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Epílogo

—No no no, Robb. —continuaba susurrando la joven reina en su oído mientras que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas hasta parar en la frente del inmóvil cuerpo de su esposo.— Te quiero mi amor. Te quiero.

A su alrededor todo eran coros de voces cantando y celebrando la victoria, ya que aquella significaba la muerte del segundo rey que luchaba en la apodada “Guerra de los Cinco Reyes”. Mayleen no era capaz de ser consciente de lo que la rodeaba, tan solo del cadáver que sostenía entre sus brazos. Al que continuaba abrazando como para impedir que su alma la dejara. Él era cuanto tenía, pero tras unos largos segundos tuvo que aceptarlo por mucho que le doliera.

—Descansa ahora. Ya es-estás en cas… casa —pronunciaba con dificultad, pero intentaba sonreír porque al menos sabía que estaba en paz—. Ya puedes descansar y nunca nadie volverá a molestarte. Gracias por darme la me… mejor etapa de toda mi vida.

Con el corazón en un puño llevó las yemas de sus dedos índice y corazón a los párpados de los ojos de Robb para cerrarlos y permitir que descansara de una vez, aunque ese acto supusiera ser la última vez que viese aquellos ojos azules que sabían, con una mínima ojeada, cómo se encontraba o lo que le sucedía. Él había sido todo para Mayleen.
Walder el Negro se acercó con sigilo a la chiquilla que lloraba la pérdida aún abrazada y agarró al norteño abatido de malas maneras y comenzó a tirar.

—¡Soltadlo!—. Aulló fuera de sí, lo que tan sólo consiguió más la ira de los Frey.

—¡Sacadla de aquí!—. Ordenó el organizador de aquella velada, por lo cual, una docena de hombres se abalanzaron contra Mayleen y consiguieron hacerla soltar a su esposo.

—¡NO! ¡PARAD! ¡NO…!

Su voz se paró en el acto, era incapaz de seguir luchando, pero lo hizo. Pataleó, daba codazos y manotazos. Todo en vano. Roose Bolton la zarandeó y soltó en las puerta del exterior del castillo para luego cerrarlas en sus narices. Era un traidor.

Allí fuera todo era un caos. Caballos que corrían de un lado a otro, soldados combatiendo entre ellos a gritos de: “Por el Rey en el Norte”. Y escuchó el aullido: Viento Gris. Con el ajetreo se olvidaron de él y fue en su busca.
Seguía tal como le dejaron, en la casetilla de madera que May se apresuró a abrir. Al abrir la puerta, el lobo saltó hacia adelante gruñendo, May le acarició el hocico y miró a los ojos.

—Robb ha muerto—. Quería decirle y, extrañamente, en el acto, el animal comenzó a llorar—. ¡Largo de aquí! ¡Tienes que irte!

El huargo vaciló unos instantes, pero aceptó la orden, aunque unos metros antes de adentrarse en el bosque, volvió la vista atrás, de nuevo a May y de una forma casi humana, parecía que le daba las gracias.

Escuchó el portón y se giró a ver, aunque antes de encontrar lo que buscaba, a lo lejos, desapareciendo en la niebla, encontró un gran caballo con un jinete de tamaño fácilmente reconocible: Sandor Clegane. Pero no fue él el que llamó su atención, sino la joven que viajaba a su lado, la que hizo contacto visual con May: Arya Stark.
La puerta de madera crujió tan fuerte que hizo a la rubia volverse del todo. Los hijos de Walder sostenían con los brazos en alto el cuerpo desnudo de Catelyn, se reían, y entre broma y broma, desprestigiando el rito de funeral de los Tully, lanzaron el cadáver de la mujer al río.

Mayleen se desvaneció por completo ante la dura escena y tuvo que sentarse y apoyarse contra la pared de piedra, pero no fue aquella la imagen que la hizo desmayarse. Varios corceles salían de la fortaleza y los jinetes parecían rodear un caballo en concreto. Con sus últimas fuerzas, May miró: el caballero que montaba al asustado potro y no era otro sino el cuerpo vacío de Robb y lo que la hizo llevarse las manos a la boca, horrorizada, fue comprobar que la cabeza de Robb no estaba donde debía estar. Iba clavada en la pica del primer hombre.

Se levantó entre barriles y madera. Le dolía la cabeza y no podía dejar de pensar en lo que había soñado. Miró en todas las direcciones buscando a Robb, a Viento Gris, a Catelyn, a los norteños…, pero no estaban. Había sido real. Su marido estaba muerto.
En cuanto se dio cuenta de esto, su cuerpo empezó a temblar y dolerle. Se encontraba faltal, se asomó al carro y vomitó. Le empezaban a llegar las vividas imágenes de la boda.

Unos soldados de los Bolton la llevaban hacia algún lugar y creía que sabía de donde de trataba. Podía huir sin hacer ruido, pero estaba cansada de hacerlo, sólo quería dejarse morir.

—Bienvenida a casa, hija—. Cersei la esperaba en la puerta de la Fortaleza Roja con una sonrisa triunfadora.

Los Lannister os mandan saludos

La frase se repetía una y otra vez en su cabeza. Su propia familia le había destrozado la vida y jamás podría perdonarles. Ellos conocieron a una Mayleen en el pasado, la nueva iba a hacerles la vida imposible.

¡He aquí el final de Stark!
¿Qué tal, qué os ha parecido? He tenido el corazón de dejar vivo a nuestro querido Viento Gris, ¿se os ocurren teorías locas? Estoy encanta y entusiasmada de oirlas.

He disfrutado escribiendo de cada capítulo, (excepto la Boda Roja), he sido feliz, he reído y he llorado. Me lo he pasado en grande leyendo vuestras reacciones y estoy tan agradecida de que hayáis seguido a Mayleen en este viaje que cada día tengo más ideas. ¿Qué creéis que le brindará el futuro? Porque el final de Robb estaba escrito y era un acontecimiento necesario para la trama de May...

Muchísimas gracias por apoyarme y darme ánimos en esta aventura, así que esto es una corta despedida y... nos vemos en Dynasty

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