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Capítulo 7

No está.

¿No está o me ha rechazado?

Vale, no es necesario ponerse en lo peor. Puede que esté tomándose un tiempo también, o esté ocupado. No tiene por qué ser que no quiera verme más. O puede que sí, que esté harto de tanta conversación y ha aprovechado estas dos semanas para bloquearme.

No pasa nada, Sky. No importa. No tiene por qué afectarme, si no quiere verme, estupendo, mejor. Así no tengo que pedirle nada, y quien sabe, igual me estoy librando de alguien que oculta su identidad por cometer un acto delictivo. Incluso es posible que sea cosa del destino y no debamos quedar más.

¿Ahora qué hago? ¿Me olvido de él? Estoy echa un lio conmigo misma, porque sí que me afecta y ni si quiera sé por qué me importa tanto. Pero resulta comprensible, he ido muchas veces, demasiadas. Hemos mantenido conversaciones triviales y sin sentido, pero aun así creo que tenemos algo.

Lo admito, no estoy bien con esto, tenía demasiadas ganas y ahora me siento como un globo desinflado.

El teléfono entre mis manos comienza a sonar, y aunque solo hayan pasado unas horas desde que nos despedimos, no podemos suprimir la llamada nocturna de cada noche. Ambas vivimos solas y nos prometimos hacerlo por si algo nos pasaba.

—Ay, Sky, ¡ya te echo de menos! —exclama nada más descolgar.

—Kenzie... —Mi voz no suena la más alegre del mundo a pesar de haberlo intentado.

—¿Te pasa algo? —contesta con preocupación.

—No es nada.

—Sí, claro, cuéntaselo a otra y no a tu mejor amiga.

—No se te escapa ni una, Kenz.

Obvio que no, nena. Te conozco casi tan bien como tu madre lo hace.

—Pues... No he podido evitarlo y he usado la aplicación.

—Ay, Dios... ¿Y?

—Pues que no estaba disponible. Siempre lo ha estado, nunca ha fallado, pero hoy no estaba. No sé qué creer, si no ha podido o no ha querido.

—Puede ser cualquier cosa, así que no te sulfures, no puedes pensar solo en lo peor.

—Lo sé. Pero, ahora mismo me he quedado bastante desilusionada.

—Es normal. Lo que tienes que hacer es seguir con tu vida normal, y otro día, en otro momento, vuelves a intentarlo. ¿Sí? No pierdas la esperanza, si después eso, sigue igual, olvídate de él.

—Supongo que es lo que me queda.

—Anímate, no te pongas así por un chico. Tú vales mucho más que eso.

—Sé que valgo más, y no tengo prisa por tener pareja ni nada parecido. Solo... siento que por primera vez hay conexión y me gusta. De no ser así, ya te digo yo que no habría repetido.

—Te entiendo. Finn no era precisamente alguien afín a ti. Era más bien una carga y quizás estés viviendo algo más real. Pero, hazme caso, espera unos días y vuelve a intentarlo.

—No sé cómo lo haces, pero siempre me haces sentir mejor.

—Lo sé. Mamá Kenzie siempre te cuidará siempre que lo necesites. Descansa, hemos tenido un día largo y pesado.

—¡Te quiero! Buenas noches.

—Y yo a ti.

Los días pasan y el calor empieza a irse poco a poco, aunque todavía molesta. Sin embargo, aún me quedan días de vacaciones y no sé qué más hacer, he hecho de todo lo posible: he leído un montón de libros, ensayado recetas y publicando fotos en mi Instagram, he hecho ejercicio —intentado al menos— y he salido con Kenzie algunos días. ¿Qué más puedo hacer para distraerme? Estoy acostumbrada a tener el tiempo justo para mis aficiones, y cuando tengo el que quiero, no sé cómo organizarme el día hasta que finalmente no hago absolutamente nada. Y, el no hacer nada tienta a mis pensamientos los cuales no pueden remediar pensar un poco en lo que no debería.

Y si de algo tenía ganas, era ver a las personas que me criaron. Y esos son, claro está, mis padres. Viven en las afueras, en un fantástico barrio donde residen desde que se casaron. Está algo lejos, pero en coche se llega bastante bien. Ellos son las personas que mejor me conocen en todo el mundo, por no hablar de que son los más buenos que existen y no porque sean mis padres.

No había podido ir a visitarlos antes porque también estaban de vacaciones. Nada exagerado, solo visitaron a la tía en Illinois.

Cuando eran muy jóvenes tuvieron a mi hermano mayor Noah, más concretamente, con dieciséis años. Ella dice que no, pero creo que fue algo inesperado y que no deseaban en el momento. Eran otros tiempos y lo normal sería que yo a mi edad estuviera casada y con siete hijos, lo cual eso aún está muy lejos de ocurrir. Mi madre, con diecisiete, se casó con mi padre y con veinte concibieron a mi hermana Anne. Cinco años más tarde nació Axel y dos años después una servidora, su preciosa hija pequeña. Me tenían muy mimada y consentida, aunque yo no sabía apreciarlo en aquel momento.

Sin embargo, ser la favorita se acabó cuando a los siete años inesperadamente mi madre se quedó embarazada de mi hermana pequeña, Emma. Nadie se imaginaba que mi madre tuviera más hijos después de mí, pero actualmente somos cinco en la familia. Al cabo de los años yo dejé de ser la mimada y ahí fue cuando me di cuenta de lo consentida que estaba. De repente tenía que "madurar", para cuidar de mi hermana pequeña cuando era necesario. Siempre nos hemos cuidado mutuamente, pero en el fondo siempre seré la más mimada.

Por eso, ir a casa de mis padres de vez en cuando no está mal.

Me preparo, cojo el bolso, las llaves y salgo con el coche en su dirección. Antes los avisé de que me quedaría a cenar y es posible que mis hermanos vayan también, menos Noah. Él se fue a Los Ángeles a "estudiar" hace tiempo, pero estoy convencida de que se fue por amor, aunque no le salió bien del todo. A sus treinta y cuatro años, es abogado y bastante bueno debo decir. Anne a sus treinta años, vive con su novio y es educadora infantil. Axel, es el lindo de la casa, tiene los ojos de un azul claro precioso, sacados de la familia de mi madre, y su pelo es castaño claro. Las chicas morían por él en el instituto, y yo era la apodada como la hermana del buenorro. Ahora con veinticinco años, ya es padre, lo fue hace tres años y sigue con la madre del niño, el pequeño Marcus, mi sobrino y el niño más mono del mundo. Emma es la típica adolescente de dieciséis años que dice que su vida es injusta por no dejarla salir hasta tardes horas de la noche. Y yo soy la que tiene cuernos en la cabeza y pretende ser una chef profesional. Realmente en mi familia somos poco normales.

Llego a la casa aparcando en la entrada, delante del garaje. Salgo y voy hacia la puerta que abro con mis llaves. Me encuentro con el pasillo vacío y un silencio que extraña en esta casa.

—¿Hola? —me atrevo a llamar.

—¡Sky, cariño! Estamos en el salón. —Me adentro en el salón en el que se encuentra mi madre junto a Anne sentadas en el sofá.

—¡Hola! Me alegro de veros. —Me dan un beso a los que respondo de igual forma.

—¿Qué tal estas, hermanita? —me pregunta Anne.

—Pues bien, terminando con las vacaciones de verano.

—¿Qué tal el viaje? —cuestiona ahora mi madre.

—Pues la verdad, me he relajado mucho. Me ha venido bien un parón del estrés que me genera ir a clase y después trabajar.

—La verdad es que admiro tu valor, jamás hubiera trabajado mientras estudiaba. El hecho de no poder tener nada de tiempo para mí, me causaba algo de ansiedad.

—Ya. Lo bueno es que uno de mis hobbies es lo que estudio y trabajo, así que, es como tener todo el tiempo para mí. El problema es tener que moverme de un lado a otro con el tiempo tan justo. Pero sí, el viaje ha sido increíble. Hemos visitados muchos sitios y tomado mucho sol en esas increíbles playas.

—¡Qué bien! ¿Y ligaste? —pregunta mi hermana con curiosidad subiendo y bajando las cejas.

—¡Anne! —grita mi madre, es una persona a la que no le gusta hablar de esos temas, no me ha hablado de sexo en su vida y supongo que algo aprendí sobre este comportamiento.

—Da igual mamá, algo ha habido, pero no te hagas ilusiones.

—¿No? —interroga incrédula, a lo que niego con la cabeza. No me apetece dar detalles ahora mismo—. Oye, ¿y Finn? ¿Ha vuelto a restregarte a su nueva novia recientemente?

—No, lo que me tranquiliza, no me apetece verlo.

—Menos mal que terminaste con ese chico, Sky, nunca me gustó del todo para ti.

—Lo sé, mamá, yo también me alegro. Ahora mi vida es totalmente diferente.

—Tenía un algo que me daba mala espina, parecía como si siempre tramase algo —explica mi madre.

—Realmente se aprovechaba de ti y no sabía cómo decírtelo. Pero ahora todo va bien ya que lo dejasteis, no sabes cuánto me alegré al saberlo. Además... a ninguno de nosotros nos gustaba, a excepción de Axel. Por desgracia para todos, él sigue siendo su amigo.

—Sí, por desgracia —digo de mala gana.

Es totalmente razonable que sigan siéndolo, pero no puedo evitar molestarme como su hermana que soy. Pensé que quizás dejarían de ser tan íntimos cuando rompiéramos, pero no fue así en absoluto.

Seguimos conversando hasta la hora de cenar y mi madre comienza a prepararla. Me gusta ayudarla, después de todo, fue ella quien despertó en mi la pasión por cocinar. En ese momento llega Axel junto a Regina, su novia y madre de Marcus. En cuanto llegan voy a por el pequeño, para estrujarlo lo máximo posible. Siempre que puedo lo cuido cuando sus padres quieren tener un respiro.

Cuando la cena está casi lista, mi padre llega de trabajar y nos saluda a todos con euforia, se nota que ama los momentos en familia. Finalmente nos sentamos todos en la mesa a comer la comida que había estado preparando mi madre con mi pequeña ayuda. Lo cierto es que es lo que más echo de menos, su comida. También llega mi hermana pequeña, Emma, que al parecer había quedado esta tarde con unos amigos.

—¡Hola, Em! —Nos abrazamos con mucho cariño, el hecho de ser las últimas que quedaron en la casa, creó un vínculo especial y nos lo contábamos todo.

—Te he echado de menos.

—¡Y yo a ti! ¿Qué tal con tus amigos?

—Bien, hemos ido a la piscina de Monique.

—¡Qué guay! —digo colocando ambas manos en sus hombros—. Comamos, tengo mucha hambre.

Me siento en el lugar de siempre pues todos tenemos un lugar asignado en la mesa desde hace años, salvo para Regina y Marcus que ocupan el lugar de Noah. Comenzamos a comer y a hablar como en los viejos tiempos:

—¿A que no sabéis qué? Emma tiene novio —dice mi madre con voz picarona.

—¡Mamá! —grita Emma.

—¿¡Qué!? ¿Y no me cuentas nada? —la regaño.

—¿Es guapo? —pregunta Anne.

—Pues claro —dice Emma con voz baja y sonrojada.

—Le regala flores con cartas muy bonitas —añade mi madre.

—¡Oh! ¡Qué bonito! —exclamo.

Al menos el noviazgo de mi hermana pequeña está siendo el doble de romántico que el que tuve a su edad con Finn. Solo deseo que no le haga daño y no sea una lapa en su vida. Ojalá me hubiese regalado flores, porque, aunque parezca un cliché, he de confesar que no le haría ascos.

Escuchar su historia de amor adolescente, despierta en mí de nuevo la sensación que me provoca el chico misterioso y siendo sincera, estoy teniendo muchas ganas de volver a hablar con él de nuevo. Había dejado eso atrás durante estos días y no había pensado en ello, o al menos no tanto. Pero ahora... Quizás sea el momento de volver a probar suerte, aunque tampoco tengo las mismas esperanzas que cuando lo hice la última vez.

Al terminar de cenar, llega la hora de irme, despidiéndome de todos y volviendo a casa con la mentalidad de que voy a volver a usar WhimApp, de que voy a volver a "solicitarle".

Nada más llegar, lo primero que hago es sentarme sobre el sofá con el teléfono en la mano y dispuesta a pinchar sobre el icono de la aplicación. Inicio WhimApp y lo busco con rapidez en el apartado de favoritos. No lo dudo más y pulso sobre la tecla indicada para solicitarlo. La petición está enviada, solo debo esperar a que acepte o, de lo contrario me informarán de que no se encuentra disponible.

Dejo el teléfono sobre la mesa como si fuese una bomba a punto de estallar. Si me comiera las uñas, ahora mismo no tendría. No dejo de mirar la pantalla en negro, realizando una especie de ritual mental para convocarlo, pero no puedo conseguir nada quedándome aquí a esperar. Me levanto del sofá y camino hacia la cocina con intención de buscar algo con lo que entretenerme.

No doy dos pasos hasta que suena una notificación.

Corro a comprobar de qué se trata y para mi sorpresa, es de la aplicación.

Star acaba de aceptar ser tu capricho.

Una sonrisa amplia aparece en mi cara. Al final no se trataba de no querer verme y tampoco me ha bloqueado. Quiere quedar, vamos a quedar otra vez. Y es el momento, debo retomar mi plan.

Me cita a la misma hora y en el mismo lugar de siempre. Rápidamente me visto lo suficientemente elegante y conduzco de nuevo en el día de hoy, pero esta vez dirección al hotel. Al llegar, entro en el bar de al lado del vestíbulo sentándome en la barra para pedirme cualquier bebida que dé el suficiente valor como para dejarle las cosas claras. La hora se acerca y espero impaciente para tomar el ascensor, subir a la planta adecuada y entrar en la habitación. La gente empieza a llenar el lugar, encontrándome rodeada de ricos que mantienen conversaciones elegantes y maduras que yo jamás tendría.

Por mi parte, pienso en cómo puedo decírselo, cómo hacerlo sin que suene como una atadura. Solo quiero conocerle en persona, progresar en lo que tenemos, ¿es mucho pedir?

Mis pensamientos se interrumpen cuando unas manos me rodean la cintura, pienso que es un tío cualquiera que se ha enganchado a mí y quiere invitarme a una copa, pero una respiración en mi oído me deja congelada.

— ¿Dónde has estado estas semanas?

Es esa voz, no puedo creerlo.

Es él.

Y está detrás de mí.







🎅Feliz Navidad a todos🎅

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