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(XI) Masacre Bajotierra

"Kilo y yo nos movimos al sur de la Mos Eisley, a un sistema montañoso que se extendía por varios kilómetros sobre el mar de dunas. Pensé que encontrar las minas abandonadas sería un problema, pero para nuestra suerte, los viejos y oxidados raíles aún eran perceptibles sobre la arena del desierto.

Finalmente encontraba la red de minas abandonadas. Determinar la correcta no fue muy difícil, ya que habían dos piratas custodiando la entrada. Nos posicionamos en la altura de los riscos para observar y determinar a cuantos nos enfrentaría.

En ese momento tan solo llevaba la maya de neopreno sobre el cuerpo más la túnica, me sentía algo "desnudo" comparado con el peso de la armadura que llevaba a diario. Por otro lado, mis únicas armas disponibles eran el sable de luz y un bláster E-5, algo incómodo, pero resultaría útil. Kisu también portaba un E-5, pero al ser un droide de protocolo, preferí que se quedara lejos del combate.

Me acerqué escondiéndome tras las mesetas y me posicioné sobre la entrada de la mina. No me había dado cuenta, pero la proyección de mi sombra sobre la arena alertó a uno de los guardias. Cuando este se asomó para mirar hacia arriba, ya yo caía desde lo alto empuñando el sable de luz. Con un solo movimiento lo corté en dos, y maté al otro antes que pudiese levantar su arma o dar la voz de alarma. Para mi suerte, nadie se percató dentro de la cueva.

A decir verdad, manejar un sable de luz pensé que iba a ser más complicado, pero no era muy diferente a las porras eléctricas de los entrenamientos."

En la grabación Rage se da la vuelta y parece estar hablando con alguien más.

"¿Qué? Es cierto. No tenía la técnica ni las habilidades de un Jedi. Pero si podía blandir el sable. En fin. Continúo.

Me adentré lentamente dentro de la mina tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible. Y al poco tiempo los encontré. Dentro de unas celdas improvisadas se encontraban decenas de niños y muchas más personas. Las condiciones eran deplorables y el mal olor era insoportable. Los cuerpos de aquellos que no pudieron sobrevivir se estaban descomponiendo justo al lado de los vivos. Y muchos estaban raquíticos, como si no hubiesen ingerido alimento en mucho tiempo.

Mientras miraba la escena enajenado, uno de los piratas llegó al lugar y me vió. Antes que pudiera reaccionar, saqué el blaster y le disparé. El ruido hizo eco en todo el lugar. El resto de piratas sabían que estaba ahí.

En menos de unos segundos, el resto de los piratas llegaron al lugar. Comenzaron a dispararme desde lo profundo de un largo túnel, y tuve que esconderme detrás de una caja de metal. No podía asomar la cabeza, así que tuve que buscar otra solución.

Miré hacia arriba y le disparé a la bombilla que iluminaba la zona donde yo estaba y el sistema eléctrico hizo un corto circuito. Los piratas siguieron disparando a ciegas a lo largo del pasillo, pero yo decidí retirarme.

Jefe Pirata: - Ese bastardo se está escapando. Síganlo. Quiero su cabeza sobre mi escritorio. -

La voz parecía ser del líder de la banda. El resto me siguió creyendo que yo había huido de la mina. Pero cometieron un terrible error.

Al acercarse a una curva, salí de repente portando el sable de luz. Sabía el impacto que podía provocar ver un sable de luz a tan corta distancia, además que me encontraba en ventaja, ya que ellos no podían usar sus blaster adecuadamente.

Uno a uno. Comencé a matarlos a todos sin piedad. Recuerdo que sentía un profundo odio hacia ellos en ese momento. Las condiciones inhumanas con que trataban a sus prisioneros me hervía la sangre, y hacía que los quisiera matar a todos. Y eso hice. Cuando los cuerpos triturados de todos los piratas yacían a mis pies, lo escuché una vez más.

Jefe Pirata: - Chicos. ¿Ya acabaron con ese desgraciado? -

En ese momento salí de atrás de la pared y lo vi. Parados a pocos metros de mí. La luz que emitía el sable iluminaba su aterrado rostro. Se quedó paralizado de miedo, aunque sudaba frío y le temblaban las manos. Intentó apuntarme con su bláster, pero lo corté en dos por la cintura antes que pudiese pestañear.

Con todos los piratas muertos pude calmarme un poco. A mi alrededor las paredes, el techo y el piso estaban iluminados con una peculiar luz roja, debería ser el sistema de emergencia. O eso pensé.

Cuando levanté el sable de luz este había perdido su característico color verde, y brillaba con un intenso tono escarlata. Lo miraba extrañado, impactado. Recuerdo que incluso la mano me temblaba un poco. Pero no quise pensar en ese momento.

Corté los barrotes improvisados de las celdas y liberé a los prisioneros, pero en cambio, estos se pegaban al fondo de su celda y se mantenían lo más alejado de mi posible. Estaban aterrados por mi presencia, la luz de mi sable era la única iluminación del lugar con excepción de los pocos rayos de sol que llegaban desde la entrada.

A pesar de sentirme un poco molesto por su falta de aprecio, comprendía cómo deberían haberse sentido. Yo mismo sentía miedo de mi figura. ¿Con qué ojos me estarían mirando en ese momento? En aquel entonces no comprendía el miedo que la figura de un Sith podía crear en los demás.

Sabiendo que no lograría hablar con ellos me retiré al fondo de la mina. Con algo de suerte, los piratas habrían guardado algo valioso que me resultara de utilidad. Y estaba en lo cierto.

Entre las decenas de cajas que encontré pude recuperar algunos créditos, algo de comida decente, y unos cuantos explosivos. También había unas cuantas armas, pero no eran mejores que el E-5 que tenía, así que simplemente las dejé atrás.

Cuando finalmente regresé, las celdas estaban vacías y asumí que todos habían logrado escapar. Sentí un gran alivio en el pecho en ese momento, pero cuando abandoné las minas, me encontré con una sorpresa inesperada."

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