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VIII - La historia de Mayleen

Había pasado otro día, viajaban campo a través y tanto caballos como soldados necesitaban descansar un poco. Mayleen era capaz de jurar que habían llegado al Tridente por fin, cuando pasaron al galope por su lado sus tres violadores. Sus risas le produjeron escalofríos, pero prefirió mirar a otro lado y seguir hacia adelante. Aunque no fue por mucho tiempo, las columnas de hombres empezaban detenerse y bajar de sus monturas. Los caballos pastaban hierba fresca, los enfermos se echaban a dormir, los perros hacían guardias y Viento Gris desde un saliente observaba todo a su alrededor.

Mayleen paseaba por el lugar, dándose cuenta de que aquel terreno le era demasiado familiar. Todo aquello le daba inseguridad y no sabía lo que era, hasta que lo descubrió: aquel tocón ancho no lo iba a olvidar nunca.
Volvieron a su memoria las distintas escenas desde como Garlock la tumbó sobre ese tronco cortado y la penetraba una y otra vez mientras que sus agonizantes gritos intentaban llamar a cualquier alma que se encontrase en los alrededores.

El peso del hombre le hizo volver a repetir la escena y sus pulmones de repente se cerraban más y más. Hiperventilaba y no controlaba lo que ocurría, necesitaba huir.

—¿Os encontráis bien?—. El Gran Jon se acercó al verla tan angustiada y asustada de la nada. Se giró bruscamente hacia él y la cara de Jon Umber pasaba en la cabeza de May a la de Garlock.

—¡Soltadme!—. Lanzó un grito contra él y en un rápido movimiento alcanzó su espada y la desenvainó. No quería herirle, sino que apretó sus talones contra los flancos de Chase y salió huyendo hacia no sabía donde. A su espalda escuchaba las herraduras de otros corceles en su persecución. Le dolía todo, pero las punzadas que sentía en el corazón eran insoportables al compararlo. Viento Gris saltó frente a Chase, haciendo que este se encabritara y descontrolase. Mayleen saltó al suelo y se apretó contra un árbol, mirando todos los caballos que se acercaban al galope hacia ella. Alzó la espada amenazante y la blandió repetidas veces. Los soldados pararon en seco, bajaron y sacaron sus armas.

—¡LARGÁOS, NO OS ACERQUÉIS!

Ninguno tenía intención de obedecer, ni siquiera por el hecho de que el huargo se encontraba junto a ella y mostraba los colmillos contra los perseguidores. Mayleen estaba al borde de las lágrimas, el campamento estaba despierto y las antorchas de los rezagados intentaban averiguar qué estaba ocurriendo.

—Abrid paso. No le hagáis daño, que nadie mueva un dedo—. Robb estaba allí, acudió en cuanto Jon le dijo lo que estaba pasado.

—¡No me toquéis!—. Continuaba gritando la rubia a todos. El Stark posó su espada sobre la hierba y con cautela intentaba acercarse.

—Tranquilizáos. No os haré daño, nos conocemos, lady Mayleen —se encontraban a tres metros, pero la chica seguía apuntándole con la espada—. Voy a acercarme.

—¡No! —la voz empezaba a quebrarse, estando al borde del llanto— ¡No me toquéis, por favor!

—Soltad todos las armas. Ahora—. El eco metálico del hierro resonaba en el lugar. Robb puso una mueca y se acercó más. Los ojos de la “prisionera” eran cristalinos y se cegaban por culpa de las lágrimas. Una vez frente a frente, el joven se acuclilló, colocó su mano sobre la hoja de la espada y la desvió de la trayectoria, que apuntaba hacia su garganta. Apretó en la segunda ocasión y se hizo con el poder del mandoble. Lo lanzó lejos del alcance de Mayleen.

—Ya estáis bien, tranquila. —Todos mantuvieron la respiración cuando vieron a Robb intentar agarrarla para sacarla de ahí. El mínimo contacto entre ambos hizo que la chiquilla rompiera a llorar. El Joven Lobo se vio obligado a cargarla en brazos, tenía las piernas temblando. —Recoged las armas. Todo está solucionado. Gracias señores.

Robb escuchaba todos y cada unos de los sollozos de Mayleen, su forma de hipar y los suspiros que hacían llenar y vaciar su pecho. La llevó a su tienda y la colocó sobre una piel de lobo.

—Gra-gracias—. Robb volvía a parecer enfadado con ella. Se había jugado el cuello por salvarla de sí misma y sus demonios.

—¡Vais a contarme aquí y ahora qué os ocurre! Tenéis demasiadas historias que contar—. Sabía que tarde o temprano llegaría aquel momento, quizás la ayudara a pasar página y dejar de una vez que los fantasmas le permitieran descansar.

—Está bien, pero primero debéis llamar a alguien. Alguien que sea capaz de confiar en mi palabra y alguien que corrobore la historia—. El dolor con que hablaba la joven conmocionó al Rey, que asintió y fue en busca de Jon Umber y de Garlock. Si alguien sabía qué le ocurrió, él podría saberlo. Él mismo se la llevó prisionera. Los dos nuevos invitados entraron primero, el tercer hombre seguía fuera, respirando hondo para aclarar sus pensamientos. Tenía que ser fuerte, pero Mayleen no lo ponía nada fácil.

—Proceded.

La narración comenzaba desde su huida de la capital. Sus paseos hacia ninguna parte y el desastroso encuentro con los tres hombres. Cuando inició la parte de la persecución, Garlock se empezaba a incomodar.

—… discutieron varias veces si realmente pertenecía a la casa Lannister debido a mi insistencia. Yo no sabía que luchaban por el Norte hasta que me llevaron ante vos... Las noches anteriores a llegar a la Forca, una de ellas se decidieron que era posible que perteneciera a la realeza y que, por lo tanto doncella —Robb suspiró y cerró los ojos, a la vez que Jon echaba miradas mortíferas a Garlock—, uno a uno, empe-zando por él, me-me violaron. Él so-sobre aquel tocón d-e madera de allí. ¡Yo me quise de-defender…!

—¡Es suficiente! ¿No veis cómo nos miente?

—¡Callad! Dejadla acabar, o desearéis no tener lengua—. Para sorpresa de Mayleen, fue Jon quien habló amenazando al otro.

—Me golpeó ante mis intentos de evitarlo, pe-pero eran más y más fuertes que yo. El segundo me tomó contra un árbol y el tercero ni me acuerdo…, estaba inconsciente. —Todo quedó en silencio, con el ruido de desesperación y dolor de la joven. Lloraba y lloraba, tenía la cara hinchada de las lágrimas, los ojos aún vidriosos y nadie decía nada. — ¡No sabéis lo que es sentir como tu alma sale por instantes de tu cuerpo! ¡Evitando que sufras más de lo que ya haces! ¡Como cada llanto y gemido les hacia saltar de alegría, su propio gozo les…!

—Es suficiente—. Sentenciaba Robb visiblemente preocupado. Garlock estaba pálido, su futuro dependía de los acontecimientos cercanos.

—Alteza, ¡no podéis creer a una traidora! ¡Una desertora!

—Si no fuérais culpable no os mostraríais tan nervioso. —Respondió rotundo Jon, uniéndose a la conversación.— Juro que como los hecho sean reales vais a pagar como nunca...

—Lo son. —Robb se puso en pie y se acercó al culpable. —Sé que le habíais hecho desde que lady Talisa sanó a Mayleen. Sé que sois un violador desde el día en que la trajísteis y, aún así, no he hecho nada. Hasta ahora.

—¡Por favor, Alteza! Nosotros sólo...

—Lleváoslo de aquí. Encerradle, y encuentra a los otros dos—. El Gran Jon obedeció y salió del lugar con el otro hombre apresado. Mayleen se encontraba en el suelo echa un ovillo, sentada agarrándose las rodillas. Temblaba de frío y miedo. Sentía una gran liberación por haber contado después de tanto tiempo aquella espantosa historia que la cambiaría para siempre.

—¿Por qué no contásteis lo ocurrido en cuanto os preguntamos?—. Robb por fin parecía haber bajado la guardia. Estaba tranquilo y no quedaba apenas nada del enfado que podía haber aparecido antes.

—¿Acaso habríais confiado en mi palabra?

—Con los síntomas indicados, sí, os creeríamos.

—¿Por qué ahora no habéis dudado?—. May sacó fuerzas de su interior para mirar al joven. Sus ojos seguían cristalinos ante los mansos de Robb. Un silencio se instauró entre los dos. Sigiloso y con cautela se acercó donde ella reposaba y, aún receloso de cómo podría Mayleen actuar, se sentó junto a ella.

—Las muecas de dolor, el pánico al ver a los mismos tres hombres, no dejar que otro hombre distinto a Jaime Lannister os tocara, las señales de lucha. Os observé con detenimiento cada día y cada una de vuestras distintas facetas. —el único sonido que existía de fondo era el crepitar de las llamas de fuego consumiendo la madera que lo avivaba. Robb volvía a tener la boca cerrada y la chica no apartaba su atención del norteño. —Después de aquello, no tuve duda alguna, lady Mayleen.

Los vellos de la piel de la nombrada se erizaron al sentir la pureza y claridad de las sentencias del Stark. Las lágrimas continuaban brotando, pero en esta ocasión no eran de rabia o tristeza. Era algo nuevo, eran de alegría, sentimiento, de amor. Sus pupilas no dejaban de centrarse en los rosados labios de Robb, al igual que los suyos en los de su princesa prisionera. Y algo era cierto.

Mayleen estaba profundamente enamorada del Joven Lobo.

Bueno bueno bueno que tenemos confesiones altas y claras. Mayleen está hiper enamorada de Robb, aunque ¿quién no?

Espero que os haya gustado mis lectores ♡

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