Capítulo 8
No puedo moverme. Un simple gesto como girar la espalda, incluso solo el cuello me bastaría. Pero es imposible, es como si ninguna parte de mi cuerpo quisiera responder a mis órdenes. Está ahí y voy a perder la oportunidad de ponerle cara, de conocer de qué color tiene el pelo, sus ojos, si le gustan los tatuajes o piercings, qué estilo de peinado lleva o que tan de guapo es. Estoy hechizada con su voz, es como si me hubiera lanzado un encantamiento que me paralice. Noto cómo lentamente, mete su nariz en mi cuello y respira en él para después besarlo provocando que me estremezca.
—Te estuve esperando, pensé que no volverías —confiesa.
—Yo... yo... —lo digo tan bajo que dudo que logre escucharme.
— Necesito sentirte —dice con su voz, la cual que me derrite.
Yo solo asiento con la cabeza.
¡Mierda Sky, espabila!
Quita sus manos de mí cintura, y sus labios de mi cuello. Entonces mi cuerpo, el traicionero, vuelve a cobrar vida otra vez y lo primero que hago es girarme bruscamente para conseguir verle, aunque sea marchándose. Pero, al voltear, solo veo gente hablando y bailando. Miro a la derecha, más gente, a la izquierda, igual. Ha desaparecido, se ha camuflado entre tanta gente y es difícil encontrarlo, si no sé cuál es su aspecto, podría ser cualquiera.
Lo único que me queda por hacer aquí es subir, volver a ver a los recepcionistas, pedir esa llave y volver a él, como tanto estaba deseando. Saber que él también me estaba esperando todo este tiempo, me da la esperanza suficiente de que acepte mi petición de ir más allá, de conocernos, de vernos en otro lugar, en otras circunstancias y con otras intenciones.
Así que voy directa al mostrador donde está la recepcionista, que como siempre, me recibe con una sonrisa y me ofrece la tarjeta de la habitación que está bajo mi apodo frecuentemente utilizado durante meses.
Recorro el largo pasillo mientras pienso en si alguien de recepción recordará mi rostro y se preguntará qué hago viniendo aquí tantas veces. Aunque no debería importarme en absoluto si lo hacen, es su trabajo. Aun así, qué vergüenza.
Finalmente llego a la habitación correcta y meto la tarjeta en la ranura, como hice la primera vez, pensando en que quizás ésta será la última. Entro cerrando la puerta tras de mí y yo vuelvo a la oscuridad. Respiro hondo dejando salir todos los nervios que hacen temblar a mi cuerpo e intento pronunciar palabras.
—Y-ya me tienes aquí. —Hay un silencio que me avergüenza pues es como estar hablando para mí sola. Pero todo cambia y cobra sentido cuando su respirar vuelve a chocar en mi oído. Estaba justo a mi lado.
—Túmbate en la cama y relájate —susurra con esa voz tan excitante y no puedo evitar hacerle caso.
Voy al frente tentándolo todo para poder llegar hasta la cama y tumbarme como bien ha dicho. Lo espero impaciente, pero sin mover un solo dedo.
Segundos después, comienza la función.
Comienza tentando mis pies para quitarme los tacones y así masajeármelos además de alguna que otra chupada. Acaricia mis piernas de abajo hasta arriba, suavemente y con pequeños besos, algo que está lejos de hacer que me relaje pues solo me provoca excitación. Lo que llega a provocar en mí unas simples caricias de este hombre no tiene sentido. Todo en mí ya está deseandole y quiere su atención de la que estoy segura que voy a tener, como siempre. Comienza a subir mi vestido hasta quitarlo del todo y dejándome únicamente en ropa interior. Me acaricia desde la cintura hacia arriba, llegando a mis labios que no los deja solos y los toma con ganas, introduciendo poco a poco su lengua que baila y juega con la mía. Está claro que nos hemos echado de menos en lo que al tacto se trata.
Esto es como haber vuelto al cielo. He venido demasiadas veces ya, y en cada una de ellas me ha hecho sentir realmente bien, es el objetivo que tiene WhimApp, lo que seguramente le haya hecho a otras chicas que lo hayan solicitado. ¿Y si pretendo ser especial? Seguramente ninguna haya tenido el detalle de hacerle sentir bien a él, quizás esté cansado de darlo todo, pero no recibir nada a cambio, ¿no?
Cuando baja la guardia, con un ágil movimiento me escapo de sus besos y lo empujo para colocarme encima de él con mis piernas a sus costados.
—Esta noche, serás tú el que disfrute y no aceptaré un no por respuesta.
No escucho una sola palabra de él ya que mis besos evitan que de una sola respuesta. Lamo sus pezones, y su abdomen, provocando algún que otro gemido que moja completamente mis bragas. Me tomo la libertad de agarrar sus manos y colocarlas sobre mis pechos por encima del sujetador mientras me lo quito.
—Vamos, haz con mis tetas lo que quieras, son completamente tuyas —le digo con la voz más sensual que he puesto nunca, justo como él hace.
Las toquetea de todas las maneras posibles y juega con mis pezones trastocando todo mi ser hasta que me veo con la necesidad de restregar mi feminidad contra su cuerpo para así darme placer. Entonces me inclino para poder ponerle los pechos sobre su rostro y pronto comienza a lamerlos con ansias, metiéndoselos en la boca y mordiéndolos.
Se los retiro volviendo a mi postura inicial y bajo lentamente hasta tener delante su ya duro tronco que acaricio por encima de sus boxers. Musita algo que no logro escuchar, pero diría que le está encantando. Lo saco de la ropa interior, retirándosela por completo y se la agarro con la mano deslizándola como a él le gusta que lo haga.
—Estaba deseando probarlo, y está tan duro... Todo para mí.
Entonces lo meto en mi boca, saboreándolo con mucho gusto, lo saco y lo meto repetidas veces dejando mi saliva correr por su piel más sensible. Me demoro en chuparlo e incluso jugueteo con mi lengua cuando está en mi interior mientras mi mano libre se encarga de darle placer a sus testículos que también meto en mi boca. Está gimiendo tanto que me permito esperar hasta que se corra en mí. Siento el clítoris más hinchado de lo normal al escucharlo y la humedad está más que presente.
—Joder... —desfoga al llegar al placer absoluto.
Después de unos segundos en los cuales se recupera mientras beso su cuello, se levanta de golpe y por el tan conocido sonido, sé que se está colocando la protección para volver a mí de nuevo.
—Necesito meterme en ti ya —me susurra.
Me deshago de mi ropa interior al instante, arrojándola lejos y me coloco encima de él de nuevo. Él agarra mis caderas para colocarlas de forma que pueda meterse de una vez y baja lentamente. Adoro cómo se desliza en mi interior. Le cabalgo con lentitud al principio, pero pronto me pide que lo haga más rápido. Creamos una sintonía de gemidos que adornan nuestro placer. Lo cabalgo cada vez con más ansia, ambos sudamos y gemimos hasta que el querido orgasmo llega y los dos caemos rendidos en la cama. Pero no todo queda ahí. Lo hacemos un par de veces más de distintas formas, justo como sabemos que nos gusta y no se puede decir que no hemos celebrado nuestra vuelta como Dios manda.
Respiramos profundamente en la oscuridad de la habitación del hotel una vez acabamos la labor y finalmente conseguimos retomar una respiración normal.
—Espero que hayas disfrutado —rompo el silencio.
—Créeme que sí —aclara.
—Me alegro. —Sonrío.
—Hacía tiempo que no quedábamos. ¿Te ha pasado algo? Aunque no es necesario que me lo cuentes.
—¡No! No me importa contártelo. Estuve de vacaciones, era un viaje que mi amiga y yo estuvimos ahorrando y planeando desde hace unos meses. Volví hace una semana, y quise quedar, pero en la aplicación ponía que no estabas... disponible.
—¡Ah! Ya.
—¿Qué quiere decir eso?
—Estuve fuera del estado. Hay noches que no puedo, simplemente.
—Ah, comprendo.
Aunque no del todo, siento demasiada curiosidad. ¿Por qué no podrá quedar esas noches? ¿A qué se dedicará? El silencio incómodo se asienta, es como si hubiéramos pasado por alto todos estos meses, como si volviéramos a ser los mismos avergonzados de un principio.
—¿He sido la primera? —me atrevo a cuestionar.
—¿Qué?
—¿Alguna chica te ha hecho lo que yo esta noche?
—Bueno... Supongo que alguna que otra, pero no así. ¿Querías serlo? —cuestiona como si estuviera torciendo la sonrisa.
—Pensé que aquí las chicas solo venían a que las satisficieran y ya.
—Y no te falta razón, aunque hay de todo. Pero, a ver, ¿a qué se debe esto?
—Siempre me has dado lo que quería, pensé que quizás querrías un poco más de atención. No sé, es una tontería, pero quería ser esa chica que fue diferente porque tú lo eres para mí.
— No puedo decir que no lo agradezco porque sí, lo hago, gracias por pensar en mí. Pero la verdad es que siempre he tenido lo que quería contigo, eres especial desde el primer día.
Espera, ¿qué? ¿Esto es real?
Puede que esté sonriendo como una tonta en la oscuridad, que él no es capaz de verme y que tenga unas ganas inmensas de dar saltos de alegría sobre la cama. Aun así, me contengo y me limito a pensar en lo que debería contestar a eso.
—¿Por qué?
—¿Estás de broma? —No me esperaba una respuesta así, por lo que me limito a parpadear sin parar—. ¿Cuánto tiempo llevamos quedando así? ¿Por qué cuando lo hicimos por primera vez, al volver a usar la aplicación, no escogiste a otro?
—Pu-pues porque me gustó hacerlo contigo, y antes, utilizar este tipo de aplicaciones estaba totalmente descartado para mí. Siempre las critiqué. Así que, si no fuera porque me sentí bien, estoy segura de que ni si quiera habría vuelto a usarla.
— ¿Y por qué crees que yo acepté una segunda vez? ¿Y una tercera? ¿Y todas las veces siguientes? He rechazado a muchas que querían repetir porque era una de mis reglas: no repetir. Pero me dije, ¿por qué no? Hacer esto contigo fue diferente desde el primer día, aquel en el que sentí que tenías una idea equivocada del sexo y te enseñé cómo debe hacerse a mi juicio. Fue diferente cuando me pediste que me quedara a hablar y me preguntaste si creía que había vida en otros planetas —Se toma un momento para soltar una pequeña risa—. Así que, sí, eres especial. Y la verdad es que estuve preocupado por si no volvías a utilizar la aplicación.
—Oh, vaya, yo... —balbuceo intentando volver a utilizar bien mi lengua tras escuchar todo eso.
—Rechacé varias peticiones solo por si a ti se te ocurría hacerlo.
—Eso no me lo esperaba —susurro más bien para mí, sintiendo cómo me ruborizo—. Y yo pensando que ya no querrías seguir quedando —Suelto una risa nerviosa para relajar un poco el ambiente o a mí se me va a salir el corazón por la boca.
—Pues ya ves que es todo lo contrario.
Suspira como si se hubiera quitado un peso de encima creando una pausa para calmar el ambiente y darnos tiempo para pensar. Entonces se me ocurre que quizás yo también debería hacerlo, soltarlo. O lo hago ahora o puede que me lamente toda la vida.
—Oye. —Carraspeo para seguir hablando—. Creo que hemos dejado claro que ambos somos especiales para el otro y que no solo disfrutamos del sexo, sino, que quizás valoramos más estas conversaciones, o al menos yo lo hago. Puede que estar alejados un tiempo haya provocado que nos diésemos cuenta de lo bien que conectamos y de lo mucho que echábamos de menos esto. No sé, pero quizás sea una señal de que deberíamos dejar a un lado la aplicación, darnos los teléfonos, hablar por mensajes y vernos en persona.
De nuevo hay silencio, solo hablan nuestras respiraciones y la suya parece estar más agitada a pesar de lo nerviosa que me encuentro en estos momentos.
—No sé si es buena idea —concluye desinflándome por completo.
—Pero, ¿por qué?
—No es tan sencillo, no para mí.
—No te estoy pidiendo que tengamos una relación seria nada más vernos. Solo conocernos de verdad, sin normas, como hace todo el mundo. Tampoco necesitamos ir rápido, podemos primero mensajearnos, alguna llamada y cuando te sientas listo, vernos. Puedo adaptarme al tiempo que necesites.
—Es que... —Vuelve a suspirar—. No es lo que crees, no lo entiendes, si creé las normas fue por algo.
—Entiendo que las crearas por una razón, pero las normas están para romperlas en ocasiones que lo merecen. ¿No crees que esto que tenemos lo merece?
—No lo sé. Puede, pero no quiero correr riesgos.
—No lo entiendo, me dices todo eso de que soy especial para ti, pero te niegas a que nos conozcamos. ¿Qué puede ocurrir? ¿Tienes algún complejo con tu cuerpo y temes que te rechace al verte? ¿Es eso?
—No, no es eso.
—¿Estás engañando a alguien? ¿Tienes una familia feliz esperándote en casa que piensa que tienes trabajo ahora mismo?
—¡No! Déjalo, no sirve de nada.
Nuevamente hay silencio. Está claro que no quiere seguir dándole vueltas, y la verdad es que yo tampoco. Estoy furiosa y destrozada al mismo tiempo y no sé cómo estallaré a estas alturas. Así que me levanto de la cama y comienzo a rebuscar por el suelo mi ropa.
— Vale. Pues si no estás interesado en que esto vaya un poco más allá, yo no puedo anclarme aquí —Me agacho sobre el suelo y me pongo a cuatro patas tanteándolo para así poder buscar mi ropa—. Se supone que la aplicación la iba a usar una vez y seguir con mi vida, puede que incluso dejara de pensar en chicos un tiempo para dedicarme a mí misma —Doy con el vestido y me lo pongo con prisa, aunque no haya encontrado el resto aun, por eso sigo con la búsqueda—. Pero no, la vida tuvo que ponerme a alguien con quien pude sentir cosas que jamás había sentido y yo volviendo a usarla como una idiota solo porque me gustaba estar con él, aunque solo fuese una hora —Encuentro los tacones a un lado de la cama y por suerte el sujetador está encima, solo quiero marcharme, aunque eso signifique irme sin bragas—. Soy gilipollas, pero bueno, no es ninguna novedad. En fin, gracias por esta experiencia, espero que te vaya bien. Y por si no ha quedado claro —Con los tacones y sujetador en mano, camino como puedo hacia la puerta, cuando mis pies dan con mis bragas justo a tiempo cogiéndolas antes de salir—, voy a desinstalarme la aplicación, así que, adiós.
Abro la puerta sin mirar atrás dejando que las luces del pasillo me iluminen, emprendiendo mi camino hacia mi coche, descalza y sin ropa interior puesta. Al menos, ante la inquietud por ser pillada en este estado, apenas he pensado en lo que acaba de pasar y por suerte nadie se ha cruzado conmigo hasta estar dentro del vehículo. Aquí es donde me permito pensar en lo extraña que ha resultado ser la noche.
Dejo los zapatos y ropa interior en el asiento del copiloto, pero entonces me percato de que hay algo que no termina de cuadrarme. Desvío de nuevo mi atención sobre el asiento de al lado comprobando que una de las prendas lejos está de formar parte de mi ropa interior. Agarro la susodicha desdoblándola y sujetándola con ambas manos, demostrando que estaba en lo cierto, no son mis bragas. Son unos boxers grises con los filos negros, y de buena marca debo añadir.
— Mierda —maldigo tirándolos de nuevo sobre el asiento.
⭐ Espero que os esté gustando, no olvidéis darle magia con vuestras estrellas y nos vemos en el próximo ⭐
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