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Capítulo 6

Mediados de Agosto. Hoy regreso de mis vacaciones. Un viaje por diversas zonas de Croacia, algo para lo que llevábamos meses ahorrando y planificando. Esto forma parte del proceso de nuevas experiencias, no había viajado desde que era una niña y creo que merecía este viaje, aunque me haya costado todos mis ahorros. Y, como organizadora, no podía ser otra que Kenzie, la cual organiza todo en esta vida, no solo bodas y otros eventos. Lo cierto es que es la mejor organizadora de eventos de todo el país, y cada vez se hace más famosa y querida, tanto, que apenas puedo quedar con ella. Aunque yo también debo llevarme parte del mérito, organicé los sitios a los que iríamos y reservé las actividades que lo precisaban.

El viaje de vuelta en avión ha sido largo. Apenas he podido dormir por culpa de los ronquidos de un señor a mi lado, y por no hablar de la cabeza de Kenzie sobre mi hombro. Es por eso, que lo único que me queda por hacer para entretenerme, es ponerme a pensar en todo. Las clases aun tardarán en comenzar de nuevo tras las vacaciones de verano, así que por el momento solo tengo que asistir al trabajo y seguir practicando recetas nuevas para subir a mi Instagram, en el que poco a poco voy adquiriendo seguidores, sobre todo gracias a que Kenz comparte mis publicaciones a sus miles de seguidores.

Vuelvo demasiado morena y creo que es la primera vez que mi piel ha tomado este color. Tampoco es que me encanten las fiestas y he ido a todas. Creo que realmente estoy probando cosas nuevas, avanzando en mi vida sin la carga que tenía encima y que me evitaba poder hacer todo esto. ¿Qué si he ligado? Demasiado para lo que yo pensaba, —que era nada— y al final ha habido algún que otro beso, pero nada fuera de lugar. Lo importante es que lo he pasado genial y no veo el momento de repetir, pero más barato y más cerquita a ser posible.

Si lo pienso bien, este año ha sido un cambio constante. Comenzando desde la infidelidad, la ruptura, nueva vida, este viaje y... bueno, tampoco puedo dejar pasar al chico misterioso. Al que, por cierto, llevo dos semanas sin solicitar, desde que nos fuimos básicamente. Y con el tema de las reglas, no le dije que iba a ausentarme. ¿Debería de haberle avisado? Una parte de mí me grita que es obvio que no y que es solo un chico con el que tener sexo; pero mi parte sentimental sí lo habría hecho.

Sé que a Kenzie no termina de gustarle la idea de que quede tanto con ese chico, cree que es una tontería y que no va a llegar a nada. Y en cierto modo, tiene razón, solo quedamos para follar y hablar un poco. Desde que aceptó quedarse a tener una conversación conmigo, tras hacerlo, he ido al menos una vez a la semana y ya han pasado unos cuantos meses desde entonces, ¿cinco? ¿seis? No sé, perdí la cuenta. Y ahora es la primera vez que no he ido dos semanas seguidas. No digo que él esté esperándome, no soy idiota, sé que habrá estado quedando con más chicas. Pero creo que después de tanto tiempo, debe de al menos cuestionarse el por qué no he acudido.

Puede que nuestras conversaciones no fuesen nada del otro mundo más allá que mis ocurrencias o el debate, pero en el fondo creo que a él también le gustan. Ni si quiera sé de dónde saco tanta pregunta, y eso que no es fácil hablar de algo que no incluya lo personal. Aun así, adoro ese momento, aunque ninguno de los dos nos veamos y solo sepamos cómo somos mediante el tacto.

¿Cuál crees que sería tu placer culpable? — cuestiono cuando se me viene a la cabeza.

—¿Mi placer culpable? Pues supongo que el chocolate, o los dulces en general. ¿Y el tuyo?

—Dormir. Amo dormir. Pero a la vez pienso que es una pérdida de tiempo, por eso cuando duermo más de la cuenta, he disfrutado, pero me odio por ello.

—Vale, creo que tengo dos placeres culpables —admite junto a su risa a la que yo me uno.

—Me alegro por no ser la única en el mundo.

Sonrío al recordar nuestro último debate antes de irme de viaje. Y la verdad es que tengo ganas de volver a solicitarle —aunque esa palabra suene extraña—, ya no solo por el sexo, quizás es lo que menos me importa llegados a este punto.

Al bajar del avión de vuelta a Kansas City, nos encargamos de llamar a un taxi de los que esperan en la puerta del aeropuerto y ambas colocamos nuestras pesadas maletas en el maletero de éste, para después subirnos en la parte de atrás y compartirle nuestras direcciones al conductor. Solo quiero llegar a mi pequeño pisito y ya porque lo cierto es que empezaba a hartarme de tanto hotel.

¿Pensará en mí? ¿Le gustarán esas pequeñas charlas? ¿Tendrá curiosidad por verme el rostro? Aunque con sus reglas dudo mucho que le interese nadie, de otra forma, habría sido más permisivo y elegir a quien ver o no. No sé ni lo que digo. De hecho, no debería estar pensando en él, ni haciéndome esas cuestiones y tampoco tendría que gustarme hablar con él. Solo está ahí para el sexo, nada más. No puedes ser tan tonta, Sky. Céntrate.

¿Qué es lo que más odias? —Esta vez comienza él la pregunta y me pilla por sorpresa.

—Odiar... ¿Entran personas?

Escucho como ríe a causa de mi pregunta.

—No, deben ser cosas de nuestro día a día.

—Está bien... ¡Ah! Quizás es una tontería, pero odio decidir qué ponerme de ropa cada día —Suelta una carcajada—. ¿Qué? Es una mierda. Ojalá pudiera ir en pijama.

—¿Irías en pijama por la calle?

—Si estuviese normalizado, sí.

—Bueno, no creo que nadie te lo impida.

—Es obvio que lo impiden, pero de forma indirecta. Estaría genial, piénsalo.

—No estaría mal, incluso para trabajar.

—Exacto. De hecho, hay estudios que confirman que trabajar en pijama, aumenta el rendimiento de los trabajadores.

—Una vez fui al instituto en pijama, era un día especial en el que podíamos hacerlo. No estuvo nada mal, la verdad.

—¿Ves? Me encantaría.

¡Mierda! ¡Otra vez! No puedo evitarlo, es que vienen solos. Y claro está, sonrío como una boba con cada pequeño recuerdo. Es tan extraño, porque a veces parezco una cría de dieciséis años que tontea con el guaperas de la clase. La diferencia, es que mi "guaperas", aún no ha encendido la luz para que pueda verle.

—Sky —menciona mi nombre Kenzie a mi lado, rompiendo el silencio en el taxi.

—¿Qué? —respondo desviando la mirada hacia la ventana.

—¿De qué te ríes? Llevas un rato riéndote tu sola.

—No me estoy riendo.

—Bueno, pues sonríes y mucho. ¿Qué pasa? Cuéntamelo a mí también para reírnos juntas —ruega zarandeando mi brazo en el proceso.

—¡No pasa nada! Solo recuerdo cosas y ya.

—¿Qué cosas?

—Kenzie, no tengo que contarte todo lo que pasa por mi cabeza —me quejo a ver si deja pasar el tema.

—¿Es un chiste?

—No.

—¿Una situación?

—Sí. 

— Ajá... —se pone pensativa, y eso me molesta aun más—. ¿Viste a alguien caerse?

—¡En el chico! ¡Pienso en el chico! —Termino estallando porque sé que lo hace a propósito y que no tiene intención de parar.

—¿El chico de la aplicación? —susurra para evitar que el taxista se entere, aunque tampoco es que vaya a interesarle mucho, puede que se lo cuente a su familia en la cena— ¿Otra vez?

—Sí, a veces recuerdo conversaciones de las nuestras.

—Ya. Últimamente recuerdas muchas.

—Porque me hacen gracia —replico cruzándome de brazos.

—Lleváis unos cuantos meses haciendo ñaca-ñaca junto a un par de charlas, a oscuras. Es bastante extraño.

—No es raro, es... Inusual.

—Es lo mismo. Sky, si tanto te gusta pasar tiempo con él, ¿por qué no le dices de veros en persona? Es decir, con luz y eso, como todo el mundo.

—No sé si él querría hacerlo.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Seguir quedando con él a oscuras para siempre? Además, si tiene la regla estricta de no encender la luz, es porque algo oculta. Puede que sea un Quasimodo.

—No lo creo, he tocado su cara y todo está en su sitio, con respeto a Quasimodo.

Kenzie se limita a poner los ojos en blanco como respuesta y la verdad, es que es cierto. De hecho, siempre lo he pensado, pero no he querido admitir que todo es demasiado absurdo y que no puede ser para siempre. Por mucho que me guste hablar con él y me parezca buena persona —además del sexo—, no puedo seguir así. Si supiera que le intereso igual que él a mí, me lanzaría sin dudarlo, pero... ¿Y si soy una más? ¿Y si no?

—Bien. Lo haré —me respondo en voz alta, volviendo a captar la atención de mi amiga.

—¿Qué?

—Volveré a quedar con él y le plantearé conocernos en persona.

—Genial. Oye chica, ojalá diga que sí y os enamoréis. Sabes que solo lo digo porque no quiero que te engañes a ti misma y vuelvas a pasarlo mal.

—Lo sé, Kenz. Gracias.

Kenzie pasa un brazo sobre mis hombros y me acerca a ella para abrazarnos, qué sería de mí sin ella. Ahora que lo tengo decidido, no puedo esperar a que ocurra. No creo que sea esta noche, debo sacar todo de la maleta y ordenar la casa, seguro que acabo exhausta. Pero esta semana sucederá, se lo diré sin rodeos. Igual estamos haciendo una gilipollez y ambos reprimimos nuestros sentimientos, no lo sabré nunca si no lo planteo.

Después de unos minutos más en el taxi, llego a mi casa despidiéndome de mi amiga. Nada más entrar, abro todas las ventanas para ventilar un poco y eliminar el olor a cerrado. Coloco todas mis maletas en mi habitación y a continuación me lanzo a la cama tumbándome boca arriba. Ha sido un día largo y pesado, odio estar en un avión y más cuando no puedo hacer absolutamente nada durante quince horas. Pero, las maletas no se deshacen solas, o eso me diría mi madre ahora mismo si viera mi situación y está claro que me ha educado bien que hasta lo hago sin tenerla aquí repitiéndomelo.

Cuando las abro, me doy cuenta de que gran parte de la ropa es para ser lavada, así que voy directa a la lavadora y pongo una para después meterla en la secadora. Mientras tanto, ordeno todo lo demás y guardo las maletas hasta el próximo viaje que puede que sea de aquí a diez años.

Me relajo en el sofá cuando todo parece estar en su lugar y me hago a la idea de que he vuelto a casa después de unas vacaciones. Ojalá tenerlas para siempre.

A ver, si fueses un animal, ¿cuál te gustaría ser? —suelto a la oscuridad, pero siempre obtengo respuesta, aunque no pueda verle la cara.

—Pues, déjame pensarlo... ¡Un mapache!

—¿Un mapache? —cuestiono entre risas, por alguna razón imaginarme a un mapache con su voz me resulta bastante gracioso.

—¿Tienes algo en contra de los mapaches?

—¡No! Es solo que no me lo esperaba. Un mapache, bien. ¿Por qué?

—Bueno, ellos son bastante adorables y tienen manos como nosotros, seguro que son la envidia del reino animal.

—Los monos y gorilas también tienen manos, y no solo eso, tienen cuatro manos.

—Oh, perdona, señora lista, no lo había pensado —bromea haciéndome cosquillas y provocándome una carcajada más fuerte—. ¿Y cuál serias tú?

—Me gustan los tigres, sería uno sin pensarlo —respondo con ilusión a lo que él bufa.

—Qué original —dice con sarcasmo, pero ahora yo soy la que reparte las cosquillas y descubro que tiene más de las que pensaba. Ambos intentamos hacerlas al otro mientras reímos a carcajadas.

Aquí estoy, con otra sonrisa imaginándome de nuevo allí, oliendo su aroma, rozar brazo con bazo y reír junto a él.

Vale, creo que voy a acabar perdiendo la cabeza como siga así mucho más, Kenzie tiene razón.

Y de nuevo, miro mi móvil. Ahí está la aplicación, podría estar a solo un clic de volver a sentirlo, de volver a todo eso que tanto me gusta y que he echado de menos. Y por qué no, descubrir si quiere verme en persona.

Solo a un clic.

Pero, ¿no es muy pronto?

Un clic.

Mierda.

Me levanto decidida y agarro mi teléfono para después introducirme en WhimApp, la cual me vuelve a saludar con amabilidad, como siempre. Busco en mi lista de caprichos favoritos, donde solo se encuentra su usuario. Lo añadí ahí para encontrarlo más rápido y no tener que indagar entre tantos otros que no me interesan en absoluto. Entro en él sin dudarlo un instante y posteriormente pincho en "Eres mi capricho", para quedarme a la espera de ser aceptada. Tras unos minutos esperando, veo que no acepta mi petición, así que me dispongo a hacer otras tareas mientras lo hace.

Estoy nerviosa, es posible que hoy se decida todo, que encienda la luz o, no sé, lo hagamos más especial con una quedada. O puede ser que no, puede que solo lo hagamos y ya. Pero tengo claro que lo necesito esta noche, no otra, hoy.

Después de una hora pasada, he organizado la semana y hecho la lista de la compra, además, he aprovechado para limpiar un poco mi pequeño piso. Son casi las diez y aún no he recibido noticia alguna. Entonces suena mi teléfono desde el lugar en el que se encuentra. Mi corazón late rápidamente yendo a mil por hora. Todo mi interior revolotea cuando cojo el teléfono y lo enciendo. Pero entonces el mundo se me cae encima cuando leo:

"Star no está disponible en estos momentos para ser tu capricho, ¿por qué no pruebas con otro?"

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