran completamente azules, como el cielo más despejado y puro. Y a Steve le encantaba esa insólita perfección.
"Y también sé que a veces llevas un disfraz ridículo," añadió Bucky y Steve sonrió.
El capitán volvió a apoyar su mano el hombro de su compañero. Steve le dejaría los geles de ducha que les habían dado al llegar aquí, los cuales tenían un olor que le recordaba a los jardines que había cerca de su colegio en Brooklyn. Tal vez con ellos Bucky recordara momentos vividos cuando aún eran unos niños. Estaban terminando de subir las escaleras para llegar a la primera planta cuando se escuchó el sonido de una puerta y una persona saliendo a la mitad del pasillo. Ambos se quedaron quietos, perplejos, al igual que aquella persona cuando los divisó. Tony.
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