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Capítulo 4

Y aquí estoy yo, sin saber bien qué coño hacer en este mismo instante. ¡Ni si quiera hay una tienda o bar dónde esconderme! ¿Por qué la vida me hace esto? ¿He hecho yo algo malo para que me torture de esta manera?

Ay no. Ya estoy sintiendo toda esa mierda y no quiero. Pero es que a medida que se acercan y veo con más claridad a la chica en cuestión que lo acompaña, mi cabeza se llena de todos esos malos pensamientos que me atormentaban desde el momento en el que descubrí que me ponía los cuernos. Es como si ella estuviera viéndome por encima, recordándome que yo no fui suficiente y por esa razón tuvo que buscar a otra. Que siempre fui desechable, y que estaba guardada en la recamara para cuando no tuviera a otra.

¿Tendría también a esta chica a la espera? ¿Es ella mejor que yo?

Una chica rubia, con un perfecto cuerpo, un perfecto pelo, un perfecto gusto para vestir, con un perfecto maquillaje... ¿Y qué tengo yo a su lado? Un pelo castaño cobrizo desordenado y poco cuidado que siempre llevo atado en una coleta baja. Un cuerpo delgado sin gracia, piel blanquecina repleta de pecas y otras imperfecciones. Lo único que aprecio es el color de mis ojos, los cuales son de un azul grisáceo, pero que ella no puede envidiar en absoluto porque su tono es mucho más claro y más bonito.

Todo en ella es perfecto, ¿cómo quedo yo a su lado? Pues como una basura.

No siento nada por Finn y me alivia haber dejado mis días a su lado. Me da igual la vida que esté haciendo en este momento y probablemente me hubiera dado igual ver esta escena un mes después. Pero ahora mismo me está sentando como si me hubiera dado un golpe en la espinilla.

Él luce una larga sonrisa de oreja a oreja, la misma que no había visto desde hacía un año por lo menos, e iban cogidos de la mano tan alegremente.

Un momento, ¿eso significa que yo era el problema?

— ¡Sky! Que sorpresa verte, ¿cómo estás? —dijo el cabrón número uno del mundo.

—Bi...bien —digo intentando ser simpática.

—¡Ah! Por cierto, ella es Sarah. Mi... Bueno, estamos conociéndonos.

Ambos se miran y sonríen con nerviosismo. ¿Qué ocurriría si yo ahora mencionara el hecho de que me puso los cuernos durante meses y que cortamos hace menos de dos semanas? Y tampoco tiene el coraje de presentarme.

Un gusto Sarah, soy Sky —digo con una leve sonrisa bastante falsa, la verdad.

—Sky es la chica de la que te hablé —le cuenta a su querida Sarah.

—¡Oh, sí! ¡La pastelera! Encantada de conocerte.

¿La pastelera? Ni si quiera le ha contado bien qué es a lo que me dedico.

—En realidad, estudio gastronomía. —Vuelvo a fingir una sonrisa.

—Eso es genial, ojalá algún día probar algo cocinado por ti, seguro que está buenísimo. ¿Y si hacemos una quedada en pareja y nos cocinas? Espera, ¿tienes pareja?

Oficialmente, Sarah se encuentra en mi lista negra.

—Pues no, hace poco terminé una relación, así que estoy tomándome un tiempo para mí —miro a Finn mientras lo digo, obviamente no le ha contado que cortamos hace tres días.

—Haces muy bien. —Me apoya la chica y parece ser sincera.

—En fin, tenemos una reserva y no queremos llegar tarde. Un placer verte Sky —comienza a decir el fantástico novio mientras empuja a su nueva querida.

La chica me saca una amplía sonrisa y se despide de mí moviendo la mano repetidas veces, a lo que le respondo de la misma forma, pero no con tanto entusiasmo. Me doy cuenta de que ella no merece estar en mi lista negra, realmente ella no tiene culpa de nada. De hecho, me da pena que haya acabado con un chico que ha resultado ser bastante tóxico con los años y ni si quiera sabe que acaba de salir de una relación a la que le fue infiel.

Finalmente, creo que lo mejor en estos casos es desearles una feliz relación y desear que no le haga el mismo daño a ella que el que me causó a mí.

Sin embargo, no puedo evitar sentirme mal. Verle resolver nuestra ruptura tan extremadamente rápido, duele. La cosa es que si la ha encontrado tan rápido solo puede significar que mientras me pedía que resolviéramos lo nuestro, él estaba empezando a tener relación con ella también, a la misma vez que tenía algo con mi amiga. Qué asco.

Mis lágrimas comienzan a salir solas, y sé que no debería porque me siento libre, pero es que realmente estoy dolida.

Continúo caminando como estaba haciendo antes del encuentro, y a medida que mis lágrimas caen, ando más rápido hasta que empiezo a correr sin destino, es lo único que me apetece para que así todos los recuerdos se queden atrás. Decido volver a mi pequeño piso, el que me espera solo y a oscuras. Y al llegar, me miro en el espejo de la entrada, viendo como mi maquillaje está corrido por toda mi cara, dejando un aspecto deplorable. Está claro que estoy muy por debajo de todas las demás.

Voy directa al baño para ducharme y quitarme del cuerpo los olores que han dejado en mí esos dos. Necesito olvidar de una vez, y es urgente. Termino la ducha, me lio una tolla en el pelo y me pongo el albornoz. Suspiro intentando dejar a un lado de una vez todos mis males, como lo había estado haciendo durante esta última semana. Iba bien, todo estaba fluyendo centrándome en mi vida y mi rutina. Pero de pronto tuvo que aparecer de nuevo para torturarme.

Hago un intento por pensar en otras cosas, despejar la mente en lo que me encamino a la cocina a por un vaso de agua. Mientras bebo, observo que mi móvil que se encuentra encima de la mesa, acaba de recibir una notificación. Cuando lo agarro, me doy cuenta de que se trata de WhimApp, en la cual pone:

"¡Date un capricho!"

Es como si la propia aplicación supiera en la situación en la que me encuentro. Como si supiera cómo me encuentro actualmente y me recomendara darme uno de sus caprichos. Y es que no le falta razón, es justo lo que necesito en estos instantes. La última vez que utilicé la aplicación, consiguió evadirme del mundo y que mis endorfinas se liberaran después de mucho tiempo. Fue realmente placentero. Un antes y un después en mí. Quedarme en la cama pensando más en lo de hoy, mientras me deprimo poco a poco, no es definitivamente la mejor opción.

Sé que dije que no volvería, pero creo que ésta sería una excelente distracción. Esas caricias, esos besos por todo mi cuerpo que me hacían sentir tan viva... Quiero volver a sentirme así. ¿Qué pasa si voy otra vez? ¿Y si voy sin que nadie se entere? No tengo por qué contar toda mi vida privada, solo procuraré salir de allí antes y nadie se dará cuenta, eso haré.

Kenzie lo hizo y ni si quiera me lo contó. Así que no es ningún delito.

Sin pensarlo más veces, mi dedo pulsa sobre la aplicación dejando que se abra. No lo hago desde aquella noche, y al parecer, ha aparecido una nueva sección llamada: "¿Te apetece repetir capricho?". Y justo debajo el apodo del chico del otro día. 

Lo cierto es que lo hizo realmente bien aquel misterioso chico, me dio lo que buscaba y no era un degenerado. Supongo que es mejor volver a repetir con él que buscar a otro y no saber qué puede hacer. No dudo en pinchar e introducirme en su perfil y solicitar de nuevo este capricho.

Star acaba de aceptar ser tu capricho.

Star acaba de enviarte un mensaje: "Hola, preciosa. ¿Quieres repetir?"

Ocurre esto a los pocos minutos, despertando algo de nerviosismo en mí a la vez que una leve sonrisa. No dudo en contestarle:

Sacher: ¡Hola! Sí, me gustaría mucho.

Star: Genial. En el mismo lugar y a la misma hora.

Sacher: Allí estaré.

Esa es toda la conversación antes de ponerme aún más nerviosa. Voy a volver a vivir lo que la otra noche y, sobre todo, a volver a sentirme como si estuviera en pleno paraíso.

Me seco el pelo, cojo uno de mis vestidos con unos tacones, me maquillo, cojo las llaves del coche y conduzco hasta aquel hotel el cual parece que tiene varios clientes esperando en recepción a ser atendidos, pero eso no me impide entrar. Aún es pronto, así que decido ir al bar del hotel y pido cualquier cosa con alcohol como la vez pasada. Pago, cojo la copa y doy sorbos para sentir el alcohol recorrer mi cuerpo dejando ese rastro de calor. Ni si quiera he subido y ya estoy encendida, buscando al causante de mis desvaríos.

Al ver la recepción un poquito menos abarrotada y la hora acordada llegando, decido terminarme la copa y acercarme para pedir la tarjeta de la habitación. En el mostrador encuentro a la misma chica de la otra vez, debe de ser su turno.

—Buenas noches —le digo.

Ella levanta la cabeza y sonríe.

—Buenas noches, ¿tiene reserva?

—Sí, a nombre de Sacher.

—De acuerdo, deja que mire —teclear unas cuantas veces en el ordenador y vuelve a levantar la cabeza para mirarme—. Así es, aquí tienes la tarjeta. Recuerda que debes abandonarla mañana a las doce del mediodía, que la disfrutes.

—Sí, lo haré. ¡Gracias! —le dedico una sonrisa mientras acepto la tarjeta y me despido con educación.

Me dirijo hacia la habitación que se muestra en la tarjeta y subo hasta ella a través del ascensor. Y una vez estoy en la planta, allí casi al final del pasillo, veo el numero indicado de la habitación a la que debo entrar y donde aguarda ese chico. Solo con recordar esa noche, se me pone la piel de gallina y mi cuerpo pide más dosis de aquello. Necesito a ese chico, aunque solo sea una vez más.

Al llegar frente a la puerta, paso la tarjeta por el lector hasta que la puerta queda abierta. Doy un paso para quedar dentro y la puerta se cierra sola quedándose todo oscuro.

Me siento bastante tonta quedándome aquí de pie como una estatua a la espera de que el misterioso chico aparezca, así que camino como puedo hacia la cama. Sin embargo, antes de que pudiera sentarme, noto cómo agarra mis dos muñecas y las posiciona a mi espalda como si estuviera a punto de ir a la cárcel y dejándome completamente inmóvil. 

—Buenas noches, princesa —susurra una voz ronca, la misma de la vez pasada, una voz que me conquista, que hace que caiga en sus brazos, nunca podría confundir esa voz. Empieza a besar mi cuello sin dejar mis manos libres.

Sentir sus labios sobre mi piel de nuevo, es una sensación que mi cuerpo recordaba y que ansiaba volver a sentir. Gimo levemente ante su tacto, razón de más para que él me apriete contra su cuerpo.

—Eres la chica necesitada, ¿no es así? —Suelta una leve risa.

—Sí, pero contigo jamás volveré a serlo —digo intentando soltar mis manos que aún siguen atadas por las suyas, para poder girarme y estar frente a él, a pesar de que no puedo ver su rostro.

—No muevas las manos.

—¿Por qué?

—Solo haz lo que yo te diga.

—Está bien...

Indaga todo mi cuerpo con su mano libre, descubriendo así qué es lo que llevo puesto para comenzar a deshacerme de ello. Empieza por bajar los tirantes de mi vestido, besando mi hombro izquierdo y seguidamente baja la cremallera haciendo que la prenda haga un recorrido pausado por todo mi cuerpo hasta llegar a los pies. El chico besa mi espalda una vez descubierta y cuando el vestido ya se encuentra en el suelo, éste se agacha para besar mis glúteos y dejar pequeñas mordidas que activan mi punto central. Momentos después, se incorpora y guía mis manos hacia arriba colocándose delante de mí, para continuar besando mi vientre hasta llegar a la zona de mis pechos. Desabrocha mi sujetador y lo tira al suelo en alguna parte.

El frio llega a mis pechos y resulta excitante estar allí de pie, con los brazos en alto, dejándole todo el espacio de mi cuerpo para que disfrute de cada centímetro. No duda en meterse una teta en su boca para después cambiar a la otra, succionando en ambas entre ligeras pasadas de lengua que provocan que mis gemidos comiencen a salir sin remedio.

—Ay... Dios —exclamo sin poder poner remedio.

Finalmente recupero el sabor de sus labios cuando me besa, sin dejar que baje los brazos y apretándome contra su cuerpo. Su dureza acaba sobre mi coño, que lo recibe de buena manera cuando comienza a frotar sobre la ropa interior e incitando a que ambos soltemos quejidos. Escucharlo gemir es realmente satisfactorio y por ello muevo mis caderas con más ímpetu apretándome todo lo posible a él. Sus labios son demasiado exquisitos y desearía poder tenerlos para mí a diario. Estos me muerden con delicadez y en cuanto abro mi boca, se cuela su lengua para jugar con la mía. Su mano más traviesa comienza a descender en busca de lo más preciado para él y no tiene problemas para encontrarlo. Mi sexo está repleto de jugos y se lleva consigo buena parte para después restregarlos sobre mis pezones con el pretexto de lamerlos después.

—Todo saber mejor así, ¿sabes? No tienes ni idea de lo que tienes ahí abajo, princesa.

—¿Ya no soy una novata? —me atrevo a cuestionar tras escuchar su nuevo apodo, que por lo visto es fanático en poner.

—No, ya no, porque tu cuerpo ya ha conocido lo que es placer y me pone demasiado saber que se lo di yo.

Coloca mis brazos ya cansados, sobre su cuello para después agarrar mis muslos y alzarme sobre su cuerpo permitiéndome enrollar mis piernas en su cintura. Me choca contra la pared y gracias a ello, vuelvo a tener su polla acariciando mi vagina de forma repetida a través de las telas. Me tiene completamente ardiente y excitada, lo suficiente para darme cuenta de que no necesito esto, quiero todavía más. Con mis manos sobre su espalda, comienzo a arañarla con intensidad a medida que mi cuerpo pide que me de lo que quiero.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta? —Me provoca.

—Sí, pero... Ah... —Suelto aire por la boca al empujar un poco más su cuerpo contra el mío, apretujándome aún más contra la fría pared.

—¿Pero...?

—Quiero más —respondo entre sollozos.

—¿Más qué?

—Que entres en mí —ruego, perdida en la excitación que provoca el roce de su erección en mi hinchado clítoris.

—Dilo. Pídelo.

—Hazlo.

—¿El qué?

—Fóllame. Quiero que me folles, ya.

—Así me gusta. Las cosas claras, princesa.

La sombra del misterioso chico me separa de la pared, pero esta vez me lleva a la cama tumbándome sobre ésta. Su respiración aparece entre mis piernas, las cuales empieza a lamer hasta que llega a mi tanga, deshaciéndose de él con los dientes, algo que acabo de descubrir que me encanta. Se aleja de mí, pero no tarda en volver.

Separa de nuevo mis piernas e introduce un dedo dentro de mí, luego dos, los saca y los mete con tal pasión que me colma de placer enseguida. Pero necesito sentirlo dentro de mí. Y sin previo aviso, me penetra de una estocada, dejándome sin aliento al soltar tremendo gemido.

—¿Era esto lo que querías? —cuestiona en mi oído manteniendo su polla dentro de mí sin moverse.

—S-sí... —Muevo mis caderas dándome yo misma el placer, pero entonces se echa sobre mí frenando la acción.

—Ahora el que manda soy yo. Y me apetece torturarte un poquito.

—No seas malo —me quejo intentando moverme, pero es imposible, es demasiado bueno inmovilizándome.

—Te encanta que sea malo, princesa —susurra para después chupar el lóbulo de mi oreja mientras que con una mano intercepta uno de mis pezones y lo estruja entre sus dedos índice y pulgar.

—Pero me encanta más que me folles —consigo decir entre gemidos.

—Pues pídelo con educación.

—Por favor...

—Dilo bien.

—Fóllame, por favor.

—Eso es.

Entonces me librera y comienza a moverse entre mis piernas, primero lo hace lento, pero a medida que sube el placer, sus embestidas son cada vez más rápidas. Llegamos al orgasmo y ambos estamos deseosos de más. Se cambia el condón y me coloca encima de él. Lo cabalgo como a él le gusta, guiándome con sus manos sobre mi cadera. Sus gemidos son la razón de mi ardor entre mis piernas, pues es todo lo que puedo presenciar de él además del tacto. Continúo moviéndome incrementando el movimiento, haciendo que él gima fuerte y yo grito sin temor, sin miedo, sin vergüenza. Aquí soy totalmente libre.

Los dos llegamos al orgasmo a la vez. Es algo que no suele ocurrir, pero esta vez así ha sido y resulta hasta romántico entre tanta lujuria. Caigo rendida sobre su cuerpo hasta caer en la cama, ambos estamos exhaustos e intentamos recobrar el aliento por el tremendo ejercicio realizado. Ha sido justo como lo imaginaba, placentero.

—Espero que hayas disfrutado —intenta hablar entre suspiros. Su voz suena distinta ahora que hemos terminado, por lo que supongo que solo la usa cuando hace estos actos—. Por cierto, sé que es raro que te lo diga, pero, me encanta tu olor.

—¿Mi olor? —cuestiono sorprendida pues era algo que yo también me había fijado en él.

—      Me encanta, es distinto. Cuando estás a oscuras, es como si el resto de los sentidos se desarrollaran más, como el tacto y el olfato —se acerca en busca de mi cuello, aspirando toda mi sustancia y termina con un beso para después levantarse.

Ese gesto causa unos cosquilleos en mi estómago que hace mucho, mucho tiempo que no sentía.

—¿Por qué no te quedas? —suelto casi sin pensarlo y un segundo después me arrepiento de haberlo hecho.

—No puedo, princesa.

Esa manera de llamarme, puede que parezca absurda, pero me hace sentir especial, aunque sea solo un completo desconocido el que me lo diga.


💜Espero que os esté gustando💜

No os olvidéis de darle amor con una estrellita

Besos😘

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