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Beatriz se movió en el colchón para quedar boca arriba, teniendo como vista el techo metálico y oxidado de la Milano. Era una de esas mañanas en las que su cuerpo decidió que no hacía falta dormir más pero que quedarse un rato extra en la comodidad de los brazos de si novio le haría igual de bien.






Tras su súbito movimiento pudo sentir un cambio en la respiración de Peter Quill indicándole que también despertaba.






—Buenos días—le habló con voz ronca, aún adormilado y sin abrir los ojos del todo.






Ella sonrió al escucharle. Y lo hizo aún más ampliamente cuando se acurrucó de nuevo cerca suyo, poniendo la cabeza en su pecho y asegurándose de abrazarla por la cadera. Beatriz movió su brazo para poder acariciar su cabello y jugar con los rulos que se formaban debido al largo en algunas partes.






—¿Qué tal dormiste?






—Tuve un muy buen sueño—respondió él.






—¿Ah si?






—Mmhm—asintió también con la cabeza—tú estabas allí...usabas una camisa a cuadros lo cual no tenía mucho sentido porque era verano.






—¿Cómo sabes que era verano?—frunció el ceño divertida.






—Por que en Misuri los árboles florecen en verano. Estabas debajo de uno que lucía muy bonito. Pero no más que tú, obviamente.






—Obviamente—repitió riendo—¿y exactamente qué hacía bajo un árbol en Misuri durante el verano, amor mío?






—Estabas leyendo uno de tus libros y esto va a sonar súper absurdo pero...se lo leías a nuestro hijo. O hija. La verdad es que no recuerdo ese detalle.






Beatriz guardó silencio analizando lo que había escuchado. No le costaba creer que le hubiera llegado a pasar por la cabeza una cosa así a Peter sabiendo el significado que le daba a la familia, era lógico que algún día quisiera una propia. Lo que sí, es que era con ella.






Su amiga Paulina alguna vez le habló sobre la vida que tenía planeada desde antes de conocer a su novio más actual; el lugar de su boda, cuántos hijos tendría y sus nombres, cómo celebrarían sus aniversarios...lo sabía todo y si no, tenía plan B, C y hasta Z. Ella aún lo veía muy distante, incluso tonto porque si algo le había enseñado la partida de su tío era que todo plan podía quedarse a medias. Y de alguna manera, desde aquel momento, le aterraba atreverse a hacer uno.







—¿Lo ves? Te dije que sonaría absurdo—suspiró.






—No he dicho nada.






—Y eso quiere decir algo.






Sabía que estaba flotando en el espacio dentro de una estructura metálica pero lo único en que se centraba era en tener a Peter Quill bajo su agarre.






—Quiere decir que estaba pensando.






—¿En qué?






—En si tenía tus ojos o los míos—él no pudo evitar sonreír—digo, todo el mundo dice que el primer hijo siempre se parece más al papá...






—¿Y eso es cierto? Porque si es así, me costará la próxima vez que vea al tuyo—Beatriz soltó una risita—pero creo que tenía los tuyos.






—Ósea que no era el primero.






—Probablemente no—se levantó un poco para poder mirarle quedando casi encima suyo—a lo mejor esa versión nuestra tenía mucho tiempo libre.






Se sonrieron cómplices. Tanto la posición como la conversación eran el complemento perfecto para un beso. Uno que fue interrumpido por golpes sordos en la puerta...






Entonces un impacto igual de ruidoso contra la superficie hizo que Beatriz retomara la consciencia sintiendo todo a su alrededor volando. Sólo que no era ninguna alucinación si no que en verdad estaba flotando.






Llevó su mano al pequeño interruptor integrado a su pantalón para encender el propulsor de sus botas. Pese a todos los pedazos de lo que parecía ser tierra caían a su alrededor logró distinguir el par de ojos rojos resplandecientes  de su novio. Caía con velocidad directo al nada seguro suelo por lo que se dio prisa para alcanzarlo sin siquiera sentir las pequeñas rasgaduras que los pedazos que le rodeaban causaban.






Cuando por fin consiguió tenerle en sus brazos trató con todas sus fuerzas hacer que ambos aterrizaran seguros pues el peso muerto de Peter hacía fallar significativamente el par de propulsores adaptados por Rocket. Con suerte tocaron tierra firme sin caer de cara pero lo hicieron de rodillas lo cual ya era ganancia.






Quill se llevó la mano a la cabeza retomando la consciencia poco a poco, sin ser soltado por Beatriz. Todo esto cambió cuando a lo lejos lograron notar que Thanos seguía en pie y en especial, que seguía con el guante dorado. Sin detenerse a siquiera retomar el aliento él decidió volar hasta allá. Su novia le siguió segundos después.






Pero ya era muy tarde. Thanos había desaparecido.






—¿Perdimos Stark?—le preguntó Peter quitándose el casco.






Iron-Man, con la armadura destruida a medias y heridas de batalla, le miró por un instante antes de girar hacia su compañero de la tierra. Beatriz observaba al par y es que pese a no ser muy fan de los Vengadores nunca se esperó verlos así, tan derrotados.






—¿Porqué lo hiciste?—susurraba con dolor en la voz y no precisamente era físico.






—Estamos en el juego final.

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