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❪ treinta y cinco : yo por ti ❫

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✾ XXXV. ME BECAUSE OF YOU ✾
El Coronel & John

"¿Cuánto más dolor vas a causar?"
El Príncipe de Egipto
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1974

El Coronel respiró profundamente por la nariz.

Sus labios temblaban mientras miraba la televisión.

¿Fue mi culpa?

¿Era de Elvis?

Estaba teniendo un caso grave de culpabilidad a las 3:00 de la mañana, ya sabes, cuando te acuestas en la cama despierto y repites todas las cosas que no has hecho bien. Porque, como todos sabemos, nada resuelve el insomnio como un buen vaso caliente de arrepentimiento, depresión y autodesprecio.

La visión del frágil cuerpo de Eva recostado sobre una camilla blanca mientras Elvis subía con ella a la ambulancia fue casi demasiado para su viejo cuerpo. Fue como ver la caída de Constantinopla de nuevo para él. Pero eso no era exactamente lo que le hizo apretar el puño sobre la mesa de madera. En realidad, no.

En sus manos había un par de hojas de papel blanco.

DEMANDA DE JUICIO ORDINARIO CIVIL SOBRE INCUMPLIMIENTO DE CONTRATO

El Coronel no podía ni imaginar cómo Elvis se había atrevido a acudir a un abogado para hacer esto, pero mientras seguía leyendo todas las cláusulas, de arriba a abajo, empezó a reírse con fuerza al llegar a la parte de las firmas y los nombres. Elvis no se había atrevido a hacerlo, como había sospechado correctamente desde el principio. Sólo una persona habría tenido las agallas para hacerlo y sólo un abogado lo habría hecho sin dudar lo más mínimo.

Eva K. y Theodore B.

Dejó de reírse y se levantó de la silla sin dejar de mirar la pantalla del televisor. El Coronel gritó de rabia y empezó a ir hacia su coche. Esto no podía acabar así, tenía que llegar a Elvis antes de que fuera demasiado tarde. Tal vez podría infundirle miedo fingiendo que aún tenía el control o simplemente podría intentar presentarse como el bueno por última vez mientras prometía fama y gloria a cambio del alma y el corazón de Elvis.

Todo terminó. Para siempre.

No, no debía pensar en eso ahora. Tendría mucho tiempo para lamentar su pérdida más tarde, pero ahora que Eva estaba en el hospital, Tom trataría de conseguir que ese estúpido de Ted mantuviera la boca cerrada.

Dios, cómo odiaba a Eva Kennedy

A ella y a sus seguidores.

Tenía algunas ideas sobre cómo podría mantener la boca del abogado-guardaespaldas cerrada a la fuerza, pero era muy consciente de que Elvis nunca se lo permitiría. Su muchacho podría incluso odiarlo por haberlo sugerido. Consideró la posibilidad de hacerlo de todos modos, ya que era muy consciente del riesgo que suponía la mera presencia del conocimiento, pero al pensar en todas las cosas que podrían salir mal, Tom Parker abandonó la idea.

Odiaba que Elvis se preocupara por Eva. Odiaba que Elvis se preocupara por sus sentimientos. Odiaba la forma en que ella podía dirigir esos grandes ojos grises a Elvis y hacer sentir a su muchacho como un absoluto canalla cuando sólo estaba haciendo su trabajo. Odiaba estar casi seguro de que Elvis había accedido a demandarlo. Odiaba estar completamente seguro de que tendría que volver a pelearse con Elvis. Posiblemente hoy mismo.

Deseó poder volver atrás en el tiempo, cuando él y la mujer Kennedy se mantenían en buenos términos.

Montó en su coche y pisó el acelerador mientras apretaba la mandíbula aún con los papeles en la mano.

Tom Parker no sería derrotado.

Al menos no tan fácilmente.

🫐🫐🫐

Si John hubiera dormido durante la lúgubre calma del tiempo que pasó medio sentado, medio tumbado en la silla de visitas de la habitación del hospital de su madre, podría haberse sentido aliviado. En lugar de eso, se quedó despierto, con la espalda pegada a la pared y las piernas estiradas frente a él, con el conocimiento magullado de los pecados de su padre en el corazón y el ardiente dolor fantasma de los ojos atormentados de Lois.

Había ido a su país natal con Charles. Se había duchado, había besado la mejilla de Jessie y se había puesto ropa nueva. Cuando la sensación persistente había sido demasiado, había cogido su maleta y se había ido con su madre. Al menos aquí, se sentía como si fuera útil. Aunque sólo fuera como apoyo mental.

John llevaba horas aquí. Era un milagro ver a su madre durmiendo tranquilamente frente a él. No se había hecho ningún daño duradero que no pudiera ser reparado. La única evidencia de que todo el horror había ocurrido era la palidez en la piel de Eva.

Era difícil mirarla sin ver los horribles recuerdos del vídeo de la muerte del tío Bobby frente a él en el televisor, pero la máquina que había en una esquina de la habitación y que emitía un pitido al ritmo del corazón de su madre hacía más fácil sustituir el vacío por la seguridad de que, de alguna manera, todo podría mejorar.

Poco después de las seis de la mañana, la puerta se abrió y su padre entró con dos grandes tazas de café. Le dio una y ocupó el lugar al otro lado de la cama de Eva, donde todavía la chaqueta olvidada de Lois esperaba sobre el reposabrazos. Hacía unos minutos que su hermana mayor había decidido irse a dormir, probablemente también para ver cómo estaba Jessie. John por su parte, no había salido de la habitación desde que su madre volvió de la unidad de cuidados intensivos.

—¿Estás bien? —Preguntó su padre después de un rato.

Siempre la misma pregunta.

—Estoy bien—dijo John con una pequeña sonrisa.

Siempre la misma mentira.

Se sentaron en un silencio que sólo era interrumpido en contadas ocasiones por los ruidos de las máquinas dentro de la habitación. John desvió la mirada. La mera visión de su madre hacía que le dolieran los huesos y se le anudaran las tripas. Su mente estaba felizmente en silencio por una vez. Sin pensamientos. Sin reflejos.

Pudo ver el paisaje entre las cortinas. Afuera todavía estaba oscuro. El sol ni siquiera había empezado a salir.

Después de un rato, se levantó y se dirigió al Hotel donde dormían sus hermanas.

Sin embargo, el miedo acabó por alcanzarle.

John estaba luchando una batalla perdida contra sí mismo. Se dirigió a su recién encontrado refugio secreto, el impoluto baño del dormitorio rojo y negro de su padre. Con las manos apretadas sobre el lavabo de piedra, estaba hiperventilando. Su reflejo mostraba su pelo cobrizo y sudoroso cayéndole por toda la cara y sus ojos grises estaban inyectados en sangre de tanto llorar al lado de su madre en el hospital.

Ahora mismo me parezco demasiado a ella, pensó. Si ella muere y yo me veo así...

¡NO!

No podía pensar así. Su madre muerta. Toda su familia llegarían a tumbas creadas antes de tiempo. Una imagen pasó por su mente de su dulce madre inerte, sus ojos grises brillantes y sin ver.

Agarró el fregadero blanco aún más fuerte con ambas manos. Podía hacerlo; podía dejarla ir.

John deseaba haber apreciado más a su madre, haber sido más amable con ella o algo así. Le dolía no poder volver a abrazarla y se maldijo por no haberla apreciado más mientras tuvo la oportunidad. Había supuesto que habría otro momento, otra oportunidad. Ahora no la habría, quizá nunca.

Las probabilidades de que su madre sobreviviera a las siguientes horas eran extremadamente malas debido a todo el alcohol y las drogas que tenía en su organismo.

Su madre siempre había sido casi como una fuerza de la naturaleza; siempre joven y siempre fuerte. John no podía comprender cómo en el cielo y el infierno su querida progenitora había terminado en un hospital. Sabía (siempre lo había sabido) quién era su padre y lo que conllevaba gracias a las edulcoradas palabras que el Coronel le susurraba al oído pero, de alguna manera, su mamá le parecía invencible. Incluso más fuerte que su padre.

Pero ahora era todo lo contrario.

Sintió la humedad en sus mejillas y se mofó de su propia imagen en el espejo.

¡Contrólate!

No podía controlarse. Una vez roto el dique, el flujo sólo empeoró.

Nunca volvería a abrazar a su madre. Nunca escucharía su voz. Ella nunca sabría lo mucho que él la amaba.

Un sollozo desgarrador le sacudió el cuerpo.

Tal vez fuera por todas las emociones dentro de su cuerpo o tal vez fuera porque no podía soportar parecerse tanto a su madre si ésta moría, pero algo le poseyó para coger el tinte negro que usaba su padre y se lo aplicó en su propio pelo cobrizo con algunas dificultades mientras seguía llorando.

A medida que pasaban las horas, sus lágrimas disminuían. Y cuando por fin dejó de parecer el fantasma de los muertos y el posible fantasma de su mamá, salió del baño e ignoró la mirada de sorpresa de Charles mientras ambos montaban el coche en dirección al hospital mientras Lois preparaba el desayuno para Jessie.

—Tu mamá despertará—murmuró Charles mientras John conducía por las calles. —Tengo fe en que lo hará. —¿Creía realmente el Príncipe que su madre sobreviviría? Sí, John supuso que sí lo creía. Charles era así de honorable.

John soltó una corta y amarga carcajada mientras bajaban del coche y entraban en el edificio del hospital. —¿Cómo puedes creer eso? —resopló. —Han pasado tres días y aún no se ha despertado. Los médicos dijeron que... es posible que no lo haga.

—¿Ya estás lo suficientemente enfadado? —Charles le miró de reojo con sus claros ojos azules. —¿Te ha quitado el dolor teñirte el pelo? Sólo tienes miedo y está bien, pero nunca debes perder la fe. Ella despertará. Puedo prometerte eso, John Presley.

John no pudo contener un sollozo mientras las lágrimas se derramaban de sus ojos grises después de escuchar esas amables palabras. Le rompieron el corazón de nuevo. ¿Por qué su padre tenía que ser tan bueno para herir a su madre? Quiso decir algo, agradecer a Charles, pero no pudo. En su lugar, continuaron caminando en completo silencio. John estaba llorando abiertamente, sin importarle que muchos lo vieran con los ojos llenos de lágrimas.

Sin embargo, su tristeza fue puesta en pausa cuando el ahora chico de pelo negro divisó a El Coronel, quien parecía estar caminando en dirección a la habitación de hospital de su mamá. El hombre probablemente quería hablar con su padre hasta someterlo ahora que su madre no estaba allí para detenerlo, pero John no se lo permitiría. No ahora. Y definitivamente nunca más.

Por su parte, Tom Parker finalmente encontró a Elvis hablando con una enfermera y comenzó a caminar hacia él, pero antes de que pudiera alcanzar a su muchacho, alguien lo agarró violentamente del brazo y lo arrojó contra la pared cercana.

—¿Qué estás planeando? —Un John Presley de pelo negro le gritó furiosamente, pareciéndose tanto a Elvis en ese momento que el Coronel casi jadeó si no fuera porque los ojos del chico eran grises y no azules. —¿Qué pensabas decirle a mi padre, miserable saco de inmundicia? —Tom no tuvo tiempo de responder, antes de recibir un puñetazo en la cara.

La fuerza del golpe reverberó en la nariz del Coronel mientras el menor de los Presley le gritaba que se fuera. El hombre recordó de repente el hecho de que, aunque John se parecía a su padre en muchos aspectos, el niño se parecía mucho más a su madre en el fondo; John Presley era más despiadado, serio y cruel en cierto sentido, como lo había sido Eva.

Como lo era todavía.

—¡Detente! —Otra voz llegó a través de la bruma.

John se agitó y soltó al representante de su padre, con los ojos desorbitados y el pelo alborotado. Para entonces, todo el mundo les miraba, y cuando Elvis llegó a ellos, se limitó a arrastrar con él a su hijo y al amigo del mismo, al tiempo que lanzaba al Coronel una mirada mordaz. 

—No puedes... Esto no puede acabar así —tartamudeó Tom Parker hacía su muchacho, recomponiéndose con la ayuda de una enfermera.

Elvis miró atrás y el Coronel siguió su mirada. Alguien se abría paso entre las enfermeras. Lentamente, Parker volvió a enfocar su cabeza hacia la multitud, encontrando a Elvis con los dos chicos de pelo negro. El Coronel observó cómo las luces del hospital teñían los pómulos de Elvis de luz blanca, desdibujando cualquier rasgo humano. El anciano parpadeó, irritado.

Entonces, alguien detrás de él lo puso en pie antes de empujarlo en dirección a la puerta de cristal.

Ese alguien acabó siendo Ted, que se limitó a sonreírle y susurrarle: —Tienes una orden de restricción, Andreas. Te recomiendo que salgas de este edificio.

Andreas.

Ted sabía su nombre.

Probablemente Eva también lo sabía.

La verdad revelada. Pánico. Caras borrosas. Y entonces, el mundo se oscureció para el Coronel mientras en una habitación cercana los ojos de Eva finalmente se abrían a una luz blanca cegadora.

Ninguno puede vivir mientras el otro sobrevive.

¡Buenas!

No sé a quién quiero más... John es la mezcla perfecta entre Eva y Elvis, la neta.

¿Ven cómo todo se acomoda? AAAAAA, sigan al siguiente cap.

¿Qué les pareció el cap. a ustedes?

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¡Besos!

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