Catelyn observaba desde su balcón Invernalia. Observaba a los niños y niñas, herreros, panaderos, soldados... A todos los que estaban delante de ella. Pero lo hacía con seriedad. Sabía que el invierno se acercaba, y temía por el pueblo, y más, por su familia.

-¿Qué haces? - escuchó la voz de su marido Ned detrás de ella.

-Observo - le sonrió al girarse.

-¿Y eso por qué, mi señora? - le preguntó sonriente antes de darle un beso en los labios.

Catelyn siguió observando mientras que Ned la rodeaba con su brazos.

-El invierno se acerca... - murmuró finalmente.

Ned la miró de reojo y con los pulgares acariciaba los ropajes de Catelyn con cariño.

-El invierno se acerca... - repitió él - Y estaremos listos, nuestros hijos estarán listos, y el pueblo también lo estará... Por nuestro hogar.

-Siempre has sido bueno con los discursos - bromeó Catelyn, y ambos rieron -. ¿Crees que Brandon estará listo para aprender a usar una espada de verdad?

-No, aún no domina bien, pero ya aprenderá. Robb me ayudará con él.

-Eso espero, últimamente ve mucho a la muchacha del panadero - sonrió.

-¿Robb? - preguntó sorprendido - Bueno, ya le cantaré las cuarenta.

-¿Por qué? Déjalos... Solo la visita.

-Bueno, pero si se enamora, será tu culpa. Y serás castigada - bromeó Ned.

-¿A sí? - rió Catelyn - ¿Cómo?

-Pasarás un día entero conmigo.

-Oh, sí. Qué castigo... - bromeó, y ambos rieron para luego darse un beso.