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Esperanza

Aquel iba a ser el peor día de la vida de Theon Greyjoy. Se acabó de levantar, pero ya supo que iba a ser así. La mañana era grisácea, aunque sus cielos siempre estaban así por el mar, ese grisáceo no le daba beunas bibraciones a Theon.

-¡Vamos, pequeña sanguijuela! - entró a golpe seco su padre, un ser al que no le deseaba buenas cosas, la verdad - Hoy es el día. Venga, coge lo esencial y punto.

-Papá... - murmuró el pequeño Theon con temor - No... No quiero ir...

-¡DÉJATE DE ESTUPIDECES Y VENGA! - fue su última exclamación antes de salir y pegar un portazo al cerrar.

Realmente Theon pensaba que iba a ser su fin a tan corta edad. Sus hermano mayores murieron y con su partida, pensaba que iba a tener el mismo destino. A demás de sentir que su hogar va a desaparecer de su corazón para siempre. Entonces, ¿qué le podría quedar a Theon?

Sus ojos estaban con una capa cristalina cuando hacía la maleta. No esperaba que nadie se despidiera de él, en su tierra siempre fueron orgullosos y cabezotas, e idiotas. Quizás en eso se parecían a los Starks. Una vez la maleta hecha, salió a fuera, observando por última vez su habitación antes de cerrar la puerta. Intentaba no llorar, porque sabía que si lo veían, no pararían de mofarse de él y su partida sería más amarga aún.

-¡Theon! ¿Dónde estás? - exclamó su padre, esperándolo sentado en un vieja y mugrienta silla frente a la chimenea.

-Aquí - murmuró dejando la bolsa en el suelo.

El padre de Theon se giró doloridamente por su espalda, y le dijo con seriedad:

-Te espera un carruaje fuera, para Invernalia.

-¿Tú... no vienes?

-Largo - le ordenó secamente.

Los ojos de Theon decaen de tristeza, y sin añadir más, sus arrastrados pasos se dirigieron hacia la puerta una vez se aseguró de que tiene bien tomada su maleta, pesada para su edad. Abre la gran puerta de madera húmeda y decayente costosamente y, antes de salir, hechó un último vistazo a la silla de su padre, quién no tomó la misma acción y solo miró las llamas del fuego apagarse.

No pudo evitar solar las esperadas lágrimas en un duro silencio. Quería sollozar fuertemente, pero no se atrevía, y había llorado tantas veces en silencio, que ya era un costumbre. Una triste costumbre. Sus desganados pies comenzaron a atravesar el puente roñoso de madera, muy peligroso para un niño esas tierras y mares, pero lo cruzó sin dificultad. Al menos, física. Y tras otra enorme puerta, deseó repetir trayecto de salida hacia el exterior de su hogar una y otra vez. Solo para no marcharse, pero ya era tarde. 

En frente, se encontró con una gran carroza de azul oscuro por fuera. Habían dos hombres que estaban de espaldas mostrando solo sus grandes abrigos de piel lobuna blanquecina y grisácea, y unas melenas limpias: uno era rubio y otro moreno. Theon podía ver el emblema Stark sobre las banderas que colgaban de la carroza. Los dos hombres desconocidos que se lo llevarían, se giraron apresuradamente al oír el fuerte golpe de cierre de la puerta de madera.

-Hola, pequeño - sonrió el moreno -. ¿Estás listo?

Theon tenia miedo hasta de respirar en esos momentos.

-Eh... Hm... - musitaba, hasta que finalmente se limitó a asentir apenado.

-Nosotros somos Fenten - el moreno señaló al rubio con la mano, y luego a él mismo -, y Grout. Nosotros te llevaremos y te protegeremos durante el viaje a Invernalia. Es un viaje largo, así que ponte cómodo.

-Dame, yo te guardo la bolsa - el rubio se acercó a Theon para tomar la bolsa, pero sin decir nada, Theon se opuso aferrándose más a ella -. Oh, de acuerdo, pequeño.

Theon no quería perder la bolsa. Tenía cosas preciadas que no quería que dependiesen de un completo desconocido. No le guardaron la bolsa, pero sí que lo ayudaron a subir al carruaje, y al entrar, le impresionó. Las telas y tejidos de dentro eras suaves y limpios, algo que nunca había visto.

Los dos hombres subieron al carruaje, en el asiento de los que tomaban las riendas de los caballos. Asegurándose de que los hombres no podían verle y casi ni oírle, era casi inevitable que volviera a llorar, de nuevo, en el silencio.


* * *


Días después de haber atravesado las islas con carroza, salir de ellas en un barco prestado de los Karstarks y estar en tierra de lobos, aquel mismo día llegarían a Invernalia, según Fenten. 

Theon seguía en ese estado de tristeza, solo que ahora la disimulaba callando sus palabras, pero el miedo aumentaba.

 ¿Y si esa gente es salvaje?

¿Cómo son?

¿Y si no le caigo a nadie bien?

¿Me quedaré solo... para siempre?

Eran preguntas que no dejó de hacerse el joven Greyjoy durante todo el viaje. Nunca había viajado tan lejos, todo era desconocido para él. De entre desconocimiento, no dejó de reflexionar. Ahora no sentía pena por abandonar el hogar, porque se había dado cuenta que no fue su culpa, sino la de su padre. Su propio padre lo había mandado bien lejos para vivir con desconocidos, desconocidos que fueron enemigos en un tiempo. Estaba triste, pero viendo que posiblemente no volvería a ver a su padre, decidió que esa tristeza no servía para mucho.

Aquel día se prometió algo: que no volvería a llorar jamás. Ni por una herida física, o sentimental.

-Mira, pequeño - lo llamó Grout desde el asiento de las riendas, porque estaban de nuevo en el carruaje Stark que había transportado con el barco -, hemos llegado.

El estómago de Theon había dado un giro de los nervios que llevaba encima. Se asomó por la ventana para ver el lugar. Sus ojos y labios se abrieron como platos en ver lo alto que era aquel castillo. Así se veía ante los ojos de un niño. También se dio cuenta que no estaba demasiado acostumbrado al clima del norte: seco y frío. Su antiguo hogar era húmedo, sí que frío, pero húmedo.

El carruaje estaba entrando a dentro del castillo, y Theon, automáticamente, se encogió en su asiento para que no lo viera nadie desde la ventana. Su respiración era acelerada, como los latidos de su corazón.

-Lord Stark... - escuchó las voces de Fenten y Grout saludar a alguien.

No se escuchaba nada ni nadie durante unos largos segundos. Al entrar se escucharon metales chocar, madera cortada, el galope de los caballos... Pero en ese momento, nada de nada. Incluso Theon se preguntó si lo habían dejado solo en el carruaje, aunque no sería la primera vez. Una vez su padre lo hizo.

Theon se sorprendió demasiado, y la curiosidad le comenzó a picar, de manera que asomó su cabeza por la ventana. Sin esperárselo, un rostro sonriente se encontraba ahí, el rostro de Grout.

-¡AH! - se le escapó de sus labios.

-Vamos, pequeño. Sal ya, no hagas más esperar - escuchó que le dijo Grout soltando alguna carcajada.

La puerta se abrió. Theon agarró su bolsa a la vez que tragó saliva intuitivamente. Sus manos temblorosas se aferraron a la puerta abierta del carruaje por miedo a caer debido a la altura que había para llegar al suelo.

-Espera, deja que te ayude - sonrió Grout, quién tomó a Theon por las axilas con la bolsa incluida y lo dejó en el suelo.

Una vez la puerta cerrada, Theon se encontró rodeado de gente que lo miró expectante, como si de un animal salvaje se tratara. Vio a hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos, ancianas y algún animal como los caballos que se encontraban encerrados en los establos. Pero no vio a nadie que identificara como líder de aquel lugar.

-Pequeño - lo llamó Fenten con un murmuro -, gírate.

Theon le hizo caso, y se llevó un susto. 

-Vaya... El joven Greyjoy ha llegado... - la sonrisa y la aterciopelada voz de Eddard Stark le trajo una buena vibración a Theon - Espero que el viaje no fuera pesado.

Theon no sabía qué decir o hacer, solo lo observaba sorprendido. Este hombre no le había gritado, ni insultado, ni se había burlado de él. Era un lugar hogareño, solo se tenía que observar a la gente, a sus trabajos, el lugar... Todo en sí daba una sensación de calidez y paz.

-¿No será mudo, no? - bromeó Eddard.

-No, mi Lord - rió nervioso Fenten, porque realmente no lo sabía, ya que Theon no había formulado palabra en todo el viaje.

Eddard incó una de sus rodillas sobre el suelo acercándose al pequeño niño asustado que tenía en frente, mostrándole una sonrisa y depositando en él algo de confianza.

-Soy Eddard Stark, Theon Greyjoy - murmuró -, pero tú puedes llamarme Ned, ¿de acuerdo?

Theon sintió algo que casi nunca había sentido. Solo una o dos veces: calidez. La forma en que le había hablado Ned le traía confianza, fe y esperanza de que al final sí que podía vivir ahí con tranquilidad.

-Mira - Ned se puso de pie y acarició el hombro de Theon haciéndole dar un paso adelante -, esta es mi esposa Catelyn.

-Hola, Theon - sonrió Catelyn -. ¿Tienes hambre?

Las facciones de Theon se habían relajado, ya que al oír la palabra "hambre", su tripa fue la primera en reaccionar y soltar un rugido como el de un león.

-Me temo que sí - rió Catelyn -. Haré que te lleven algo de comer en cuanto te instales en tu habitación.

-Y este... - continuó hablando Ned - Este es mi hijo Robb. ¿Sabes? Tiene la misma edad que tú.

Un niño de la misma o menos estatura que Theon se acercó sin timidez alguna hasta quedar frente a él. Robb tenía unos pequeños y brillantes rizos en su pelo y unos ojos tan brillantes como los de su madre.

-Hola, soy Robb - dijo el niño -. ¿Sabes jugar a "la serpiente"?

Theon, sorprendido del atrevimiento del pequeño Robb al dirigirle la palabra con tanta confianza, se dedicó a negar.

-¿Sabes hablar? - preguntó Robb sin ser demasiado consciente de las risas que provocó en los rostros de los aldeanos y nobles que se encontraban atentos a la tierna escena de ambos niños.

-Sí - murmuró Theon.

-Bien, así podremos inventarnos un lenguaje - sonrió Robb.

Theon había hecho un amigo, y se sentía realmente bien, ya que no había demasiados críos en esas islas en las que residía antes.

-Magdara - llamó a alguien Ned, y una sirvienta se acercó haciendo una reverencia -, lleva a Theon y su maleta a su habitación. Esta noche celebraremos su llegada.

Theon se atrevió a alzar la vista para encontrarse con esos ojos azules que pertenecían a Eddard Stark, dedicándole una sincera y amplia sonrisa.

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