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X - El rey que perdió el Norte

No podía creerse que Robb la hubiera seguido hasta allí. Sintió a su corazón darle un vuelco y casi sintió la necesidad de susurrarle a su corazón que volviera a la tranquilidad. Ya era algo habitual que sus latidos se acelerasen cuando el Stark se acercaba a ella. Sonrió y caminó tranquila hasta reunirse con él. Su semental gris relinchaba y piafaba en el embarrado suelo, May le acariciaba el hocico esperando a que el jinete bajara para así poder responderle.

—No conozco a vuestro tío Edmure y tampoco creo que sea buena idea que esté presente en la despedida de lord Hoster. No sé qué hacer aquí, esto es distinto al camino y… he de reconocer que después de todo este tiempo, no me apetece tener que probar cómo es la vida en una celda de esta fortaleza—. El joven rió y negó con la cabeza ante la broma de May, sin embargo, estaba allí por otros motivos.

—En realidad, venía por otra cosa… he notado que en vuestras narraciones, cuando nombrábais a algún miembro de vuestra familia, no usáis los términos “madre”, “hermano” o “padre”.

—Sólo los utilizo para referirme a Myrcella, Tommen y Jaime. Antes también con Tyrion…—. Recordó su enfrentamiento con Tyrion de hacía unos meses, le dolía porque en realidad le quería y el hecho de que utilizara a sus sobrinas para ganar respuestas y tiempo sin consultarle, la hirió.

—¿Qué os hizo?

—Me vendió a los Greyjoy, más concretamente a vuestro amigo Theon. Hizo lo mismo con mi hermana, la mandó a Lanza del Sol —dio la espalda por un instante a Robb para mirar las aguas de nuevo—. No acostumbro a que me utilicen como medio para llegar a algo. Valgo más que para eso, o al menos parte de mi vida me criaron así. Aunque me hubieran arrastrado a las Islas del Hierro, no habría dejado que ese… kraken me tocara.

—Con algo de suerte, no habríais desposado a Theon, tengo entendido que el bastardo de Roose Bolton le ha atrapado —ambos emprendieron un camino por el hecho de seguir la inercia que habían tomado en esas semanas hasta Aguasdulces—, no creo que otro príncipe se hubiera negado a casarse con vos.

—Me parece que no me he explicado bien…, a menudo me dicen que no estoy hecha para ningún hombre, que casarme sería un proceso complicado, que no existiría hombre en los Siete Reinos capaz de amarme… —en sus pensamientos aparecía Robert diciendo aquellas cosas, luego Cersei enfadada, en ocasiones soltaba comentarios por el estilo—. Que no valdría nada si no fuera por el apellido y títulos que vienen conmigo.

—Perdonadme, no debería…

—Tranquilizaos. Estoy acostumbrada—. Otro silencio tenso les envolvió hasta que Robb consiguió hacerse con la valía suficiente.

—Es sólo que no consigo entenderlo.

—¿Qué no entendéis?—. Robb dejó de caminar y cuando Mayleen estaba un metro por delante se volvió a verle. Tenía el ceño fruncido con una sonrisa pensativa.

—Nadie os conocía. No de la forma en que os hemos conocido aquí, no de la forma que lo hizo mi padre. No de la forma en la que lo he hecho yo. Pretendéis ser fría y calculadora, sin sentimientos, pero con esfuerzo he conseguido que me abriérais el corazón y, si me lo permitís, Princesa, quiero deciros que todos se han confundido con vos.

Mayleen tuvo que darle la espalda una vez más para sonreír. Era imposible no hacerlo y debía de alguna manera disimular su nerviosismo, de olvidar la velocidad a la que iba su desbocado corazón. Saltó sobre la primera piedra que asomaba por el riachuelo para relajar la tensión del ambiente.

—¿A qué habéis venido exactamente?

—¿Por qué omitísteis una parte de la historia?—. Mayleen se quedó en blanco, fría como la nieve. Se había dado cuenta.

—Yo... ¡No puedo decíroslo!—. Intentó salir huyendo corriendo hacia la otra orilla, pero Robb la alcanzó. La agarró con delicadeza de la mano y la hizo resbalar, pero consiguió hacer que no cayese al agua. De un tirón la pegó a su pecho, protegiéndola de todo aquello que pudiera herirla. De todo lo que la hiciera sufrir y, para el asombro de Mayleen, no sentía miedo o inseguridad ante el contacto de otro hombre.

—¿Qué os atemoriza tanto?

Rendida ante sus palabras procedió a revelarle la sucia verdad bajo las estrellas que se dejaban ver. Analizó cada mueca que aparecía en su rostro y todo lo llevaba a lo mismo: fascinación.

—Eso es, soy hija de Jaime y Cersei Lannister. Vuestro padre lo averiguó como Jon Arryn antes que él —mudo. No dijo nada. Y eso, atemorizaba a la joven—. Por favor, ¡decid algo!—. La chica colocó su mano derecha en el pecho de Robb y dio un empujón, liberándose de esta forma de sus cálidos brazos.

El joven alzó la mirada y por un segundo vio a Eddard observándola. Era igual, aunque en este caso, había sentimientos ocultos. Seguía sin dar crédito, pero no aguantaba más por lo que comenzó a caminar en dirección de vuelta, en busca de Chase, con los ojos llorosos, escuchando a Robb llamándola.

—¡No me importa! —una lágrima corrió por la mejilla de Mayleen, aunque con un rápido movimiento la apartó, no quería llorar más— ¡Vivía luchando por conseguir la victoria por y para el Norte! Y sigo haciéndolo, pero a menudo me pregunto qué haré después y siempre obtengo la misma respuesta: ¡lo hago por los norteños! No tengo a nadie por quien luchar, están muertos o… recuperarles es prácticamente una fantasía. Aunque desde que os conocí, todo ha cambiado. Desde que os conocí, encontré mi razón para luchar y... No quiero casarme con la chica Frey.

Conmocionada por las frases del Rey, se volvió a mirarle.

—Yo tampoco quiero que lo hagáis—. El Joven Lobo tomó la cara de Mayleen entre sus manos con suavidad, se acercó a sus labios y ambos se dejaron llevar por un beso dulce y apasionado. Un beso que traía grandes consecuencias. Un Rey debe cumplir sus promesas más que cualquier otra persona.

Cabalgaron juntos de vuelta al castillo, uno junto al otro, sonriéndose el uno al otro. Tenía miedo por lo que ocurriría en los días siguientes: ¡había encontrado a su príncipe, a su rey! A la persona a la que estaba dispuesta a ver cada día al amanecer, con la que compartir su vida.

—Robb, hijo —llamó Catelyn cuando le vio aparecer con la rubia por el portón de madera—, los preparativos de tu abuelo tardarán al menos dos días. Mi hermano ya ha tomado el cargo de señor de Aguasdulces y… partió con un batallón… —miró sospechosa a May y luego a Robb. Cambiando una y otra vez su mirada hasta que, incómoda, la chica quiso irse— ¿qué habéis hecho?

—No me casaré con la hija de Walder Frey.

—¿¡Habéis perdido el juicio!? ¡No podéis romper un juramento!

—Vos me jurásteis lealtad y soltásteis al Matarre... a Jaime Lannister. No sois la más adecuada para hablar de promesas, madre—. Robb quiso largarse del lugar, era su madre y le dolía hablarle de tal forma.

—¡No vais a encontrar un Septón que os case!

La chica trotó tras el Stark sin saber bien qué sería de ella y de la forma en que la verían desde aquel día el resto de norteños. Temblaba al pensar en que la decisión recién tomada no fuera bien recibida entre los soldados y vasallos.

—¿Vamos a casarnos?

—¿Qué es de un Rey sin su Reina? —nunca había sido tan feliz como en aquel momento. Después de todo, huir de la capital había sido la mayor aventura de su vida—. Buscaré a Jon Umber, le gustará. Os habéis hecho con el corazón de más de un norteño.

Primero de todo, lo siento lo siento por tardar tanto!! Navidades, familia y comidas me han mantenido alejada de la plataforma, pero ¡aquí están! Robb y Mayleen felices e incumpliendo las normas...

Ahora sí, la segunda parte de la obra se viene. Espero que os guste!

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