❪ uno : un dios entre los hombres ❫
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✾ I. A GOD BETWEEN MEN ✾
Eva
"Famoso es y su perfil, en cada urna griega está."
— Hércules
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1954
LOS OJOS GRISES DE LA MUCHACHA escanearon al público en busca de su confiable guardaespaldas. Erin no estaba a la vista, y sus nervios se calmaron ligeramente. Al menos no tendría que enfrentarse a su ira por escaparse de su vista todavía. Si la suerte estaba de su lado, podría volver al carro antes de que él la viera en la multitud.
Las puertas se abrieron apenas unos minutos después de que Eva se uniera a la multitud, y pudiera ganar un asiento en la segunda fila.
La joven sonrió y dejó que sus ojos volvieran al escenario, observando el primer acto. Se trataba de un dúo de hermano y hermana, que cantaban melodías country y tocaban con habilidad sus guitarras. Estaban bien, pero Eva se encontró aburrida después de un par de minutos. Su canción parecía ser muy sosa, las dulces melodías pronto se convirtieron en los mismos acordes que se tocaban repetidamente. La castaña se hundió en su silla, apoyando su barbilla en el reposabrazos entre su asiento y el del chico de a lado.
Sus ojos brillaron con curiosidad cuando el presentador anunció el siguiente acto.
— Es un joven cantante de Memphis, Tennessee, con una canción en Sun Records. Está en toda la radio. Denle una cálida bienvenida al Sr. Elvis Presley en el Hayride.
La multitud que rodeaba a Eva estalló en gritos entusiastas, los espectadores aplaudieron con entusiasmo cuando un joven de traje rosa hizo su entrada. La ojigris observó con la respiración contenida cómo el muchacho llamado Elvis entraba en el escenario, sus pasos eran uniformes y calculados. Sus hombros se movían, sus manos temblaban y sus nervios eran evidentes. Su pelo era oscuro, complementando perfectamente el negro de su traje rosa, ya que algunos mechones colgaban sobre su frente, y sus ojos estaban rodeados de un delineador negro que rivalizaba con el color de su pelo. Oh, sus ojos. Azul brillante y cristalino, brillando bajo las duras luces del escenario y nadando con mil emociones. Era hermoso.
Elvis miró nerviosamente a la multitud, y cuando sus ojos se posaron en Eva en la segunda fila, la joven sintió que sus tripas se retorcían de forma poco placentera.
¿Acaso él la había reconocido?
El chico, Elvis, se dirigió al centro del escenario. Cuando comenzó la parte a Capella de su acto, Eva no pudo dejar de mirarlo, ni ignorar la insoportable atracción que sentía hacia su persona.
—Dios mío —habló la joven, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.
—¡Lo sé! — dijo el chico de al lado. —Se ve ridículo. ¡Oye! ¡Córtate el pelo, hada!
El público soltó unas cuantas risas. Un ceño fruncido cruzó la cara de Eva mientras miraba al chico de al lado antes de volver a prestar atención al escenario. Elvis golpeó su pie, moviendo sus largos dedos. Agarraba con fuerza su guitarra.
Entonces, sus ojos azules empezaron a escudriñar al público. No tardaron en posarse en Eva de nuevo. Cuando ambos establecieron contacto visual, un profundo rubor se abrió paso en el rostro de la castaña. Con una sutil sonrisa en el rostro, el muchacho respiró profundamente antes de soltar un intenso: — Well...
Y así comenzó. Con todo el pecho y la barriga, cantó la letra de su éxito radiofónico. Sin embargo, su voz no era lo que se veía. Mientras Elvis cantaba y tocaba la guitarra, agitaba la parte inferior de su cuerpo. Los ojos grises de Eva estaban pegados a su pelvis. Con sus zapatos de vestir blancos y negros, rebotaba en su sitio antes de mover las piernas y las caderas.
—¡Ah! — gritó una chica detrás de Eva, haciendo que la castaña mirara hacia atrás. A su izquierda, otra chica gritó, haciendo que la joven moviera la cabeza en su dirección.
Eva volvió a mirar hacia delante, mordiéndose la lengua mientras resistía el impulso de seguir su ejemplo. Sin embargo, mientras él seguía meneando la pelvis, la joven sintió que aquel chico trajeado despertaba un sentimiento desde lo más profundo de su alma. Ella estaba bastante familiarizada con esta estimulante sensación, pero su instinto le decía que era territorio prohibido.
Bueno, era prohibido en público.
Las hormonas de la castaña se dispararon al ver cómo el chico se daba la vuelta y hablaba brevemente con sus compañeros. Se le cortó la respiración cuando intercambiaron algunas palabras antes de que Elvis se diera la vuelta de nuevo. Eva se puso de pie. En ese momento, sus ojos grises brillaron. Entonces, el azabache soltó su guitarra y comenzó a agitar todo su cuerpo. Inmediatamente, una chica de la parte de atrás soltó un grito a todo pulmón.
Esto creó una reacción en cadena. Un puñado de chicas fueron hacía el escenario, arrastrando a Eva con ellas y comenzaron a tratar de tocarlo con las manos.
Alimentándose de toda aquella energía, Elvis intensificó sus sacudidas antes de tocar también su guitarra. Su aura estimulaba las hormonas de todas las chicas de la sala.
Incluida Eva, quien solo lo veía con los ojos muy abiertos y la boca entreabierta.
La sala ya no era música. Era una emocionante mezcla de gritos, cantos y guitarrazos. En el fondo, mientras Eva se acercaba al muchacho del escenario entre el mar de chicas que se habían colado a la parte delantera, le pareció oír que las guitarras se volvían eléctricas. No podía describirlo, pero la vivacidad de los movimientos del tal Elvis parecía traducirse en la potencia de los instrumentos. Ese muchacho era una bola de fuego en el escenario.
Elvis se alzaba imponente sobre la castaña mientras cantaba. Ella podía ver cómo el sudor transparente brillaba en su bello rostro y goteaba de su revuelto pelo negro engominado. La gente se abalanzaba sobre Eva por detrás, pero a la joven no le importaba. Se sentía ebria al verlo, un dios entre los hombres.
Elvis cayó de rodillas en el escenario. Las manos de todas las chicas se extendieron aún más para tocarlo. Se inclinó hacia la multitud y de repente agarró la cara de una chica que estaba de pie a unas cuantas personas de Eva. Ella se quedó con la boca abierta de asombro cuando él se inclinó y sonrió, casi rozando sus labios con los de ella, pero no del todo. Y luego fue la siguiente chica. Y la siguiente.
Y luego fue Eva.
Todavía cantando con aquella voz sensual, el muchacho le agarró la barbilla con la mano como había hecho con las otras y sus ojos azules se fijaron en los grises de Eva. Y se congeló, reconociéndola de golpe. Eva Kennedy, hermana menor del actual senador Kennedy. Fue sólo durante medio segundo, pero dejó de cantar. Su expresión cambió por completo. Parpadeó, dudando.
Ella le sonrío, radiante.
Él le apretó las mejillas y la besó de lleno.
Su boca sabía a sudor y a una dulzura inconfundible. Las rodillas de Eva amenazaban con ceder; podría haberse sostenido sólo con la mano del muchacho en su barbilla. No se trataba de un ligero roce de sus labios con los suyos, como ocurría con las otras chicas. Esto era un beso, de varios segundos, delante de todo el mundo. Eva se fundió con él, como mantequilla contra una sartén de teflón.
Un flash blanco de una cámara hizo que ambos se apartaran.
Entonces, las muchachas a su alrededor comenzaron a tirar del saco rosa de Elvis. Los ojos azules del muchacho se encendieron de pánico cuando empezó a intentar alejarse. Sin embargo, las señoritas no lo permitieron. Él no tardó en ceder a su frenesí y permitir que le quitaran la chaqueta. Eva soltó una maldición y se agachó cuando las chicas empezaron a tirar del saco desde todos los extremos, luchando ferozmente por ser la que se lo llevara a casa. Entonces, volvió a centrar su atención en el escenario. Elvis estaba siendo arrastrado hacia el telón. Eva se encontró con sus ojos, una vez más, y una gran cantidad de curiosidad cayó en su pecho.
¿Qué había pasado? ¿Por qué había actuado así? ¿Por qué todas las mujeres que la rodeaban actuaban de la misma manera? Al darse la vuelta, Eva buscó a su guardaespaldas en el gran espacio. Lo encontró de pie cerca del lado derecho del lugar. Erin la miró directamente a ella antes de volverse hacia el mar de chicas. Luego, su mirada se posó en Elvis.
Oh, Eva iba a estar en tantos problemas.
Simplemente lo sabía.
🫐🫐🫐
Eva no sabía exactamente cómo, pero de algún modo consiguió ingresar al backstage en cuanto terminó el concierto. Todavía se estaba tambaleando por el beso cuando vio al bello muchacho de pantalones rosas y ahora camisa negra ajustada. Evidentemente ya no tenía saco.
Vagamente escuchó los pasos de su guardaespaldas siguiéndola, pero la joven ignoró aquello y caminó hacia Elvis con la espalda completamente rígida y derecha, sintiéndose casi poseída por el hechizo que aquel muchacho parecía haberle echado cuando sus labios de rubí se unieron por breves segundos en el escenario.
— Así que tú eres el chico de Sun Records — se maravilló Eva, mirándolo de arriba a abajo.
Los pómulos de Elvis se colorearon de rosa y una sonrisa se coló en sus labios.
— Y tú eres Eva Kennedy — devolvió él rápidamente.
— Superaste mis expectativas, muñeco — le elogió la castaña, sacando una tarjeta de su bolso negro y girándola entre sus dedos sin mucho cuidado.
— ¿Tus... expectativas? — preguntó Elvis, mirándola confundido.
Una sonrisilla elevó las comisuras de la boca de Eva, riéndose en voz baja ante la inocencia del azabache frente a ella. ¿Realmente no sabía de la fama que había construido solo con una canción? Incluso una persona tan arriba en el juego de poder y política como ella lo había escuchado cantar como ruiseñor en la radio del auto de Erin.
No por nada había asistido al Louisiana Hayride.
— Sí, mis expectativas — repitió ella —. Eres realmente bueno en lo que haces — añadió.
— Uh...
Podría ser que los hombres no hablaran demasiado de sentimientos, pero seguro que se ruborizaban en los momentos decisivos, ¿no? Tal vez esa era la clave para entender al sexo opuesto; Eva podría inventar una ciencia, y la llamaría ruborología en nombre del bello espécimen que estaba parado frente a ella con las mejillas arreboladas y la boca entreabierta.
— ... gracias — finalmente dijo Elvis, todavía sin recuperarse del todo de la impresión.
Eva le volvió a sonreír por lo que se sintió como la milésima vez en aquella noche y se acercó al azabache lentamente, cotoneando las caderas sutilmente y devorándolo con la mirada grisácea de un lobo a punto de comerse a una oveja indefensa. El muchacho siguió sus movimientos y su aliento se atascó en su garganta cuando los dedos de la castaña se deslizaron por su pecho.
— No, muñeco — Eva susurró en el oído del azabache. Elvis cerró los ojos, sintiendo cómo sus oscuras pestañas se agitaban contra su pálida piel en una muestra de ligera sumisión. — Gracias a ti — la joven deslizó la tarjeta en uno de los bolsillos del cantante.
— ¡Eva!
Ambos se dieron la vuelta y se enfrentaron al rostro molesto de un muchacho rubio con llamativos ojos verdes. Llevaba un traje, como Elvis, pero el suyo era de color azul oscuro y tenía una corbata propia de color rojo intenso; era un traje profesional. Los ojos de Elvis se abrieron de par en par y aspiró una bocanada de aire, apartándose de la castaña a la que había besado en el show. Eva, en su mayor parte, se mantuvo tranquila y sonrió al muchacho con familiaridad.
— Tu hermano me va a matar por dejarte hacer eso, ¿me oyes? — El muchacho rubio continuó con su diatriba, los ojos verdes brillando casi peligrosamente en la oscuridad de noche. — ¡La prensa incluso tiene una fotografía! Supondrán que las cosas...
—Oh, cállate, Erin. — Eva puso los ojos grises en blanco y ajustó el agarre de su bolso, alejándose de Elvis. —Me estaba divirtiendo — señaló, molesta con la interrupción.
—Lo siento señorita, no debería haberla besado —se disculpó Elvis, llegando a una conclusión errónea mientras observaba la interacción frente a él. —No quise besar a tu chica — esta vez se dirigió al llamado "Erin".
—No es mi novio, cariño. Relájate — le ordenó la chica, frunciendo los labios. —¿Sientes esa tarjeta en el bolsillo? —Elvis asintió. —Si alguna vez quieres otro beso... llámame, ¿sí?
Eva observó casi con enfermizo placer cómo el chico de ojos azules tragaba saliva y tartamudeaba un callado:
—S-Sí.
Erin eligió ese momento para arrastrarla lejos por el brazo, apartándola efectivamente del chico de ojos maquillados y echándole una bronca de camino al carro en el que ambos habían llegado.
Al día siguiente, cuando Eva abrió el periódico que Erin prácticamente le había aventado a la cara en la mañana, no se sorprendió por la imagen que sus ojos vieron en la portada.
"¡Cantante besa a Eva Kennedy!" Decía, en letras negras dolorosamente grandes.
Y, aunque la imagen era en blanco y negro, la chica sonrió cuando sus ojos enfocaron la foto.
La Kennedy se levantó y dejó el periódico sobre la desordenada cama, dejando la foto a la vista de todos los que entraran en la habitación.
En ella, el chico de pelo negro le sujetaba la cara con sus carnosos labios pegados a los suyos, mientras la chica le agarraba ligeramente del brazo, sin soltarle.
Él era su destino.
Pero también era el destino del Coronel.
¡Buenas!
Fui a ver la peli de Elvis en el cine y no me arrepiento de nada.
¿Qué les pareció?
Es el primer capítulo y ya hubo beso, ahr. Anyways, me pareció justo y poético que tanto el Coronel como nuestra chica Kennedy vean a Elvis como su «destino».
El siguiente capítulo va a ser narrado por Elvis 😩❤️
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¡Besos!
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