Capitulo unico
Mientras conducía por la carretera extrañamente vacía y veía como las gotas de lluvia caían por mi parabrisas mi ansiedad aumentaba al acercarme cada vez más a mi destino. No había visto a mis padres desde hace poco más de cinco meses y no estaba seguro de que era lo que tenía que esperar.
No pensaba venir en un primer momento, demasiado preocupado del que dirán de mis antiguos vecinos y amigos cercanos de mis padres como para pensar en lo mucho que extrañaba a mi nana y mis hermanos, sin embargo Elena, mi mejor amiga, había logrado convencerme de ir y disfrutar de unas buenas vacaciones en familia; Rafael, mi hermano mayor, había logrado liberar un espacio en su apretada agenda y volar desde California para venir a visitar. No había visto a Rafael desde hace mucho tiempo, siempre estuvo demasiado ocupado con su propia vida como para prestar atención a algo más pero siempre fue un gran hermano mayor.
Renzo por otro lado aún era un adolescente rebelde desesperado por alejarse del ala protectora de nuestra madre. El era con quien mejor me llevaba a comparación del resto de mi familia, teníamos llamadas que podían durar horas al menos una vez a la semana para mantenernos al día. Al menos era reconfortante saber que tendría un aliado si algo salía mal.
Al estar tan metido en mis pensamientos me asusto la inesperada indicación de mi GPS diciendo que estaba a solo diez minutos de mi destino. Mire la radio de mi auto y vi la hora, cinco treinta y seis de la tarde; mis padres no me esperaba hasta las siete y no tenía muchas ganas de apresurar el encuentro. Pensé en lo mejor que podía hacer para perder un poco de tiempo y tranquilizar a mi ansioso temperamento, me desvíe de mi curso original y me dirige a mi lugar favorito desde la escuela secundaria: La cafetería "Star"
La Cafetería "Star" era una vieja cafetería que había estado en el pueblo desde que mi madre era solo una joven de veinte años, la Señora Sánchez era la dueña original de la Cafetería pero hace algunos años falleció y pasó a manos de su agradable hija Mónica. Era la única cafetería en todo el pueblo y al único lugar al que se me dejaba ir. Fue gracias a este lugar que había desarrollado su amor por el café. Una peculiaridad del pequeño local era que las estanterías de la pared estaban llenas de libros a reventar y algunas pilas de ellos en el suelo, haciendo que el lugar pareciera mas una vieja biblioteca desorganizada en lugar de una cafetería, de cierta forma, ese era el mayor encanto del lugar, lo desordenado y viejo que estaba pero que al mismo tiempo era cálida y atemporal.
Estacione mi auto en la esquina de la calle, donde se podía ver la luz cálida del local resaltar entre la negra y lluviosa tarde. Salí de mi auto y corrí hasta la puerta del lugar para protegerme de la lluvia. Cuando empuje la puerta para entrar la campana de la puerta sonó anunciando mi llegada. Un segundo después de que la campana sonara una cabeza llena de mucho cabello marron oscuro y crespo salió de repente detrás del mostrador. Al mirarme un brillo de reconocimiento se presentó en su enormes ojos verdes escondidos detrás de sus enormes gafas de botella.
- Alexa! ¡Cuánto tiempo! ¡Estoy tan feliz de verte! - a pesar de su tono entusiasta y su enorme sonrisa no pude evitar tensarme al escuchar ese nombre, desde hace mucho tiempo que no escuchaba ese nombre, incluso cuando prefería "ella" a "él" todos me llamaban Alex. Mónica debió notar mi repentina incomodidad por que sus mejillas se tornaron rojas y en un tono dubitativo dijo - lo siento - supe en ese momento que, al menos los más cercanos, ya lo sabian - esta bien, no te preocupes no estoy enfadado, solo llámame Alex - le dije, tratando de tranquilizarla; durante un momento por su rostro pasó una expresión de contrariedad que rápidamente fue sustituida por su habitual sonrisa.
En la cafetería había tres chicas, no conocía a ninguna, suponía que se trataba de chicas demasiado jóvenes para que yo recordara haberlas visto. Dos de ellas estaban sentadas juntas susurrando se entre sí y soltando risitas, ellas me miraban, no sabia si es que les parecía guapo o habían escuchado a sus padres hablar sobre mi. La otra chica, que estaba sentada en la esquina más alejada de la puerta parecía no haberse dado cuenta de mi llegada, llevaba puesto una enorme chamarra negra impermeable, traía unos enormes audífonos color turquesa puestos, parecía muy concentrada en lo que fuera que estuviera haciendo mientras jugaba con su cabello a la altura de los hombros y mordía sus uñas que estaban pintadas de un tono suave de beige.
Me senté en una mesa cercana al mostrador, sintiéndome cómodo cerca de una cara conocida - Sírveme un capuchino caliente y un muffin de moras, por favor - ella me dio una de esas hermosas sonrisas que siempre tiene para todos - enseguida! - me dijo, con un tono enérgico como solo ella podría. Mientras Mónica volvía con lo que le pedí, yo miraba a los estantes de forma distraída, buscando algún libro con el que pasar el rato cuando el sonido de la campana de la puerta me aviso que alguien más entraría al establecimiento, eran tres chicos de no más de quince años que iban hablando en voz alta y riendo, las dos chicas que estaban hablando juntas en una de las mesas se levantaron y saludaron de forma efusiva a los recién llegados.
Cuando Mónica volvió con lo que le pedí ya estaba abstraído en "Diez negritos" y su misteriosa trama, ella no me hablo, nos conocíamos lo suficiente como para que ella supiera que lo mejor era no molestarme cuando estaba demasiado metido en una historia, no pude evitar sonreír al recordar aquello. Paso bastante tiempo antes de que volviera al mundo real, al mirar a la ventana me di cuenta que ya oscurecía, miré al reloj de mi muñeca, las 6:40 de la tarde, era hora de irme, no quería preocupar a mi familia de lo que podría pasar conduciendo de noche; deja el viejo y gastado libro de Agatha Christie en una de las estanterías y me acerqué a Mónica para pagar pero ella me dio una dulce sonrisa y dijo - va por cuenta de la casa, piénsalo como un regalo - le agradecí y me despedí esperando que pronto nos volveríamos a ver.
Nada más salir el aire frío me caló en los huesos, mi sudadera gris no parecía ser la adecuada para este clima. Mis pensamientos fueron interrumpidos a causa de los sollozos de una persona, mire a la izquierda y la vi, la chica con los audífonos turquesa, estaba hecha un ovillo sentada en la húmeda banqueta y se tapaba el rostro con sus manos, sus jeans azul claros rotos dejaban ver unas rodillas sucias y raspadas; no comprendía que era lo que estaba pasando hace solo veinte minutos que parecía bastante bien dentro del lugar, me acerque lentamente intentando no asustarla - ¿te encuentras bien? - pregunte preocupado, ella se sobresaltó y alzo su rostro, sus ojos aceituna me miraron, llenos de lagrimas por derramar.
En ese momento fue que lo vi, una manzana de adán subir y bajar por su garganta, me quede helado, una escena conocida se abría paso en mi cabeza; una donde un grupo de chicos mayores me gritaban, se reían e insultaban, me estremecí al recordarlo - ¿Qué es lo que quieres? - su pregunta me sobresalto, demasiado metido en mis pensamientos, se notaba que estaba a la defensiva - ¿Cómo te llamas niña? - intentaba parecer lo menos incomodo posible, jamás había sido bueno con los extraños; al escuchar mi pregunta sus hombros se tensaron - Soy Sam - entonces si que era una chica, ella no me había corregido, suspire, me iba arrepentir de esto - Bueno Sam, por que no te levantas de ese piso mojado y me dices que fue lo que paso - Le ofrecí mi mano, no estaba del todo seguro de que estaba haciendo, quiero decir ¿Quién en su sano juicio se va con un tipo mayor desconocido en medio de la noche? - No lo conozco, puedo ser joven pero no estúpida - chica lista - Estoy seguro de que ya has escuchado mi nombre, soy Alex - un brillo de conocimiento nació en sus ojos, si había escuchado mi nombre - eres la hija del doctor Padilla, la "gender fluid" - la mire y le di una sonrisa tensa, empezaba a cansarme de esto - Hijo....te dije que mi nombre es Alex - ella pareció darse cuenta de su error pues su rostro se torno rojo granate - lo siento - murmuro, me sorprendió bastante su disculpa, parecía genuinamente arrepentida, claro que el hecho de que parecía entender el motivo de mi incomodidad parecía ser la razón principal de ello.
La mire intentando aparentar tranquilidad, parecía funcionar por que sonrío y se levantó de la acera - indica el camino - por un momento me quedé aturdido, en un momento estaba desconfiada y al siguiente parecía estar dispuesta a seguirme ciegamente, adolescentes supuse.
La guie hasta mi auto y la hice subirse al asiento del copiloto, dentro estaba mucho más cálido que afuera pero de todos modos prendí la calefacción. Ambos nos quedamos en silencio un rato, no tenía idea de que era lo que hacía pero aún así, aquí estábamos
- ¿por qué estabas llorando? Hace solo media hora parecías muy tranquila dentro - pregunte mientras señalaba con la cabeza a la cafeteria; Sam se encogió de hombros, quise suspirar de frustración los adolescentes y su falta de palabras; cuando creí que ella no me diría nada en absoluto me sorprendió bastante cuando ella comenzó a hablar - la otra mesa, aquellos chicos que llegaron después. Son mis compañeros de clase - esperé a que continuara- yo. No les caigo muy bien que digamos - un sentimiento de empatía y comprensión se apoderó de mi, recuerdos de una infancia parecida me inundaron, de burlas y aislamiento; me estremeci solo pensarlo.
- ¿Quieres que te lleve a tu casa? - pregunte después de un par de minutos en casi absoluto silencio - ¡No! - su tono era suplicante y casi parecía aterrada, decidí no preguntar, de algún modo imaginaba por qué no quería ir a casa, me encogi de hombros, la situación comenzaba a incomodar me - ¿Quieres venir a mi casa? Se hace tarde y hoy tendremos mucha comida - no se que fue lo que me poseyó para decirle eso simplemente tenía esta necesidad de que esta chica estuviera menos sola esta noche. Sam me miró de una forma que no pude descifrar, distintas emociones se juntaban en su rostro como para distinguirlas - no quiero incomodar - parecía genuinamente preocupada ahora, no estaba seguro de por que, me encogí de hombros y le dije - descuida, mi madre seguro que hizo comida para una semana, estarás bien -
Tarde solo cinco minutos en llegar a casa de mis padres, el enorme y familiar portón gris me dio la bienvenida, solté un suspiro, podía hacer esto - muy bien, estamos aquí - tenía intenciones de viajar del auto pero mi cuerpo no parecía dispuesto a dejar este lugar, mire de reojo a Sam, parecía divertirse bastante con mi pequeño ataque de nervios, gire mi rostro para mirarla bien y frunci el seño - ¿te parece gracioso? - ella solo alzó las manos a modo de símbolo de paz - ¿saldremos ya del coche o sin estas en pánico? - su tono burlón era realmente exasperante, seguía sin entender cómo había llegado a esto esta tarde-noche. Di un último suspiro y bajé del auto con Sam siguiendo mis pasos.
Di tres pasos más a la puerta y toqué el timbre, no tuve que esperar mucho por que casi de inmediato la puerta se abrió dejándome ver a mi madre, ella no había cambiado nada desde la última vez que la vi(a diferencia de mi) sus bellos rizos negros seguían igual de indomables que siempre y sus cálidos ojos marrón oscuro brillaron al verme, sacudió sus manos llenas de harina en su viejo delantal rojo y me sonrió- ¡Alexa hija! ¡Me alegra tanto que estés aquí! - y ahí estaba otra vez, sabía que no era culpa de mi madre equivocarse, después de todo no había hablado con ella en dos meses no había forma de que lo supiera pero aun así no podía evitar enfadarme - es Alex mamá - solo tomo unos segundos antes de que un brillo de comprensión en su rostro apareciera - ¡Oh! Lo siento hijo - parecía que iba a hablar más pero sus ojos se enfocaron en mi acompañante - ¡Sam cariño! ¿Que estás haciendo aquí? - mire a la chica a mi lado y la mire interrogante pero ella siguió mirando a mi madre - Buenas noches Señora Padilla -
- Oh te he dicho que puedes llamarme Allison, cielo - le respondió mi madre con un gesto cariñoso ¿qué rayos estaba pasando? Mis pensamientos fueron interrumpidos por los gritos de mi madre - ¡Raúl, amor! ¡Tu hijo está aquí! ¡Renzo! ¡Sam está aquí! - mi madre se hizo a un lado para que pudiéramos entrar, estaba confundido de algún modo mi familia parecía conocer bastante a Sam pero las piezas aún no encajaban en mi mente; al llegar a la sala pude ver a mi padre y a mis hermanos mirarme y darme sonrisas cálidas pero los ojos de Renzo no estaban en mi sino en mi acompañante, miré a ambos y pude ver sus rostros teñirse de un leve tono de rojo - Hola familia, siento llegar tarde, invité a alguien a cenar, espero que no les importe - dije señalando a Sam, la sonrisa de mi hermano creció todavía más al escucharme, sentía que algo estaba perdiéndo aquí pero no sabia que - Claro! Entre más mejor! -
Las cosas parecían estar saliendo mejor de lo que yo imaginaba, sonríe ante este hecho. Por primera vez desde que me decidí a venir estaba realmente feliz de haberlo hecho. Creo que esta visita podría terminar siendo mucho más entretenida de lo que yo esperaba.
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