16
Sentados bajo aquél fino manto oscuro sin hablar, sólo se columpiaban ligeramente siguiendo el ritmo que el viento estaba creando.
No se miraban pero estar en medio de ese desolado parque sólo ellos era algo cálido a pesar del frío invernal que se alejaba con el paso de los días y la llegada de la gloriosa primavera.
—Estabas escribiendo un poema ¿no? —habló de pronto el bicolor asustando al pecoso.
—Y tú leías un libro... —comentó este viendo mano de su contrario—. Los Heraldos Negros... —leyó.
—Me gusta la Literatura —soltó—. Si pusiera la estudiaría o algo que me gusta.
—¿Y por qué no lo haces? —se quiso dar un buen golpe contra la cara al preguntar eso, sentía que era algo que no le incumbía.
Y así como lo dedujo, el bicolor se quedó callado dejando que la pregunta se la llevara la suave y fría brisa que acariciaba sus rostros.
Shouto estaba inseguro sobre si hablar con Izuku estaría bien.
Finalmente suspiró.
Realmente tenía que decirlo.
—Mi maldito viejo me tiene amenazado.
Apenas escuchó eso Izuku volteó a verlo con el rostro demostrando sorpresa.
—Debo hacer las cosas que el quiera para ayudar a personas que aprecio, no importa quiénes sea. El maldito siempre sabe como dar en el clavo.
No sabía que decir.
¿Estaría bien comentar al respecto? ¿Debía animarlo? Su rostro estaba más serio que de costumbre, ¿tenía el derecho de decir algo como “Te entiendo”?
No, no y no. No tenía derecho alguno de decir que todo estaría bien. Aunque...
—Lo haces... ¿Por proteger a tu familia?
Shouto lo miró sorprendido por ver cierta pena en los ojos de Izuku. Sólo asintió.
Midoriya esbozó una sonrisa melancólica, levanta su mirada hacia el cielo recordando sus malas vivencias. Suspiró.
—Me pasó algo así hace muchos años. Por el trabajo de mi padre solía estár en constante peligro —comenzó a contar—. Hubo una vez que todo pasó a un nivel extremo. Tuvimos un accidente de auto, hecho a propósito. En medio de todo el alboroto trataron de asesinar a mis padres, me interpuse en un par de disparos y salí lastimado salvándolos, además de los montones de vidrios en mis brazos unas balas fueron las cosas que me llevaron a un hospital de urgencia y... Me dejaron esta cicatriz—se quitó el guante de nuevo.
Ambos observaron la cicatriz sobre la mano de Izuku.
—Mi cicatriz me la hizo mi madre.
Ahora el pecoso fue el que sorprendido volteó a ver como Shouto se tocaba delicadamente su piel que lucía quemada.
—Desde pequeño mi viejo siempre maltrató a mi madre, hermanos y a mí —inició contando—, siempre deseó el hijo perfecto para deshacerse de su competencia, él siempre ha sido el número dos por lo que buscó algo "especial" en alguno de sus hijos. Terminé siendo yo —suspiró en un intento de liberar la tensión pero fue imposible—. Al final mi madre terminó enloqueciendo por todo lo que pasaba en esa casa y... Me lanzó agua hirviendo en un arranque de locura producido por el odio a mi padre. Desde entonces no la he visto y mis hermanos huyeron de casa al igual que yo, pero no me pude librar del todo y ahora está haciendo lo que quiere. Y por cosas siento que me estoy volviendo como ese bastardo.
Silencio.
Se contaron sus dolores del pasado el uno al otro y ya no sabían exactamente que era lo que les dolía más, si sus recuerdos o los del otro.
Mas Shouto nunca esperó que el peliverde hicera lo que estaba haciendo en ese momentos.
Izuku se paró de un salto del columpio y se paró frente al bicolor abrazándolo de maner que la cabeza del más alto terminó apoyada sobre el pecho de un Midoriya a punto de llorar a mares.
—Todo estará bien, Shouto. Te apoyaré en lo que pueda —dijo dejando resbalar una que otra lágrima—. Tu puedes ser lo que quieras, no eres tu padre. No importa cuanto el lo quiera, nunca serás como él, porque en lo poco que te voy conociendo sé que no eres una mala persona.
Tomó la cara del bicolor entre sus manos y la acunó entre estas viendo directamente a los ojos dispares que lucían afligidos y se acercó a la marca rojiza alrededor del ojo izquierdo para posar sus labios sobre esta con delicadeza. Y así sin decir mas s e abrazaron una vez más. Midoriya terminó medio sentado sobre un Shouto temblando por todo lo dicho anteriormente.
Sus corazones parecían sincronizados hasta que no les quedó más que despedirse y quedar para dentro de tres días en un parque para otra salida fuera de Starbucks. Esta vez en una heladería pues el frío de la estación casi había desaparecido.
—Izuku... —llamó el bicolor.
—¿Qué pasa?
—Po... —agachó un poco la mirada y tomando aire al mismo tiempo —. ¿Podrías... Darme tu número?
Izuku recordó el cabello de Kirishima y pensó que estaría así o más rojo si era posible. Pero accedió e intercambiaron números, puesto que no lo habían hecho en los casi seis meses que se llevaban viendo.
Felices de tener la oportunidad de estar más cerca del otro fueron a sus casas.
E Izuku quería llorar porque sentía a su corazón dándole puntadas que le dolían pero se sentían de los más bonitas y le hacían sentir algo cálido.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro