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Ataque a la DS-9


CAPÍTULO 3: ATAQUE A LA DS-9


En la DS-9, los días pasaban sin contratiempos, pero el jefe O'Brien le informaba a Sisko la llegada de una flota de la Federación.

―Señor, una flota de la Federación se aproxima son unas dos mil naves.

―Abran comunicaciones ―ordenó Sisko quien se hallaba extrañado ante el despliegue de tantas naves.

―Hola Sisko, tanto tiempo sin verte.

―Capitán Le Blanc, a que debo el honor.

―Almirante, ahora soy Almirante, te convendría cuadrarte como es debido Sisko.

―Felicitaciones, Almirante ―dijo Sisko ceñudo―, ¿podría decirme el motivo de su presencia?

―Vásquez fue obligado a jubilarse, el Presidente de la Federación concluyó que necesitaba otro Almirante, uno más confiable.

―¿Perdón?

Ay, Sisko, mordiste más de lo que podías tragar. ¿Creíste que la traición de Vásquez y la tuya quedarían impunes?

―¿Pero de qué habla, Almirante?, ni el Almirante Vásquez ni mi persona, jamás intentaríamos conspirar contra la Federación.

―Te creo Sisko, te creo, y si te portas bien, considerare, tal vez, no pedirle al presidente que considere tu traslado a otra estación, puede que incluso, si me siento magnánimo, abogue por ti para que no sigas el mismo camino que Vásquez.

La comunicación se cortó y Sisko apretó los puños contra sus costados.

―¿Sisko? ―decía Dax

―Maldito perro.

―¿Señor? ―decía Kira.

―"El perro", así llamábamos a Le Blanc en la academia, porque siempre estaba dispuesto a lamer el trasero de los demás con tal de obtener beneficios ―decía con un tono amargo, mientras la flota de la Federación se apostaba junto a la estación DS-9.

.

.

En Bayor, Ishtar no sospechaba lo que sucedía en la estación espacial.

―Entonces, por favor, visite cuando quiera a Betazed, Lady Ishtar ―le decía con una sonrisa Diana Troi, la consejera del Enterprise.

―Me encantaría, y por favor llámeme Ishtar ―le dijo la emulador. Ambas mujeres se encontraron durante una cena de gala que había ofrecido Bayor a los Marduk y entablaron una amable conversación.

Ishtar se enteró que los habitantes del planeta Betazed estaban descontentos con el proceder de la Federación. En la guerra contra el Dominio, no defendieron el planeta como se suponía y este fue conquistado en cuestión de horas, los del Dominio exigieron muchas compensaciones en latinium para cubrir los costos de la guerra así como el saqueo de diversas cosas del planeta. Luego de finalizada la guerra, recién Betazed recuperó su independencia debido a que el Dominio, ya una fuerza diezmada y vencida, decidió retirarse, pero el Imperio romulino ocupó el planeta.

La humillación y el desamparo del planeta de la consejera Troi fue aplastante. Por fortuna, Romulus abandonó Betazed después de un astronómico soborno.

―Tendría que hablar con el Lord Supremo, Feff y los demás lores acerca de la invitación de tu gobierno, Diana.

―Comprendo, sé que la Federación puede hallarles un planeta habitable, pero preferiría que se quedasen en Betazed, el planeta es enorme y no muy poblado y mi gente gustosos los recibirían.

―Estoy segura de eso, ya que de la dimensión que vinimos, zentrans y meltrans convivieron en paz con los humanos, no veo porque nosotros, los Marduk, no podríamos hacer lo mismo con los betazeds.

.

.

En la estación espacial DS-9, Sisko y sus hombres tenían que tragarse el trato prepotente de Le Blanc y sus hombres, cuando de repente, el jefe O'Brien informaba a Sisko de la llegada de una flota romulina.

―Señor, son unas cuatro mil naves y se acercan en formación de batalla.

―Eso es más de un tercio de la armada romulina ―decía Sisko.

―¡¿Qué diablos sucede Sisko?! ―gritaba Le Blanc. Sisko le informó de la situación.

―Malditos romulinos, tiene espías en todas partes ―murmuraba Le Blanc―. Sisko, quiero a su estación pronta para repeler el ataque, yo y mis naves saldremos a enfrentar a los romulinos... No, no necesito que me apoyen las naves que mandó el idiota de Vásquez ―decía el almirante al ver que Sisko estaba por sugerirle que las cinco naves del exalmirante le acompañaran.

―Como usted diga, señor, las cinco naves se quedaran resguardando DS-9.

Al llegar la flota romulina, ni siquiera se molestó en comunicarse con Sisko o con Le Blanc, atacaron tomándoles por sorpresa. Sisko odiaba a Le Blanc, pero debía reconocer que había subido escalones no solo gracias a sus halagos, también era un comandante capaz, al menos cuando su propio cuello estaba en juego.

La batalla fue feroz, pero al final, pese a que estaban superados en número Le Blanc ganó la batalla, aunque perdió mil novecientas de sus naves. Los romulinos por otra parte, no fueron tan afortunados, de cuatro mil naves, 3991 habían sido destruidas y el restante quedaron flotando a la deriva.

―Sisko, comunica a la Federación lo sucedido, debemos atacar al Imperio romulino ahora que perdieron un tercio... ―La comunicación se cortó cuando la nave de Le Blanc explotó debido al ataque sorpresa de una nueva flota romulina.

―Almirante Le Blanc, Almirante Le Blanc. Jefe O'Brien ―Sisko miraba a O'Brien

―Se cortó la comunicación, señor... Detecto nuevas naves aproximándose. ¡Son naves romulinas señor! Otras seis mil.

―Seis mil naves ―exclamaba Worf―, es imposible, acaso dejaron desprotegido a Romulus.

―De seguro estaban juntando todas estas naves para una eventual guerra contra la Federación, las perdidas contra el Dominio en realidad no eran nada para ellos.

―Señor, se acerca otra flota de naves son como tres mil... Son los klingon.

―Abra comunicaciones ―ordenó Sisko.

―Saludos, Comandante Sisko, soy el General Qwort, líder supremo de esta flota.

A Sisko le recorrió un sudor frío por la espalda, sabía que Qwort era uno de los generales klingon más belicistas del Imperio y su "amor" por la Federación no era mucho, si los klingon atacaban...

―Sisko ―Qwort interrumpió los pensamientos del comandante―, la Federación me desagrada, usted me desagrada. El consejo Klingon podía decir que ustedes no nos dejaron opción para comenzar la guerra, podríamos decirles eso a nuestros jóvenes... ¡Pero nosotros lo sabríamos!, ¡todo el alto consejo klingon lo sabría! Sisko, mañana seguro seremos enemigos, pero ahora respetemos el tratado entre la Federación y el Imperio. ¡Es un buen día para morir para ambos!

La flota klingon avanzó adelante para proteger a la DS-9 del ataque romulino.

Los romulinos no sólo habían amasado está nueva flota, también sus comandantes parecían capaces y aunque Worf le decía a Sisko que un klingon valía en combate diez veces más que un romulino, la balanza se inclinaba a favor de los traidores.

Las cinco naves de la federación restantes estaban destruidas y casi las tres mil naves klingon compartieron la misma suerte, los romulinos destruyeron las demás naves que se encontraban inutilizadas para pelear y solo diez quedaban para proteger la estación, el General Qwort había muerto. Los romulinos conservaban como dos mil naves y ya comenzaban su ataque a la estación.

―Los romulinos fueron inteligentes, pelearon fuera del alcance de los torpedos de la estación, pero ahora no tienen salida, deberán si o si enfrentarse con la estación ―decía Sisko.

La diez naves klingon restantes decidieron pegarse a la estación brindando protección ya que enfrentarse en el espacio abierto como lo hizo Qwort resultó ser mortal. La estación preparó sus torpedos y la batalla comenzó.

―¡Mis camaradas klingon! El Imperio a muerto en este día, así que asegurémonos de llevarnos al Imperio romulino con nosotros ―gritaba un capitán de una nave klingon.

―Señor, los escudos en los sectores b-48, a-52, g-3 y v-2 están seriamente dañados ―informaba O'Brien, mientras fuertes sacudidas estremecían a toda la estación.

―Kira, comunícale a los klingon que se posicionen cubriendo cada uno de estos puntos con sus naves ―ordenaba Sisko.

―Lo haré señor ―le respondía la bayoran cuando una fuerte explosión se sintió en el lugar, una nave klingon había sido destruida.

―Malditos romulinos ―decía Worf―, los torpedos no bastarán contra tantas naves.

―Entonces haga que cada disparo cuente, señor Worf ―dijo Sisko cuando otra fuerte explosión mandó a varios integrantes de la tripulación fuera de sus puestos.

―Señor O'Brien reporte ―decía Sisko―. Señor O'Brien...

―Dax se acercó a O'Brien y tomó el pulso de su cuello.

―Sisko, está muerto...

―¡No, maldición! ¿Es que acaso quieren destruir la estación?

―Sisko, los romulinos aún no se comunican con nosotros, no exigen rendición ni nada ―decía preocupada Kira

―Entonces es así como termina todo, Romulus se apodera de este cuadrante y luego dirigirá su ataque a la federación... ―otra explosión sacude el lugar, otra nave klingon cae presa de los enemigos y luego otra y otra y otra.

―Señor, esto es una locura tengo a varios muertos y heridos, debe rendirse de inmediato ―le rogaba el doctor Bashir a Sisko, desde su consola en la enfermería de la estación.

―Doctor Bashir, por favor, resista, ya viene ayuda en camino ―mentía Sisko. Los romulinos cortaron toda comunicación con la flota estelar, estaban solos. Tampoco podía ordenar evacuar la estación ya que los romulinos dispararían a las capsulas de escape, sin importar que estas estuviesen llenas de civiles inocentes.

―Sisko, todos los escudos están a solo un veinte por ciento de su capacidad ―le informaba Kira y otra explosión hizo estremecer la estación. Chispas y esquirlas de metal volaron por todos lados de la sala de mando del DS-9.

―¿Están todos bien? ―preguntó Sisko caminando agachado por las múltiples descargas de esquirlas que seguían produciéndose en la sala de mandos, cuando encontró a Worf inconsciente en el suelo.

―Dax, Dax, ayúdame a mover a Worf... Dax.

―Sisko ―le dijo Kira a su comandante mientras le ponía la mano en el hombro―. Dax murió...

―No, no, no... ¿Por qué maldición...? ¿Qué pasará ahora?

―¡Kira, Kira! ―gritaba Odo y se acercó donde la mujer y la abrazó con fuerza.

»Bashir está herido...

―Odo, creo que es el fin.

―Así parece ―dijo el jefe de seguridad de la estación y abrazó con más fuerza a la mujer.

Varias partes de la estación se desmoronaban. En el bar, Quark lloraba la muerte de su hermano.

―Fuiste el ferengi más torpe y poco apto para los negocios que podía haber..., pero como hermano, bueno, también fuiste una decepción..., pero aun así te voy a extrañar, pero no por mucho tiempo, pronto volveré a soportar tus torpezas en el cielo, hermanito querido.

La última de las naves klingon explotaba junto con la última torpedera de la estación espacial y los romulinos seguían disparando.

―Siguen atacando, que alguien nos ayude, por favor ―decía Sisko con lágrimas de impotencia.

Cuatro naves romulinas aparecían en la malograda pantalla de la DS-9, cuando de repente todas ellas explotaron, al parecer alcanzadas por proyectiles pesados de algún tipo.

―Por fin... aparecieron... ―gimió Worf quien acababa de recuperar la consciencia.

CONTINUARÁ...

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