Capítulo 62
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Parte 15. Fructificación
Estaba con mi padre cuando Sky me llamó, la reunión estaba a punto de terminar hasta que mi teléfono sonó. Normalmente lo dejo apagado, pero sabía que debía dejarlo con sonido y no puedo estar más agradecido con mi acción. Me puse nervioso, demasiado. Ni si quiera lograba encontrar las llaves de mi coche. Solo de pensar en lo que él podía hacerle en esa casa, los dos solos, se me ponían los pelos de punta. Necesitaba encontrar las malditas llaves para ir hasta allí y no las encontré. Mi padre colocó una mano sobre mi hombro exigiendo que me calmara y le explicara qué estaba pasando. Finalmente, se lo conté, de la forma más resumida posible para no perder tiempo, entonces accedió a llevarme hasta allí.
Al subirnos al coche le indico la dirección y como puedo, se la pongo en el GPS del coche. El trayecto está siendo eterno, no imaginé que estuviera tan lejos o eso es lo que me parece. No dejo de maldecirme a mí mismo por no haber previsto la posibilidad de que apareciera, tenía que haber pospuesto la reunión y haberla acompañado. Se suponía que estaba en Canadá, joder. Los nervios van a acabar conmigo, necesito llegar ya.
— Tranquilo, llegamos en dos minutos —dice mi padre cuando comprueba mi estado.
No sé si fueron dos o cuatro, pero fue como una hora. Finalmente consigo ver la mansión entre árboles, las verjas estaban abiertas y podemos entrar con normalidad por el carril privado. La noche hace que unas luces rojas y azules se vean con fuerza reflectando sobre la fachada de la enorme casa. El jardín está repleto de coches de policía, lo que casi me provoca un paro cardiaco al pensar que algo muy malo le había pasado a Sky si todas las patrullas están aquí. Mi padre frena el coche donde puede y bajo de él sin pensarlo ni un segundo. Camino por el verde césped atravesando las patrullas y tras de mí aparece también la sirena de varias ambulancias.
¿Qué mierda ha pasado?
15 horas antes
Las reuniones empiezan a cansarme. Intentar emprender un proyecto con distintas empresas puede suponer un reto y mantener una compostura durante todos los días, es la peor parte. Pero necesito que todo salga bien.
Salgo del hotel la tercera mañana que llevo aquí en Canadá, queremos hacer algo distinto con los hoteles, pensamos en alojamientos en las montañas con zonas de esquí. Fue una idea de proyecto mía, se la presenté y para mi sorpresa la aceptó. Pero es importante obtener apoyos de otras empresas que se dediquen a este tipo de sitios, además de encontrar el lugar óptimo para su construcción. Demasiadas cosas para estos días, voy a acabar reventado.
Realizo la rutina de cada día, salgo del hotel, subo al coche de empresa junto a mi padre y otros dirigentes, poniendo rumbo al edificio de oficinas donde hacemos las reuniones. Allí nos sirven un café y comenzamos a negociar o proponer.
Sin embargo, hoy el día es diferente. Lo veo en las caras de algunos de las oficinas, me miran únicamente a mí y no como normalmente lo hacen. Es como si quisieran explotarme la cabeza con la mirada. Decido pasar de ellos y seguir con mi camino. Una vez llego a la sala de reuniones, el ambiente también es diferente y no tengo ni la más remota idea de cuál es la razón por la que todos parecen tener un aura negra encima. Cuando mi padre y yo nos sentamos en nuestros asientos, ninguno dice nada, ni si quiera nos dedican su mirada.
— ¿Pasa algo? —me atrevo a romper el silencio.
— Podemos comenzar, ya estamos todos —añade mi padre.
— Veréis... Nosotros empezamos hace ya rato —habla la responsable de marketing.
— ¿Qué? ¿Por qué? —arrugo las cejas.
— Porque teníamos que hablar sobre ti —me señala con la mirada uno de ellos.
— ¿Sobre mí?
— Creemos que alguien como tú no debería estar en este proyecto, y eso incluye a toda vuestra cadena de hoteles, no nos daría buena imagen.
— ¿Podéis ser más claros? —dice mi padre atónito.
Una llamada aparece en mi teléfono, es mi abogado. Creo que debería cogerlo, pero no creo que dejar esta conversación me beneficie.
— ¿Me disculpan? —señalo el aparato.
— Por supuesto, seguiremos hablando con tu padre.
Me levanto de la silla y salgo al pasillo donde descuelgo la llamada y me llevo el móvil a la oreja.
— ¿Es importante? —cuestiono no de muy buen humor.
— Diría que sí.
— Está bien, soy todo oídos.
— Te han puesto una denuncia.
— Bueno, no es ninguna novedad.
— Esta es distinta. Es una denuncia por malos tratos.
— ¿Malos tratos? ¿Por parte de quién?
— Skylar Jenkins.
— ¿¡Qué!? —grito levantando la mirada de muchos oficinistas.
— He intentado mediar, pero su abogado afirma que lo tienen todo muy a su favor. Y la verdad es que con lo que recientemente se ha visto en internet, así parece.
— ¿Qué hay en internet?
— ¿No lo has visto? Deberías. Sinceramente, creo que tendríamos que empezar a movernos cuanto antes.
— Envíame todo lo que debería ver porque no estoy entendiendo absolutamente nada —me llevo una mano a la frente tratando de aclarar mis ideas.
— De acuerdo.
Cuelgo el teléfono y para ser sincero, me gustaría poder gritar con fuerza. Esa hija de puta se ha atrevido a denunciarme. No sabe lo que le espera, porque no pienso parar hasta verla sufrir de verdad. Se lo advertí mil veces y aun así he estado siendo permisivo en muchas cosas. Le he dado todo lo que ha querido siempre y así me lo paga.
Vuelvo a la sala de reuniones de la que mi padre sale con bastante cabreo, les está diciendo de todo a las personas con las que estábamos trabajando. Los observo con el ceño fruncido sin entender absolutamente nada de lo que está pasando hoy.
— ¿Alguien puede explicarme qué está pasando? —me coloco a su lado siendo explicaciones de una vez.
— ¿Qué pasa? ¡Tú pasas! ¡Por tu culpa no vamos a poder hacer proyectos ni negociaciones con otras empresas! ¡Seguro que comenzaremos a tener pérdidas solo por tu maldita culpa!
— ¿Qué...? —intento hablar, pero está demasiado enfadado como para dejarme hacerlo, hacía demasiado tiempo que no lo veía así. Agarra el cuello de mi camisa y me atrae a él.
— Sabía que eras un inútil, ¡siempre lo has sido! Te di una oportunidad, la aprovechaste, pero como siempre, termina siendo un desastre. Lo has echado todo a perder por tu actitud de mierda. ¡Estás fuera de mi empresa! ¡Fuera de mi legado! ¡Y fuera de mi familia! —me empuja con fuerza haciendo que tambalee—. Lo único que sabes hacer es perder dinero. Eres un desgraciado. Y ahora, apártate de mí vista.
Todos han salido de la sala y mi padre se dispone a irse también. Sigo sin entender bien qué es lo que está pasando, porque no creo que todo se deba a la denuncia de Sky.
Entonces recuerdo lo de Internet.
Cojo mi teléfono personal, no lo he mirado desde anoche, estaba todo tranquilo como siempre. Mis redes sociales arden y literalmente, porque allá donde mire solo hay comentarios negativos. Mi abogado me envía algunos enlaces que, al cargarlos, me llevan directamente a publicaciones de fotos, donde salgo yo entrando en el club al que siempre voy. En otras aparezco con chicas desnudas encima de mí, tocando partes de su cuerpo entre otras cosas. Todo esto pasó la otra noche.
Mierda.
Hay otro enlace que me lleva a un video, uno que no esperaba ver por Internet. Es en mi casa, Sky me había provocado y yo perdí los papeles hasta tal punto que la golpeé varias veces. ¿Por qué esto está en Internet? Las grabaciones están guardas bajo contraseña.
Siento que la sangre me arde cuando veo todo lo que dicen de mí en los medios, la gente está cabreada y muchos me desean la muerte. Mis seguidores han bajado considerablemente y tanto las fotos como los vídeos aparecen en todas partes. Números que desconozco me envían mensajes insultantes, he recibido llamadas y lo más probable es que sea portada en todas las revistas del país.
No puedo soportarlo más, es por su culpa, por su maldita culpa. ES POR SU JODIDA CULPA.
Lanzo el teléfono a suelo con fuerza, haciéndose completamente añicos. Todos me miran, pero ya no me importa, no me importa si les grito todo lo que tengo dentro, no me importa mandarlos a la mierda porque ya no tengo nada que perder.
Pero juro que me las va a pagar.
No sé cómo he terminado en el hospital con Kenzie a mi lado. He vomitado un par de veces, se lo comenté por teléfono y a los pocos minutos estaba en la puerta de la casa esperando con el coche. Me encuentro bien, debe de haber sido algo que me ha sentado mal.
— Dudo que haya sido algo que te haya sentado mal.
— ¿Puedes leer mis pensamientos?
— ¿Lo dudabas? —levanta una ceja.
— Lo cierto es que ya no me sorprende nada —me echo hacia a atrás sobre la silla de la sala de espera—. Y si no es algo que me ha sentado mal, ¿qué es?
— De verdad que a veces me sorprendes. Tu prima pelirroja, ¿bien?
— Qué tiene que... —caigo en la cuenta de lo que piensa y debo decir que no había pensado en ello, no era algo que esperaba en mi vida ahora—. ¿Crees que...?
— No lo sé, tú me dirás.
— Bueno, aun no tenía que venir por lo que no se retrasa en dejar sus maletas y alojarse.
— ¡Skylar Jenkins! —grita una doctora cuando abre la puerta de la consulta, con una ficha en su mano.
Kenzie entra conmigo, es una consulta pequeña, pero con todo lo necesario para realizar cualquier tipo de chequeo, La doctora se sienta frente a su mesa tecleando algo en su ordenador. Kenzie y yo nos sentamos delante, en las dos sillas disponibles.
— Bien, Skylar, ¿qué te ocurre?
— Bueno... anoche vomité y esta mañana ha ocurrido de nuevo. Pero ahora me siento bien, no tengo dolores ni nada parecido. Así que, aquí mi amiga piensa que se debe a un posible embarazo, pero no he tenido retrasos.
— De acuerdo, te haremos una prueba. En este caso, como no era tu momento del periodo menstrual, te haré una prueba de sangre en lugar de la de orina, ¿sí?
— Lo que usted mande —asiento con preocupación, no esperaba que fuese a venir al médico para esto.
La doctora me prepara para introducir la aguja en el lado interior del codo y de ella sale la sangre necesaria de mi organismo. Una vez obtiene la muestra, nos informa de que la va a enviar al laboratorio y que en unos minutos podrá atendernos de nuevo con los resultados. Así que, Kenzie y yo volvemos a la sala de espera donde todo se me hace eterno, ni si quiera puedo sentarme. Solo pienso en mí con un bebé y es algo que no me imaginaba en estos momentos. Pero de igual forma, si esa prueba diera positiva, me convertiría en responsable de darle una vida sana a la criatura. Aunque, por otro lado, si da negativa, no voy a mentir cuando me alegre.
Al cabo de unos minutos, la doctora vuelve a abrir la puerta mencionando de nuevo mi nombre para toda la sala de espera. Me levanto y camino cual robot hasta el interior volviendo a sentarme en la silla. La doctora recoge un sobre y de él salen unos papeles con bastante texto que no logro descifrar desde mi posición. Ella los lee, y continúa leyendo, haciéndome perder la paciencia.
— ¿Y bien? —no puedo evitar decir.
— Esta prueba tiene un noventa y nueve de fiabilidad, es decir, el resultado es el correcto salvo un uno por ciento de los casos. La hormona hCG en tu caso, la tienes bastante alta, lo que quiere decir que estás embarazada, Skylar. De dos semanas aproximadamente. Le aconsejo que comience a concertar cita con el médico conveniente que debe hacer un chequeo del proceso del embarazo. Si tienes algún tipo de complicación, no dudes en ir al hospital.
Por unos segundos, mis oídos comenzaron a pitar, es como cuando te mareas, pero no es el caso. Solo estoy procesando la información que esta persona acaba de darme. Muy en el fondo sabía que lo estaba, sabía que iba a dar positivo porque era la razón más probable. Pero tenía la esperanza de que ese momento iba a posponerse unos años, cuando mi vida estuviera en orden. Acabo de lanzar varias bombas en una zona de guerra, un bebé no puede estar en medio aún. ¿Cómo ha pasado esto?
Ni si quiera me he dado cuenta de que volvíamos a estar en el coche, Kenzie no deja de hablar, pero yo no la estoy escuchando, hasta que agarra mi brazo y zarandea todo mi cuerpo.
— ¡Sky! ¡Espabila, joder! Responde.
— ¿Qué?
— Madre mía —murmura—. ¿Quién es el padre?
— ¿El padre?
Dios mío, ni si quiera había pensado en eso. No lo sé, todo esto está siendo tan repentino que no logro tener la mente ordenada.
— Sí, porque no sé si lo sabes, pero el proceso para poder concebir una criatura requiere la presencia de un hombre. Se realiza el acto sexual, sexo o copulación, aunque eso suena animal. El caso es que...
— Kenzie, lo sé, lo sé. Solo es que no estoy asimilando en el orden correcto ni a la velocidad requerida.
— Vale, pues piensa. Como sea de Finn, te juro que no lo va a ver en su vida.
— Pues... ¿Ha dicho de cuánto estoy embarazada?
— Dos semanas.
— Con todo esto de las vacaciones, viajes... Finn no ha tenido ganas de hacerlo, por suerte. Lo hicimos justo antes.
— ¿Y eso fue?
— Podría haber pasado un mes.
— ¿Y con Asher?
— La última vez que lo hicimos fue en la boda de mi hermano.
— ¿¡Qué lo hiciste en la boda!? Y con Finn solo a unos metros... Pero esa no es la cuestión. La cuestión es, que la boda se celebró hace algo más de dos semanas, no demasiado más. Así que...
— Es de Asher —respondo por ella en un murmuro.
— ¡Es de Asher, Sky! Esto debe de ser una señal. ¡Debes decírselo cuanto antes!
No estoy muy segura de ello, ni si quiera yo puedo aclararme las ideas en estos momentos.
Vamos a almorzar, donde tengo lugar para recomponer todos mis pensamientos. Kenzie no deja de hablar de la ropa, los muebles y juguetes necesarios para un bebé, hasta está pensando en nombres. Mientras, yo solo puedo pensar en que estoy embarazada y no esperaba que mi primer embarazo fuese tan repentino. Ella no deja decirme que se lo cuente, que debe saberlo al igual que lo sé yo, así que, después de la comida le digo que me lleve a su casa porque necesito decirle al menos que todo está hecho. Minutos después, estoy bajándome del coche de Kenzie frente a su gran casa, dándole las gracias por acompañarme y entonces me hace prometer que será la madrina de mi futuro bebé.
Le he avisado por el camino que iría a visitarle y me confirmó que se encuentra allí esperándome. Por eso al llegar, la puerta se abre para mí sin si quiera tener que llamar al timbre. Me lanzo a sus brazos y le beso como saludo.
— Me has alegrado la tarde con tu presencia, aunque pronto lo harás cada día —me sonríe mostrándome la dentadura.
— ¿Lo has visto?
— ¿Cómo no iba a verlo? Está por todas partes, lo has hecho bastante bien.
— Ha sido la parte más fácil, pero la más imprevisible. No sabía si la gente iba a creérselo o si lo compartiría.
— Pues ya ves que todos han querido ayudarte.
— Estoy muy feliz, Asher. Creo que, por primera vez en mucho tiempo, siento que todo va a salir bien.
Camino hasta el salón y me dejo caer sobre el sofá mirando hacia el techo pensando en cómo todos sus seguidores están destruyéndole poco a poco.
— ¿Dónde está él? —Asher me mira desde arriba algo serio.
— En Toronto, tiene negocios que hacer.
— ¿Crees que lo habrá visto todo?
— No lo sé. Habría intentado llamarme, ¿no?
Me observa con demasiada seriedad, sé que no está conforme con que todo se vaya a quedar así por muy lejos que esté.
— Y si ya se ha acabado todo, ¿no deberías de haberte llevado tus cosas de allí y venirte a vivir conmigo?
— ¿Quieres que viva contigo?
— Cuando podíamos estar juntos, prácticamente vivías aquí y después de todo lo que hemos pasado, creo que deberíamos dejarnos de tonterías.
— ¿Qué tonterías?
— Pues, la etapa de vivir separados, por ejemplo. Quiero vivir contigo, y, sobre todo, dormir contigo. O no dormir, pero el caso es que estemos juntos en una cama.
Por un segundo quiero decirle que además de nosotros dos, tendríamos que hacer hueco a uno más, pero quizás sería más bonito decírselo cuando vivamos juntos de forma oficial. Ahora que lo miro, me hace demasiada ilusión mi embarazo. Sé que los cambios son difíciles, pero he de decir que lo he asimilado mentalmente bastante rápido. No puedo evitar imaginarme a un pequeño Asher y lo cierto es que desearía acelerar los nueve meses para poder tenerlo entre mis brazos. Me encantaría demasiado.
— Voy a ir después a por mis cosas, puedes acompañarme si quieres —decido al instante.
— Tengo trabajo ahora, ¿por qué no vamos mañana por la mañana?
— Porque quiero venirme a vivir aquí lo antes posible —y decirte que tendremos a una pequeña estrella—. Además, mañana podría regresar. Iré sola, no te preocupes, no tengo demasiadas cosas, caben en una maleta.
— No me siento muy feliz con esa idea.
— Seré rápida y te avisaré en cada momento.
Aprieta sus labios por un momento mientras lo piensa sin dejar de mirarme desde arriba.
— Tendré el móvil con sonido. No dudes en avisarme en todo momento.
— Lo haré. Ahora ven —levanto ambos brazos para indicarle que se una a mí en el sofá.
Se coloca encima de mí apoyando los brazos a ambos lados de mi cara. Mis manos viajan a su nuca y le atraigo hasta a mí para posar sus labios sobre los míos. Adoro besarle, y pensar que pronto podré hacerlo cuando quiera y como quiera, me encanta aún más. Continuamos besándonos por unos minutos más, acompañados de algunas cosquillas y risas. Pero Asher tiene que irse un par de horas y yo aprovecharé para recoger todas mis cosas de la casa de Finn para no volver nunca más.
Asher me acerca hasta allí, donde se encuentra mi coche esperándome solitariamente, lo que quiere decir que sigue sin haber rastro de él. Me despido de Asher volviendo a prometerle que le llamaré y le veo desaparecer.
Utilizo mi llave para adentrarme en el interior y todo está como lo dejé esta mañana. Subo directamente al piso de arriba. Tengo mis cosas repartidas entre la habitación de invitados, el dormitorio donde dormía con Finn y el baño. Primero busco mi vieja maleta, pero al no dar con ella en el lugar correspondiente, pienso que seguro que mandó a que la tiraran.
Con la de viajes que he dado con ella, es un insensible.
Saco toda la ropa del armario y la coloco sobre la cama para meterla prenda por prenda, si lo meto todo junto, lo más probable es que no quepa nada. Posteriormente, me acerco al baño y recojo mi neceser con el maquillaje, cremas y champús. Por último, en la habitación de invitados, tenía alguna que otra prenda de ropa además de mi portátil, cámara de fotos y mis instrumentos de cocina que usé durante las prácticas. Lo llevo todo a la misma habitación para hacer inventario, no sé si me dejaré algo importante, no me gustaría tener que volver.
Entonces escucho la puerta principal, ha dado un golpe tremendo que resuena en toda la casa.
— ¡SKY! ¡MALDITA HIJA DE PUTA!
Casi se me salen los ojos de las órbitas cuando escucho su voz, es un grito que no había escuchado jamás en mi vida de nadie y se me ha acelerado el corazón a consecuencia. ¿Qué coño hace aquí?
Mierda. Mierda. ¡Mierda!
Comienzo a temblar e inmediatamente cojo el móvil para llamar a Asher, tiene que venir aquí cuanto antes.
— ¡SAL DE DONDE ESTÉS!
Su voz es casi irreconocible, está demasiado enfadado, nunca lo había escuchado así. Marco y comienza a dar la llamada, la cual la coge prácticamente al instante.
— Asher, está aquí —susurro con desesperación.
— ¿¡Qué!? ¡Pero dijiste que estaba en Canadá!
— ¡Lo estaba! Ha debido de coger el primer vuelo del día o venido en coche. ¡Está muy cabreado!
— ¡Te dije que era mejor que no fueras!
— ¡Se suponía que no estaba!
— Quédate ahí, no salgas. Voy para allí lo más rápido posible.
— Vale.
Asiento, aunque él no pueda verme y cuelga. Se siguen escuchando sus gritos desde el piso de abajo, debe de estar buscándome por todas las habitaciones, pronto subirá y verá todas mis maletas no me da tiempo a ocultarlas. Si me escondo acabará por encontrarme y será peor. No puedo venirme abajo ahora, no debo dejar que me sobrepase. Yo he jugado y he ganado, tengo el poder.
— ¿TIENES MIEDO DESPUÉS DE LO QUE HAS HECHO? —grita mientras le escucho subir los escalones.
Trago saliva y suspiro antes de salir a su encuentro en el pasillo. Termina de subir las escaleras y se me queda mirando con el ceño muy fruncido a unos metros de distancia. Mantengo la compostura, no quiero que me vea débil porque ya no lo soy.
— No te tengo miedo Finn, ya no.
— Me has denunciado, maldita zorra, vas a pagar por cada una de las palabras que le hayas dicho a la policía en mi contra —me señala con el dedo—. Y por supuesto, tu jugador de fútbol será un desgraciado toda su vida cuando publique todo lo que tengo sobre él.
No pude evitar reírme, era demasiado gracioso verle tan seguro de sus palabras.
— No puedes hacer nada Finn, no tienes absolutamente nada.
— ¿Qué? —arrugó sus cejas.
— Mientras jugabas a ser un empresario famoso, he estado ocupándome de eso. Ya no queda nada para que lo utilices en su contra. Como te he dicho, ya no me asustas. Ya está todo sobre la mesa y como no hay nada que me retenga a tu lado, me voy para siempre.
Ahora el que ríe es él y dejo que lo haga porque será su última risa, eso lo tengo claro.
— ¿Tú? No me hagas reír. ¿Y a dónde vas a ir? ¿Con el tío que solo sabe tirar un balón por los aires? Por favor. En cuanto se canse de ti, te abandonará en cualquier sitio sin importarle una mierda, porque son todos así. Al final volverás conmigo porque es donde mejor estás.
— ¿Quieres que me ría ahora? Porque está resultando gracioso que tú me estés diciendo esto. ¿De verdad crees que la vida que querías darme es la mejor para mí? Estas muy enfermo de la cabeza. No tienes derecho sobre nadie. Nadie se merece que le peguen, eso no es lo normal en una pareja y para ti lo es. Por no hablar de tus manipulaciones mentales, todo lo que he sacrificado por ti y solo porque tú me lo metías en la cabeza. Así que, ahora mismo prefiero que me abandonen debajo de un puente a estar contigo toda la vida. Y eso es lo que he hecho, asegurarme de que nunca volverás a tenerme. Ha sido fácil, tú me lo has puesto fácil.
— ¿Crees que una denuncia me va a asustar?
— ¿No lo entiendes no? No es la denuncia por sí sola. He de admitir que he aprendido de tu juego sucio. Jugaste con la fama de Asher y ahora yo también sé jugar. Te has cavado tu propia tumba y ni te has dado cuenta. Ahora, Finn, eres famoso y muchas personas te quieren y te admiran, enhorabuena. Pero eso me da poder a mí para destrozarte la vida. Cada golpe que me diste ha valido la pena, porque ahora todos saben quién eres realmente y ya sabes cómo son las personas cuando sus ídolos le defraudan. Ya veo los titulares: "Finn Houston, una sonrisa por delante, un maltratador por detrás." O que tal, "El famoso empresario, Finn Houston, engañaba y maltrataba a su prometida mientras fingía ser el hombre ideal". Está claro que a nadie le va a gustar quién eres, no habrá ninguna empresa que quiera trabajar contigo ni con tu familia y, por lo tanto, tu padre no tendrá más remedio que echarte de la compañía para no manchar su nombre porque, de tal clavo, tal astilla —su expresión dice mucho más de lo que cree y me permito sonreír de nuevo—. Todo eso ya ha ocurrido, ¿verdad?
— Las fotos y vídeos que han estado circulando por Internet, ¿es todo obra tuya? —me dedica una mirada cargada de violencia.
— Como me dijo alguien hace algo más de un año: "Yo solo lo ordené, el trabajo sucio lo hacen otros por dinero". —No dejo la sonrisa mientras repito exactamente aquellas palabras, se grabaron a fuego en mi mente.
— Eres una hija de puta.
— Puede ser, "pero ahora todo vuelve a estar en su sitio", cito de nuevo.
— Si no vas a estar conmigo, te aseguro que no vas a estar con él.
Es cierto que su expresión era la misma o incluso peor que muchas de las veces que me había puesto una mano encima. Y aun sabiéndolo, no pude captar con mis ojos sus movimientos. Da dos pasos agigantados hacia mí y estrella su puño sobre el lado izquierdo de mi rostro. La fuerza fue tanta, que me llevó directamente al suelo a unos centímetros de donde estaba. Aun así, no estoy asustada, e intento levantarme tras el golpe descubriendo que me duele todo el cuerpo. La sangre no tarda en aparecer dentro de mi boca, además de la que se desliza por mi pómulo roto. Entonces recuerdo cual es mi estado actual, mi embarazo. Sin pensar en Finn, me llevo una mano sobre mi barriga como si así pudiera comprobar que todo está bien ahí dentro. Tengo que protegerle, cueste lo que me cueste, es lo que me dice mi instinto.
— ¿Qué es esto? —menciona de pie, mirándome desde arriba sorprendido—. No me digas que estás embarazada. ¿No pensabas decírmelo? O es que... Si las cuentas no me fallan, no te he tocado desde hace un mes. Has estado fallándotelo a mis espaldas, y luego yo soy el único que engañaba en esta relación. Me defraudas, Sky. Qué lástima que no pueda conocer a su engendro.
Observo como levanta su pierna con intención de estrellarla sobre mi barriga, pero como puedo, me muevo rápidamente por el suelo alejándome de él. Sin embargo, siento cómo agarra mi cabello atrayéndome de nuevo a su lado para que pueda mirarle a la cara.
— Mírate, das pena, ni si quiera puedes defenderte tú sola. Serás una madre horrible.
Aun tirando del pelo, lo único que se me ocurre es escupirle en la cara dejándole la sangre en ella y no le ha sentado nada bien porque, aunque me suelta, me endiña de nuevo su puño en el otro lado de mi cara devolviéndome al suelo. No puedo rendirme y dejar que me destroce, no me voy a rendir. Sé que en algún momento Asher vendrá, pero hasta entonces tengo que seguir en pie y proteger a la criatura de mi interior. Me arrastro como puedo hasta conseguir ponerme de pie ayudándome de la baranda que da la vista al piso de abajo. Debo centrarme en él, en sus ataques y esquivarlo, puedo hacerlo.
— Sea lo que sea que vaya a ser, ya no te interesa, Finn. Porque vas a salir de mi vida —consigo decir con sangre en la boca y la cara adolorida.
— No vas a salir de esta casa —me muestra sonrisa maquiavélica.
Comienza a correr hacia mí con las manos en alto, directas a mi cuello y con intención de ahogarme con ellas.
Todo sucede a cámara lenta en mi cabeza. Su furia en los ojos inyectados en sangre que me miran como si fuese su presa, las cejas fruncidas y los dientes acechantes. Quería matarme, no tenía ninguna piedad por mí y ya ni si quiera le importaba tenerme a su lado con tal de que no me fuera. A pesar de todo, no le importaba echarse una muerte a su cargo, en el fondo ya todo estaba perdido para él. Y me vi muerta, ahogada en sus manos y no estoy segura de que eso fuese a ser una victoria para mí, no podía serlo, solo lo sería si conseguía salir por esa puerta.
Antes de que me tocara, antes de que todo se volviera negro, mi cuerpo reacciona apartándose en el último momento. No ha podido agarrarme con sus manos. He conseguido apartarme y llegar hasta la pared del otro extremo para aferrarme a ella. Y cuando me giro, veo cómo todo se viene abajo.
Literalmente.
Finn había arrancado con tanta fuerza que no calculó bien cuando llegó hacia mí y con suerte conseguí apartarme, pero él no frenó. La baranda no pudo con tanta fuerza, consiguió romperla y tanto ella como Finn cayeron al piso de abajo dejando sonar un fuerte golpe contra el suelo.
De pronto todo queda en silencio.
Demasiado silencio.
Espero escuchar algún indicio de que sigue con vida, pero nada. Temblando, me atrevo a dar dos pasos y mirar hacia abajo con cuidado. Finn está tirado boca arriba, con los ojos cerrados y sangre ha comenzado a salir de él, tiñendo la alfombra de color rojo. Nunca había presenciado una imagen así, y no sé si estoy reaccionando como debería. Mi cuerpo se ha cortado por completo, siento frío y apenas puedo moverme. Tras mirar su cuerpo inconsciente, me cuestiono si estará vivo o muerto, no puedo apreciarlo desde aquí. Entonces comienzo a dar unos pasos hacia atrás, hasta que mi espalda choca contra la pared y me deslizo en ella hasta quedar sentada en el suelo con la mirada perdida. No emito un solo parpadeo y mis ojos comienzan a resecarse, pero no me importa en este momento. Mi mano comienza a moverse sola, consiguiendo sacar el anticuado móvil de mi bolsillo, no necesito mirarlo para saber qué números debo pulsar.
— 911. ¿Cuál es su emergencia?
— Calle Brookside, 1920 —pronuncio como si no tuviera alma en mi voz.
— ¿Qué ocurre?
— Ha ocurrido un accidente. No sé si está vivo o muerto.
— ¿Qué clase de accidente?
— Me estaba agrediendo, me aparté y... cayó. Hay sangre en el suelo.
— Le estoy enviando una ambulancia y una patrulla hacia allí mientras le hago las preguntas. ¿Cómo se llama?
— Skylar.
— Skylar, ¿desde que altura se cayó?
— Un segundo piso.
— ¿Podrías decime más o menos cuánto hay de un piso a otro?
— No lo sé... ¿tres metros? Son techos altos.
— ¿Tenías algún parentesco con el accidentado?
— Era mi pareja.
— ¿Le había agredido antes?
— Sí, varias veces. Acababa de denunciarle.
— De acuerdo, Skylar. La ambulancia no tardará en llegar, le ruego que se quede en el lugar en el que se encuentra y si no, póngase en uno seguro. Le ayudaremos enseguida.
— Sí... Gracias.
Cuelgo y dejo caer el teléfono a un lado.
Mis manos se mueven solas cuando se unen y una de ellas saca el anillo que adornaba uno de mis dedos. Lo sostengo un momento y al segundo lo lanzo lejos, terminando por caer junto con la persona que un día me condenó.
Continúo caminando hacia la puerta de la casa, donde hay un policía obstruyendo el paso al interior y antes de que pueda intentar si quiera entrar, coloca una mano sobre mi pecho.
— ¿Qué ha pasado? —le cuestiono pidiendo una respuesta que no me iba a dar.
— ¿Vives aquí?
— No, pero la chica que sí vive aquí me llamó hace unos minutos diciendo que estaba en peligro.
— No puedo dejar a nadie pasar si no es familiar directo.
— Asher, ¿sabes qué ha pasado? —escucho a mi espalda.
— ¿Quién es? —pregunta el policía.
— Es mi padre, me ha traído. Déjeme entrar, por favor.
El hombre me observa unos instantes observando mis nervios, aunque diría que estoy a punto de que me dé algo peor si no me dejar saber cómo se encuentra Sky. Si es la que está mal, juro por Dios que me voy con ella.
— Está bien, pero solo tú —dice mientras se hace a un lado dejándome pasar al interior.
Cuando pongo un pie dentro de la casa, observo la cantidad de personas que hay en ella. La mayoría son de la policía, pero otros son de servicios más especiales, con maletines, guantes y mascarillas. Diría que algo fuerte ha pasado aquí, pero, ¿cómo ha sucedido en tan poco tiempo? Continúo atravesando el recibidor, y llego al rellano donde dos grandes escaleras suben a ambos lados y en el centro, en el suelo, hay un cuerpo, rodeado de personas, médicos concretamente.
Paso por el lado rezando porque la persona que estuviera tirada no fuese Sky. Aparto a algunas personas que gritan términos que no logro entender y finalmente lo veo. Finn está rodeado de sangre, en realidad la tiene por todas partes, en su cara, manos, y ropa.
— Joder... —consigo decir como respuesta a lo que mis ojos están viendo.
— ¿Quién es usted? —alguien agarra mi brazo, de nuevo un policía.
— S-soy Asher, ¿dónde está Sky? ¿Está bien?
— ¿Tienes permiso para estar aquí? —de nuevo esa pregunta y de nuevo la misma repuesta de antes.
— No, déjalo subir —irrumpe una enfermera a mi espalda—. Ella ha mencionado su nombre, quizás nos ayude.
— ¿Ella? —murmuro esperanzado.
— Acompáñame.
Sigo a la enfermera escaleras arriba, encontrándome al fin a Sky sentada en el suelo. No espero más, me lanzo a ella quedándome de rodillas y le agarro la mandíbula con ambas manos para que me mirara. Entonces me doy cuenta de que su estado es aún peor de lo que me imaginaba, tiene heridas fuertes en la cara, se la han limpiado y comenzado a curar, además de que es probable que se le hinche en algún momento. Pero lo peor de todo es su mirada, está totalmente perdida, su cuerpo está muerto y se deja llevar a cualquier antojo.
— Sky... —pronuncio con preocupación, pero no obtengo si quiera su mirada.
— Hemos intentado hacerla volver en sí, pero ha sido imposible. Solo ha mencionado tu nombre una vez y muy bajito, por eso pensamos que quizás podrías...
Me giro de nuevo a ella e intento hacer que me mire.
— Sky, soy yo, Asher. Necesito que vuelvas, que despiertes y me mires —sus ojos están apagados, no es su color de siempre y eso me genera tristeza—. ¡Sky!
Sus parpados caen para luego volver a abrirse. Ha pestañeado, una vez y a los pocos segundos, repite la misma acción. Los globos oculares comienzan a moverse de un lado para otro y de repente le cuesta mantenerlos abiertos.
— ¿A-sher?
— Sí, soy yo, estoy aquí.
— Asher... —traga saliva con dificultad e intenta recomponerse—. Se ha acabado.
— Sí —asiento varias veces mientras la miro a los ojos y la envuelvo entre mis brazos, acariciándole su cabello—. Ya se ha terminado tu pesadilla, has podido con ella. Has ganado. Eres muy valiente, siempre lo supe.
— Gracias —murmura en mi oído, pero no logro entender por qué me las da, todo ha sido obra suya—. Gracias por guiarme en el camino.
Estuve a punto de cuestionarle qué quería decir, pero las enfermeras insistieron en que lo mejor era llevarla al hospital. La levanto como puedo hasta que me aseguro de que puede caminar. Bajamos por las escaleras con intención de salir por la puerta, pero ella se detiene al lado del cuerpo de Finn y lo observa, sin ningún tipo de emoción, solo mira el cuerpo tirado en el suelo y siendo atendido por los médicos.
— Vamos, Sky.
Consigo que salga a la calle, y juntos caminamos hacia la ambulancia, pero ella no quería ir al hospital en ella, se negó rotundamente. Quiso ir en el coche conmigo, así que nos metimos en el de mi padre, ambos en la parte trasera donde la abrazo dejando que su cabeza se apoye en mí, y yo me apoyo en la suya cerrando los ojos.
Por fin lo has conseguido, Sacher.
Semanas después...
No es mi primera visita, pero siempre que vengo me fijo en cosas nuevas de esta sala. Ahora mismo, mientras la doctora me habla, me he fijado en un muñeco de peluche en su estantería, debe de ser de algún tipo de dibujo animados porque no lo conozco. Debe de tener hijos o sobrinos, probablemente mayores a estas alturas y por eso lo tiene ahí. Vuelvo mi mirada a sus ojos que me observan mientras habla.
— Sky, no fue tu culpa, se ha visto en las cámaras, él intentó matarte a ti.
— No es por eso por lo que estoy aquí.
— No lo entiendo. No sufres ni culpabilidad, depresión, baja autoestima, ansiedad o aislamiento. Quizás un poco de insomnio, pero si no padeces nada de lo que se suele padecer tras un maltrato, ¿entonces qué es lo que te preocupa?
— Yo intenté matarle a él antes, y ahora lo único que siento es felicidad y alegría. Me alegro de que esté muerto, de que esté en el mismo infierno. Y sé que eso no es lo que debería estar sintiendo, sé que está mal y eso es lo que me preocupa.
— No está muerto, aún sigue en coma.
— Para mí es como si lo estuviera.
— Escucha, Sky. Es normal que te sientas así, ha sido una persona que te ha torturado durante gran parte de tu vida, te ha maltratado, manipulado e incluso violado. Lo que sientes es odio, un odio inmenso. Y si hubieses querido matarlo, te habrías asegurado de que el resultado era óptimo, es obvio que tú misma pusiste los límites inconscientemente. No te sientes feliz por que esté en coma, lo estás porque de esa forma eres libre. No tienes que preocuparte más por lo que pueda causarte en un futuro y por eso sientes felicidad por que se encuentre en ese estado. Creo que todos lo estaríamos. Si piensas que padeces de psicopatía o algo así estás equivocada. Eres humana y has sufrido en muchos ámbitos. A mi parecer solo eres una chica valiente que hizo lo posible para volver a respirar con tranquilidad de nuevo.
— ¿Y hay algo que pueda hacer?
— Hablar de ello ayuda mucho.
— Ya se lo he contado a usted.
— Pero yo soy psicóloga, hablo de alguien cercano. Incluso puede servir a ti misma.
— ¿A mí misma?
La sesión se termina, y yo no dejo de darle vueltas a la cabeza, resulta un desafío complicado que no logro comprender del todo. Cuando vuelvo a la sala donde los pacientes esperan a su turno, allí está Asher que sonríe en cuanto me ve aparecer por la puerta. Ha venido a cada sesión, incluso si tenía que esperar fuera, no le importaba. Venir al psicólogo resulta complicado, no es tan fácil como parece, sobre todo para alguien como yo que le cuesta abrirse. Pero él me animó a venir, dijo que no pasaba nada si no podía contarlo en el primer día, que lo haría al segundo. Tuvo razón.
Cuando le miro pienso que su apodo, el primero que conocí, no le podía venir mejor.
Para muchos es una estrella de fútbol, a la que les gusta ver y admirar. Piensan que su día mejora cuando le ven brillar sobre el césped.
Para otros, es un líder al que seguir.
Para mí, es una distinta. Es una estrella que me acompaña, que me alumbra y me da calor. Es aquella que salva vidas, porque si no hubiese sido por él, nunca me hubiese dado cuenta de los grilletes que sujetaban mis piernas y me impedían volar.
Porque es cierto lo que cuentan, si sigues a la estrella, el camino se ve más claro y terminas llegando a tu destino.
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