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➺ O1



             Beatriz siempre había sido rara y todos lo sabían. Desde temprana edad adquirió un intenso interés en los aliens y el espacio, cosa que le llevó a ser gran fan de películas al respecto creciendo con una perspectiva muy amplia de lo que podía haber allá afuera. Dibujaba, escribía y leía todo sobre el tema cosa que le hizo terminar siendo rechazada por más de una persona a lo largo de su vida. Incluso recordaba la vez en que su maestra de preescolar mostró su dibujo de una nave espacial a todo el grupo para intentar adivinar lo que era entre risas burlonas...era como si no encajase, ni en ese grupo ni en este planeta.








Había crecido y el gusto seguía allí, algo oculto pero permanecía camuflageado entre su fanatismo por Star Wars y películas de terror sobre aliens. Siendo un filme de este último género el que se encontraba viendo junto a su familia mientras cenaban. La pequeña televisión en la pared era el centro de atención de los presentes en el comedor que compartía habitación con la sala; sus dos abuelos, mamá, hermanos y primos más pequeños observaban las grotescas escenas mientras disfrutaban de su pan y chocolate caliente.








Afuera la oscuridad reemplazó al sol desde hace un buen rato dándoles un despejado cielo estrellado sobre la zona medio boscosa en donde se encontraba el rancho familiar, a no más de media hora de la ciudad. Era una tradición pasar las vacaciones de verano en dicho lugar.








—¿Entonces el marciano es bueno o malo?—preguntó su abuela, quien más atención le estaba poniendo a la televisión.








Ay, amá, ¿qué no ves que mató a la muchacha?—le ganó la respuesta su madre, con mucha obviedad.








Beatriz se limitó a ver sus reacciones desde el sillón junto a la ventana donde fue la primera en escuchar los ladridos inquietos de los perros que su abuelo mantenía sueltos por la propiedad. Giró la cabeza con curiosidad. Una ráfaga anaranjada bajaba del cielo como si fuese un meteorito, sólo que un meteorito no tenía forma triangular y mucho menos propulsores.








¡Eh!—exclamó sin dejar de observar el objeto que cada vez se hacía más grande—¿vieron eso?








POV: Beatriz descubre el cielo—miró fulminante a su hermano quien comenzó a reír por la expresión en su cara.








Es en serio, juro que vi algo caer no muy lejos de los gansos—subió al sillón para poder asomarse mejor. Los perros seguían ladrando y el humo gris comenzaba a hacerse presente, igual que la emoción de la joven—¡vean! Hay humo.








Su abuelo se levantó para caminar hasta ella y mirar a la misma dirección.








A la mejor el vecino otra vez tiene fiesta—dijo restándole importancia para después llamarle la atención a los animales inquietos—¡eh, cállense!








No, no es el vecino. Les juro que es otra cosa, ¡se veía como una nave!









La última vez que dijiste ver algo así resultó siendo un cuete—su prima Victoria se quejó.









La castaña miraba incrédula a su familia. Algo había caído al otro lado del rancho ¿y ellos tomaban tan tranquilamente de su taza? De un salto dejó el sillón color arena para dirigirse a la puerta.








Oye, oye—giró la cabeza hacia su mamá—¿a dónde vas? Mejor ya vete a preparar para dormir—se dirigió a los otros cinco menores—ustedes también órale.








Sin escapatoria alguna y ahora con todos detrás suyo obedeció. Pero la curiosidad seguía allí como un chicle imposible de quitar de su bota. Le tocaba compartir cuarto con su mamá y dos hermanos: Carlota de 12 y Jacobo de 18 quienes en menos de una hora ya se encontraban roncando en sus respectivas literas. Beatriz se recostó de lado para poder mirar por la ventana, el humo seguía allí. Mordió la cutícula de uno de sus dedos con ansias.









¿Qué era lo peor que podría pasar si iba a investigar sola? Si su abuelo tenía razón, el vecino estaría tan borracho que no la acusaría con él al día siguiente. Pero si ella la tenía...








Con el celular en mano bajó con muchísimo cuidado de la litera para no levantar a su mamá quien dormía abajo. Tomó sus botas del suelo y la chamarra que colgó en los mismos fierros del mueble para después salir de puntillas al pasillo. Estando fuera se puso lo que recogió y con el corazón latiendo a mil por los nervios salió de la casa.








Conocía los alrededores del terreno desde que tenía memoria por lo que le fue fácil seguir el humo por entre los árboles alumbrando con el flash de su celular. Hacía tanto frío que su respiración se notaba y su nariz comenzaba a ponerse roja. Quizá había sido una idea tonta salir a esa hora sabiendo el tipo de temperatura que le esperaba usando sólo su pijama de dinosaurios.








—Todo es tu culpa—habló una voz masculina haciéndole detenerse tras un árbol y cubrir la luz. No sonaba para nada como un alíen, ni siquiera se imaginaba que pudieran hablar inglés—te dije que tenía todo bajo control.









—Creo que tu definición de bajo control no es la misma que la mía porque claramente era todo lo contrario—otra voz le siguió. Beatriz apagó el flash para guardar el celular e intentar acercarse lo más posible—arruinaste el compresor, idiota.









—¿Yo arruiné el compresor?








No era para nada un alíen el que hablaba. Se trataba de un hombre con chaqueta roja, pantalones oscuros y cabello claro que caía por ningún lado. Estaba tan perdida admirando su presencia que apenas notaba la gran estructura metálica detrás de él. Sus ojos se abrieron de par en par antes de cerrarse por completo.








El crujido de las hojas que causó el cuerpo de Beatriz al caer llamó la atención de todos los presentes. Detrás de ella se encontraba una de las tripulantes con rostro avergonzado al tener la mirada encima suyo.









—Ay, Mantis ¿qué hiciste?—preguntó la última persona que vio Beatriz antes de desmayarse.









—Nos estaba viendo y creí que...








—Genial, ahora debemos deshacernos de un cuerpo—el dueño de la otra voz negó.








—Nadie se deshará de nada ¿entendido, Rocket?—se acercó hacia Mantis y la joven inconsciente—quizá pueda ayudarnos cuando despierte.








—Si es que despierta.









El hombre miró de mala manera al de piel grisácea que no portaba camisa antes de arrodillarse frente a Beatriz. Quitó el cabello que cubría su rostro viéndole detenidamente. Acto seguido le tomó en brazos con suma facilidad para llevarla al interior de la nave descompuesta.

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