Capítulo 50
— ¿Y cómo sabemos que Finn no vendrá aquí? —cuestiona Kenzie mientras da vueltas de un lado para otro, mirando por la ventana, y revisando la casa de Lizzie al completo.
— Nunca ha estado aquí. Justo después de que cortara todo tipo de relación con él, me mudé por miedo a que volviera en algún momento —responde la dueña de la casa sentada a mi lado en el sofá.
— No sé... no voy a estar tranquila.
— Kenzie, está bien, puedo quedarme aquí un tiempo si a ella no le importa. Tiene razón, no sabe dónde vive. Tu casa en cambio, se la conoce bastante bien.
— Acabará sabiendo la dirección y entonces tu casa ya será descubierta.
— No pasa nada, lo único que me importa es que ella esté unos días alejada de él mientras estudio su caso con mi jefe.
Lizzie finalmente terminó sus estudios y fue contratada hace poco en un bufete de abogados nuevo en la ciudad, fue su oportunidad perfecta para comenzar a especializarse en el mundo de las leyes y la defensa.
— Sigo sin estar tranquila, debería contactar con tus padres, Sky. Hace meses que no saben nada de ti y deberían saber de todo esto.
— Ya lo intenté y volvió a amenazarme, terminó bloqueándome todos los contactos. Y vosotras deberíais seguir igual porque si no, terminará bloqueando los vuestros también y sois todo lo que me queda —me cruzo de brazos sintiendo algo de angustia, cuando mi reloj se ilumina mostrándome la hora que es—. Debo ir a trabajar, chicas.
— ¡Sky! ¿Cómo vas a ir a trabajar? —exclama Lizzie con horror en sus ojos—. ¿Y si Finn va allí? Te recuerdo que anoche te fuiste sin decir nada, dejaste tu móvil allí y el único lugar que conoce a parte de la casa de Kenzie, es tu trabajo el cual conoce tus horarios.
— No va a ir allí.
— ¿Y cómo estás tan segura? —cuestiona ahora la rubia igual de disgustada.
— Porque si está cabreado, no va a ir allí porque es un sitio público. Pero, si os quedáis más tranquilas, le pediré a Donna encargarme de la cocina en estos días y que, si él aparece, que le diga que no he ido a trabajar.
— Eso está muy bien, pero, ¿y qué dirás cuando te vean con esa marca en la mejilla? Porque por mucho que lo cubras con maquillaje, se terminará viendo.
— No sé. ¿Qué me di un golpe contra la puerta?
— Es demasiado típico de alguien que sufre maltrato —confiesa la chica a mi lado mientras Kenzie afirma con la cabeza. No me gusta escuchar esa palabra, y no puedo creerme que sea mi realidad.
— Di lo que quieras, pero, iremos a verte en cuanto podamos.
— Eso —apoya Lizzie.
— Gracias por todo, chicas. No sé qué haría sin vosotras, de verdad.
— No tienes que darlas, vamos a ayudarte a salir de ahí, lo juramos.
— En fin, debo irme —anuncio levantándome del sofá.
— No olvides las llaves y vuelve directa aquí —avisa la morena.
— Lo haré.
Al llegar a la pastelería, me encuentro a Donna abriendo el lugar al público, llego algo tarde pero no dice nada y me deja pasar. Sé que ha visto mi marca en la mejilla, es la primera vez que tengo un golpe en una parte visible de mi cuerpo y cuando le cuento cual ha sido la razón, le digo la versión falsa porque no quiero preocuparla. Sin embargo, algo me dice que no se lo ha terminado de creer, sobre todo cuando le digo que debo pasar tiempo dentro de la cocina y que no estoy si Finn aparece. Ella ha preferido no decir nada y asiente. Lo único que me queda por hacer, es ponerme el delantal y continuar con la horneada de dulces que queda por delante.
Mientras cocino, pienso en lo de anoche y en todas las veces que lo ha hecho, esta ha marcado la diferencia porque me he marchado de su casa sin dejar rastro. ¿Ahora qué se supone que tengo que hacer? ¿Debo seguir obedeciéndole para que no vuelva a hacerlo? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo he podido permitir que mi vida se fuera a la mierda? No quiero volver a hacerle la pelota fingiendo que estoy bien con él, porque me siento sucia.
Al retirar la vista de la masa la cual me encuentro amasando, mis ojos se topan con la foto que hay en la pared, allí estamos Donna y yo posando junto a Asher aquel día que decidió usar su fama para ayudarnos. Ese día fue como un milagro para la pastelería, fue como un héroe. Lo echo tanto de menos.
El día pasa, la gente empieza a entrar para comprar, los dulces se van terminando, los cafés se consumen y la jornada va terminando. Por suerte, Finn no ha aparecido en ningún momento, Lizzie y Kenzie han venido por unos cinco minutos cada una, para saber si estaba viva. Y como es obvio, varias personas me han preguntado qué me ha pasado en la parte de la mejilla. Estoy pensando en comprarme una máscara para así evitarme sus cuestiones.
Los días pasan y todo está demasiado tranquilo, de hecho, me ha venido bien para pasar tiempo con las chicas y despejarme de todo lo malo. Finn no da señales de vida lo cual me sorprende, pero sé que tarde o temprano lo hará. Acudo al trabajo y a mis prácticas en el restaurante donde he pasado estos meses, pronto las acabaré así que debo aprovechar el momento.
En la pastelería todo sigue igual, cocino, los clientes compran y todo se acaba, así que el día de hoy no va a ser muy diferente. Me centro en la cocina, terminando de preparar los últimos dulces del día, abrasada por el calor que producen los hornos y sintiendo la llegada del verano. Cuando meto todo en los hornos, la puerta de la cocina se abre y aparece Donna con una expresión de extrañeza.
— Sky, ¿puedes salir un momento?
— ¿Son Kenzie o Lizzie?
— No, pero tienes que verlo.
Arrugo las cejas y camino con curiosidad hacia la puerta saliendo al mostrador, esperaba ver algo que me impactara nada más salir o quizás algún paquete extraño, qué se yo. Pero debo bajar más la vista hasta encontrarme con la razón, algo que debo de decir que jamás esperaba ver.
— ¿Anya? —observo a la pequeña, la cual lleva el uniforme de algún colegio de la zona y una mochila a su espalda, está bastante seria.
— Ha entrado ella sola —dice Donna a mi lado.
Vuelvo a mirarla y salgo del mostrador inmediatamente para poder ponerme a su altura. Miro alrededor por si entraba alguien más, pero no parecía que Asher o su madre estuvieran con ella.
— Ekai... —solloza poniendose triste y entonces me abraza con fuerza comenzando a llorar.
No dudo en devolverle el abrazo, provocándome una tristeza inmensa solo con escucharla. Decido cogerla en brazos y llevarla a la cocina donde podamos estar tranquilamente. Coloco una mano sobre sus rubios rizos y procuro calmarla.
— Ya pasó, cariño. No llores...
La pequeña se separa para mirarme con sus ojos rojos, pestañas mojadas de lágrimas y alguna mucosidad que otra asomando por su nariz. La dejo sobre la encimera más limpia y cojo un trozo de papel de cocina para limpiarle, entonces le ofrezco unas galletas que estaba dejando enfriar. Ella las mira y parece que se iluminan los ojos cogiendo dos de una sola vez comenzando a comérselas. Ha crecido muchísimo en un año y, aun así, tiene esa cara tan tierna que solo te apetece estrujar.
— ¿Con quién has venido, Anya? —pregunto mientras come.
— Jules.
— ¿Quién es Jules?
— Me recoge del cole, pero no sé dónde está.
— ¿Te has perdido? —Anya asiente volviendo a ponerse triste—. Seguro que tu padre y Jules te están buscando, no te preocupes. ¿Qué tal si coges más galletas y te llevo a casa de tu padre?
— ¡Sí! —responde sacándome una sonrisa demasiado tierna mezclada con su tristeza.
Mientras Anya continúa cogiendo las galletas que quiere, para ponerlas en una caja, acudo a Donna para avisarla de la situación y que me voy a ausentar unos minutos, ella no tiene problema siempre y cuando vuelva para terminar de hacer lo que queda. Minutos después, me encuentro con la pequeña agarrada de mi mano mientras que, con la otra, sostiene su caja con galletas y ambas emprendemos la trepidante aventura hasta la casa de... bueno, él. Llevo demasiado tiempo sin verle, y no sé cómo debería sentirme, es algo extraño. ¿Y qué se supone que tengo que hacer? No puedo dejar a Anya en la puerta como si fuera un paquete, e irme, debería asegurarme de que hay alguien en casa por lo menos.
— Ekai —suena la vocecita de la pequeña despertándome de mis pensamientos.
— Dime, guapa —respondo con una sonrisa.
— ¿Quieres jugar conmigo y Nubi en mi casa?
— No puedo, tengo que volver para seguir haciendo galletas, es mi trabajo.
— ¡Jo! Ya no vienes a mi casa —su expresión cambia en cuestión de segundos, así son los niños, expresivos y sinceros—. ¿Ya no quieres a mi papi?
— ¿Qué? Em, bueno... Sí que lo quiero, pero...
— ¡Pues ven a mi casa! —vuelve a su estado enérgico intentando subir su brazo, pero aborta la acción cuando se da cuenta de la caja con las galletas.
— Iré algún día, ¿vale? —opto por la mentira para que se quede conforme, me siento mal por ello, pero no creo que deba explicarle a una niña todo lo que me ha ocurrido.
— ¡Bien!
— ¿Estás viviendo en la casa de tu padre? —cuestiono para desviar el tema.
— Sí y en la de mamá.
Deben de haberse mudado a Kansas City, porque de otra forma Anya no iría al colegio ni viviría con Asher. Han cambiado muchas cosas en este tiempo. Anya no deja de hablar durante todo el trayecto, hemos tardado más de lo que había calculado ya que no había contado con sus pequeños pasitos en comparación con los míos. Pero, ante todo pronóstico, tiempo después, me encuentro delante de la gran casa a la que nunca pensé que volvería.
Mierda, ahora sí que estoy nerviosa.
El entreno de hoy ha sido duro, y de los primeros para la nueva temporada. La anterior fue nefasta, no conseguimos dar el cien por cien, o quizás yo era único con problemas y acarreé a todo el equipo. El caso es que no podemos repetir lo mismo y debo centrarme en hacer un buen juego que nos deje en una buena posición, de lo contrario, volverán a criticarme hasta hundirme cómo pasó en la temporada anterior. Acabé en la miseria, sintiéndome como una mierda, nada me salía bien y para colmo, las noticias en mi contra, la falsa acusación... No puedo volver a sentir aquella ansiedad, no puedo volver a deprimirme.
Mientras vuelvo a casa, Steve me ha llamado para saber cómo estaba y cómo había empezado los entrenos porque no he estado de muy buen humor últimamente. Dejo el teléfono en manos libres para poder conducir mientras le escucho.
— Deberías salir más, hace tiempo que no te vienes con nosotros, te ayudaría a despejarte y dejar de pensar. Vente a cenar hoy.
— Anya está en casa esta semana, no me gusta dejarla demasiado con cuidadores, quiero estar con ella lo máximo posible.
— Está bien, pero la semana que viene estarás libre y vendrás a cenar. Así puedo presentarte a la amiga de mi novia.
— No empieces otra vez, Steve. No me apetece.
— Ya veremos.
— Cuelgo, estoy llegando a mi casa.
— Adiós, y deja de pensar en mierdas.
— Sí, lo haré.
Aparco en la cochera cerrando el coche con la llave y procedo a entrar por la puerta que comunica con la casa. En la casa reina el silencio, y no es normal ya que Anya debería de haber vuelto desde hace una hora. Es Jules, la señora que la cuida cuando no estoy quien la recoge, pero no hay nadie por toda la casa más que Nubi quien me saluda con efusividad. Normalmente está la tele puesta, la cocina funcionando, pero hoy está todo en silencio lo cual me preocupa. Tras dar una vuelta completa por todas las habitaciones, escucho la puerta de la entrada y acudo rápidamente a ella esperando encontrarme con mi hija, pero solo veo a una Jules descompuesta, cabizbaja y llorando. Mi corazón comienza a bombear frenéticamente sin si quiera preguntar qué ha pasado.
— ¿Qué ocurre? ¿Dónde está Anya?
— ¡Sr. Jackson! No sé cómo ha pasado yo, estaba con ella, pero todo pasó tan rápido que no me di cuenta. Solo hablé con una madre de camino al coche, y cuando me di la vuelta ya no estaba. ¡Lo siento tanto! Llamé ya a la policía para que la encuentre, me han dicho que van a dar vueltas por la zona y otra patrulla vendrá aquí.
Siento como si todo el mundo se me viniera encima, de repente las piernas me empiezan a fallar y la sangre va desapareciendo de mi cuerpo. No sé bien cómo reaccionar a eso, no sé qué hacer ni qué decir, pero debo reaccionar.
— ¿Por qué zona ha sido? —intento mantener la calma, ante todo, aunque por dentro esté a punto de tener un ataque de nervios.
— Cerca del colegio, donde siempre nos espera el coche, la he buscado por todos los alrededores, pero nada. Despídame, lo entenderé.
— Despidiéndola no va a hacer que aparezca, vamos a ponernos a buscar por todos los sitios posibles. Llama al chófer de nuevo y poneros a buscar por los alrededores. Yo atenderé a la policía que venga.
— ¡Lo siento muchísimo!
— ¡Corre!
Hace lo que le digo dejándome solo. Miles de cosas que le han podido pasar se me vienen a la mente y de repente me cuesta respirar. Me siento mareado, pero no puedo permitir que esto ocurra, tengo que buscarla como sea, aunque aún no sé bien por donde debo empezar. Cojo el móvil y marco a mis amigos para que me ayuden a buscar, estoy temblando y recuperándome del mareo, no puedo ver bien las teclas, lo que me dificulta bastante llamar, pero finalmente lo consigo. Todos me contestan diciendo que saldrán a buscarla y avisarán a más personas. Estoy a punto de llamar a Zöe y juro por Dios que es lo más difícil que voy a hacer en mi vida.
Sin embargo, en ese momento suena el timbre de la casa, no dejo que nadie más abra, voy yo mismo porque seguro que será la policía. Me dirijo hacia la puerta y la abro encontrándome con nada a simple vista.
— ¡Papi!
Escucho su voz, la que tanto ansiaba escuchar. Miro hacia abajo encontrándome con mi pequeña, sana y salva. No puedo creer que esté aquí, doy las gracias porque no le haya pasado nada.
— ¡Anya! —grito y me lanzo a abrazarla sin dudarlo. Suspiro dejando todos los nervios y preocupación salir, mi corazón disminuye en latidos—. ¿Dónde estabas, cariño?
— Me perdí... ¡Pero tengo galletas! —exclama con entusiasmo levantando una caja cuyo envoltorio me es familiar pero no quise creer que proviniera de allí.
— Me has dado un susto de muerte. ¿Has venido sola?
— No, Ekai me ha traído —Anya señala hacia atrás con su pequeña mano y yo la sigo con la mirada hasta encontrarme con ella en la lejanía junto a la verja de entrada.
Mis ojos no asimilan lo que ven. Porque sí, allí está ella, muy cambiada después de un año.
Llamo a Jules que aún seguía localizando al chófer de la casa y le informo de que Anya está a salvo. Ella acude a la pequeña y la abraza al igual hice yo, ambos agradecemos que esté de vuelta.
— Jules, ¿puedes avisar a la policía de que está en casa?
— Por supuesto, señor.
Me giro de nuevo hacia la verja con intención de acudir hacia la persona que ha traído a mi hija y no solo agradecérselo, sino, para que tengamos esas palabras que nunca tuvimos ocasión de tener, necesito saber qué pasó y es la oportunidad perfecta para ello. Pero, cuando miro al lugar donde estaba, no hay ni rastro de ella.
Nunca había entrado por esta zona, siempre había sido en coche. Solo espero que no haya ninguna persona curiosa con un teléfono o cámara en mano para hacer fotos. Me encuentro con la verja que cierra la casa por completo, a su lado en un poste, hay un telefonillo el cual presiono sobre el botón. Ambas esperamos a que la puerta se abra y tras unos segundos, así lo hace sin si quiera cuestionar quien llega. Al estar abierta, Anya corre hacia la puerta principal, la cual se encuentra tras un camino recto algo alejada, lo suficiente para ver que la reciben bien.
Asher es el que abre la puerta y verle ahí en persona de nuevo provoca que mi corazón sufra y mis nervios no me están haciendo nada bien ahora mismo. Siento demasiadas cosas y no quería volver a sentirlas porque las echaba demasiado de menos.
Tras ver que su hija ha aparecido, se agacha para abrazarla con fuerza siendo una imagen demasiado bonita. No me puedo imaginar la angustia que han debido de pasar ahí dentro, ni si quiera sé cómo ha podido ocurrir, pero lo que más me sorprende es la memoria que posee una niña como Anya. Ha sabido recordar el camino hacia la pastelería desde aquella vez que la llevé, me ha dejado totalmente impactada y me alegro de haber servido de ayuda.
Pero no puedo quedarme mucho más tiempo, no quiero tener que enfrentarme a él porque va a ser difícil después volver a la realidad. Comienzo a caminar de vuelta sin pensarlo demasiado, necesito salir de aquí, aunque una parte de mi quiera quedarse. Acelero el paso procurando no dejar que mis lágrimas salgan cuando siento que mi brazo es agarrado para después tirar de mí y girar todo mi cuerpo. Allí están esos ojos azules, ese cabello rubio y todo lo que ansiaba ver de nuevo.
— Cre-creo que se te había perdido algo —digo desviando la mirada inmediatamente.
— Bueno... yo me refería a Anya —intento evitar la conversación.
— Sé a qué te referías. ¿Dónde estaba?
— Ha ido a la pastelería cuando se ha dado cuenta que estaba perdida. —Noto cómo respira hondo aun sujetando mi brazo—. Bueno, creo que debo irme —anuncio e intento zafarme de su agarre, pero es imposible porque me aprieta aún más para evitar que me vaya.
— Necesito hablar contigo.
— ¿S-Sobre qué? —digo sin mirarle directamente, intentando tapar la marca de mi mejilla con mi pelo.
— Llevo más de un año esperando este momento y no voy a dejar que te vayas.
— Pero es que voy a preocupar a...
— ¿A tu novio? O eso es lo que me dijeron, aunque todavía no entiendo el por qué sucedió tan de repente y esperaba que tú llegaras a explicarme tu gran cambio de sentimientos.
— Asher es que no... no quería hacerte daño —mis lágrimas amenazan con salir y a causa de ello, mi voz comienza a temblar.
— Pues me hiciste más con no decirme nada. Merezco una explicación de tu parte.
— Suéltame.
— No.
— ¡Por esto no quería verte! —grito, nerviosa intentando liberarme de él.
— Aun siento cosas demasiado fuertes por ti, todavía te quiero, Sky. Si no quieres saber más de mí, necesito que me lo dejes claro, que no vas a volver. Quítame las esperanzas porque las tengo, así que explícamelo por favor, no me voy a olvidar de ti hasta entender por qué te fuiste con él si lo odiabas. —Tira de mi para girarme por completo y mirarme bien a la cara, mi pelo se mueve dejando el golpe al descubierto. Abre los ojos al verlo, suelta mi brazo para agarrar mi mandíbula con delicadeza y observar bien la marca—. ¿¡Qué es esto!? Sky, ¿quién te ha hecho eso?
— Fue... mi sobrino, con una pelota, me dio demasiado fuerte y...
— ¿Me vas a decir a mí que eso ha sido con una pelota? Me han llegado a dar balonazos verdaderamente fuertes y no me ha salido nada. ¿Acaso era de hierro? —Niego—. Ha sido él, ¿verdad? —Bajo la cabeza y guardo silencio porque soy incapaz de negarlo, no me salen las palabras para decirlo.
Asher comienza a andar muy decidido metiéndose en su casa. Por su expresión, son más que claras sus intenciones y no puedo permitir que vaya a buscarlo, esto es lo que me temía que sucediera, no puede hacerlo o todo se irá a la mierda.
— ¡Asher! —consigo decir mientras camino tras él— ¿Dónde vas? ¡Asher!
— Voy a buscar a ese hijo de puta y le voy a hacer lo mismo que te ha hecho a ti —responde con furia en su voz y los puños totalmente cerrados, jamás le había visto así.
— ¡No! —grito con mucha desesperación y comienzo a correr tras él, ahora soy yo quien lo coge del brazo para que no siga, aunque tiene tanta fuerza que tira él de mí—. ¡Asher! ¡No! ¡Para por favor, no lo hagas! —Mis lágrimas comienzan a salir. Él sigue andando, arrastrándome por el camino, pero no puedo dejar que vaya a buscarlo.
Su paso es decidido y no le importa arrastrarme hasta el interior de su casa, todos lo que están dentro observan la escena, incluida Anya. Pero yo solo puedo pensar en lo que ocurriría si dejo que lo vaya a buscar, sería un completo caos.
— ¡Asher no vayas! ¡Te lo ruego, para por favor! —Tiro de él con todas mis fuerzas antes de que entre en la cochera, pero sigue sin detenerse, incluso consigue abrir la puerta del coche. Como opción desesperada, lo abrazo por la espalda justo antes de que ponga un pie sobre el vehículo, entonces se para en seco al sentir mi calor y al ver mis manos entrelazadas en su vientre de nuevo. Mis lágrimas mojan su camiseta, se ha quedado estático, al igual que yo al volver a oler su aroma—. Asher... no vayas, por favor... —susurro—. Déjalo estar, vas a complicar más las cosas para mí y para ti si lo haces.
— ¿Tú le quieres?
— No —respondo soltando el aire que tenía retenido.
Coge mis manos que aún siguen entrelazadas en su vientre, las separa y se gira. Acaricia con su mano mi zona dañada, nos miramos a los ojos como si nunca nos hubiéramos separado y recuerdo de nuevo el día en el que me despedí de él sin saber que ya nunca más volvería a poder verle hasta este momento un año después. Él comienza a ladear su cara y se acerca lo suficiente con intención de besarme.
— No, no lo hagas —giro la cabeza.
— Está bien. Si dices que no le quieres con eso me basta. Pero dime, ¿debo tener la esperanza en que tú y yo volvamos a estar de nuevo juntos?
— Yo la tengo, aunque todo esté tan oscuro en mi vida, pero haré lo que pueda para salir de ahí, te lo prometo.
Asiente mostrándome una sonrisa de medio lado mientras coloca un mechón de mi cabello tras mi oreja.
— Estás muy cambiada, te noto diferente —sonrío tímidamente y noto cómo me sonrojo—. Te echo de menos, Sacher.
— Y yo a ti, Star —digo casi susurrando—. Pero debo irme y tienes que dejarme hacerlo.
— ¿Volveremos a vernos pronto?
— Me gustaría poder decir que sí.
— Pues hagámoslo.
— No puedo... —sollozo comenzando a derramar mis lágrimas. Él me envuelve con sus brazos en un cálido abrazo que no dudo en devolverle.
Al cabo de unos minutos, empiezo a separarme de él poco a poco y comienzo a andar hacia atrás en la dirección de la puerta, sin dejar de mirarle. Su mano aún está agarrando la mía, nos vamos alejando a medida que voy caminando hasta llegar al límite en el que las manos al separarse se caen al vacío.
Noto cómo me mira mientras salgo de la cochera, hasta que me giro para mirarle por última vez. Acabo de volver del cielo, estaré unos días en la tierra y después tendré que volver al infierno.
No lo diré yo, díganmelo ustedes 🤭🅰️
Bezos😘😘😘💜💜💜
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