IX - Aguasdulces
Sentía los impulsos, sentía el coraje. Su mente gritaba desesperada un profundo “no” no te metas en más problemas, su corazón un impulsivo y tierno ‘’sí”, después de todo, Mayleen llevaba buscando el amor todo aquel tiempo y, sin siquiera quererlo, Robb Stark se había apoderado día a día y con paciencia de su frágil y helado corazón.
Estaban en la tienda, solos y alejados de los ruidos exteriores. Los aullidos de Viento Gris empezaban a tranquilizar a la Lannister, al principio, no era capaz de dormir con ellos. En esos momentos, la reconfortaba.
Tenía a su lobo favorito junto a ella, mirándo sus labios a escasos centímetros. Mayleen era capaz de sentir la respiración del chico, tanto que llegaba a sentir escalofríos. Era la primera vez que le observaba tan de cerca: esos rizos rojizos y azules ojos herencia de la familia de su madre, de los Tully. Físicamente, un Tully, pero todo lo demás era de los Stark. Veía a su padre en su interior.
May estaba a punto de dejarse sucumbir, cuando la tela de la puerta se corrió y abrió. Robb se giró todo lo rápido que pudo, intentando evitar que cualquier persona hubiera visto aquello.
—Alteza —uno de sus hombres bajó la cabeza en muestra de respeto—, han encontrado a los tres hombres. Dickson intentó huir y… vuestro lobo se abalanzó sobre él...
—¿Murió?—. El hombre que acababa de llegar negó con la cabeza y retomó la palabra.
—Le arrastró hasta traerlo ante nosotros. Tiene la pierna derecha destrozada y los tres se encuentran presos. El Gran Jon les vigila.
—Está bien, que siga siendo así.
—Perdonad mi intromisión, pero ¿no es eso suficiente castigo?
—Todo caballero, hombre y campesino debe regirse por el honor. Sus actos prueban la clase de seres que son. No es suficiente—. El informador echó una sutil, pero delatadora mirada a Mayleen, tanto que el Rey se dio cuenta y la chiquilla se levantó para irse de allí—. ¿Necesitáis algo más?
—Buenas noches —imitó el movimiento de cabeza que hizo el otro hombre cuando entró allí—, gracias.
Robb y el caballero la observaron irse, pero el soldado apartó la vista antes y delató a su rey.
La noche anterior fue difícil como para dormir, lo único que la animó a hacerlo fue el calor que sentía latir en su pecho. ¿Sería eso lo que su madre sentía por Jaime cada vez lo veía? Porque era una sensación agradable y dulce.
Ese mismo día alcanzarían Aguasdulces y, por desgracia, su aventura junto al Stark acabaría y con ello, su romance.
Cabalgaba aún esperándole a llegar. Podía llegar en cualquier momento y no quería parecer desesperada, aunque le parecía algo más que complicado. Hasta que sin esperar todo lo que podía, unos trancos de galope se acercaban a ella y supo de qué caballo se trataba.
—Veo que hoy no habéis esperado tanto, mi señor—. Saludaba Mayleen sin mirarle a la cara, fingiendo estar serena.
—Resulta que en pocas horas llegaremos a Aguasdulces y tendremos que despedir a mi abuelo. Necesito saber de mi padre y sois la única que puede calmar mi… —Mayleen arrugó la frente a escuchar las palabras que al darse cuenta el chico, retomó la frase inicial—, sois la única que sabe la verdad.
Mayleen rodó los ojos y con una sonrisa volvió al relato, donde conoció a Gendry Tormenta y una vez más se preguntó qué sería en esos momentos de él.
—Esperad, ¿estábais flirteando con vuestro hermano?
—¡No sabía que lo era! ¡Vuestro padre me advirtió cuando todo se volvió más... tenso!—. Ambos rieron ante la anécdota.
—No querría saber qué significa ese “tenso”. —Mayleen se mordió el labio de abajo y negó con la cabeza, no tenía remedio.
Se olvidó de todo y continuó la narración, la traición a Eddard en las calles de la capital por Jaime, la muerte de Robert, la charla de Cersei y lord Stark…
—… y aquí es donde vos entráis en la historia. Lo primero que su primogénito hizo fue tomar armas e iniciar una revolución. —Durante unos minutos, Robb no respondía, se había quedado pensativo, mirando al frente. Mayleen se giró a mirarle, parecía preocupado.
—Siempre me pregunto si soy como él. Si soy tan bueno como lo fue mi padre—. Miró apenado al frente y luego a su acompañante.
—No. Sois mejor, lo sé—. No sabía de donde salió esa valentía, pero funcionó, una sonrisilla se dibujó en su cara, tanto que contagió a la chica.
El castillo de Aguasdulces se veía desde hacía un tiempo, estaban a punto de llegar. Mayleen llegaba al final de la narración y eso implicaba verificar su origen bastardo. Catelyn estaba informada del tema y dudaba en que no lo hubiera contado a su hijo, por lo que a esas alturas, el norteño lo sabría, pero ¿y si no era así? Tenía miedo de que después de todo el tiempo compartido se echara a perder por algo tan pequeño, a la vez que importante, como aquello, por eso, cuando estuvo a punto de contarlo, abolió aquel hecho. Aún así, Robb se dio cuenta de la modificación y la miró extrañado; sin embargo, no dijo nada.
—Cuando Cersei hizo rey a Joffrey, Meñique traicionó a vuestro padre. Yo estaba presente y vi como le puso un puñal en el cuello. Tras aquello, le encarcelaron y […]
Habló de las condiciones en las que vivió Eddard durante esas semanas en las que Mayleen era la única que bajaba a verle, hablar y llevarle algo de comida real. Luego llegó la sentencia en la que Joffrey quebrantó su promesa sobre la piedad, de la impotencia de lord Stark cuando le hicieron recitar unas palabras falsas que le harían pasar a la historia de Desembarco del Rey como un mentiroso.
Aquella vez fue la primera vez que May contaba lo ocurrido en el Septo de Baelor y no pudo evitar que su voz se quebrara. Era más duro de lo que habría imaginado. Le habló de Sansa y de la instantaneidad con la que perdió la alegría. Sansa no volvió a ser la misma nunca.
—Os agradezco que me hayáis contado la historia que jamás nadie cantará. Está bien saber que mi padre no pasó sus últimos días solo. —Robb hizo una seña con la cabeza a modo de agradecimiento y salió al galope a liderar las tropas de nuevo. Debía ser el primero en entrar junto con su madre, después de todo un rey tiene obligaciones.
Conforme se acercaba al castillo, se sentía más fuera de lugar. Todos allí luchaban contra los Lannister y ella... casi lo era. Algunos eran amables y se agradecía, pero no terminaba de sentirse bien.
—Ser Brynden —llamó May al tío de Catelyn, el apodado “el Pez Negro” llegó al pelotón unos días atrás y le llamaba la atención que una fugitiva Lannister obviara sus raíces y se sintiera tan a gusto entre Starks y casas norteñas. Podía decirse que se llevaban bien, en cierta manera—, ¿qué debería hacer? No estoy segura de ser bien recibida.
—Estáis bajo la protección del Rey, no debéis temer, niña. Intentad parecer despreocupada, permaneced junto a mí y mantened la boca cerrada.
La princesa obedeció y continuó su camino hacia el castillo. No tenía nada que ver con Invernalia o con Desembarco. El sitio era gris, con una humedad que te calaba hasta los huesos y te hacía temblar de frío.
—Ahora podéis ir, por aquel portón se llega al bosque —informaba Brynden señalando el camino—. Estoy confiando en vos, así que no me hagáis arrepentirme.
—Muchas gracias, mi señor—. Pasando desapercibida entre los soldados, puso rumbo al bosquecillo para descansar del escándalo que la seguía desde que formaba parte del campamento. Quería tranquilidad, pero alguien la vio irse y la siguió.
Cuando profundizó lo suficiente en el lugar, desmontó y acarició a Chase que automáticamente se dispuso a comer algo de hierba. May caminaba por el lugar, observando el riachuelo que cruzaba la senda, quería cruzarlo, pero no quería arriesgarse a caer debido a la escasa luz que quedaba. El sol estaba poniéndose una vez más.
—¿Por qué habéis desaparecido?
Ya estamos! Hemos acabando la primera parte de la novela, de hecho, la diez es la última y comenta la segunda...
¿qué os tengo preparado? Es una sorpresa
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