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Gemas, gemas y más gemas. A Beatriz le dolía la cabeza de tan solo escuchar aquella palabra que no paraban de repetir en días. Había salido para tomarse un respiro de la situación sentándose en la banca donde vio por primera vez a Scott Lang al llegar a la Tierra. No pasaban de las 6 de la tarde.
Miraba a la Milano con detenimiento. Podía jurar que su brillo y color anaranjado habían desaparecido por completo pese a que la luz solar daba en su superficie.
—La veo sin cansarme, te lo juro—habló una voz bastante familiar tomando asiento a su lado. Era el mismísimo Scott—¿qué se siente ser una protectora del cosmos?
—¿Protec...?—negó sonriendo—el término correcto es Guardián de la Galaxia.
—¡Eso! ¿Qué se siente?
—Antes de Thanos como un sueño hecho realidad. Ahora es más como un trabajo de rutina—suspiró girando la cabeza en su dirección—¿qué se supone que hacías tú?
—Me hago chiquito y grandote.
—Ah—respondió frunciendo ligeramente las cejas.
—¿Y tú también tienes poderes mágicos como tu novio planeta?
—No, yo...soy sólo alguien de México que de pura suerte el amor de su vida resultó ser un héroe galáctico. Nada especial—le sonrió apretando los labios—¿quieres que te muestre la nave por dentro?
—Dios mío, si por favor—accedió sin dudarlo dos veces lo que la hizo reír—pedírselo al mapache me mata de miedo.
—Para empezar no le gusta que le digan mapache—dijo poniéndose de pie.
—Eso explica porqué casi me muere hace rato.
Scott era simpático sin siquiera intentarlo, algo que le daba confianza a Beatriz o al menos la suficiente para dejarlo pasar primero dentro de la Milano. Parecía un niño pequeño con la boca abierta toqueteando lo que más podía. Ella se limitó a cruzarse de brazos observándole desde la puerta.
—No puede ser, ¿puedo tomar fotos?—preguntó con el celular en la mano—son para mi hija.
—Adelante.
Tomaba fotografías del techo, la mesa, la manta de Rocket tirada en el suelo. Murmuraba cosas que ni siquiera intentó entender mientras daba vueltas por todos lados. Le siguió hasta la cabina donde se sentó en el asiento de piloto para simular que manejaba haciendo ruidos y todo. Entonces se tomó una selfie.
—Cassie amaría todo esto—dijo mirándola con una gran sonrisa—aunque ahorita está en una edad en la que parece que no la conozco. Ya sabes cómo es...—ella se encogió de hombros con una expresión algo nostálgica—¿tema sensible?
—Mi Peter y yo llegamos a hablar de eso alguna vez. Recordarlo es la parte sensible.
Scott le dio una pequeña sonrisa confortante mientras asentía.
—¿Qué hace el soquete en mi asiento?
La voz de Rocket a través del pequeño transmisor que Beatriz usaba en su chaqueta rompió el momento. Fue cuando notó que les veía desde el otro lado del parabrisas.
—Vine a buscarlos—añadió—lograron descifrarlo.
Todos volvieron a estar dentro de la sala que hasta mareos les daba de tan solo entrar. Las imágenes yacían una vez más expuestas en los hologramas y Tony estaba de pie junto a ellas.
—Luego de unos días muy pesados, hemos recolectado la ubicación de las gemas en momentos clave para recolectarlas. Nos dividiéremos para hacerlo al mismo tiempo si es que eso tiene sentido—con un solo toque hizo que fotografías de los presentes aparecieran bajo cada Gema—prepárense. Hagan lo que tengan que hacer y salimos a primera hora.
Beatriz recorrió dicho plan gráfico una y otra vez pensando que quizá era distracción suya pero no. Ella no estaba en ningún equipo.
—Uh. Disculpen—todos se detuvieron, incluso los que estaban ya camino a la puerta—¿y qué se supone que haré yo?
—¿Le explicas tú o yo?—Stark miró a Rocket de pie poco más lejos de ella—bueno, seré directo. Tú no irás con nosotros.
—¿Qué?—parpadeó un par de veces asimilando sus palabras.
Natasha hizo señas a los otros para que dejaran la sala lo más rápido posible, dejándolos a los tres.
—Si, es que necesitamos a alguien que esté al tanto de la máquina por cualquier cosa que suceda y...
—Eres inestable—interrumpió a Rocket para ser directo—tan sólo mencionar el nombre de tu novio te vuelve loca. No imagino lo que pasaría si llegas a toparte una versión suya del pasado o algo así.
—Entonces ponme en otro lado—se puso de pie empujando la silla hacia atrás—Tony, de verdad quiero ayudar.
—Y estarás en otro lado...pero al otro lado de la máquina. Donde nadie saldrá decapitado—dijo Tony sonriéndole apretando los labios.
Beatriz miró a su mejor amigo con coraje en sus ojos. Él se encogió de hombros sin saber qué decirle y en ese mismo silencio se quedó al verle salir azotando la puerta.
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