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07

Ya habían pasado poco más de dos semanas y ninguna de esas dos lo pudo ver. Se estaba preocupando demasiado. Sentía que podía ver su cabello o su mirada frente a él pero nunca estaba cuando lo buscaba.

Se sintió mal de no haber preguntado por su nombre o su número en el poco tiempo que lo conoció y en lo que se conocieron.

Suspiró pesadamente ante sus pensamientos y trató de concentrarse en como sería la nueva clase de Kinder y la exposición que estaban creando para una presentación para los padres del final de año.

No estaba seguro de que tema hacerlo y se encontraba muy estresado. Pronto serían los exámenes finales y su trabajo se estaba cruzando demasiado. Además de que estaba buscando otro empleo con relación a su primera carrera y todo se acumuló. Aparte de sus recientes preocupaciones sobre aquel chico de ojos de distintos colores pero sin dejar de ser profundos.

Tomó del frapuccino de fresa que tenía y comió de su Taiyaki que él mismo llevó.

Una extraña combinación pero de alguna forma le gustaba.

Ochako tenía razón, tenía gustos extraños.

Suspiró nuevamente tratando de pensar en algún tema en particular para que los niños lo expusieran pero seguía sin una simple idea.
Frotó su mano contra su frente y siguió —al menos intentó— pensando sin que su mente se enredara.

Hizo lo que últimamente no hacía y se puso los audífonos conectados a su celular a un lado de la laptop y la bitácora llena de rayones sin forma.

Su mente anduvo vagando por un rato sin voltear a ver la puerta —estaba sentado en donde el medio albino se sentaba—, como estuvo haciendo desde hace una hora con la esperanza de ver al chico que llevaba de apodo "Invierano".

Siguió divagando tratando de no pensar mucho en él. Pero era casi imposible pues se sentía preocupado por un bicolor. Sin darse cuenta de que este mismo había entrado al café dirigiéndose directo hacia él. Sintió una mano revolverle su cabello, volteó sorprendido y vio al chico con un rostro que reflejaba el cansancio.

—Hola, Deku —habló el más alto sentándose frente al peliverde.

—...Inv-... —intentó hablar pero sólo soltó una pequeña risita de sus labios llamando la completa atención del bicolor—. Soy Izuku —extendió su mano—. Deku es un viejo apodo, por favor, dime por mi nombre —sonrió.

El de cicatriz miró al pecoso y con una imperceptible sonrisa le dijo:

—Shouto, mi nombre es Shouto —tomó la mano del pequeño estrechándolas.

Sonrieron de forma agradable para el contrario sintiendo que sus corazones rebosaban de alegría. Izuku estaba feliz.

Shouto.

Ese era el nombre de aquel chico.

—Bueno, Izuku... —inició el bicolor la conversación—. ¿Qué es lo que sucede? Luces estresado.

—¿Qué te sucedió a ti? No te había visto en un largo tiempo y... —«me preocupé», quiso decir pero sólo agachó la cabeza con un sonrojo.

El muchacho de heterocromía lo miró con calma y suavidad, sonrió un poco y soltó un suspiro al recordar el percance que tuvo.

—Tuve... ciertos problemas con mi padre y no me dejó salir y cada que lo hacía él mandaba a alguien a buscarme —bufó—. Ese viejo es solo un anciano paranoico.

Izuku quiso saber más pero se sintió como un entrometido y metiche por preguntar acerca del problema de otra persona que prácticamente estaba recién conociendo por su verdadero nombre.

—Sólo me dejaba ir a la universidad y volver —susurró.

—¿Qué estudias?

—Administración de empresas —respondió rápidamente—. Y tú...

—Bueno, voy en mi segunda carrera, literatura —llevó su mano a su nuca con nerviosismo al ver el rostro usualmente inexpresivo con un ápice de asombro en él—. La primera la terminé hace unos años, era diseño gráfico —finalizó.

—¿Cuántos años tienes?

—Veintitrés y ¿tú?

—Hoy cumplo veinticuatro, solo por eso salí.

Silencio.

Nadie podría decir quién era el más asombrado. Si Izuku por saber que ese día el chico cumplía años o si Shouto al enterarse que el peliverde estaba en su segunda carrera a tan corta edad.

Un timbre empezó a sonar destruyendo la extraña atmósfera que se había creado. Era el celular de Midoriya. Su madre le había pedido que volviera temprano ya que recibirían visitas.

Suspiró y empezó a guardar sus cosas.

—¿Ya te vas? —dijo el medio peliblanco con cierta decepción en su tono de voz.

—Sí, tengo que volver a casa —respondió con cansancio pero con una sonrisa le dijo:—. Feliz cumpleaños.

El bicolor se sentó en el lugar anterior del peliverde y suspiró con una mano sobre su frente.

—Maldito viejo, mejor muérete —susurró.

Pero escuchó un llamado.

¡Invierano!

Volteó a ver a la chica que lo llamó por su apodo. Se levantó con curiosidad pues él no había pedido nada que recordase.

Algunas personas lo voltearon a ver por el apodo extraño con el que fue nombrado y a otros no les importó en lo más mínimo.

Tomó el frapuccino que parecía ser de fresa con chispas de chocolate y crema batida encima de esta.

En el vaso decía: "Feliz cumpleaños, Shouto".

Tal vez este cumpleaños no había sido tan malo como pensó.

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