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Capítulo 35

La mejor parte de mi vida actualmente, es cuando a pesar de tener mil responsabilidades, también le sumamos la época de exámenes. Llegar del trabajo después de un día largo y pasar la noche estudiando, es sencillamente fantástico.   

Por cierto, estoy siendo sarcástica.

Hoy he tenido uno bastante complicado de la asignatura microbiología alimentaria, por lo que, como he dicho, anoche estuve estudiando hasta altas horas y apenas he podido dormir pensando en que lo más probable es que suspenda por mi falta de tiempo. Después de haberlo hecho, no voy a adelantarme diciendo que he creo que al final lo he bordado, tengo una extraña superstición sobre que, si afirmo aprobar con antelación, lo más probable es que los astros del más allá terminen suspendiéndome el examen, así que por el momento diré que no estoy totalmente disgustada del todo. Y para ser honestos, después de tener un gran examen sobre la composición de los alimentos, no es que tuviese demasiadas ganas de decidir por una clienta qué dulces debería llevarle a su sobrino por su cumpleaños. Sin embargo, no me queda otra que sonreír mientras mi cabeza está a punto de estallar, y escoger los dulces para el niño.

Por suerte, era el último examen que tendré hasta antes de vacaciones de primavera, por lo que podré disfrutar más de Asher, de Kenzie, de mi familia, de la Super Bowl y de todo lo que venga sin estar encerrada en mi casa frente al ordenador y rodeada de papeles. Ha sido una semana difícil y cansada, donde debía ir a clases, trabajar y estudiar. Al principio todo el mundo me llamaba loca cuando dije que haría todo eso a la vez, que no podría trabajar y estudiar al mismo tiempo, no es fácil, pero, ¿quién dijo que el proceso de todo lo que nos proponemos sea fácil? Necesito dinero para pagar el alquiler de mi pequeño piso y parte de mis estudios, no hay otra opción.

Y hasta donde sé, tengo todo el derecho a quejarme: Estoy harta de estudiar y trabajar al mismo tiempo.

Solo un año más, un año en la universidad y se habrá acabado, buscaré trabajo en algún restaurante y comenzaré con mi sueño.

La tarde cae al fin y es momento de cerrar la pastelería e irme a casa para descansar. Realizo la rutina de siempre antes de cerrar: contar el dinero ganado hoy, guardarlo en la caja fuerte, limpiar el lugar y dejarlo listo para el día siguiente.

Cierro la puerta hasta llegar al suelo y cerrarla con llave, me doy la vuelta para irme, cuando mis ojos se topan con el chico rubio número diez de los Kansas City Chiefs, apoyado en uno de sus caros coches con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta estilo bomber. Al instante, mis mariposas internas comienzan a hacer lo suyo en mi barriga o donde sea que estén, armando todo un jolgorio. Pensé que llegaría un momento en el que me acostumbraría a sentirlas, pero van en aumento, y me siento como el primer día cada vez que esos ojos azules me observan.

— ¿Qué... qué haces aquí? —Me atrevo a preguntar algo cortada por la sorpresa.

— He venido a recogerte —me dedica una sonrisa torcida.

Un flashback me viene a la cabeza. Esta situación es la misma que viví hace algo más de un año, pero con diferente persona y emociones. Me doy cuenta de lo mucho que he cambiado en tan poco tiempo y todo ha sido gracias a Kenzie, al fin y al cabo, ella propició el hecho de que estas dos personas se encontraran en el mismo camino.

— ¿Tienes hambre? —cuestiona a unos metros, todo lo que puedo hacer es sonreír y afirmar que mi estómago ruje desde hace ya unas horas.

— Pero, ¿sabes qué me apetece? —hablo por fin a lo que él niega con la cabeza—. Comida basura. A la mierda los lujos, necesito unas buenas patatas fritas con una hamburguesa de cualquier lugar de comida rápida.

— Unas alitas de pollo —añade.

— Helado.

— Y extra de grasa en todo.

— Exacto —entrecierro los ojos afirmando.

— Eres única, Sacher —suelta una carcajada que lo único que provoca es que me cueste aún más respirar—. Tus deseos son órdenes para mí. —hace una reverencia—. ¿Tiene el placer mi querida, de entrar en mi carruaje para llevarla al mejor restaurante de comida rápida que haya en Kansas City?

— Por supuesto. —Me acerco a él y le ofrezco mi mano, que la besa como si fuese un príncipe.

Me subo al coche cuando me abre la puerta como si de un chófer se tratase. Se sube en el asiento de conductor a mi lado y comienza a conducir. Le indico el camino hasta mi lugar favorito cuando quiero atiborrarme de la peor comida que existe para nuestra salud, pero que, para nuestro paladar es algo exquisito. Para evitar causar un gran alboroto, decido ser yo quien acuda al lugar para hacer el pedido mientras él me espera en el parking. Hamburguesas con queso y bacon, patatas, alitas de pollo, refrescos entre otras cosas que me apetece comer hoy. Pago con una tarjeta que nunca pensé que iba a llegar a usar en mi vida, Asher insistió en que él invitaba y si íbamos a entrar en una discusión por eso, no íbamos a comer nunca, así que decidí aceptar a pesar de que no me sienta bien que me invite a absolutamente todo.

Salgo del restaurante con dos bolsas, una en cada mano. Me subo al coche aparcado en la oscuridad del parking, y coloco las bolsas a mis pies, sintiendo el calor de la comida recién hecha y oliendo el aroma de lo prohibido. Asher comienza a conducir de nuevo mientras que en la radio suenan canciones que me agradan y aunque hay silencio por parte de ambos, es justo como me apetecía estar, relajada junto a él, es todo cuanto quiero ahora mismo.

Llegamos al mismo lugar dónde vinimos aquel día en nuestra primera cita, donde se ve toda la ciudad iluminada. El motor se apaga, así que deduzco que es el lugar en el cual vamos a comer.

— Este restaurante es muy bonito —bromeo cogiendo las bolsas y comenzando a sacar la comida.

— Sí, reservé mesa hace un año, es una oportunidad única en la vida, y la comida es una maravilla —continua con la broma cogiendo lo que le ofrezco.

Comemos en silencio durante unos breves minutos mientras observo concentrada la ciudad, hasta que recuerdo el gran acontecimiento que se celebra a finales de la semana que viene.

— ¿Estás nervioso? —cuestiono para después darle un mordisco a mi hamburguesa.

— ¿Por qué?

— El partido.

— Oh. —Termina de comerse la patata que se acaba de llevar a la boca—. Honestamente, mucho —ríe soltando aire por la nariz—. Pero, tengo ganas de ese partido. La adrenalina que se siente en algo así es increíble, la competitividad que existe en estos partidos es lo mejor de todo, lo que lo hace tan apetecible y lo que me recuerda que estoy haciendo esto porque me encanta. Y por no hablar de que ver cómo casi todo el país se viene arriba celebrando algo tan simple como la final de un deporte, es una completa locura.

Adoro ver como se le cristalizan los ojos y cómo se le ilumina la cara con solo hablar de lo que ama hacer, la ilusión que le crea jugar al fútbol, es como un niño pequeño en Navidad. Lo más seguro es que a mí me ocurra lo mismo cuando hablo de cocina.

— En mi casa se han vivido muchas finales, y aunque no incluyeran al equipo de los Chiefs, siempre ha sido un día especial, con una gran barbacoa, mucha cerveza y fiesta. En cierto modo, ya forma parte de nuestra cultura celebrar la Super Bowl por mucho que no te guste el fútbol, ¿no crees?

— Lo es. Yo hacía lo mismo en mi familia, solo una vez pude asistir a ver la final en el estadio, era algo totalmente ajeno a mí en aquel momento, era un crío que estaba empezando a jugar y joder, diez años después voy a estar en el campo para jugarla. Por supuesto que estoy nervioso, es parte del proceso para vivirlo.

— Sé que vais a ganar —confirmo totalmente segura.

— ¿Te has dado cuenta de que se ha cumplido lo que dije?

— ¿El qué?

— Desde que tú estás en la grada, hemos ganado y yo he acabado siendo el mejor jugador del partido. ¿Casualidad? No lo creo.

— No digas eso —le regaño con una sonrisa—. Si habéis ganado es por vuestro esfuerzo, no por mí. No me gustaría convertirme en el talismán del equipo, ¿y si me gafan?

— De todas formas, tenerte ahí es una de mis motivaciones.

Con una tímida sonrisa, muerdo mi hamburguesa intentando no manchar la tapicería de este coche tan caro.

— Lo que dijiste el otro día, en la cena con tus padres, cuando contaste cómo nos conocimos, ¿es cierto? —me atrevo a sacar el tema.

— Totalmente. Y pude notar como tus vellos se pusieron de punta mientras escuchabas la historia, obviando la parte importante, por supuesto —ríe echándose hacia atrás—. Y sí, Sky, te busqué y te encontré.

— ¡No es justo! —grito arrugando las cejas.

— ¿Qué no es justo?

— Tú sabías todo sobre mí después de ese partido, te estuviste acostando conmigo sabiendo cómo era mi cara, disfrutando más. Sin embargo, yo vivía en una eterna incógnita por querer saber algo sobre ti. No es justo, definitivamente.

— ¿Qué más da eso ya? Ahora lo sabes absolutamente todo sobre mí. Sabes cómo me llamo, dónde vivo, cómo es mi cara, mis labios... —a medida que habla, se va inclinando hacia mí con intención de que los bese, pero antes se me ocurre mancharlos con la salsa barbacoa que sale de mi hamburguesa a modo de pequeña venganza. 

Solo consigo que intente hacer lo mismo conmigo, pero usando la mayonesa como arma, adoro estos pequeños momentos, en los que no dejamos de reír sin parar. Nunca antes había deseado algo tanto como querer pasar toda una vida a su lado.

Es temprano a pesar de todo, así que le invito a subir a mi casa para ver una película e incluso a quedarse a dormir, no duda en aceptar. Lo dejo en el salón para ir a cambiarme de ropa y ponerme algo más cómodo, al volver, cuando lo veo sentado mirando la tele, lo veo tan guapo que con un solo guiño consigue derretirme. Y no puedo evitar escuchar la llamada de mis necesidades, las sexuales, claro. Después de estar pensando en los alimentos o en el análisis sensorial en la gastronomía durante estos últimos días, necesito descargar toda esa información, dejarla atrás y satisfacer mis sentidos como me merezco. Por eso camino directa a él para ponerme a horcajadas sobre sus piernas. Le rodeo su cuello con mis brazos mirándole fijamente a los ojos hasta caer en sus labios rendida con pasión, pidiendo que me haga lo que sabe hacer conmigo.

Con mis ojos cerrados, metiendo mi lengua en su boca y viceversa, concibo cada parte que rozo con él. Estamos a una temperatura elevada, detecto que una de sus manos se desliza por mi espalda, que baja para masajear mis glúteos y posteriormente se mete entre ellos para llegar a mi entrepierna, haciendo que suelte un pequeño gemido, lo acaricia mientras yo continúo besándole sin apenas respirar.

Apoyo mi espalda sobre el sofá y se echa sobre mí metiéndose entre mis piernas. Besa mi cuello mientras que con su mano derecha masajea uno de mis pechos. Rodeo su cintura con ambas piernas para acercarlo a mí, él sabe perfectamente lo que busco. Como puedo, voy bajándole su pantalón, mientras él sube mi camiseta haciendo un camino de besos hasta llegar a mi pecho que lo descubre echando la camiseta a un lado y besarlo.

Es en ese preciso momento, en el que, él con el pantalón bajado, con su notorio bulto, y yo con mis pechos al aire, suena el timbre.

— ¿Quién es? —dice con su ronca voz entre besos.

— Qué más da —respondo ignorante mientras sus labios rozan mi cuello. Pero la insistencia de quien llama prosigue tocando a la puerta.

— Ve a ver quién es, así nos deja en paz —insiste y con esto vuelven a llamar.

— Está bien, pero quédate tal y como estas, no te muevas.

Gruño colocándome la camiseta de nuevo como estaba. Me dirijo hacia la puerta abriéndola sin siquiera mirar por la mirilla, sin pensar en que pudiese ser alguien importante a estas horas, solo algún vecino pidiendo algo o un vendedor, pero la sorpresa es más grande de lo que pensaba.

— ¿¡Emma!? —Me tapo la boca antes de soltar alguna grosería involuntaria por interrumpir mi acto—. ¿Qué haces aquí? ¿Estás sola? ¿Dónde está mamá?

— Me he ido de casa.

— ¿¡Que qué!? Emma tienes dieciséis años —me cruzo de brazos.

— ¿Y qué? Estoy harta de que me traten como a una niña pequeña. ¿Puedo quedarme aquí? —Pasa por delante de mí antes de que pudiera contestar, en ese momento me acuerdo de Asher, el cual se encuentra en el salón, con los pantalones bajados y bastante excitado.

— Un momento, espera —interrumpo mientras la agarro del brazo antes de que siga caminando hasta el salón—. Pe-pero, tendrás que decírselo a mamá.

— No, no pienso hablar con ella —consigue zafarse de mi agarre y nuevamente va directa al salón, lo cual me pone nerviosa pensando en cualquier cosa que pueda frenarla o hacerle saber a Asher de quién se trata.

— Pues... ¡Vamos hacia el salón! —grito con la intención de que el chico que me espera allí semidesnudo y con una clara erección se enterara.

— ¿Qué dices? —pregunta extrañada mi hermana.

— Que si vamos al salón.

— Sí... ¿pero y por qué gritas?

— ¿He gritado? No me he dado cuenta —suelto una risa nerviosa—. ¡Oye! Ya que has venido, ¿quieres que hagamos palomitas y veamos una película?

— Está bien, pero primero elegiré la película, siempre escoges las peores. —Se acerca a la puerta del salón, cierro los ojos mientras rezo que me haya escuchado. Pero, cuando entramos, él está sentado en el sofá con los pantalones puestos mirando la tele. Gracias a Dios que se ha enterado —. Oh, ¡Asher! No sabía que estabas aquí, qué alegría verte de nuevo. ¿Por qué no me lo habías dicho antes, Sky?

— ¿En qué momento? —cuestiono levantando una ceja.

— Lo mismo digo, Emma —le responde Asher sonriente.

— ¿Te quedas a ver una película? —cuestiona mi hermana mientras se sienta en el sofá cogiendo el mando.

— Sí, claro. Pero antes, Sky, voy a ir al baño a... ducharme, ¿puedes venir y decirme donde están las toallas?

— Am... —al principio no entendía el por qué quería ducharse de repente, pero cuando se levantó con un cojín tapando su entrepierna, lo entendí todo—. Sí, vamos. Mientras, elige una película, Emma.

Asher sale del salón para ir directo al baño. Le sigo por detrás mientras dejo a Emma en el salón mirando por todas las plataformas de streaming, alguna película para ver, solo espero que tarde en encontrarla. Entro al baño, pero no veo a Asher en el interior como esperaba. Entonces la puerta se cierra de repente y al girarme lo veo echando el pestillo para después devolverme la mirada llevándose el dedo a su boca con intención de que no dijera nada.

— No irías a dejarme así, ¿verdad? —se acerca a mí y me besa el cuello dando pequeños mordiscos. Sube a mis labios devorándolos de nuevo, como si no hubiéramos tenido este pequeño parón. Pasa su mano por mis glúteos apretándolos para acercarme a él y notarle por completo. Creo que ambos estamos demasiado excitados a pesar de la visita.

— Asher —digo entre sus labios—. Asher...

— ¿Qué? —gruñe mientras vuelve a mi cuello.

— No creo que sea buena idea. Mi hermana está en el... —él me agarra de la cintura para empujarme contra la pared.

— Pues no hagas ruido y sigamos por donde íbamos.

— Pero, ¿y si viene? —me calla con un beso intenso mientras vuelve a subir mi camiseta metiendo su mano por debajo y descubrir mis pechos una vez más. De nuevo, procedo a quitarle sus pantalones, comprobando que su bulto se encuentra incluso más notable y me busca desesperadamente. Posteriormente, baja también los míos de una vez pasando sus dedos por encima de mis bragas humedecidas.

Gimo al notar su mano acariciarme ahí abajo. El simple hecho de que mi hermana esté fuera y el riesgo de que nos pille, resulta ser una situación bastante excitante.

— ¿Tienes un condón aquí? —susurra lo cual me provoca aún más.

Recuerdo tener una caja en el mueble, me apresuro buscándola y se la entrego. Me quedo apoyada sobre el mueble del lavabo a la espera de que termine de colocárselo con impaciencia. Una vez termina, se acerca a mí, besa mis labios para después agarrar mis caderas y darme la vuelta quedándome a espaldas de él. Veo nuestro reflejo en el espejo con ojos llenos de deseo.

— Inclínate para mí, Sacher —susurra en mi oído.

Obedezco y me retrepo sobre el lavabo descansando los brazos sobre éste. Baja mis braguitas, pero ni si quiera me molesto en terminar de quitarlas. Su polla hace acto de presencia deslizándose entre la raja de mi culo a modo de provocación. Jadeo a consecuencia inclinando la cabeza hacia abajo, sin embargo, una de sus manos insiste en que la mantenga recta volviendo a verme reflejada en el espejo, el cual tengo tan cerca que mi aliento lo empaña.

— Quiero que veas cómo gimes —vuelve a exigir.

Y una vez se vuelve a incorporar, su polla me penetra de una estocada hasta lo más profundo de mis entrañas. Me penetra más duro de lo normal y bombeando cada vez más fuerte mientras que ambos gemimos en voz baja. Nos urge, tenemos prisa así que, no tardo en entrar en calor ante la velocidad en la que chocamos cuerpos y así llegar juntos al orgasmo más silencioso de la historia. Asher se deja caer sobre mí estando aún en mi interior y siento su respiración en mi oído y cada latido de su corazón. Hemos quedado sudorosos y satisfechos.

— ¿Sky? —Grita mi hermana por el pasillo—. Ya he escogido la peli, ¿dónde están las palomitas?

Asher se separa un poco de mí y me observa con esos ojos que me desean con la mirada a través del espejo. Nos separamos y me vuelvo a colocar las braguitas y los pantalones tan rápido como puedo. Agarro una toalla que tengo a mi derecha y se la pongo en el pecho.

— Seguiremos en otro momento —le susurro.

Me responde inclinando su cabeza para darme un beso rápido y salgo del baño encontrándome a Emma. ¿Habrá escuchado algo? Espero que no, sería vergonzoso dirigirme a ella después de saber que me ha estado escuchando haciéndolo.

— ¿Tanto rato para darle una toalla? —cuestiona arrugando las cejas.

— Es que no las encontraba. ¿Qué quieres hacer?

— Las palomitas.

— ¡Oh, sí! Vamos a hacerlas.

Mientras las palomitas se hacen en el microondas y Asher está ocupado limpiando lo que acabamos de hacer, aprovecho para hablar con ella sobre su repentina escapada de casa. Mis padres no la tratan diferente a como nos trataban a nosotros, incluso podría afirmar que tiene más permisos de los que llegamos a tener. Con lo cual, dudo mucho que haya sido algo demasiado duro por parte de mis padres y lo que le ocurre no es nada más que una llamada de atención, algo típico en estas edades.

— Puedes quedarte a ver la peli, pero después te llevaré a casa —me cruzo de brazos.

— No pienso volver, es injusto, Sky.

— Emma tienes que volver, no estás preparada para decidir irte de casa de repente, no puedes independizarte con dieciséis años, bueno, en realidad sí se podría, pero no es tu caso.

— No quiero vivir sola, podemos vivir juntas como hacíamos antes, te echo de menos.

— ¡No intentes persuadirme con eso! Yo también echo de menos nuestros momentos juntas, pero mi momento de marcharme llegó al igual que llegará el tuyo. Además, ahora estoy en un momento clave.

— ¿Qué quieres decir? —arruga sus cejas.

— Pues que estoy empezando una relación y necesitamos intimidad.

— ¡Ah! ¿Para follar?

— ¡Emma! No todo en una pareja es eso. —No puedo creer que haya dicho eso cuando acabo de hacerlo en el baño desesperadamente.

— Pues, ¿a qué te refieres entonces?

— Es un momento en el que necesitamos tiempo para estar juntos, conocernos más a fondo y hablar de nuestras cosas. Y con nuestras vidas, por desgracia, no tenemos demasiado tiempo para eso. Si dejara que te quedaras conmigo, debería ocuparme de ti, de la casa, de ir a clase, estudiar, ir a trabajar y estar con Asher.

— Puedo cuidarme yo sola —espeta a lo que suelto una carcajada lo cual le molesta bastante, lo sé por cómo aprieta los labios.

— Eso es lo que crees tú. No tienes ni idea de lo que supone crecer y vivir por tu cuenta. Tienes que pagar facturas y abastecerte, y para eso querida, necesitas dinero. Y para conseguir dinero, no vas en busca de papá como haces ahora, tienes que buscar un trabajo y sé que tu no lo soportarías ahora mismo. Así que, si accedo a que te quedes aquí, tendría que estar atenta a que cumples con tus estudios, de que comes bien y de vigilar con quien sales. Aun tienes dieciséis y todos hemos pasado por esto. Comprende que mamá y papá se preocupan por ti. —Tomo aire tras soltar toda la parrafada de hermana mayor, y lo cierto es que estoy orgullosa. Noah probablemente habría sido aún más directo y rudo, y ella acabaría odiándole de por vida. 

— Soy la única de mis amigas que tiene toque de queda, que tiene que pedir permiso para ir a cualquier lugar y a la que revisan el teléfono cada semana.

— Sinceramente, creo Anne y yo tuvimos aún más normas y si no fuera porque empecé a salir con Finn, no me habrían dejado salir hasta altas horas de la noche, solo porque él me traía a casa. Ahora mismo, si pudiera, me iría a casa con papá y mamá. No valoras lo que tienes, algo que no tendrás dentro de unos años. Así que, déjate de tonterías y si tus amigas se ríen de ti, probablemente tú lo harás cuando alguna traiga un test de embarazo para mear sobre él en el baño del instituto porque sus padres no le hacen ni puto caso. ¿Tengo razón? —levanto una ceja esperando su respuesta.

— Está bien, volveré —suelta de mala gana dejando arrastrar sus palabras.

Lanzo una sonrisa torcida y llena de orgullo, siento que he cumplido un logro como hermana mayor, y lo he hecho de una manera bastante madura, debo decir. Por eso tengo que coger el teléfono y contárselo a Noah.

— Me alegro de que hayas decidido volver.

— Pero déjame estar contigo algún fin de semana —ruega arqueando las cejas.

— Claro, pero avisa antes, por favor.

— Por cierto, ya que has mencionado antes a tu ex, el otro día me encontré con Finn.

— ¿Qué? ¿Y qué pasó? —Saco las palomitas del microondas y las vuelco con cuidado de no quemarme sobre un cuenco.

— Le saludé para ser educada, entonces él vio que era una oportunidad perfecta para preguntar por ti.

— ¿Qué preguntó? —La miro fijamente esperando ver qué es lo que pretende ahora.

— Comenzó con lo básico, cómo estabas y cómo te iban las clases, pero luego pasó a preguntar si continuabas con Asher y que si os iba bien. Contesté que nunca te había visto así de contenta, y sé que le jodió, fue como si algo no fuese bien en su interior.

— Joder... Pensé que cuando dije que terminábamos, se alejaría de mí, pero está resultando ser todo lo contrario.

— Está buscando el momento para volver contigo, lo sabías ¿no? Es obvio.

— Por desgracia, lo sé.

— ¿Crees que intentará recuperarte?















¿khé?
¿Qué creéis?

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