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XXII - Las lluvias de Castamere

La boda estaba por llegar. Toda la mañana y parte de la tarde trató de los preparativos. Catelyn entró en un par de ocasiones en la habitación de su hijo para aclarar algunos puntos de la ceremonia.
La viuda volvió una tercera vez a comunicarle a Robb que Edmure le esperaba por una asunto importante, sin embargo, la única que se encontraba en el lugar era Mayleen intentando recogerse el pelo.

—Lo siento, volveré luego—. Informaba Cat para salir de allí.

—¡No! Esperad un momento, ¿me ayudáis con… esto?—. Preguntaba amablemente la rubia para intentar tener una conversación con su suegra.

—Sí, claro. Sentaos —May obedeció y se dejó hacer. Vio como Cat soltaba de nuevo su pelo y lo desenredaba para peinarlo y dejarlo suelto—. Os queda mejor así.

—Muchas gracias y… lo siento —la pelirroja se dio la vuelta a mirarla—, entiendo vuestro enfado conmigo. Sé cuánto se jugó vuestro hijo al casarse conmigo y yo fui demasiado orgullosa como para daros la razón.

—Sois lo que necesitaba. Me alegro de que seáis felices —estaba a punto de desaparecer cuando se giró de nuevo—. Por cierto, estáis hermosa y no se nota que esteis embarazada.

—Muchas gracias, lady Stark. Se llamará Eddard, como su abuelo. Y conocerá sus hazañas, os lo aseguro.

Aquellas simples palabras conmovieron el corazón de la mujer que rozando el llanto contestó con una sonrisa y palabras de agradecimiento. No podía odiar a aquella chiquilla.

Todo estaba preparado, Edmure junto al altar y los invitados esperando la entrada de la novia y su padre. El señor de Aguasdulces parecía muy nervioso y May no podía evitar sentir ilusión ante una boda sin recordar la suya. Edmure hizo contacto visual en alguna ocasión con ella y se sonreían mutuamente.

—Tu tío está muerto de miedo.

—Es su boda, creo que le está permitido.

May puso una mueca que provocó que Robb le pellizcara la nariz. Un crujido procedente de la parte de atrás de la sala hizo callar a todos. La novia entraba al compás de la música. Iba tapada con un mantón que impedía ver su rostro. La llegada hasta su futuro esposo se hizo eterna y una vez allí, Walder la dejó para sentarse, fue el Tully quien levantó la mantilla que la ocultaba. Para sorpresa de todos los presentes, la muchacha que estaba frente a todos era hermosa.

—¿Os he decepcionado?—. Edmure cambió su expresión y se le notaba más animado, casi como enamorado.

—Para nada, mi señora.

Walder Frey miró a Robb desafiante y jocoso, como mostrándole lo que se había perdido por casarse con May. Esta hizo como quien nada, agarrando la mano de su esposo y la apretó con fuerza, haciendo que compartieran una mirada cómplice. Eran felices.

Edmure colocaba una capa con los colores de los Tully sobre los hombros de la jovencita, símbolo de la protección que juraba en ese momento dar a su esposa. Con un beso sellaron su matrimonio.

Se encontraban en el comedor, todo el mundo cantaba, parloteaba, bebía vino y comía delicias preparadas para la celebración. May estaba sentada con su marido en todo momento hasta que el Brynden se acercó para pedirle un baile el cual aceptó sin pensar.

—Tras este baile me iré a dormir. Me estoy haciendo viejo y no aguanto tanto como antes.

—Vuestro lugar está junto a vuestro Rey, mi señor. Imaginad que nos encontramos en apuros —bromeaba Mayleen aprovechándose de su poder—, sois el hombre que más quiero como espada juramentada.

—No me está gustando la confianza familiar que estamos teniendo, Alteza—. Rió el Pez Negro mientras giraba a la chica.

—Estamos de festejo, ser. Llamadme May, y salid, tomaos la noche libre—. Con una sonrisa, el adulto apoyó una rodilla en el suelo y se reverenció a modo de despedida, acto que hizo reír a Mayleen que volvió a su sitio.

—No sabes cuando le aprecio. Por cierto, creo que tu madre y yo empezamos a llevarnos mejor.

—¿De veras? —alzó las cejas asombrado ante esa inesperada noticia—, ¿de qué habéis hablado para no discutir?

—He decidido el nombre de nuestro hijo.

—¡Sin consultar! Creía que el padre también tenía derecho a…

—Se llamará Eddard Stark—. Robb calló al instante y con una sonrisa la besó.

Durante un descanso de quince minutos, May y Robb tonteaban con las manos y se hacían miradas delatadoras. De vez en cuando ofrecían su atención a los recién casados: Edmure parecía otro hombre desde que vio el rostro de la nueva señora de Aguasdulces y esta estaba entre confusa e intimidada debido a lo que ocurriría en pocos momentos. Walder Frey se levantó de la gran silla de madera y alzó los brazos, haciendo que todos dejaran de bailar, beber o reír.

—Damas y caballeros, ha llegado la hora de la ceremonia del encamamiento. Proceded—. En cuestión de segundos, una docena de hombres levantó por los aires a la Frey para llevarla a consumar su matrimonio. Mayleen sintió lástima, por suerte ella no pasó por esa estúpida ceremonia.
Las mujeres también se arremolinaron en torno a Edmure, que sin problema alguno se dejaba hacer, quizás por la excesiva cantidad de vino consumida.

Mayleen se levantó para poder disfrutar de un baile junto a su esposo. Le tomó de la mano y le ayudaba entre tiernos y cortos besos a perder la vergüenza. Habían danzado juntos otras veces en las tiendas sin que nadie les observara y esa falta de práctica se dejaba notar en Robb, puesto que el baile era una habilidad que se les enseñaba a las damas mientras los hombres se esforzaban en dominar el arte de la guerra. May colocó las manos de su marido en su propio cuerpo, una en su cintura y otra en su hombro, a la vez que ella se las colocaba alrededor del cuello a Robb.

—Al final sí que nos ha servido mi insistencia en que bailes—. El muchacho sonreía porque quería llevarle la contraria. No podía, Mayleen estaba demasiado hermosa aquella noche.

—Me encantaría decirte que te equivocas porque sé hacer todo bien —May rodó los ojos y volvió a besar con ternura sus labios—, pero estás demasiado bella para negarte cualquier cosa, mi señora.

Robb la apretó contra él y danzaron al son de la música, riendo y cuchicheando, como si fueran dos críos, olvidándose de que eran reyes. En realidad, no eran más que eso, dos adolescentes de diecisiete años pretendiendo ser algo que el destino les hubo obligado a ser. Pero eran felices en su pequeña familia.

—Al final parece que Edmure será tan dichoso como nosotros, mi amor—. Ambos echaron una mirada a los caminos que habían seguido los recién casados.

—Sí, puede que haya tenido suerte, pero... no podría ni empezar a nombrar la lista de cosas que te hacen inalcanzable. Para alguien como él.

—¿Pero no para ti?—. Respondió asombrada por su osadía.

—Por supuesto que no. Eres inalcanzable para millares de hombres y, si no hubiera ocurrido de esta manera, lo habrías sido sobre todo para mí, mi princesa de Lannister.

El más profundo y apasionado de los besos les fundió en aquel vestíbulo. A la vista de todos, quizás no era el lugar más indicado, pero estaban entre todas aquellas personas, un par de besos no hacían mal a nadie.
En ese momento, Roose Bolton se acercó y le tendió la mano a Mayleen, esperando un baile. La joven miró a Robb por encima del hombro del Bolton esperando una señal, sin embargo, Robb pareció no darle importancia.

—¿Os la puedo robar para un baile, Alteza?—. Preguntó el hombre al Rey, quien hizo tan solo un gesto de aprobación a la vez que les observaba bajo una prudente y analizadora mirada.

Mayleen trataba de concentrarse en la suave melodía que los músicos tocaban, cuando Roose la sacó de sus pensamientos.

—Lady Mayleen, ¿no vais a ayudar a las demás damas con el novio?

—Ya son demasiadas, no necesitan más manos, además, no creo que sea demasiado adecuado cuando se trata de alguien que, en cierto modo, es de mi familia.

—Insisto en que deberíais ir —continuaba animando a la rubia para irse, lo cual la hacía dudar más—. Entiendo que en vuestra boda no hubo ritos ni testigos. Es una bonita experiencia.

—No lo haré, lord Bolton—. Zanjó la chica algo molesta por su insistencia.

—Veréis, tengo que manteneros a salvo esta noche, y yéndoos era lo mejor.

—¿De qué me estáis hablando?—. Dijo Mayleen en tono de exigencia más que de pregunta. Miró a su alrededor con agobio, vio que todas las salidas estaban bloqueadas y que Roose llevaba cota de malla bajo su traje de gala. Entonces identificó la melodía, Las lluvias de Castamere, canción sobre la venganza Lannister… Bolton le habló de leones perdidos y cartas… Todo cobraba un sentido que iba a acabar en algo horrible.

—Veréis, el trato era…

—¡ROBB SAL DE AQUÍ!

El chillido fue tan repentino que extrañó a todos los que venían de la corte de los Stark, los músicos dejaron al instante sus instrumentos y sacaron saetas. Tres de ellas asestaron en el cuerpo de Robb, una en el hombro, otra en el estómago y otra en el corazón. Estaba de pie, mirando todo a su alrededor, con mirada fría y desolada . Los demás hombres estaban siendo mutilados y degollados, incluso Catelyn recibió disparos.
Mayleen quiso correr hasta su marido, no le importaban las flechas, tenía que estar junto a él. Pero, de un empujón, lord Bolton la derribó.

—¡PARAD ESTO, YA!—. Gritó sollozando May. Walder Frey se levantó de su silla y alzó las manos. Todos sus hombres pararon en el acto.

—Señores, ¡el Rey en el Norte!—. Gritó burlándose. May corrió al centro de la estancia donde Robb estaba.

—Por favor Robb, no te mueras. No te mueras cariño, quédate conmigo, quédate conmigo —llevó sus manos a la herida del corazón, esa tan letal que hacía saber a May que no saldría de aquello, pero no lo quería ver. — ¡Hemos luchado juntos y te prometí que nadie nos pararía! ¡vamos Robb, por favor! ¡NO TE VAYAS!

—Tra... tran-quila…

Todos les miraban hasta que en un desesperado intento, Catelyn salió de su escondite agarrando de la cabellera a la mujer de lord Walder.

—¡WALDER FREY, PARAD ESTO YA! Por favor, ¡es mi hijo! ¡Por mi honor como Stark! ¡Por mi honor como Tully! ¡Dejadle ir!

—¿Y por qué iba yo a hacer eso?—. El anciano retaba a la mujer a la vez que observaba divertido la devastadora escena que estaba allí teniendo.

—¡O cortaré la garganta de vuestra mujer! ¡Robb, vete! ¡Idos, Mayleen sácalo de aquí!

La chica no atendía a las palabras de la mujer, sólo miraba a su esposo y pasaba sus ensangrentadas manos por su pálida cara mientras negaba con la cabeza.

—No Robb, no no no. ¡Vamos, tenemos que irnos de aquí! ¡Por favor, ya casi estás! —Robb apenas respiraba, y si se sostenía en pie era porque Mayleen cargaba con su cuerpo. Se desangraba por segundos y lo que más le dolía era que no podía hacer nada por ayudarla—. Casi lo logramos, un esfuerzo más.

Las lágrimas, el llanto y los sollozos le impedían hablar más así que juntó su frente a la de él, como muchas veces habían hecho. Le amaba de verdad y sabía que jamás sentiría eso por nadie de nuevo, no le importaba morir si eso era lo que intentaban conseguir. Ya nada le importaba.

—Me buscaré a otra—. Respondió Walder a Catelyn ante su amenaza de matar a su esposa, por lo que Roose se acercó a zancadas al maltrecho cuerpo de Robb.

—Te quiero—. Susurró el chico en su último suspiro.

—Los Lannister os mandan saludos—. Dijo lord Bolton antes de asestar la puñalada final que acabaría de una vez con la vida del Joven Lobo.

—¡NO!—. Sollozaron en agonía tanto la rubia como su madre desplomándose. May estaba situada junto al cadáver susurrando ininteligiblemente cuando Cat, llevada por la ira, cortó el cuello a la chica Frey.
Todo se sumió en un silencio y cuando May levantó la mirada deseó no haberlo hecho. Un soldado enemigo agarró a la pelirroja y la degolló seguido de carcajadas y burlas de los hombres.

Mayleen no sentía nada. Estaba vacía. Se lo acababan de arrebatar todo. Volvió a mirar el cadáver aún caliente de Robb y besó sus labios por última vez.

—Te quiero—. Susurró en su oído, después de todo, no había tenido tiempo de decírselo de vuelta.

Abrazó el cuerpo inerte de su esposo y lo estrechó contra su pecho mientras que las lágrimas descendían por sus mejillas. Sentía que su pecho se encogía y le cortaba la respiración. Sollozaba y notaba la forma en que en su interior se creaba un agujero de tristeza, un vacío negro que siempre la acompañaría, porque aquella noche en El Cruce sería cantada por los bardos durante años, impidiendo que jamás nadie pudiera olvidar la agonía de los amantes. Un amor tan puro y verdadero no estaba preparado para sobrevivir a un mundo donde la maldad y el poder reinaban el caos.

Lo siento, lo siento muchísimo, de verdad.
He llorado lo más grande mientras escribía este capítulo. He sufrido escribiendo cada palabra y cuando estaba en el final y me he dado cuenta de que era el final, el final de Robb y Mayleen, algo ha hecho crack en mi pecho y me duele.

May, una vez más, está sola. Se ha quedado sola con su pequeño retoño, ¿qué les tengo preparado?

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