vi. Damn monster birds
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SARAH
Seguimos conduciendo por varios minutos y la verdad es que la vista me relajaba mucho, aunque el viento a cada rato me golpeaba la cara y tenía que acomodar los mechones que se me volaban. Desventajas de tener el cabello largo, supongo.
Pero por ahora, todo iba bien.
Mi ceño se frunció cuando un ruido leve llegó a mis oídos. Giré la cabeza y vi varios pterodáctilos volando en nuestra dirección. Esas malditas aves voladoras tenían que fastidiarnos justo ahora.
"Tenías que decir que todo iba bien. Si serás pendeja."
"Soy tú, tú eres yo, así que nos dijiste a las dos pendeja."
"Ay, es verdad."
—¡Acelera, acelera!—gritamos Gray y yo al mismo tiempo mirando a Zach, quien también se había percatado de las aves monstruosas.
—No es cierto.
—¡Pues sí es cierto y esas son las peores!—aseguré poniéndome el cinturón de seguridad. El Jeep empezó a ir más rápido y yo no quería salir volando.
Me enderecé un poco al ver la entrada trasera del parque. Alcé las manos mientras gritábamos para que nos dejaran entrar, pero esos idiotas solo miraban a los pterodáctilos. Sin embargo, nos abrieron la entrada.
Me quité el cinturón y bajé junto a los hermanos. Zach tomó mi mano y comenzamos a correr por nuestras vidas, literalmente. Cuando llegamos al centro del parque, todo era un caos. Esas aves del miércoles ya estaban atacando a los visitantes.
Esto es peor que Jurassic Park.
En el camino nos encontramos con la asistente de Claire, quien nos pedía que no corriéramos. ¿Por Dios, mujer? ¿No has escuchado el lema "Corre por tu vida"?
Solté un leve grito cuando una de esas cosas se puso frente a mí. Zach me jaló hacia él mientras yo tomaba a Gray y lo colocaba detrás de mí. Sentí un bulto en mi bolsillo y, al revisar, vi que era un pequeño spray para el cabello. Con una sonrisa, se lo esparcí al ave. Eso sí que la molestó, porque salió volando.
—Una mujer siempre viene preparada para lo que sea—dije victoriosa, guardando el spray. Zach me sonrió divertido, rodando los ojos.
—¡No se queden ahí!—nos exclamó Zara, pero antes de que nos siguiera, el mismo pterodáctilo al que le eché el spray la tomó por los hombros. Creo que sí se enojó bastante.
Tú serás responsable si se muere.
Otra ave tomó a Zara, la dejó caer por unos segundos y luego la atrapó de nuevo con su pico. Sin embargo, sucedió lo peor: la dejaron caer en esa enorme piscina donde estaba el Mosasaurus.
Cuando nos acercamos, ya era demasiado tarde. La criatura la había devorado junto con el pterodáctilo que intentó salvarla. Tragué en seco y empecé a retroceder, asustada.
"¿Fue mi culpa? ¿O no?"
"Ni idea, pero usaste una buena arma de defensa."
—Sarah, Sarah, tenemos que irnos—escuché la voz de Zach mientras me tomaba por los hombros. Traté de reaccionar, pero en mi cabeza solo resonaban los gritos de esa pobre mujer.
—¡Sarah!—sus manos ahora estaban en mis mejillas y les juro que quería moverme, pero mi sistema no respondía.
Respiré hondo y asentí, parpadeando para despejar la niebla en mi mente. Zach me ofreció una pequeña sonrisa de aliento y eso fue suficiente para recordarme que nuestras vidas aún estaban en peligro.
Nos dirigimos hacia las tiendas con la intención de encontrar refugio. Mi piel se tensó al ver cómo una de esas cosas fijaba la mirada en nosotros. Luego se abalanzó, derribando mesas y sombrillas. Mi brazo y el de Zach impidieron que su pico atravesara el pecho de Gray. La ave ni se movió ni hizo ruido. Estaba muerta.
—Odio este parque—susurré con la respiración agitada.
Nos levantamos y salimos de la tienda. Nos detuvimos al ver a un hombre castaño, de buenos músculos, siendo atacado por una de esas cosas.
Sin embargo, Claire apareció a su rescate y golpeó al pterodáctilo antes de dispararle varias veces.
—¿Esa es la tía Claire?—preguntó Zach con el ceño fruncido. Yo asentí con una sonrisa divertida.
Y pasó lo que nunca creímos que sucedería. Esos dos se besaron, como si estuvieran en una de esas películas donde los protagonistas se besan en medio de un apocalipsis.
—Quiero tomar una foto de esto—reí burlona. De hecho, fue mi risa lo que los hizo separarse. Claire nos vio y rápidamente se acercó a nosotros.
—¡Gracias a Dios están bien!—dijo, agachándose a la altura de Gray—. ¿Estás bien? ¿A dónde fueron? ¿¡Por qué no volvieron?!—nos regañó, pero mi mirada seguía fija en aquel hombre.
"Uff, ¿estará soltero?"
"ES MAYOR QUE TÚ."
"Para el amor no hay edad."
—¿Quién es él?—pregunté curiosa mientras una sonrisa boba se formaba en mi rostro. Zach me miró con recelo y sentí cómo tomaba mi mano al ver al hombre guapo y fuerte acercándose.
"¿Y si le presentamos a Katherine?".
"¿Quieres que le baje el novio a Claire?".
—Trabajamos juntos—respondió la pelirroja, enderezándose.
—¿Y desde cuándo besarse forma parte del trabajo?—pregunté divertida, ladeando un poco la cabeza.
—¡Sarah!
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Los llevaron a una zona apartada para que pudieran tomar un respiro. Sarah hizo una mueca al sentarse un poco apartada del grupo, sintiendo el ardor en sus pies llenos de ampollas y los rasguños en su brazo. Observó su reflejo en el cristal de una de las vitrinas destrozadas y suspiró. Tal vez, en otro momento, le habría importado lo desaliñada que se veía, la suciedad en su rostro o la forma en que su cabello estaba enredado y desordenado. Su inseguridad había sido su sombra desde siempre: mejillas demasiado redondas, muslos anchos, cabello rebelde... detalles que antes la atormentaban. Pero ahora, después de haber escapado de ser devorada viva por un dinosaurio, todo eso le parecía insignificante. Había sobrevivido, y eso era lo único que importaba.
Zach la observó desde su lugar, notando la manera en que empezó a morderse las uñas, su respiración entrecortada y los sutiles temblores en sus manos. Sabía lo que eso significaba. Apretó la mandíbula con preocupación, mientras los adultos seguían discutiendo sobre cómo evacuar la isla. Sin pensarlo más, tomó un botiquín y se acercó a ella.
—Déjame ver —dijo con suavidad, arrodillándose frente a ella.
Sarah levantó la mirada, algo sorprendida, pero no protestó cuando Zach tomó su brazo con delicadeza. La piel alrededor de los rasguños estaba enrojecida, y algunas zonas tenían rastros de sangre seca. Él mojó un algodón con desinfectante y lo deslizó con cuidado sobre la herida.
—Esto va a arder —advirtió.
Ella apenas asintió antes de sentir el ardor punzante. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, tratando de contener una mueca. Zach sonrió de lado al verla reaccionar.
—Eres mala para soportar el dolor, ¿eh? —bromeó.
—Oh, claro, porque seguro tú lo soportarías mejor —replicó con sarcasmo, entrecerrando los ojos.
Él dejó escapar una risa breve y continuó limpiando sus heridas con delicadeza, aunque sus dedos se demoraron un poco más de lo necesario sobre su piel. Sarah lo notó. También notó la manera en que su respiración se volvió más profunda y el calor que se acumulaba entre ambos. Sus miradas se cruzaron por un segundo más de lo necesario, y ella sintió un extraño cosquilleo en el estómago.
—No puedes mirarme así cuando estoy herida —murmuró Sarah, desviando la vista hacia otro lado, sintiendo su rostro arder por razones completamente diferentes al dolor.
—¿Cómo te estoy mirando? —Zach inclinó la cabeza con una sonrisa divertida, pero su tono tenía algo más, algo que la hizo tragar saliva.
—Como si... —Sarah se interrumpió y negó con la cabeza—. Olvídalo.
Él no insistió, pero tampoco dejó de mirarla de esa forma que la hacía sentir más vulnerable que cualquier herida en su cuerpo. Después de terminar con los rasguños en su brazo, Zach deslizó sus manos hasta sus pies, quitándole con suavidad sus tacones maltrechos. Sarah se tensó de inmediato.
—Zach, no es necesario... —intentó protestar, pero él la ignoró, centrando su atención en las ampollas que cubrían la piel enrojecida.
—Sí lo es. Si no te atiendes esto, te va a doler el doble después —respondió con firmeza—. Quiero que estés bien.
Ella mordió el interior de su mejilla mientras él aplicaba un ungüento frío sobre las ampollas con sus dedos. Sarah se quedó inmóvil, sintiendo la calidez de su tacto, el roce de su piel contra la suya. Su respiración se volvió un poco más errática y Zach lo notó. Alzó la vista, encontrándose con sus ojos.
—¿Duele? —preguntó en voz baja.
Sarah negó con la cabeza, pero no se movió. Él tampoco. El ambiente entre ellos cambió, se volvió más denso, más cargado de algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a reconocer. Zach dejó de aplicar la pomada, pero no apartó sus manos de sus tobillos. Sus pulgares trazaron círculos inconscientes sobre su piel, enviando un escalofrío por la columna de Sarah.
—Ya está —murmuró finalmente, su voz sonando más ronca de lo normal.
Zach deslizó sus dedos con suavidad por el mechón de cabello suelto, acariciando con ternura la piel lastimada de su mejilla. Sus ojos viajaron lentamente hasta los de Sarah, perdiéndose en el reflejo del fuego que danzaba en sus pupilas.
—Sabes lo que pensé cuando te vi por primera vez? —su voz era baja, ronca, llena de algo que hacía que el corazón de Sarah latiera aún más rápido.
Ella negó con la cabeza, incapaz de apartar la mirada de sus labios entreabiertos.
—Pensé que nunca había visto a alguien tan hermosa. Y después, cuando empezaste a hablar, me di cuenta de que tu belleza no era lo más impresionante de ti —sus dedos se deslizaron hasta la curva de su mandíbula, acariciándola con una dulzura que la dejó sin aliento—. Tienes el corazón más valiente que él conocido.
Sarah sintió que el aire se volvía más pesado, que la distancia entre ellos era demasiado pequeña y al mismo tiempo demasiado grande.
—Zach... —susurró su nombre, pero él no la dejó continuar.
—Casi te pierdo hoy. Y no pienso seguir guardando esto dentro de mí.
Se inclinó lentamente, dándole la oportunidad de apartarse si lo deseaba, pero Sarah no se movió. En su lugar, cerró los ojos en el instante en que sus labios se encontraron.
El beso fue suave al principio, una caricia tímida y cautelosa, pero cuando ella se aferró a su camisa y él deslizó sus manos a su cintura, todo el mundo a su alrededor dejó de existir. El miedo, el peligro, las criaturas que habían estado a punto de devorarlos... nada importaba más que ese momento.
Cuando se separaron, apenas unos milímetros, Zach apoyó su frente contra la de ella, sonriendo con suavidad.
—Definitivamente, lo mejor que me pasó en este viaje eres tú.
Sarah dejó escapar una risa entrecortada, con sus mejillas enrojecidas y sus labios aún hormigueando por el beso.
—Vaya manera de declararte en medio de un apocalipsis de dinosaurios —murmuró divertida.
—Bueno, si hay un momento para ser valiente, es este —respondió él, robándole otro beso fugaz.
La rubia sonrió suavemente, tomando su rostro entre las manos, mientras él acariciaba con delicadeza su cintura. No pasó mucho tiempo antes de que el beso se volviera más intenso. Las manos del castaño comenzaron a deslizarse desde su cintura hasta sus firmes muslos, dejando un leve apretón que provocó que ella soltara un jadeo entrecortado. Instintivamente, sus dedos se enredaron en el cabello de él, tirando ligeramente, lo que arrancó un gruñido bajo de sus labios.
Sarah dejó escapar un suspiro mientras inclinaba la cabeza hacia atrás, dándole espacio a Zach, quien comenzó a besar lentamente su cuello. Ella intentaba contener sus gemidos mordiendo sus labios, pero el calor de sus caricias hacía que fuera casi imposible. Él trazó con sus manos las curvas que alguna vez le causaron inseguridad, apretó los muslos que ella solía ocultar, y besó su cuello con una mezcla de ternura y deseo, luchando contra la tentación de dejar una marca visible. Con un movimiento firme, la tomó por las piernas y la levantó, cambiando de posición con facilidad.
Ahora era Sarah quien se encontraba sentada a horcajadas sobre él. Sus frentes se unieron mientras ambos intentaban recuperar el aliento, sus respiraciones entrecortadas sincronizándose poco a poco. La rubia deslizó sus manos por encima de la camisa de Zach, sintiendo el calor de su piel a través de la tela, mientras él apartaba con delicadeza algunos mechones de cabello que caían sobre su rostro, colocándolos detrás de su oreja con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento.
—Si no nos detenemos, podría terminar arrancándote la ropa a mordiscos —le susurró al oído, provocando un escalofrío que erizó por completo la piel de la joven de ojos castaños.
—Entonces no te detengas —respondió ella en un murmullo que apenas logró salir de sus labios, mientras sus manos temblorosas buscaban aferrarse a su camisa.
Él sonrió con un destello de deseo en los ojos, inclinándose para besarla con una intensidad que parecía incendiar el aire entre ambos. Sus dedos se deslizaron por su cuello, bajando lentamente, mientras ella sentía cómo su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho.
Ella cerró los ojos, entregándose por completo a la calidez de sus labios, mientras un escalofrío recorría su espalda. Sus manos temblorosas encontraron refugio en su cintura, atrayéndolo más cerca, como si el espacio entre ellos fuera una barrera intolerable.
El mundo alrededor desapareció, dejando solo el calor de sus cuerpos y el sonido entrecortado de sus respiraciones. Cada caricia era un incendio, cada beso una promesa que ninguno estaba dispuesto a romper.
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EDITADO.
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