06
Volvió un lunes al café de siempre y se pidió un café con un brownie de chocolate con coco.
Se sentó en el mismo lugar de siempre rogando por que el bicolor no fuera ese día.
Esperó con sus audífonos puestos y una pequeña libreta empezando a dibujar un pequeño niño. No sabía que hacía, pero tampoco le importaba mucho. Sólo tenía que esperar a que ella llegara.
—...ku-kun... Deku-kun—escuchó cerca a él. Levantó la mirada observando los castaños ojos de su amiga frente a él.
—Ochako, hola —saludó quitándose los audífonos.
—Hola, ¿estás bien, Deku-kun? Te veo... Extraño.
—No, estoy bien, solo que he estado pensando demasiado.
—¿En qué? ¿En el chico de aspecto peculiar?
—¡Demonios no, Ochako! —gritó con un gran rubor en sus mejillas.
Últimamente el pensar en el chico “Invierano” le hacía sonrojarse más de lo que debería.
—Tus mejillas no dicen lo mismo, Izuku —le dijo por su nombre.
Significa: PELIGRO.
—Entonces... Izuku, dime como es —cruzó sus manos apoyando su cabeza sobre estas con una gran sonrisa.
Midoriya sin más opción, empezó a describirle su aspecto físico. Su cabello rojo y blanco perfectamente dividido, sus ojos bicolores, ambos serios pero relucientes siempre, sin olvidar la cicatriz en su ojo izquierdo que llamaba tanto la atención de todos como la de él. Se volvió a sonrojar ante los repentinos pensamientos sobre el chico.
—¿Entonces te gusta? —cuestionó Uraraka.
—Ochako, no me gusta ese chico, nisiquiera sé su nombre —suspiró de forma pesada—. ¿Por qué piensas eso?
—Porque estás dibujando un niño que parece tu hijo y el de él.
—¿¡Qué!? —miró el lapiz en su mano y luego su dibujo. Un pequeño niño de cabello bicolor ondulado, sus mejillas con un par de pecas y un rostro infantil pero serio.
Guardó rápidamente su libreta en su maleta aún avergonzado y junto a su gran sonrojo en el rostro. La chica reía entre dientes al observar de esa forma a su mejor amigo.
—Bueno... ¿Algo más que quieras mostrarme Deku-kun? — rió la castaña.
—Ochako, te odio... —le dijo entre dientes a lo que la chica lanzó una risotada que llamó la atención de los demás clientes de la cafetería.
Siguieron hablando de cosas banales. Izuku sólo había salido de su casa porque la castaña le pidió el favor para pasar el rato y sinceramente no quería que el chico heterocromático apareciera o no podría sentarse con él ya que estaban en la mesa que siempre usaba con aquel.
La chica pidió una bebida y volvió a su asiento insistiendo por hablar del chico con el que Midoriya “salía” aunque este claramente lo negaba.
—Por cierto, accidentalmente...
—¿Qué hiciste ahora? —la miró serio. Ella siempre lo metía en cosas que en serio no quería hacer. Era una buena chica, pero a veces lo sacaba de quicio.
—Bueno, me inscribí en un concurso de diseño y modelaje, tenía que diseñar ropa tanto de mujer como para hombre, además de modelarla yo y más personas, por eso le pedí ayuda a Tenya, Kirishima-kun, Tsuyu-chan y una amiga de la facultad. Ellos aceptaron y se les ocurrió la brillante idea de que participaras... Por lo que te inscribí como uno más de mis modelos —susurró lo último temiendo por la reacción de el peliverde que tenía una mueca de asombro con horror.
Esperó el gritoneo que le daría, pero a cambio de eso recibió un suspiro cansado del chico que la miró y le dijo:
—Muy bien, lo haré.
No sería la primera vez que modelaba. Pero si la primera vez que lo hará como Midoriya Izuku y no como un chico con peluca y lentillas. Solía hacerlo por algunas pasarelas en las que su padre se lo pedía y por más que el mundo lo viera como él mismo no se sentía nervioso por hacerlo. Es más, le agradecía a su amiga.
Necesitaba relajarse.
Salieron del lugar entre gruñidos del peliverde y risas de la castaña que lo jalaba de las manos como juego.
Antes de salir a la calle de reojo vio una cabellera bicolor en la esquina de la cuadra. Cuando volteó totalmente hacia la dirección de donde juraba haber visto tan bella cabellera; esta misma ya no estaba.
—¿Deku-kun? —le llamó la chica apoyando su mano sobre el hombro de este—. ¿Pasa algo?
Escucho la voz de su castaña amiga reaccionando mirándola a los ojos que denotaban la preocupación.
Sólo asintió y dijo:
—Estoy bien, Ochako.
Ella le siguió mirando por unos segundos más hasta que lo dejó y cruzaron la calle.
Algo le pasaba a Izuku Midoriya y a su gran corazón.
Algo muy lindo.
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