09
—Hola, Izuku.
Saludó el mayor al peliverde que estaba con una libreta rayando esta con desgana.
—Hola, Shouto —saludó aún concentrado en sus hojas de papel esparcidas por la mesa.
El mayor se sentó frente al enfocado chico para ver a este último soltando un suspiro y revolviendo su propio cabello.
—Te ves...
—¿Del asco? —siguió el ojiverde con desgana. Su rostro estaba demacrado y con ojeras ya casi marcadas. Estaba pálido y sentía que caería sobre la mesa para dormir aunque sea un poco.
—...Cansado —finalizó el bicolor.
—Se me han cruzado muchas cosas importantes y tengo que hacer un poco de cada cosa.
—Deberías dormir un poco.
—No tengo tiempo para dormir —siguió escribiendo en la libreta, luego arrancar una hoja para escribir otra cosa con su otra mano dejando sorprendido al chico de heterocromía.
—¿Eres ambidiestro?
—No... —contestó Izuku quitándose el guante que llevaba —por la época— de su mano derecha mostrando una cicatriz que le atravesaba casi toda su mano—. Es que hace mucho tiempo sufrí un accidente donde mi brazo y mano se abrieron. Durante el tiempo en el que estuve mal, tuve que aprender a usar la izquierda, pero solo sé usarla para escribir.
Cuando se dio cuenta ya había contado uno de los datos más importantes y privados de su vida. No muchos sabían del porqué de su cicatriz. Solo sus más allegados estaban al tanto de esa historia de su adolescencia. La cual no quería recordar, pero había un detalle.
¿Por qué se lo contó a Shouto sin esfuerzo alguno?
Si siempre que se lo cuenta a alguien su cuerpo se estremece y siente ganas de llorar por todos los problemas que causaba a su familia. Ahora... se lo contó como una anécdota normal.
Intentó no pensar en eso y siguió escribiendo en ambos papeles tratando de pensar por separado. Pero su acción se vio interrumpida cuando Shouto tomó su mano quitándole el lapiz.
Puede que Izuku sintiera su corazón latir con mayor intensidad de la sentía normalmente. Puede que aquella mano se sintiera la más cálida que hubiera podido tocar. Puede que su cara reflejara su vergüenza con el rojo que le teñía las mejillas pecosas.
Pero a pesar de todo mantuvo la compostura y siguió observando las acciones del bicolor. Este tomó el lapiz y la hoja de la mano izquierda.
—No te esfuerces mucho, puedes enfermarte.
Bufó.
—Eso no debería importarte.
—Oh, pero lo hace.
—¿Por qué?
—Porque no podría verte.
Subió su mirada enfocándose en los ojos de diferentes colores que lucían avergonzados mas no arrepentidos.
Bajó la cabeza con un sonrojo aún más notorios que antes.
¿Eso era un coqueteo?
Sí, si lo era.
¿Estaba ligando con él?
No, el chico bicolor era tan guapo y sexy como para ser gay.
Se sonrojó a más no poder cuando la mano de Shouto tuvo contacto con su frente subiendo los rizados mechones suyos.
—Creo que ya te enfermaste, Izuku.
—N-No es e-eso... —trató de decir lo más coherente posible sin éxito alguno—. S-Sólo que y-yo es-estoy m-muy cansado n-nada m-más, ¡s-si! ¡Es sólo eso! —río de forma nerviosa entre murmullos paranoicos.
Estaba a punto de tirarse sobre la mesa y morir de un ataque cardíaco ahí mismo. Para su suerte, la chica que hacía las bebidas llamó al mayor que se levantó a recoger su pedido.
Trató de calmarse un poco antes del que el contrario volviera. Cosa que con mucho esfuerzo pudo lograr lentamente hasta que se percató de que Shouto venía con dos tazas y un pequeño pastel.
Se volvió a sentar frente de Midoriya dándole una de las tazas. En ella pudo notar el capuchino con una pequeño dibujo de una flor de durazno.
—¿Por qué...?
—Mira bien la flor.
Aún dudoso empezó a ver en la flor un pequeño texto.
"Cuídate"
Izuku sonrió.
—Gracias.
Tener a Shouto a su lado era suficiente para calmarle lo suficiente como para olvidar por unos minutos su ocupada vida.
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