v. The beginning of everything
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Capítulo cinco| El comienzo de todo
SARAH
¿En qué momento pasé de irme de compras en Nueva York a estar caminando por un bosque repleto de criaturas que se extinguieron hace millones de años?
Me hacía esa pregunta una y otra vez mientras apartaba con desgana una rama que me azotó en la cara. Todo esto era una locura. ¿Por qué el maldito hombre tenía que creer superior a Dios? Las palabras del Dr. Ian Malcolm resonaban en mi cabeza como un eco inquietante:
"Dios crea al dinosaurio. Dios destruye al dinosaurio. Dios crea al hombre. El hombre destruye a Dios. El hombre crea al dinosaurio..."
"El dinosaurio se come al hombre... La mujer hereda la tierra."
Exhalé pesadamente y usé una hoja grande como abanico, sintiendo el sudor pegajoso recorrer mi cuello. No estaba hecha para esto.
—Jamás he caminado tanto en mi vida —murmuré con una mueca, sacudiendo la hoja de un lado a otro—. Y eso que una vez recorrí un centro comercial durante tres horas.
Para empeorar las cosas, mis tacones ya estaban matándome. Me incliné un poco, desabrochándolos con torpeza antes de quitármelos y sosteniéndolos en una mano.
Seguro se están preguntando por qué esta idiota está usando tacones en un bosque, ¿verdad? La respuesta era sencilla: no traje mis zapatillas deportivas. O mejor dicho, mi madre no me dejó traerlas. Me dijo que solo era un parque y que no tendría que caminar mucho. Y que, además, debía "resaltar".
Me gusta resaltar, sí. Me encantan las ropas caras y con estilo. Pero, por Dios, también hay días en los que solo quiero vestirme como una persona normal.
—Y ahora estás caminando por un bosque —bromeó Zach con una sonrisa divertida mientras me observaba.
Rodé los ojos sin perder la actitud burlona.
—¿No te molesta ensuciarte? Te puedo dar mis zapatillas si quieres —ofreció, inclinando la cabeza con un gesto casual.
Lo miré de reojo y me encogí de hombros.
—Estoy bien, no es necesario.
No voy a negar que la idea de sentir el lodo y la tierra entre mis dedos era desagradable, pero si pensaba en ello como si estuviera en la playa, tal vez no sería tan malo... o eso quería creer.
Zach arqueó una ceja y sonriendo con incredulidad.
—Tu cara no dice lo mismo —se burló mientras se quitaba su sudadera y me la tendía—. Sé que no hace frío, pero el viento está soplando demasiado.
Me tomó por sorpresa su gesto. ¿Por qué de repente sintió algo raro en el estómago?
"El desayuno es tranquilo."
"No, no es eso... Es otra cosa."
"¿Gastritis? Hazte ver, eso es horrible."
"¡Que no es eso!"
"Ah, entonces no sé. Si te vas a morir, ya es tu problema."
Sacudí la cabeza y tomé la sudadera con una pequeña sonrisa.
—Gracias.
Esperé a que avanzara un poco antes de ponermela. Lo primero que sentí fue su aroma, una mezcla entre colonia masculina y bosque.
"Ah, te pasas."
"Cállate."
Seguimos caminando en silencio hasta que Gray se detuvo repentinamente. Lo miré con curiosidad y vi que sostenía un casco de seguridad de los trabajadores del parque. Lo tomó con cuidado, observando la gran apertura que tenía en el centro.
Zach no tardó en arrebatárselo y lanzarlo a un lado, sonriendo con falsa despreocupación.
—No pasa nada —dijo con tono tranquilizador.
Pero algo no estaba bien. Al girarnos, vimos un vehículo abandonado entre la maleza. Mi estómago se revolvió.
—Quédense aquí —nos pidió Zach con firmeza antes de adelantarse.
Ignoré su orden y coloqué a Gray detrás de mí mientras nos acercábamos al auto. Había manchas oscuras en la carrocería. Manchas de sangre.
Tragué saliva y respire hondo, tratando de no alarmar a Gray más de lo necesario.
—Tal vez... eran del otro parque —murmuré, pasando una mano por el cabello del menor en un intento torpe de tranquilizarlo—. Por lo que sé, construyeron Jurassic World en el mismo lugar que Jurassic Park.
Gray alzó la vista para mirarme con asombro.
—¿En serio?
—Sí, así es. Creo que la entrada al primer parque está cerca —dije entrecerrando los ojos y dando unos pasos al frente.
Zach se adelantó y, sin previo aviso, tomó mi mano.
"Qué lindo."
"¡CONCENTRATE!"
Reprimí una sonrisa mientras Gray se aferraba a mi cintura. Pronto, el paisaje cambió y lo vi: las puertas del antiguo Jurassic Park.
Mi corazón latió con fuerza. Había escuchado historias terribles sobre este lugar, pero... cada cosa negativa tiene su lado positivo.
"No se debe juzgar un libro por su portada."
Al cruzar la entrada, lo primero que notamos fue un domo de cristal cubierto de polvo y enredaderas. Había murales con imágenes de raptores y esqueletos de dinosaurios. Me detuve frente a uno de los murales, deslizando los dedos sobre la pintura desgastada.
—Gray —lo llamó Zach al notar que se había quedado atrás.
El niño corrió hasta mí y tomó mi mano con fuerza.
Seguimos avanzando hasta llegar a lo que parecía ser una cochera abandonada. Había varios vehículos cubiertos de polvo y óxido.
—Jeep Wrangler Sahara del '92, color arena —nombró Gray emocionado al ver uno de los autos.
— ¿Recuerdas cuando arreglamos el de abuelo en Malibú? —preguntó Zach con nostalgia mientras se apoyaba en el capó.
-Si...
Gray llamativamente con una chispa de emoción en los ojos, como si de pronto este lugar ya no fuera tan aterrador.
Zach sacó una caja de fósforos de su mochila y me la tendió.
— ¿Todavía tienes los fósforos?
—Si.
Tomé un viejo cartel del suelo y lo enrollé alrededor de un hueso enorme que parecía ser de la T-Rex.
—Servirá como antorcha —dije con satisfacción, encendiéndolo y pasándoselo a Zach.
Él sonrió con diversión.
—Siempre tienes las mejores ideas.
Otra vez ese calor en mis mejillas.
—Y tú las peores —bromeé, riendo al ver su expresión de falsa ofensa.
Nos internamos más en el parque abandonado, sintiendo que cada paso nos acercaba más a lo desconocido. No sabíamos qué encontraríamos más adelante, pero una cosa era segura: no estábamos solos en este lugar.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
ZACH
—Puedo ayudarte.
Sarah se quitó la sudadera con un movimiento despreocupado y la dejó caer a un lado antes de acercarse al Jeep. Mi mente, que hasta hace un segundo estaba ocupada con el motor averiado, de repente se desconectó por completo.
No fue intencional, pero cuando se inclinó sobre el capó, cada pensamiento racional se evaporó. Su cabello se deslizó por un costado de su rostro hasta que, con un gesto rápido, lo recogió en una coleta. Su cuello quedó al descubierto, la piel suave contrastando con la luz tenue del atardecer. Tragué saliva y me forcé a concentrarme en cualquier otra cosa que no fuera lo bien que se veía con las mangas de su camiseta arremangadas, dejando sus brazos al descubierto.
—¿Sabes de autos? —pregunté, esforzándome en sonar indiferente, aunque el interés en mi voz fue evidente.
Sarah sonrió con confianza, como si notara el efecto que tenía en mí y lo disfrutara.
—Mi hermana me enseñó a reparar este tipo de Jeeps —respondió mientras revisaba el motor, sus dedos largos y ágiles ajustando piezas con precisión.
El mundo a mi alrededor pareció estrecharse. Cada vez que se inclinaba un poco más, la camiseta se tensaba en los lugares adecuados. Traté de apartar la mirada, de enfocarme en cualquier otro detalle, pero era imposible. Había algo en la forma en que se movía, en su naturalidad, que me atrapaba.
Sabía que no debía mirarla así. Que si Gray se daba cuenta, me molestaría por el resto de mi vida. Pero aun así...
—Vas a invitarla a salir, ¿o te piensas quedar mirándola así todo el día? —la voz de Gray me sobresaltó.
Le dirigí una mirada de advertencia y crucé los brazos en un intento poco efectivo de disimular.
—Cállate —murmuré, volviendo la vista al motor, tratando de recuperar el control de mi propio cuerpo. Pero entonces Sarah alzó la mirada y un mechón rebelde cayó sobre su frente. Me sonrió levemente, sin notar el caos que estaba causando dentro de mí.
—¿Puedes traerme una llave de tuercas? —preguntó con su voz tranquila y segura.
Mi respiración se volvió un poco más pesada. Claro que iba a traérsela. Y si seguía mirándome así, tal vez hasta le daría el mundo entero.
Le pasé la llave, asegurándome de no rozar sus dedos, pero fracasé. Fue un contacto mínimo, apenas un roce, pero suficiente para que mi pulso se disparara. Sarah ni siquiera pareció notarlo; solo volvió a su tarea con una mueca de concentración, mordiéndose el labio mientras ajustaba una pieza.
Intenté distraerme revisando la parte trasera del Jeep, aunque no tenía idea de qué se suponía que estaba buscando. Mi atención volvía a ella una y otra vez, como si fuera un imán al que no podía resistirme.
Gray interrumpió mis pensamientos con su pregunta, pero mi respuesta fue automática. No podía concentrarme en otra cosa que no fuera la imagen de Sarah inclinada sobre el motor.
Cuando terminó, me decidí a probar suerte. Me subí al asiento del conductor y giré la llave. El motor rugió al instante.
No pude evitar sonreír.
—Nada mal —murmuré, echándole un vistazo de reojo.
Sarah se apoyó en la puerta del Jeep y cruzó los brazos, claramente esperando que admitiera que era impresionante.
—¿Esperabas otra cosa? —preguntó con diversión.
—Tal vez —respondí con fingida indiferencia, aunque el cambio en mi tono me traicionó.
—¿Me darías una vuelta en el Jeep? —pregunté, tratando de sonar casual.
Sarah ladeó la cabeza, como si lo estuviera considerando seriamente, antes de soltar una risa ligera.
—Si quieres morir joven —bromeó, revolviendo mi cabello antes de caminar hacia donde estaba Gray.
La observé irse sin poder evitarlo. Mi vista recorrió la curva de su espalda, la forma en que sus caderas se movían con naturalidad. Dios, además de su sarcasmo y su forma de desafiarme a cada momento, tenía unos atributos que...
"Sus padres la hicieron con mucho amor."
—Tú conduce, pero yo elijo el camino —dijo de pronto.
Me giré para verla y ahí estaba, ya sentada en el asiento del copiloto con una sonrisa traviesa. Gray estaba en la parte trasera, aparentemente sin notar nada de lo que pasaba entre nosotros. Sin decir nada más, puse en marcha el Jeep y nos adentramos de nuevo en ese bosque que ahora pertenecía a las bestias prehistóricas.
El silencio se instaló entre nosotros, pero no era incómodo. Era esa clase de silencio cargado de electricidad. Como si en cualquier momento algo pudiera romperse.
—¿Siempre ha sido así de... impulsiva? —pregunté, queriendo saber más de ella.
Sarah rió, recostándose en su asiento. La forma en que su cuello se alargaba con ese gesto no pasó desapercibida.
—Solo cuando la ocasión lo amerita —respondió, mirándome por encima del hombro.
Sentí un escalofrío recorrerme. Sus ojos atraparon los míos y, por un instante, no hubo nada más.
Bajé la velocidad, necesitaba hacerlo. Su mirada era intensa, juguetona, como si estuviera probándome, esperando a ver qué haría yo. Se llevó un mechón de cabello detrás de la oreja y sonrió de lado, apenas una curva sutil en sus labios. Pero bastó para que algo dentro de mí se encendiera.
Me mordí el labio inferior sin poder evitarlo. No me molesté en disimular cuando mi mirada la recorrió lentamente, grabándome cada detalle. Y entonces ocurrió: ella sostuvo mi mirada con esa pequeña sonrisa que me desarmaba por completo.
"Esta chica fue bendecida por Afrodita."
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EDITADO.
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